Capítulo Ocho del Análisis
“La gran ramera… gran ciudad”
Escandaloso drama convulsionado de una poderosa mujer inmoral, avara,
perseguidora, increíblemente cruel y hasta sangrienta, la que también pretende
gobernar al mundo entero y ser adorada por todos los seres humanos.
Los capítulos 17, 18 y 19 de Apocalipsis
Acto 7
La mujer ebria de la sangre de los santos
PERSECUCIONES contra “los santos” por “la gran ramera-gran ciudad”, la cual es,
“en sentido espiritual”, Sodoma, Egipto, Jerusalén y Babilonia.
Apocalipsis 17:1-7; 18:1-24; 19:1-4
Montada “la gran ramera” sobre su “bestia escarlata”, la cual tiene siete cabezas
y diez cuernos, está “ebria de la sangre de los santos,
y de la sangre de los mártires de Jesús”.
Pintura por Ted Larson. [email protected]. Derechos reservados.
Escena 1
Entra “la mujer” al escenario en un estado de embriaguez.
Está “ebria de la sangre de los santos, y de la sangre
de los mártires de Jesús”.
¡Ella bebe la sangre de seres humanos!
Sus víctimas identificadas.
Algunas referencias a fuentes de información se componen de una letra, seguida por un número.
La letra corresponde a la fuente identificada con la misma letra en la LISTA de referencias
al final de este escrito. El número identifica la página de la cita o información.
I. Referencias en Apocalipsis a “la mujer” que se embriaga “de la sangre de los santos”. También a “la gran ciudad” en la cual “se halló la sangre… de todos los que han sido muertos en la tierra”.
A. “…Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús…” (Apocalipsis 17:6).
B. En referencia a “la gran ciudad” se dice: “Y en ella se halló la sangre de los profetas y de los santos, y de todos los que han sido muertos en la tierra” (Apocalipsis 18:24).
C. “Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro; porque sus juicios son verdaderos y justos; pues ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido a la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella” (Apocalipsis 19:1-2).
Un cristiano albigense o valdense, de la Edad Media, al punto de ser decapitado. El verdugo enmascarado a la izquierda es el “instrumento del brazo secular”, es decir, de un gobierno secular hechizado por “la gran ramera”, encargado de ejecutar este varón acusado de herejías. El hombre medio calvo detrás del “ministro de justicia” es un sacerdote católico romano, el verdadero responsable de tan horrenda escena vergonzosa. Nunca trama la muerte de ser humano alguno la auténtica iglesia de Cristo fiel a su Fundador y Salvador.
Pintura por Joe Maniscalco. Derechos reservados.
II. En esta Escena 1, del Acto 7, del Escandaloso drama de una poderosa mujer inmoral, perseguidora, vengativa y sangrienta, la protagonista principal, muy atractiva y hechizante para multitudes de personas, mas, sin embargo, repugnante para gente decente y pacífica, ¡se presenta descaradamente delante de nosotros en un estado de embriaguez!
Se nos informa que está “ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús” (Apocalipsis 17:6).
¡Ebria de SANGRE! ¡Bebe sangre esta mujer ramera!
¡Y no la sangre de animales sino la de seres humanos!
Se la toma en su “cáliz de oro”.
Nos empavorece esta “mujer”; su acción insólita y su ebriedad inaudita nos hacen sentirnos nauseabundos. Pensamos que “la sangre” que ella injiere la habrá mezclado con otros elementos para que embriague.
Acaso con el “fuerte vino de la ardiente ira contra sus detractores”, el “zumo fétido de sus concupiscencias depravadas”, “licores exóticos de sus alianzas con poderosos gobernantes engañados”, o “especies picantes de su insaciable avaricia”.
Bajamos la cabeza para no seguir contemplando a esta “mujer ebria de… sangre”, preguntándonos: ¿Quiénes son estos “santos”, estos “profetas”, estos “mártires de Jesús”, o cualquier enemigo denunciado por ella, con cuya sangre se embriaga ella?
A. De formar estas dos frases “ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús” un paralelismo, todas las víctimas compondrían un solo grupo de mártires.
B. No siendo paralelismo las dos frases, pensamos que posiblemente “santos”, en la primera frase, se refiera a los justos que sufrieron martirio durante las épocas anteriores a Cristo.
Refiriéndose precisamente a este grupo, el autor de Hebreos escribe: “Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada…” (Hebreos 11:37).
Esteban, el primer “mártir de Jesús”, antes de ser apedreado a muerte por sus compatriotas judíos, los acusó, diciendo: “¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! … ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo” (Hechos 7:51-52).
En “la gran ramera… gran ciudad” “se halló la sangre de los profetas y de los santos…”, informa el “ángel poderoso”, según Apocalipsis 18:24. Los “profetas” de este versículo bien pudieran ser los profetas de las eras antes de la iglesia, o los profetas de la iglesia del Señor, los que figuran en el fundamento de la iglesia, al igual que los apóstoles (Efesios 2:20-22).
O quizás “profetas” abarque a todos los profetas de Dios de todas las épocas históricas del mundo. Ellos también son “santos”, pero su ministerio espiritual único, tan exigente como arriesgado, los distingue de los demás “santos”.
C. No siendo paralelismo las dos frases, la segunda, la de “…los mártires de Jesús”, abarcaría a los seguidores fieles del Señor muertos por fe en él durante la Edad Cristiana. Entre ellos, distinguimos a cinco grupos principales, a saber:
1. Los cristianos martirizados a instigación de judíos incrédulos, siendo Esteban, diácono y predicador, el primer mártir (Hechos, los capítulos 6 y 7).
2. Los cristianos martirizados por magistrados romanos paganos, comenzando con los que fueron muertos en 64 d. C. por Nerón, y añadiéndose muchos más durante varias persecuciones efectuadas hasta la conversión del emperador Constantino le Grande en el año 312 d. C.
3. Los cristianos martirizados por el Imperio Romano cristianizado, desde el año 312 hasta el inicio del Milenio, cuando las naciones se deshacen de “la gran ramera” y empiezan a legislar libertad religiosa.
4. Los cristianos martirizados por la Iglesia Católica Romana.
5. Los cristianos que sufrirán martirio durante el “poco de tiempo”, etapa que transcurre entre el fin del Milenio y el fin del universo. En este Acto 7, del Espantoso drama de una poderosa mujer inmoral y sangrienta, nos limitamos a los “Grupos 2, 3 y 4”.
“Grupo 2.” Durante los siglos I, II y III de la Era Cristiana, los emperadores romanos solían ser celosos por los dioses y las diosas de Roma, es decir, por la antigua religión idolátrica dominada por “la gran ramera”.
Nuevamente, destacamos el hecho de que el emperador desempeñaba el papel de “Pontifex Máximus”, o sea, “Sumo Sacerdote”, y como tal, se conceptuaba a sí mismo el principal “Protector y Promotor” de las viejas tradiciones religiosas del Imperio.
Ya que los cristianos no honraban al emperador como “Pontifex Máximus”, rehusando hacer sacrificios a él o a los dioses romanos, algunos de los emperadores determinaron, pese a la tolerancia religiosa generalmente característica del Imperio, perseguir a los cristianos. En la Escena 2 de este Acto 7, aparecerán estos emperadores perseguidores del cristianismo.
“Grupo 3.” Con la conversión del emperador romano Constantino el Grande al cristianismo en el año 312 d.C., y la eventual elevación de la iglesia a “religión oficial del estado” en el año 380, se supone que cesaran las persecuciones contra los cristianos. Sin embargo, lamentablemente, tal no fue el caso.
Para principios del siglo IV, la iglesia ya sufría de una apostasía progresiva muy avanzada, cumpliéndose en ella las profecías al respecto proclamadas en el siglo I. Por ejemplo, la que dice:
“Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañosos y a doctrinas de demonios…” (1 Timoteo 4:1-5).
O la que advierte: “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá [Cristo, por segunda vez] sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición” (2 Tesalonicenses 2:1-12).
Reñidas controversias doctrinales sacudían a la iglesia…
a) Sobre la fecha para la celebración de Semana Santa.
b) En torno a la cuestión del trato de cristianos que habían negado la fe al ser amenazados por las autoridades seculares, pero que pedían ser restaurados a comunión tan pronto pasara el peligro.
c) Y, sobre todo, el cada vez más candente debate entre partidos con teologías distintas acerca de la naturaleza de Jesucristo y la relación entre Dios el Padre, Cristo el Hijo, y el Espíritu Santo.
Convertido Constantino, este asume una posición de mucha autoridad en la iglesia.
Abanderizándose, en el Concilio de Nicea (325 d. C.), con la facción tenida por “ortodoxa”, repudia violentamente a grupos de congregaciones y líderes que discrepaban, proscribiéndolos y persiguiéndolos, aun hasta la muerte.
En la Escena 3, veremos ejemplos de algunas persecuciones efectuadas por el Imperio Romano cristianizado.
“Grupo 4.” Una vez formada y establecida una fuerte jerarquía eclesiástica en la Roma de Occidente, la misma gobernó autocráticamente a la Iglesia Católica Romana Latina.
Muchos de los oficiales de referida organización puramente humana, desde los Papas y los Cardenales, hasta arzobispos, obispos, sacerdotes y monjes, se volvieron cruelmente intolerantes, persiguiendo, torturando y matando a los que identificaban como “herejes”.
En la Escena 4, se presentarán en la tarima no pocos personajes culpables de esta enorme tragedia, como también muchas víctimas de su inhumana barbaridad.
D. ¡CINCUENTA MILLONES DE MÁRTIRES RELIGIOSOS!
Este es el asombroso total calculado para la Edad Media, el tiempo de la Reforma y el de la Contra Reforma (D, 91).
Antes de calificar como “muy exagerada, aun absurda” esta cifra, nos convendría analizar objetivamente las estadísticas relacionadas con las tantas persecuciones y guerras religiosas registradas durante los aproximadamente mil quinientos años comprendidos en las épocas mencionadas.
No dejando fuera las numerosas Cruzadas realizadas durante la Edad Media, como tampoco el saldo considerable de las víctimas de la Santa Inquisición.
El número “cincuenta millones” es de “mártires religiosos” englobados, sin diferenciar entre “religiones”, “iglesias”, “sectas”, “facciones”, “movimientos religiosos”, “sociedades religiosas”, etcétera. Así pues, diciéndose “cincuenta millones de mártires”, no se trata, solo y exclusivamente, de los auténticos “mártires de Jesús” sino de todos los religiosos martirizados.
E. ¿Verdaderos “mártires de Jesús”, o acaso víctimas de una religiosidad pervertida?
1. Según nuestra apreciación, no todas las víctimas del cristianismo politizado, intolerante y perseguidor merecen ser tenidos por legítimos “mártires de Jesús”. Entre ellos, identificamos a los siguientes grupos:
a) Muchos judíos no creyentes en Cristo martirizados por prelados católicos romanos y los magistrados seculares bajo su dominio, particularmente en España.
b) los judíos que se convirtieron nominalmente al catolicismo romano para evadir las terribles garras de la Santa Inquisición, pero que en su interior no reconocían a Cristo como el Mesías, practicando secretamente la religión judía. Algunos de estos también murieron, víctimas de persecuciones dirigidas contra la raza judía en general.
c) Veintenas de miles de mahometanos muertos en batallas contra los cristianos, o que los cristianos mataran porque resistieran convertirse al cristianismo.
d) Cientos de miles de miembros de sectas, movimientos o sociedades de índole religiosa que repudiaban al catolicismo romano, aun peleando con armas carnales contra la madre Iglesia Católica Romana, pero que ignoraban o malentendían las enseñanzas más fundamentales del evangelio puro del Señor, no llegando a obedecer ni siquiera “los rudimentos de la doctrina de Cristo” (Hebreos 6:1-3).
e) Desde luego, el Dios que conoce plenamente a todo ser humano –sus motivaciones, las circunstancias de su vida, etcétera- juzgará a cada “mártir” conforme a su infinita sabiduría, teniendo, o no, misericordia, conforme a su propia evaluación de cada individuo.
2. Seguramente no erramos al plantear que ser “mártir” no es sinónimo de ser “santo”, o “cristiano verdadero”.
Sufrir “martirio” tampoco resulta, necesaria e inevitablemente, en salvación eterna.
Consabido es que desde tiempos remotos no pocos seres humanos han sacrificado su propia vida por sus creencias religiosas. Mas, sin embargo, si, a juicio del Juez justo, es vana la “fe” que mueve al “sacrificio supremo”, ¿cómo esperar que tal acto, por abnegado y sincero que sea, dé por resultado ser admitido enseguida al Paraíso de Dios?
¿Son verdaderos “mártires de Jesús”, o de Dios, los mahometanos que se martirizan, voluntaria y aun gustosamente, por sus convicciones religiosas?
¿O los judíos que hacen otro tanto en defensa de su propia religión?
¿O los católicos romanos muertos en Irlanda por su religión mezclada con política?
¿O los protestantes en el mismo país muertos a consecuencia de su oposición a los católicos romanos?
Martirizados todos estos, ¿son salvos eternamente en el instante de morir?
Y los cientos de miles de protestantes que sufrieron martirio en defensa de sus creencias, particularmente durante las guerras religiosas del tiempo de la Reforma y la Contra Reforma, ¿todos son verdaderos “mártires de Jesús”? ¿Aun los que fueran muertos, peleando en conflictos bélicos con armas carnales?
Una vez más recalcamos que el veredicto sobre el destino espiritual eterno de todos y cada uno de estos “mártires religiosos” corresponde exclusivamente a la Deidad. Solo hacemos planteamientos; no nos incumbe emitir juicio sobre el destino eterno de ningún ser humano.
F. “En ella se halló la sangre de los profetas y de los santos, y de todos los que han sido muertos en la tierra” (Apocalipsis 18:24).
Así que, no solo se halla en “la gran ramera… gran ciudad” la sangre de santos, profetas y mártires de Jesús sino también la “de todos los que han sido muertos en la tierra”.
O sea, la de los que han sufrido muerte violenta, pero cuyos nombres no están “escritos en el libro de la vida” porque murieron sin haberse reconciliado con Dios.
Eran partidarios de “la gran ramera-gran ciudad-bestia escarlata”, es decir, de los poderes religiosos-seculares-políticos engañados, y fueron muertos mientras prestaban servicio.
Ya que poderes engañados de esta índole han existido desde el tiempo de Nimrod y Semíramis, engañando, gobernando y explotando al grueso de la humanidad, no nos sorprende la terminología tan abarcadora de la expresión “TODOS los que han sido muertos en la tierra”.
Fuentes de información citadas en esta obra
La “A” corresponde al libro en inglés: “The Two Babylons” (Las dos Babilonias). Subtitulado: El culto papal. Autor: Alexander Hislop. Segunda edición americana, 1959. Publicado por Loizeaux Brothers, Neptune, New Jersey.
La “B” identifica al libro traducido al español: “Babilonia, Misterio religioso”. Autor: Ralph Woodrow, P. O. Box 124, Riverside, California 92502.
La “C” corresponde al libro en inglés: “A Woman Rides the Beast” (Una mujer viene sentada sobre la bestia). Autor: Dave Hunt.Publicado por: Harvest House Publishers, Eugene, Oregon 97402.
La “D” corresponde a La historia de la civilización (The History of Civilization), una obra en inglés que se compone de ocho tomos grandes, contiene muchísima información histórica que respalda la interpretación de Apocalipsis, presentada en este estudio. Los autores son: Will y Ariel Durant. La obra fue publicada por Simon and Schuster, New York.
La “E” corresponde a La nueva enciclopedia Schaff-Herzog de conocimientos religiosos. Esta obra en inglés consta de unos cuantos tomos. Publicada por Baker Book House, Grand Rapids, Michigan, Estados Unidos.
La “F” corresponde a El debilitamiento y la caída del Imperio Romano. Dos tomos. Por Edward Gibbon. Obra publicada por William Benton. Enciclopedia Britannica, Inc., Chicago, London, Toronto. 1952. Esta obra figura en la serie de: Los libros más importantes del mundo occidental.
Próxima Escena 2. La Roma imperial pagana, antes de la conversión del emperador Constantino en el año 312, coaccionado por "la gran ramera", derrama la sangre de miles de cristianos.
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