-El “don del Espíritu Santo” de Hechos 2:38
-Perdón de pecados por fe sola
-Bautismo como obra del hombre después de recibir perdón por solo creer
-La voluntad de Dios y la voluntad del hombre en el proceso del nuevo nacimiento
Porque Cristo no mandó a Pablo a bautizar
Intercambio
“Buenas tardes, gusto en saludarles… He asistido a una de las iglesias de Cristo aquí en… y he compartido con los hermanos. Me bauticé la misma noche que confesé frente a los hermanos que creo en el Señor Jesús y me parece muy bíblico el bautismo ‘en esa misma hora’. Compartí con los hermanos varios meses. Su doctrina es muy bíblica. Todo el orden me parece sano. Una congregación sana doctrinalmente. Pero la única enseñanza con la que no estuve de acuerdo fue que el bautismo es un requisito para la salvación. Me parece que esté en contraposición con la doctrina de la gracia, y que cuando una persona cree verdaderamente en el Señor Jesús cree en Su Palabra, y, por ende, querrá obedecerla. Y los actos de obediencia son el fruto de esa fe verdadera; que los actos solo hablan de la fe, de una fe viva; y que podemos obedecer por la gracia y fortaleza que Jesucristo nos brinda. Y si somos salvos por una obra que nosotros como hombres hacemos, tendríamos de qué gloriarnos. Que nosotros no escogimos cuándo nacer de nuevo, así como pasó la primera vez que nacimos del vientre de nuestra madre. Juan 1:13. ‘…los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.’ Y otra cosa: que el Espíritu Santo se recibe solo mediante el bautismo, es otra cosa que no me convenció. Llevo dos meses que no me congrego y estoy un poco triste. Gracia y Paz.”
Respuesta
Estimada alma deseosa de salvación, sean la gracia y la paz de Dios con usted.
Las noticias de su bautismo me alegran el corazón, pero su separación de la congregación me entristece.
A ver si pudiera este servidor, con la ayuda del Señor, responder bíblicamente a sus inquietudes.
¿Es el bautismo “para perdón de los pecados” una obra meritoria u obra de justicia?
Su referencia al Plan divino de salvaciónme lleva a concluir que usted probablemente entienda que, conforme a mi propio análisis de textos bíblicos relevantes, tanto Jesucristo como el Espíritu Santo anteponen el bautismo al “perdón de los pecados”, como en Hechos 2:38. Enseguida, quisiera observar que no concibo al bautismo como “obra” en la que los hombres nos gloriáramos, teniéndonos como merecedores de salvación en virtud de habernos bautizado. Jamás tal concepto he tenido del bautismo. Definitivamente, no se trata de una obra meritoria sino de un acto de obediencia que pertenece a la misma categoría en la que también figuran: oír el evangelio (Romanos 10:17), creer, arrepentirse y confesar con la boca que Jesús es el Señor. Estos cuatro actos tampoco son obras meritorias sino actos de obediencia necesarios para el perdón de pecados.
Reiteramos: el bautismo no debería concebirse como “obra meritoria” u “obra de justicia”. Fijémonos bien: tanto salvación como “obras de justica” y el bautismo Pablo los menciona juntos en Tito 3:5, claramente haciendo distinción entre “obras de justicia” y el bautismo. Dios “nos salvó [salvación; perdón ya obtenido. “…salvó”, tiempo pasado], no por obras de justicia, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración [referencia obvia al bautismo] y por la renovación del Espíritu Santo” [referencia a nacer del Espíritu]. ¿Captamos la yuxtaposición de “obras de justicia” por un lado, y por el otro, bautismo (el “lavamiento de regeneración”)? ¡El bautismo no es una obra de justicia! Negativo, en absoluto.
El amor de Dios por nosotros (Juan 3:16) y su deseo que todos se salven (1 Timoteo 2:4) constituyen el punto de partida para nuestra redención. Su “misericordia” y “gracia” (Tito 3:7), son fundamentales. Luego, en el contexto de Tito 3, vienen “el lavamiento de la regeneración” (nacer del agua, es decir, bautizarse) y “la renovación en el Espíritu Santo” (nacer del Espíritu; recibir y aplicar “el don del Espíritu Santo”). Observamos que fe, arrepentimiento y confesión del nombre de Cristo no son incluidos en el texto. Desde luego, en otros textos se presentan como necesarios, y, por lo tanto, no cometeremos el error de excluirlos, circunscribiendo nuestras conclusiones sobre requisitos para perdón solo al contenido de Tito 3:5.
La fe como obra
Creer es una obra de la mente del ser humano. Una acción de la mente. “…la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios" (Romanos 10:17). Oír la palabra de Dios también es una acción que el ser humano ha de tomar para poder creer. Dios no violenta mi voluntad, forzándome a oír. Me invita, pero no me obliga. No deposita “fe” en mi mente sin que oiga yo su evangelio. Me ama, y quiere que sea salvo, al igual que todos los seres humanos (1 Timoteo 2:4), y esta es manifestación de su magnífica gracia. Habiendo tomado él la iniciativa de rescatarme del pecado y de condenación, ahora me corresponde a mí responder positivamente a su gracia, si quiero ser salvo, y lo hago escuchando y obedeciendo su evangelio.
Nacimiento físico y nacimiento espiritual
Usted escribe: “Que nosotros no escogimos cuándo nacer de nuevo, así como pasó la primera vez que nacimos del vientre de nuestra madre. Juan 1:13. ‘…los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” Al respecto, tengo a bien traer Santiago 1:18. “Él [Dios], de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad…”He aquí, en este versículo, la explicación inspirada de Juan 1:13. ¿Qué es el instrumento que utiliza Dios para hacernos nacer de nuevo espiritualmente. Es “la palabra de verdad”. Enfatizando, “la palabra de verdad” es el instrumento, o medio, seleccionado por el propio Dios para lograr en nosotros los humanos el nuevo nacimiento. Pues bien, nada tiene que ver este instrumento celestial divino con sangre humana, voluntades carnales o voluntades de varones. No con nuestros padres terrenales. No con su voluntad carnal de engendrar. Ni con la voluntad de filósofos, teólogos o maestros terrenales. Nuestro nacimiento es espiritual, efectuado por el instrumento espiritual divino de la palabra de Dios.
Esta misma “palabra de verdad” fija el bautismo como necesario para el nuevo nacimiento. “…el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Os es necesario nacer de nuevo”, enseña Cristo a Nicodemo (Juan 3:1-7). Así que, para “nacer de nuevo” es tan necesario bautizarse en agua como sumergirse en el Espíritu Santo. Los que nacen “de nuevo” son trasladados al Reino de Dios (Colosenses 1:13). Es decir, son añadidos a la iglesia (Hechos 2:37-47). ¿Puede uno recibir el perdón de pecados sin nacer de nuevo? ¡Negativo! El apóstol Pablo explica, en Romanos 6:1-7, que somos “sepultados juntamente con” Cristo “para muerte por el bautismo” y que resucitamos de las aguas bautismales para andar “en vida nueva”. Este andar “en vida nueva” se inicia, conforme al plan de Dios y no conforme a apreciaciones humanas, después del bautismo. El Espíritu Santo lo enseña, y lo acepto así, enseñándolo de la misma forma.
Volviendo sobre la cuestión de “voluntades y el nuevo nacimiento”, yo no fijo, por mi propia voluntad, las condiciones para perdón de pecados, pero sí, en definitivo, determino yo mismo, por mi propia voluntad, si quiero escuchar al evangelio, o no; creer, o no; arrepentirme, o no; bautizarme, o no; perseverar, o no. No soy marioneta en las manos de Dios; no soy robot de él. Soy ser dotado de voluntad, de libre albedrío. Dios me hizo así, a su imagen y semejanza. Esta verdad elemental se hace evidente a través de la Biblia. Consideremos un solo ejemplo. “Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan”(Lucas 7:30). ¿Quería Dios que aquellos fariseos e intérpretes de la ley entraran en sus designios, que se dejaran bautizar por Juan, que se salvaran? ¡Claro que sí! Tal es la inferencia necesaria, conforme a la fraseología del texto. Esa fue la voluntad de Dios, pero la voluntad pecaminosa de ellos se impuso a la voluntad de Dios. De ahí, que “desecharon los designios de Dios respecto a sí mismos, no siendo bautizados por Juan”. Entonces, cae de la mata que si quiero ser salvo, mi voluntad ha de asentir a ello, y mi voluntad ha de decir que sí al bautismo “para perdón de los pecados”, ya que este propósito para el bautismo fue fijado por voluntad de Dios, y no por la mía o de cualquier otro ser humano. Rehusar bautizarse conforme al propósito de Dios estipulado, en numerosos textos bíblicos, para el bautismo es desechar los designios de él al respecto.
La analogía que usted hace entre “nacer de nuevo espiritualmente y nacer, físicamente, del vientre de la madre”, me pone, francamente, perplejo. Cierto es que no escogí el momento o lugar de nacer físicamente. ¡Ni siquiera escogí ser concebido! Otro asunto muy diferente es el cómo, cuándo y dónde del nacimiento espiritual. El que experimenta el nuevo nacimiento espiritual no es una criatura que pudiera compararse con un bebé humano sino un ser ya capaz de entender temas profundos de gran envergadura y tomar decisiones propias basadas en el análisis de parámetros complicados –pecado, inocencia, voluntad divina, voluntad satánica, voluntad humana, cielo, infierno, alma, espíritu, designios de Dios, gracia, misericordia, perdón, condenación, vida espiritual, muerte espiritual, etcétera, etcétera.
Yo sí escogí cuándo y dónde nacer del agua y del Espíritu. Decisión muy personal mía, respondiendo yo personalmente al llamamiento de Dios por su Palabra (2 Tesalonicenses 2:14). Decisión que ha determinado el derrotero de mi vida espiritual desde aquel momento hasta el día de hoy.
El “don del Espíritu Santo”
El “don del Espíritu Santo” es otorgado por Dios a toda persona que se arrepiente y se bautiza “para perdón de los pecados”, anteponiendo el propio Espíritu Santo tanto el arrepentimiento como el bautismo a la entrega del “don”. No me atrevo a cambiar nada de esto. Con todo, “el don del Espíritu Santo” es un tema muy controvertido, no estando ni siquiera los predicadores y maestros de nuestra hermandad totalmente de acuerdo en sus exposiciones. Habiendo varios estudios en editoriallapaz sobre el don y los dones del Espíritu, opto por no profundizar aquí, esperanzado en que usted tome el tiempo para escudriñarlos en el Internet. [Comentarios importantes sobre “el don del Espíritu Santo” se incluyen en el próximo Intercambio.]
Le ruego perdonar cualquier expresión en lo que acabo de escribir que lastime, orando que estas pocas palabras sobre grandes temas respondan, aunque sea un poco, a sus dudas e inquietudes. Respetuosamente, le animo a volver a la congregación con el ánimo de seguir analizándolo todo objetivamente, procurando cada más entendimiento, y, sobre todo, la salvación de su alma.
Para servirle en el amor del Señor,
Homero Shappley de Álamo
Otras preguntas y planteamientos
“Buenos días, estimado hermano Homero, muchas gracias por sus palabras. Son de gran ayuda. Quisiera seguir conversando con usted acerca de las preguntas que tengo en este momento. Una de las grandes interrogantes es: ¿Por qué Cristo no envió a Pablo a bautizar? 1 Corintios 1:17. Si este en un requisito para la salvación, entonces no lo envió a hacer la obra completa de salvación. Aún cuando declara en Romanos 1:16-17 que lo envió a predicar el evangelio que es para salvación. Claro está que los gentiles se bautizaron como obediencia al mandato de Jesús. Pero lo de Pablo es una interrogante que tengo. Con respecto al don del Espíritu Santo, como sello de redención, como requisito para nacer de nuevo, como dador de nueva vida, vivifica nuestro espíritu caído, y referente a lo que estamos estudiando, ¿en qué momento lo recibo? ¿Tengo que bautizarme para recibirlo en ese momento? ¿No antes? ¿Es imposible? Pasajes en la Biblia, en el libro de los Hechos, muestran cómo los gentiles reciben al Espíritu antes de ser bautizados; como, por ejemplo, en Hechos 10:44. Me dijeron que era con un propósito que esto ocurrió, para que los judíos vieran y creyeran que la salvación también era para los gentiles. Pero hay otros pasajes que afirman que al oír con fe les fue dado el don del Espíritu Santo. Gálatas 3:2. Y luego continua explicando que Abraham fue justificado por la fe antes de ser circuncidado, pero por esa fe obedeció a Dios. Pero se acota que no fue por haberse circuncidado y obedecido que fue justificado sino por el acto en sí de creer, tener fe, verdadera fe en el Dios que todo lo puede. Hay otros versos que también cabe resaltar, como Efesios 1:13, en el cual no se nombra el bautismo, pero tampoco dice que no se haya hecho. Hebreos 11 muestra como los actos de obediencia son el fruto o el resultado de la verdadera fe, fe viva, activa regalada por Dios para salvación. No me da otro orden a mi entender. Estoy abierta a leer cualquier corrección con la Palabra, la cual nos corrige e instruye en justicia. De ante mano agradeciendo su respuesta y servicio a nuestro Dios y a Su Iglesia. Le saluda…”
Respuestas
Estimada alma, pláceme saludarle de nuevo en el nombre de nuestro Redentor.
Estaba para escribirle de nuevo cuando vi su último correo. Para indicarle que se me había pasado orientarle acerca de dónde encontrar, en editoriallapaz, mucho material sobre el bautismo, el don del Espíritu Santo y temas relacionados.
-El bautismo, incluso exposiciones sobre 1 Corintios 1:17, la cuestión del ladrón arrepentido en la cruz, el bautismo de Cornelio y los suyos, etcétera. Muchísima información, intercambios, gráficas, etcétera. Le ruego encarecidamente escudriñar el material, pues volver a repetir explicaciones aquí me tomaría mucho tiempo. www.editoriallapaz.org/bautismo_compilacion.htm.
-El Don del Espíritu Santo. Comenzando con www.editoriallapaz.org/don_del_Espiritu_Parte_1.htm.
-El Espíritu Santo. www.editoriallapaz.org/espiritu_santo_lista_recursos.htm.
Cristo no manda a Pablo a bautizar
Referente a no enviar Cristo a Pablo a bautizar, observo que hay prioridades para el evangelista. La primera es predicar el evangelio. La Gran Comisión emitida por Jesucristo, según Marcos 16:15-16, incluye el bautismo como condición que antecede “será salvo”. Cristo mandó a Pablo a predicar las condiciones de la Comisión, pero no le dijo que él mismo (Pablo) debiera bautizar él, personalmente, a toda persona que respondiera a sus prédicas, pidiendo ser bautizada. Tomemos nota de que Pablo no dice que Cristo le mandara a no predicar el bautismo como condición para perdón de los pecados sino que no le mandó a efectuar él mismo el acto del bautismo. A esto se debe, sin duda, que el apóstol escribe: “Doy gracias a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo” (1 Corintios 1:14). “También bauticé a la familia de Estéfanas” (1 Corintios 1:16). O sea, parafraseando: Yo no bauticé, efectuando yo personalmente el acto de sumergir en las aguas, a ninguno, con la excepción de Crispo, Gayo y la familia de Estéfanas. ¿Y por qué, Pablo? Enseguida, viene la explicación: “…para que ninguno diga que fuisteis bautizados en mi nombre”(1 Corintios 1:15). Qué conste: no porque el bautismo no sea requisito para perdón sino “…para que ninguno diga que fuisteis bautizados en mi nombre” ¡Ah! Por esta razón Cristo no mandó a los apóstoles a ejecutar ellos mismos todo bautismo. Para no darle ocasión a los bautizados a decir: “Pablo me bautizó. Soy seguidor de Pablo”. Y otro: “El apóstol Pedro me bautizó. Soy de Pedro”. A pesar de esta medida, entre los cristianos de Corinto siempre se formaron partidos que se identificaban con personajes tales como Pablo, Apolos, Cefas (Pedro) o Cristo (1 Corintios 1:11-13). ¡Cuán fuerte es la tendencia del ser humano medio a seguir a otros hombres! Pero, qué quede muy claro: el apóstol Pablo predicó sí, en definitivo, el bautismo como necesario para perdón, dando testimonio textos escritos por él, particularmente Romanos 6:3-7, respaldado por Gálatas 3.27 y 1 Corintios 12:13. Al bautismo le llama “el lavamiento de la regeneración” (Tito 3:5).
El propio Pablo, conocido como Saulo de Tarso antes de convertirse, debía bautizarse “para lavar” sus “pecados”. Llegando Saulo, todavía ciego, a Damasco, el cristiano Ananías, orientado por Dios, va donde Saulo, y le dice: “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hechos 22:16). Si debía lavarlos en el bautismo, se deduce, necesariamente, que todavía los tenía encima, pese a haber creído en Cristo a consecuencia del encontronazo con el Señor, camino a Damasco. Qué tomen nota todo aquel que enseñe “perdón por solo creer, antes de bautizarse”.
Paralelamente, el apóstol Pedro no bautizó a Cornelio y los suyos, pero mandó sí a otros a bautizarlos (Hechos 10:47-48).
Este servidor desempeña, por la gracia de Dios, el papel de evangelista. Voy y predico el evangelio puro en lugares donde no se haya escuchado. No debo omitir el bautismo “para perdón de los pecados”, error garrafal que cometen infinidad de predicadores y pastores de actualidad. No debo omitirlo porque Cristo incluyó, en sus instrucciones a apóstoles y evangelistas, el bautismo, al igual que la fe, como condición para ser “salvo”. No tengo que bautizar yo mismo a toda persona que desee convertirse a Cristo a resultado de mis obras evangelísticas porque Cristo no me ordenó que yo, personalmente, tuviera que bautizar, obligatoriamente, a todos los tales, pero tampoco debo obviar, impedir o posponer el bautismo, como si el Señor no lo hubiera fijado como condición para perdón. No tiene apoyo bíblico el concepto de tener autoridad para bautizar solo oficiales eclesiásticos.
En el día de Pentecostés, los apóstoles no omiten el bautismo sino que, en armonía con la Gran Comisión, lo anuncian como condición “para perdón de los pecados”. Cristo no les había mandado que ellos mismos debieran bautizar personalmente a los casi tres mil que recibieron la Palabra aquel día, pero no debían omitir el bautismo, tampoco el arrepentimiento, como condiciones “para perdón de los pecados”. Así pues, leemos que “los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas” (Hechos 2:41). Qué conste: fueron bautizados y añadidos “aquel día”, y no días, meses o años después.
Auscultando todo lo dicho y sucedido en Pentecostés, observamos que los apóstoles ni siquiera mencionaron la fe como condición para perdón. Por ejemplo, cuando los compungidos de corazón preguntan a Pedro y los demás apóstoles “Varones hermanos, ¿qué haremos?”, Pedro no replica: “Pues, solo creer que Jesús es el Mesías, y serán salvos. No tienen que hacer nada sino creer. La fe sola salva. Creen, y serán salvos antes de arrepentirse y antes de bautizarse”. ¡Qué momento más propicio para hacer semejantes declaraciones! Pero, ¡ninguna de ellas pronunció Pedro! Desde luego, arrepentirse y bautizarse presuponen haber escuchado el evangelio y haberlo creído, creyendo que Cristo es el Hijo de Dios, verdad céntrica del evangelio.
En lo concerniente a Cornelio, recibir al Espíritu antes de bautizarse, etcétera, estudios muy detallados al respecto se encuentran comenzando con www.editoriallapaz.org/cornelio-salvo-como-cuando-Corner.html. www.editoriallapaz.org/cornelio-recursos.html
El error exegético de fundamentar creencias o doctrinas en textos aislados
Citar textos aislados de las Escrituras para sostener doctrinas o interpretaciones resulta en enseñanzas contradictorias. Algunos citan textos sobre la gracia para luego enseñar como dogma irrebatible, según ellos, que la salvación es otorgada solo por gracia y solo a personas que Dios haya seleccionado desde antes de la creación para ser salvas. Estas ideas las echan por el piso infinidad de textos que enseñan lo contrario. Sucede lo mismo con textos sobre la fe. Vuelvo a insistir –perdone esta forma de expresarme –que creer es una acción de la mente humana, de nuestro espíritu, que resulta de oír y aceptar la Palabra de Dios, los cuales también son acciones que tomamos nosotros. De manera que no puedo creer inteligentemente en Dios, Cristo y el Espíritu Santo, como tampoco en la Palabra inspirada, sin primero oír el evangelio que trae revelaciones en torno a ellos.
Desde luego, creer es crucial. Pero, también el oír la Palabra de Dios. Aún más que creer en la secuencia de pasos a darse para ser salvo, pues “la fe es por oír”. ¿Qué viene primero: creer u oír? Obviamente, el oír.
El Espíritu Santo en nosotros
Unos comentarios sobre la obra del Espíritu Santo en nosotros. Tan pronto comencemos a oír con entendimiento el evangelio ya el Espíritu está trabajando en nuestra mente. Él es quien reveló a los apóstoles “toda la verdad” (Juan 16:13), y el alma es purificada “por la obediencia” a esta verdad (1 Pedro 1:22), siendo fundamental en ella redención por la sangre del Cordero de Dios. El Espíritu nos alumbra por medio de la verdad revelada en el “nuevo pacto” de Cristo. Escuchando nosotros las poderosas verdades de este “nuevo pacto”, la luz de Dios, del Espíritu, de Cristo, comienza a despejar las tinieblas de nuestro corazón, mente y espíritu. Conforme a la medida de recibir nosotros esta luz divina, obra el Espíritu en nosotros. No aparte de la verdad divina sino precisamente a través de ella. Por lo tanto, si recibimos solo una porción de la verdad, hasta los límites de esta porción tenemos la luz del Espíritu. De ahí, que la persona que escucha un evangelio incompleto recibe solo una parte de la luz de Dios, y por ende, el Espíritu no hace su obra completa en tal persona. “Cree, y será salvo.” Creer es solo una parte del Mensaje divino. “Arrepiéntase de todo pecado.” Y el alma sensible, deseosa de salvación, se arrepiente. Pero, arrepentirse es solo una parte del Mensaje divino. Faltan otros elementos para tener la luz completa. Así que, cuando el carcelero de Filipos pregunta a Pablo y Silas: “Varones hermanos, qué debo hacer para ser salvo”, le dicen creer, pero no se detienen con “fe sola”, pues ¿cómo creer aquel gentil sin escuchar acerca de Jesús y el evangelio? Proceden, de inmediato, a predicarle el evangelio, y aquella misma noche se bautizan el carcelero y su familia. ¿Por qué aquella misma noche? Porque el bautismo para perdón es parte del Mensaje, puesto allí por Dios, y no el hombre.
Entonces, bien que el Espíritu comience su obra en nosotros desde el instante de empezar nosotros a escuchar con entendimiento y aceptación las primeras verdades más básicas, no es menos cierto que no recibimos “el don del Espíritu Santo” hasta no acatar todas las condiciones puestas por él para recibir perdón y entrar en completa comunión con el Hijo y el Padre. En otras palabras, tenemos que nacer del Espíritu antes de recibir “el don del Espíritu Santo”. Y nacemos del Espíritu, nacemos de nuevo, por la Palabra implantada en nosotros por medio de la predicación. De nuevo, traigo a colación Santiago 1:18. “Él [Dios], de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad.” Enfatizo: “…de su voluntad… por la palabra…” No por voluntad humana sino por voluntad de Dios.
“¿En qué momento recibe uno el Espíritu Santo?”, pregunta usted. Según mi entendimiento, el cual, reconozco y confieso, no es infalible de modo alguno, no se trata de recibir la plenitud del Espíritu Santo en un solo momento, en un solo instante. Más bien, recibimos al Espíritu en la medida de que recibamos y entendamos la verdad (el evangelio) que él trae de parte de Cristo (Juan 16:13-15). Al oír al evangelio puro y creerlo nos sumergimos en las maravillosas enseñanzas que revela el Espíritu. Comienza en nosotros el proceso de nacer del Espíritu. Bautizándonos, nacemos también “del agua”, y naciendo “del agua”, recibimos “el don del Espíritu Santo”, es decir, en breves palabras, el apoyo espiritual de él que nos capacita para entender y aplicar en nuestra vida cotidiana toda la “doctrina de Cristo”, “la ley de Cristo” (1 Corintios 9:21), que alumbra y fortalece nuestro espíritu, que sirve como nuestras armas espirituales para derrotar a todo enemigo. Además, la intervención del Espíritu en lo relacionado con nuestras oraciones (Romanos 8:26-27). En fin, todos los poderes y beneficios que nos confiere el Espíritu Santo, los que están identificados en el estudio El don del Espíritu Santo. Parte 1. www.editoriallapaz.org/don_del_Espiritu_Parte_1.htm.
El proceso de recibir y hacer nuestro este tremendo “don” –aplicarlo y disfrutarlo plenamente- continúa hasta la muerte. Tal es mi humilde apreciación hasta el presente. Durante el proceso, existe el peligro de entristecer al Espíritu, descuidando el “don”, despreciando las directrices del Espíritu, pecando (Efesios 4:30). Pero, también podemos ser cada vez más “llenos del Espíritu” (Efesios 5:18-20). Todo lo cual implica un proceso progresivo, y no un acontecimiento que tome lugar en un solo instante, de golpe. “Aquí lo tienes todo, todito, en absoluto, todo el don, en un solo instante.” Eso, no.
Bautizándonos conforme a las directrices de Dios, se pone a nuestra disposición todo “el don del Espíritu Santo”. Multifacético. Grandioso. Poderoso. Muy abarcador. Con múltiples componentes. Conocerlo y aplicarlo a plenitud nos tomará tiempo, y más tiempo.
“Muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados” (Hechos 18:8), recibiendo “el don del Espíritu Santo”. Además, “dones espirituales” (1 Corintios 12, 13 y 14). Pero, ni aquel ni estos los llevaban enseguida a la madurez espiritual. Pese a tantos dones, cometían algunos de ellos –a decir verdad, casi todos, conforme a lo revelado por Pablo en sus dos epístolas para ellos- graves errores tanto morales como doctrinales. El multifacético “don del Espíritu Santo” estaba disponible para ellos, pero no lo estaban aprovechando bien, por lo menos durante los primeros años de la congregación. Circunstancias parecidas se observan frecuentemente en congregaciones y cristianos de actualidad.
El que otros maestros o predicadores expliquen el asunto de forma diferente, pues, no puedo responder por ellos. Mi percepción es que no pocos estén repitiendo lo que haya dicho o escrito algún profesor o predicador, sin dedicarse personalmente al análisis cuidadoso de todo lo enseñado en el Nuevo Testamento. Al respecto, mi postura es sobrellevarlos, esperando que adquieran más luz, a la vez procurando continuamente yo mismo más de esa preciosa luz, y que me sobrelleven a mí. Soy estudiante, perenemente.
Para servirle en Cristo,
Homero Shappley de Álamo
El Espíritu Santo. Su naturaleza y tareas. Muchos estudios, gráficas e intercambios en esta Web.
El bautismo. Gran cantidad de estudios, gráficas e intercambios en esta Web.
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