Oro, plata, piedras preciosas
Madera, heno, hojarasca
En las congregaciones de las iglesias
“…mire cada uno cómo sobreedifica”
1 Corintios 3:5-15
Estudio 2
1 Corintios 3:9
Conceptos bíblicos de obreros en el Reino de Dios
y de los feligreses que componen una congregación
1 Corintios 3:9. “Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios.”
A. El pronombre “nosotros”, ¿a quiénes se refiere? A Pablo y Apolos.
B. ¿Qué relación tenían Pablo y Apolos a Dios según este versículo? Eran “colaboradores de Dios”.
¿Qué significa “colaboradores”? Este vocablo se compone del prefijo “co-” y “-laboradores”, el cual, aunque no sustantivo en uso, se deriva, obviamente, de “laborar”, y, por ende, identifica a los que laboran, que trabajan.
“co- Prefijo que entra en la formación de palabras con el significado de 'unión', 'participación conjunta', 'compañía': coautor, cooperar.” (Diccionario Manual de la Lengua Española Vox. © 2007 Larousse Editorial, S.L.)
Así que, Pablo está afirmando que él y Apolos trabajaban juntamente con Dios en la ejecución de sus designios para la humanidad descarriada, al igual que para la iglesia, participando conjuntamente con él en la obra. ¡Esto es realmente fabuloso!
1. Colaborar con otros seres humanos en empresas sanas lo cualificamos de muy admirable. Todos los que colaboran unen talentos, esfuerzos y recursos para un solo fin principal útil, digno, loable.
2. Colaborar con el propio Dios, Creador del universo, los ángeles y los humanos, en la realización de sus grandiosos propósitos, sencillamente no habría en el mundo labor más honrosa, gloriosa, importante, exigente o responsable para ser humano alguno. Y esta es precisamente la labor que realizaban Pablo y Apolos en su función de “colaboradores de Dios”.
La misma la efectúan hoy por hoy todo evangelista, predicador, anciano (obispo-pastor), maestro y maestra de la palabra inspirada, que lo son en conformidad con los requisitos netamente bíblicos, pues también son “colaboradores de Dios”. ¡Estupendo! Creo yo. ¿Y usted?
¿Estará cada uno debidamente consciente de todas las responsabilidades de peso y todos los honores maravillosos que atañen a su posición tan privilegiada? ¿O habrá excepciones?
Estimado lector, estimada lectora, de ejecutar usted en las empresas de Dios algún rol de los mencionados, o tal vez más de uno, ¿se considera plenamente consciente de cuán honrosa es su posición y de todas las responsabilidades que la misma acarrea? Por ejemplo, el deber solemne de siempre hablar y comportarse a la altura celestial de ella. De ser siempre digno del Dios santo, amoroso y justo con quien asegura trabajar en conjunto, no trayendo oprobio sobre él por no ser santo, amoroso ni justo usted mismo.
3. ¿Tienen los que ministran en su congregación el altísimo aprecio que se supone que tengan por su relación con Dios como colaboradores? ¿Sí, o no, y cuáles son las evidencias?
¿Aprecia igualmente la feligresía lo que realmente significa ser “colaborador de Dios”? ¿Qué evidencias traería usted en apoyo de su respuesta?
Por ejemplo, el predicador, maestro o ministro que coquetea sensualmente con las muchachas o damas, ¿actúa al nivel de su posición como “colaborador de Dios”? ¿O el que esté más pendiente a sueldo y otros beneficios materiales que a la grey? ¿O el que anime a la obra pero que no esté animado él mismo, dedicándose poco a las tareas del Reino?
El miembro de la iglesia que, sin justificación alguna, rehusara respaldar al colaborador de Dios honrado y eficaz, criticándole o difamándole por cuestiones de ninguna importancia en la tribuna espiritual de Dios, ¿demostraría el aprecio y respeto que amerita tal colaborador? ¿Conoce usted a creyentes que adolezcan de tal mal?
En su segunda epístola a la iglesia en Corinto el apóstol Pablo escribe: “Miráis las cosas según la apariencia”. Y más adelante: “Porque a la verdad, dicen, las cartas son duras y fuertes; mas la presencia corporal débil, y la palabra menospreciable” (2 Corintios 10:7, 10).
¿De cuáles errores o pecados eran culpables los corintios que Pablo tenía en la mirilla?
Hoy día, ¿hay cristianos que cometan los mismos? ¿En su congregación?
C. “…y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios.”
1. El pronombre “vosotros”, ¿a quiénes se refiere? Respuesta. A los feligreses de la congregación en Corinto. “…nosotros”, Pablo y Apolos. “…vosotros”, los miembros de la iglesia que no son apóstoles, predicadores o maestros.
a) La iglesia no es, pues, una comuna sin líderes, sin organización; ni tampoco una entidad donde todos los integrantes tengan voz y voto por igual, o derecho de ejercer todo ministerio.
“…vosotros…”, los miembros de la iglesia, los que deberían escucharnos, hacernos caso, seguir las directrices que impartimos por el Espíritu Santo.
“…nosotros…”, los que establecemos y organizamos congregaciones, que instruimos, que edificamos conforme al dechado de Dios.
b) La distinción hecha por Pablo entre “nosotros” y “vosotros” también pone de relieve el hecho de tener la iglesia organización más allá de la congregacional local compuesta de ancianos (obispos-pastores) y diáconos (Hechos 14:23; Tito 1:1-10; 1 Timoteo 3:1-13).
Pablo era apóstol no solo para la iglesia en Corinto sino para la iglesia universal.
Tratándose de Apolos, este, plenamente convertido en Éfeso, llega a Corinto como maestro y predicador, dedicándose a “regar” a la iglesia con el agua de vida.
Pablo no se establece permanentemente en Corintio, como apóstol, pastor u obispo vitalicio de la congregación que formó sino que después de “un año y seis meses” (Hechos 18:11) prosigue su carrera de apóstol y evangelista en otros contornos.
Tampoco se hizo Apolos predicador, maestro o pastor único y permanente de la iglesia en Corinto. Esto se infiere de la directriz dada por Pablo en 1 Corintios 16:15-16. “Hermanos, ya sabéis que la familia de Estéfanas es las primicias de Acaya, y que ellos se han dedicado al servicio de los santos. Os ruego que os sujetáis a personas como ellos, y a todos los que ayudan y trabajan.”
Interesante e instructivamente, Apolos ni siquiera es mencionado en estas instrucciones.
Tampoco algún otro hermano que fuera “el ministro exclusivo” en Corinto, o “el pastor único y permanente”.
¿Sujetarse los cristianos corintios a quiénes? A los hermanos, plural, como Estéfanas y su familia, con tiempo y experiencia en la congregación, atributo indicado por el término “primicias”, o sea, “los primeros”. A los hermanos cuya dedicación, consagración, entrega y compromiso han sido plenamente comprobados, conforme a la expresión “se han dedicado al servicio de los santos”. “…a todos los que ayudan y trabajan.” En fin, a una pluralidad de hermanos cualificados según Dios.
Desde luego, se nombran ancianos y diáconos en congregaciones que cuentan con varones que llenen los numerosos requisitos detallados en 1 Timoteo 3:1-13 y Tito 1:1-10. Una pluralidad de ancianos (obispos-pastores) en cada congregación. Pablo y Bernabé “constituyeron ancianos en cada iglesia…” (Hechos 14:23).
No habiendo varones cualificados para el “obispado” (1 Timoteo 3:1), se implementan las directrices que el apóstol Pablo establece como precedente en la iglesia de Corinto, la cual, obviamente, no fue gobernada por obispos (ancianos-pastores) ya que tales servidores no se mencionan en las epístolas 1 Corintios y 2 Corintios.
c) Amado, amada en el Señor, las personas que ministran la Palabra de Dios en su congregación, ¿demuestran tener conocimiento de estas verdades dadas a saber por el Espíritu Santo, las ignoran, o simplemente las hacen caso omiso? ¿Entiende la feligresía de su iglesia estas verdades, habiendo recibido instrucción correcta al respecto, o se somete a patrones de organización eclesiástica no encontrados en el Nuevo Testamento?
Si su congregación está bajo el dominio de algún hombre, mujer, o pareja (práctica de moda hoy día en muchos lugares) que se enseñoree de ella en contra de los preceptos claros de 1 Pedro 5:1-4, tal vez le convenga procurar hallar a una iglesia con una organización más bíblica.
2. “…labranza de Dios, edificio de Dios.” ¿Fue la iglesia en Corinto obra de hombres u obra de Dios? Pablo apunta que era “labranza de Dios”, y que constituía “edificio de Dios”.
a) “…labranza” significa “campo de cultivo”. A Corinto llegó el apóstol Pablo como labrador del Reino de Dios. Consiguió “campo”, es decir, mentes abiertas a la verdad de Dios, sembrando en ellas la semilla viva creada especialmente por el propio Dios. Nacieron preciosas matas, únicas de categoría, o sea, las nuevas criaturas que emergieron de la semilla espiritual, comenzando a crecer conforme al propósito de Dios, y, pues, almas de Dios eran, verdadera “labranza de Dios”. Así que, ¡campos y cultivos de Dios! Conceptos sublimes y completamente espirituales que todo obrero debería tener de sí, y también todo feligrés.
(1) Por cierto, de no haber Dios ideado a la iglesia y de no haberla establecido Jesucristo (Mateo 16:18) por medio del Espíritu Santo y los apóstoles (Juan 16:13; Hechos 1 y 2), ¡la congregación en Corinto jamás hubiese sido formada! Tampoco ninguna otra del pasado o del presente.
(2) El “poder” utilizado para establecer la iglesia vino directamente del cielo, siendo este “poder” el evangelio no adulterado dado por Cristo y el Espíritu Santo. “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación…” (Romanos 1:16).
Este “poder” no consistía, en su esencia, de prodigios, milagros o señales sobrenaturales, sino de “la palabra de Dios que vive y permanece para siempre”, “palabra” que “implantada… puede salvar vuestras almas” (Santiago 1:21), haciendo al alma sincera y obediente nacer “de nuevo” (Santiago 1:18; Juan 3:1-7).
“…poder” que existe, dicho sea de paso, sin perder su potencia reformadora o eficacia redentora, independientemente de manifestaciones sobrenaturales, las cuales fueron dadas en el siglo I para confirmar el origen divino del evangelio (Marcos 16:18-20), y no como elemento permanente sin el cual el mensaje del cielo no tuviese pleno “poder” para renovar a la mente y al espíritu del ser humano (Romanos 12:2).
(3) Manifestándose en la tierra mediante sus labradores fieles y diligentes, Dios consigue sus propios “campos de cultivo” dondequiera que se hallen mentes abiertas, sensibles a su voluntad divina y obedientes a su Palabra viva.
Por otro lado, Satanás posee amplios campos donde sus colaboradores, allegados a él porque les gusta los frutos que consiguen, laboran sembrando la mala semilla y cultivando malos árboles (Mateo 7:17-18), aun espinos y abrojos (Mateo 13:1-9, 18-30, 36-43).
¿Es usted fiel y diligente labrador de Dios, sembrando la buena semilla y cultivando almas para vida eterna?
¿O es usted uno de los peones de Satanás, acaso porque le guste su paga, incluso comer de los “malos frutos” que producen sus árboles malos?
En el lugar donde reside usted, bien que sea ciudad, villa, finca o rancho, ¿existe una verdadera “labranza de Dios”? De no haber una, ¡qué pena! ¿Qué se supone que haga usted al respecto? Y si usted mismo no se encuentra preparado para sembrar la buena semilla del Reino de Dios, ¿qué opciones podría usted explorar para que alguien la siembre?
b) “…edificio de Dios.” Cambia la retórica. Hasta aquí el cuadro de referencia e ilustración era el muy aleccionador de la agricultura: abrir surcos, preparar el terreno, plantar la buena semilla, esperar que germinara, asistir a las nuevas matas en el proceso del nuevo nacimiento –el cual incluye el bautismo “para perdón de los pecados” (Mateo 28:18-20; Marcos 16:15-16; Hechos 2:38; 22:16). Alimentarlas y cuidarlas en su desarrollo inicial; regarlas oportuna, adecuada y cuidadosamente.
De pronto, el apóstol introduce otro cuadro igualmente apto para transmitir las enseñanzas que estaba comunicando, a saber, el de la construcción. Introduce el “edificio de Dios”.
Lo rico de la simbología bíblica no tiene fin; no tiene paralelo. Explorarla todas sus ramificaciones y profundidades es la grata tarea del maestro o predicador fiel a Dios. Comunicar sus hallazgos, sus tesoros, a oyentes o lectores sedientos del conocimiento espiritual es su gran privilegio y honor.
El que escribe se deleita en esta tarea, esperando y orando hacer aportaciones valiosas al conocimiento y entendimiento del lector, siendo yo mismo, seguramente, el más beneficiado al ensanchar mi propia comprensión de estos grandes temas.
(1) Así que, Dios se hizo de su propio “edificio” en la Corinto del siglo I. Aquella ciudad portuaria de hasta medio millón de habitantes contaba con muchísimos edificios, incluso el famoso “Templo del dios Apolo”. Pero, hasta no realizar el apóstol Pablo su obra especial de construcción, faltaba el más importante y bello de todos, el “edificio de Dios”
(2) En los tiempos de la Era Mosaica –de 1500 a. C. (aproximadamente) hasta 30 d. C.- Dios tenía, en tierras de Israel, un pueblo escogido por él, su propio “edificio”, un edificio material llamado “tabernáculo” o “templo”. Aquel fue diseñado por Dios en el cielo, comunicándosele Jehová a Moisés el plano exacto en el monte de Sinaí y ordenándole a fabricarlo sin desviarse ni una tilde de lo especificado.
“Y alzarás el tabernáculo conforme al modelo que te fue mostrado en el monte” (Éxodo 26:30).
Y testifica el evangelista Esteban, primer mártir de Cristo, ante los judíos congregados para juzgarle: “Tuvieron nuestros padres el tabernáculo del testimonio en el desierto, como había ordenado Dios cuando dijo a Moisés que lo hiciese conforme al modelo que había visto” (Hechos 7:44).
No solo la estructura del tabernáculo-templo sino todos sus muebles era preciso seguir al pie de la letra el modelo de Dios en su fabricación.
“Y esta era la hechura del candelero, de oro labrado a martillo; desde su pie hasta sus flores era labrado a martillo; conforme al modelo que Jehová mostró a Moisés, así hizo el candelero” (Números 8:4).
Aludiéndose al “arca del testimonio”, la mesa del “pan de la proposición” y el “candelero de oro”, Jehová advierte: “Mira y hazlos conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte” (Éxodo 25:40).
Todas las “ordenanzas de culto” de “aquel santuario terrenal” (Hebreos 9:1) también fueron determinadas estrictamente por Jehová. Hasta el tipo de fuego a usarse para quemar incienso (Levítico 10)
(3) Para reflexionar, orientarse y ubicarse en el “edificio de Dios”.
¿Considera usted que la iglesia de Jesucristo, como “edificio de Dios”, o “templo de Dios” (1 Corintios 3:17), tenga menos importancia que aquel tabernáculo-templo de Israel? ¿O más importancia? ¿Por qué?
Dado que Jehová Dios concibió y dibujó en el cielo el plano detallado para el tabernáculo-templo de Israel, proveyendo también modelos específicos para todo su mobiliario, ¿le parece razonable postular que no hiciera lo mismo para su “edificio-templo” espiritual llamado “iglesia”, dejando a hombres falibles que idearan algún plano, cualquier plano, para ella, y que la llenaran de objetos de su propia confección? Además, ¿que efectuaran en ella cultos a su gusto, alabanzas a su antojo? ¿Por qué?
¿Se encuentra en el Nuevo Testamento un “modelo divino” para el “edificio-templo-iglesia de Dios”? Definitivamente. ¿Dónde?
Respuesta. En todo lo que aprueba la Deidad para la iglesia en todos los textos que tratan de ella.
Por ejemplo, en las instrucciones dadas por el apóstol Pablo a la iglesia en Corinto discernimos claramente una porción de lo que especifica el plano divino para la iglesia.
Por otro lado, mediante las doctrinas erróneas y prácticas vergonzosas censuradas en aquella iglesia aprendemos los elementos no autorizados por Dios en su plano para la iglesia.
Recopilando, pues, todas las doctrinas, prácticas y atributos aprobados por Dios en las distintas iglesias del Nuevo Testamento, como también las enseñanzas y ejecutorias de los apóstoles en su calidad de hombres inspirados, vemos el modelo completo dado por Dios para su iglesia. ¿De cuerdo?
¿Existe un verdadero “edificio de Dios” en el lugar donde usted reside? ¿Forma usted parte de él?
De no haber tal “edificio de Dios” donde vive, ¿qué se supone que haga usted al respecto?
D. Más preguntas para el análisis de este tema y aplicaciones prácticas.
a) Las iglesias fruto de otros evangelios diferentes predicados por falsos apóstoles, maestros o profetas (2 Corintios 11:13-15), ¿figuran como “labranza de Dios, edificio de Dios”?
b) ¿Es su iglesia, su congregación, “labranza de Dios, edificio de Dios”? ¿Qué evidencias sostienen su respuesta?
c) De no resultar ser su iglesia o congregación “labranza de Dios, edificio de Dios”, ¿qué se supone que haga usted?
d) Al analizar usted objetivamente estos puntos de la “buena enseñanza” de Jesucristo, respetuosamente le recomendamos tener presente una advertencia pronunciada por el propio Jesucristo, a saber: “Toda planta que no plantó mi Padre, será desarraigada” (Mateo 15:13).
Dios plantó en la tierra su propia “planta”, muy particular, muy especial, única de su género. Se trata de su iglesia. Hombres y mujeres religiosos también siembran plantas en la tierra conforme a criterios personales. Muchas, de muchas especies distintas. ¿Cuál será su fin?
Índice de los cuatro estudios sobre 1 Corintios 3:5-15
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