¿Enseña Cristo, en Juan 10:24-30, la doctrina de “Salvo, siempre salvo”, o sea, la de “seguridad eterna”?
De la manera que unas pocas notas y tres o cuatro acordes no hacen una pieza musical, por ejemplo, el movimiento de una sonata o sinfonía, tampoco sirven para “componer doctrinas” unas pocas expresiones sueltas de la Biblia, unos versículos aislados, con dos o tres pasajes acoplados por “sonar bien” entre sí. El Nuevo Testamento es como una larga y compleja sinfonía. La armonía y unidad excepcionales de sus distintos “movimientos” solo las aprecia a plenitud el que escucha atentamente toda la sinfonía, sin intercalar sus propias melodías o arreglos.
El texto de Juan 10:24-30
(24) “Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. (25) Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí; (26) pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. (27) Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, (28) y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. (29) Mi padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. (30) Yo y el Padre uno somos.”
Acostumbramos utilizar el formato de “bosquejo” para muchos de los estudios de la Biblia que realizamos, encontrándolo práctico para la organización y presentación de ideas, definiciones, interpretaciones, razones, etcétera. Esperamos que el lector también lo halle apropiado.
A. En primero lugar, Dios que conoce los corazones sabe que no omitimos adrede Juan 10:24-30 de los estudios sobre la doctrina de “seguridad eterna” en nuestro sitio de Internet.
1. Al proseguir el que escribe sus estudios de la Biblia, crece en mi mente la percepción de que es posible compilar, por un lado, listados de textos que “parecen” sostener ciertas doctrinas, y por el otro, listados de textos que “parecen” desmentir esas mismas doctrinas. Por ejemplo, una serie de textos que “parece” enseñar la doctrina de “seguridad eterna”. Pero, otra serie distinta que “parece” enseñar todo lo contrario. En el caso de esta doctrina en particular, son numerosos los textos aparentemente a favor, y más todavía los que lucen en contra. Analizarlos todos, con la meta de reconciliarlos, eliminando aparentes contradicciones, requiere no poco tiempo y paciencia. A la vez, este ejercicio mental y espiritual suele ser muy edificante para el que lo efectúa con esmero y oración, y grato en grado sumo al espíritu. Pues, ¡qué bendición tan grande ver disiparse dificultades interpretativas y aparentes contradicciones!
2. Si bien es cierto que no hemos incluido un estudio de Juan 10:24-30 entre los recursos de nuestra Web hasta el presente, es igualmente cierto que no hemos añadido estudios de otros pasajes parecidos, o de muchos textos y ejemplos que parecen rendir nula la doctrina de “Salvo, siempre salvo”. Pero, quizás no sea necesario escrutar todos y cada uno de los textos relevantes por la razón de que la solución bíblica de estos conflictos la proporcionan usualmente unos pocos textos o ejemplos claves, tal vez uno solo, según mi propia experiencia en el estudio de las Sagradas Escrituras.
3. Ya que las palabras de Cristo en Juan 10:28 aparentan respaldar, según muchos estudiosos, la doctrina de “una vez salvo, siempre salvo”, las examinamos con mayor atención.
B. Jesucristo da “vida eterna” a sus ovejas. “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y les doy vida eterna…” (Juan 10:27 y 28).
1. Siendo el verbo “doy” de tiempo presente, bien pudiera uno concluir que el Señor diera “vida eterna”, en sentido absoluto, a sus ovejas tan pronto las saque y ellas comiencen a seguirle como “buen pastor” (Juan 10:1-11). “En sentido absoluto”, es decir, la misma “vida eterna” imperecedera e irrevocable que disfrutará el justo en el cielo, una vez transformado y glorificado. Sin embargo, el propio Jesucristo enseña que la “vida eterna” se otorga en absoluto y de manera permanente, no, por cierto, en esta vida material, sino en el juicio al que está sometida toda alma después de la muerte del cuerpo físico. A continuación, una serie de pasajes al respecto:
a) Mateo 19:29. “Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.” “…heredará…” ¡Tiempo futuro! ¿Se da cuenta usted, estimado estudioso? ¿Cuándo “heredará la vida eterna” el que deja todo para seguir a Cristo? “En el siglo venidero”, dijo Cristo, según los textos paralelos en Marcos 10:29-30 y Lucas 18:29-30, donde “siglo” significa “tiempo”. “En el tiempo venidero”, o sea, después de la muerte del cuerpo físico, en el juicio del alma.
b) Mateo 25:31-46. Celebrado el juicio de las naciones, las almas rechazadas “irán… al castigo eterno, y los justos a la vida eterna”(Versículo 46). “Irán… a la vida eterna” ¡Tiempo futuro! Después de la vida en la tierra.
c) Gálatas 6:8. “Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.” Así que, la vida eterna, absoluta y permanente, es un fruto de sembrar “para el Espíritu”, segado, lógicamente, después del tiempo pasado en la tierra sembrando “para el Espíritu”.
d) 1 Timoteo 6:12. “Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado…”, exhorta el apóstol Pablo al evangelista Timoteo. ¿Por qué echar Timoteo “mano de la vida eterna”? Precisamente, ¡porque aún no tenía posesión absoluta de ella! Él era excelente siervo del Señor Jesús, sincero y entregado (Filipenses 2:19-22), pero tal cual su maestro Pablo, debía proseguir, como escribió este ilustre apóstol, “por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios y Cristo Jesús” (Filipenses 3:12-14). Este “premio” es la “vida eterna”. “La meta” es este mismo glorioso “premio” de inmortalidad. Tiene que extenderse hacia ella el cristiano ilusionado con obtener el “premio”. Ha de asirlo; echarle mano. El “premio” de la “vida eterna” no es entregado al principio de la gran carrera espiritual sino, lógico, al final.
e) 1 Timoteo 6:17-19. “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos… Que hagan bien… que echen mano de la vida eterna.” ¿Es razonable mandar a personas a echar mano de lo que ya sean dueñas absoluta e incondicionalmente?
f) Tito 3:7. “…para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.” El cristiano fiel “espera” recibir “la vida eterna” como parte de la herencia guardada para él en el cielo. Al respecto, encontramos aplicable lo que escribió Pablo: “…pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?” (Romanos 8:24). Si ya soy dueño absoluto de la vida eterna, si la tengo en esta vida y no la puedo perder jamás, entonces, ¿con qué razón hablarme de “la esperanza de la vida eterna”, como Pablo a los cristianos en Tito 3:7? Si la tengo ya, y nadie me la puede arrebatar, pues ¡ya no sería esperanza!, porque lo que uno ya posee, “¿a qué esperarlo?”
2. Formular un dogma sobre el supuesto significado de “…yo les doy vida eterna”, sin tomar en cuenta la clara enseñanza de los textos relevantes citados, habría de catalogarse como exégesis irresponsable, a nuestro entender, no importando la fama o erudición de quién lo hiciera, bien fuera el escritor Charles Stanley, don José Alberto, el evangelista Billy Graham, este servidor o cualquier otro. Todos somos falibles. Todo el que enseña Biblia está en el sagrado deber de reunir todos los textos que trazan cualquier tema particular, comparándolos y analizándolos imparcialmente, antes de proclamar “doctrina”. No aislar algún pasaje, o un grupo de pasajes, sino colocarlos todos ahí sobre el tapete, lado a lado, procurando armonizarlos.
a) De la manera que unas pocas notas y tres o cuatro acordes no hacen una pieza musical, por ejemplo, el movimiento de una sonata o sinfonía, tampoco sirven para “componer doctrinas” unas pocas expresiones sueltas de la Biblia, unos versículos aislados, con dos o tres pasajes acoplados por “sonar bien” entre sí. El Nuevo Testamento es como una larga y compleja sinfonía. La armonía y unidad excepcionales de sus distintos “movimientos” solo las aprecia a plenitud el que escucha atentamente toda la sinfonía, sin intercalar sus propias melodías o arreglos.
b) Es preciso ver, pues, cómo “yo les doy vida eterna” armoniza con los textos cuyo sentido natural e incontrovertible es que la vida eterna absoluta y permanente es otorgada en el juicio por Dios solo al ser humano que permanece en su voluntad hasta el fin de sus días en la tierra. Todo se escucha bello y perfectamente armonioso cuando tomamos en cuenta que el modo presente puede referirse al futuro. “También puede usarse presente con valor de futuro y con preferencia a éste, cuando la realización, aunque no sea tan inmediata, está pensada, decidida o en vías de realización…” (Diccionario de uso del español, por María Moliner. Tomo II. Página 1471, partida “f)”. Editorial Gredos. Madrid). “Presente con valor de futuro.” ¿No es este el uso justo y exacto que Cristo hace del modo presente “doy” en au afirmación “yo les doy vida eterna”? Su determinación de dar “vida eterna” a sus “ovejas”, o sea, a las personas que le escuchan y obedecen su voz, está, efectivamente, “en vías de realización” en ellas. De ellas depende su “realización” completa e irrevocable, feliz desenlace que aseguran al permanecer en su “palabra”, en su “verdad”, hasta el final de su jornada terrenal. “…si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31-32). “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos… Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:4-7).
3. Dadas estas verdades y consideraciones, con sobrada razón bíblica asentamos que la “vida eterna” dada por Cristo a sus “ovejas” es condicionada en la fiel obediencia de estas durante toda su peregrinación terrenal. Esta realidad se pone de relieve en el mensaje del Señor sobre “Yo soy el pan de vida” en Juan 6:25-71, donde él aborda repetidamente el asunto de “vida eterna”. Veamos.
a) Juan 6:27. “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará…” Hay una “comida” indispensable para “vida eterna”. Es necesario trabajar para conseguir esta “comida”. ¿Qué hacer con esta “comida” al obtenerla? Obviamente, ¡consumirla! Y esta comida espiritual ha de permanecer en el que la obtiene si desea alcanzar la “vida eterna” que ella hace posible. “…la comida que a vida eterna permanece”. De otro modo, se pierde la “vida eterna”, implicación implícita de las palabras del Señor.
b) Juan 6:47. “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.” ¿Acaso la tiene al instante, con tan solo creer? ¿“Vida eterna” –plena, permanente, perpetua, sin condiciones? ¡De modo alguno! Esta declaración no la hizo Jesucristo independientemente de todas sus demás enseñanzas al disertar él sobre “Yo soy el pan de vida”. Más bien, la preceden y la siguen abundantes explicaciones que la califican y aclaran. Por ejemplo, las de los cuatro versículos subsiguientes cuyo contenido copiamos en la próxima partida.
c) Juan 6:48-51. “Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.” ¿Quién “vivirá para siempre”? ¿Quién tiene, potencialmente, “vida eterna”? El que come la carne de Jesucristo, como del “cordero sin mancha” sacrificado por la humanidad (1 Pedro 1:19-20). ¿Cómo comer su carne? A través de comer “la cena del Señor” (Mateo 26:26-29). ¿Con qué frecuencia? Perseverar en la práctica (Hechos 2:42), a manera de la iglesia primitiva, el primer día de cada semana (Hechos 20:6). Por consiguiente, tener “vida eterna” certeramente no es sin condiciones, siendo una de tantas la de comer dignamente “la cena del Señor”. “Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí” (1 Corintios 11:29). ¿Qué cosa? ¿Es concebible que reciba “vida eterna” el que “juicio come y bebe para sí”, sin arrepentirse o rectificar su conducta?
d) Juan 6:53-54. “Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.” ¿Cómo tener “vida eterna”? Comer la carne y beber la sangre “del Hijo del Hombre” mediante participar religiosamente de “la cena del Señor”. También observamos que Cristo relaciona la “vida eterna” con la resurrección “en el día postrero”. ¿Cuándo se recibe la “vida eterna” de manera permanente e irrevocable? ¡En la resurrección!, lógico, o en la transformación en el caso de los que estén vivos al regresar el Señor (1 Corintios 15:51-52). Precisamente, en el día-tiempo cuando “esto mortal se vista de inmortalidad” (1 Corintios 15:53-57).
e) Juan 6:56-58. “El que come mi carne y bebe mi sangre, en mi permanece, y yo en él. … el que come de este pan, vivirá eternamente.” Comer “la cena del Señor” es necesario para permanecer en Cristo. Quien no la come conforme a las directrices establecidas por el Espíritu Santo en 1 Corintios 11:17-34, no vivirá eternamente, pese al hecho de haber creído en Cristo Jesús.
C. “…y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las arrebatará de la mano de mi Padre” (Juan 10:28-29).
1. ¿Qué quiere decir “no perecerán jamás”? El significado fundamental de “perecer” es “acabar, fenecer o dejar de ser” (Diccionario de la Real Academia Española, en Microsoft Encarta). La “vida eterna” dada condicionalmente por Cristo a sus seguidores, una vez sellada en ellos mediante su permanencia en la “palabra” hasta el fin de sus días terrenales, la tendrán entonces sempiterno. ¡Ellos nunca acabarán, fenecerán o dejarán de ser! Sencillamente, “no perecerán jamás”. Esto es sinónimo de ser “inmortales”.
2. Ahora bien, Cristo no dice: “…y no caerán jamás de la gracia”. Muy diferente es esta idea a la que expresa el Señor. Gran número de advertencias hechas por Jesucristo y el Espíritu Santo, más unos ejemplos específicos, subrayan el peligro real de extraviarse las “ovejas” del redil de Dios, y perderse aun eternamente.
a) “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído”, apunta el apóstol Pablo en Gálatas 5:4. ¿Desligarse de Cristo? ¿Caer de la gracia? ¡Claro que se puede! Algunos cristianos en Galacia se desligaron de Cristo poco después de creer en él. Reconviniéndolos, Pablo escribe: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente” (Gálatas 1:6). ¿Ser salvo eternamente, y recibir “vida eterna”, pese a alejarse de Dios “para seguir un evangelio diferente”, no arrepintiéndose y volviendo al único evangelio verdadero? ¡Ni soñarlo! “Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gálatas 1:10). “¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad…”? … ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?” (Gálatas 3:1-4). ¿Vivir eternamente, no obstante el “no obedecer a la verdad” o “acabar por la carne”? Realmente, impensable.
-De hecho, Dios advierte todo lo contrario, enseñando que el “postrer estado” de los cristianos que reinciden, “enredándose otra vez” en “las contaminaciones del mundo” y “vencidos”, “viene a ser peor que el primero” (2 Pedro 2:20-22). Primero, estaban condenados antes de creer en Cristo. Luego, salvos al creer en él, siguiéndole. Entonces, retornan al pecado, como “El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno”. Este “postrer estado” es “peor que el primero”, y esto quiere decir que, lejos de recibir “vida eterna”, ¡recibirán aún mayor condenación! “Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado.”
b) El terrible “pecado de muerte” (1 Juan 5:16-17) lo comete el cristiano que da su espalda al Señor, denegándolo, según Hebreos 6:4-6. Los atributos anotados en los Versículos 4 y 5 claramente identifican a los que han sido cristianos. Luego, en el Versículo 6, de estos se dice que “recayeron”, añadiéndose que no pueden ser “otra vez renovados para arrepentimiento”. Por consiguiente, se pierden eternamente. Le invitamos a leer cuidadosamente el pasaje. “Porque es imposible que los que…
(sus atributos)
(1) …una vez fueron iluminados y…
(2) …gustaron del don celestial, y…
(3) …fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y…
(4) …asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y…
(5) …los poderes del siglo venidero,… (Por lo tanto, eran cristianos, de verdad.)
…y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio.” Estos, una vez salvos, se caen, perdiéndose eternamente. ¿“Una vez salvos, siempre salvos”? ¡Jamás!
3. Tampoco dice Cristo en Juan 10:28: “…y no apostatarán jamás”. De no poder apostarse el cristiano, quedaría frustrada la profecía del Espíritu Santo registrada en 1 Timoteo 4:1-5. “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios…” Tampoco su cumplirían sus profecías en 2 Timoteo 4:3-5. “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina… y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.” Algunos apostarían de la fe. A través de los siglos, ¡muchísimos se han apostado de la fe!
4. “…ni nadie las arrebatará de mi mano” o “de la mano de mi Padre”. ¡Claro que no! Terminando exitosamente su carrera espiritual en la tierra, son transformados y glorificados, recibiendo cada uno la “corona de justicia”. ¿Cuándo la recibe? No, por cierto, durante sus luchas terrenales sino “en aquel día” del juicio celebrado después de la muerte, confirmando esto el apóstol Pablo al escribir: “Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará (modo futuro) el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Timoteo 4:8). La “corona… incorruptible” de vida eterna es conferida al final de la carrera, y no, huelga decir, al principio. “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis” (1 Corintios 9:24-27). Correr… obtener el premio. Esta es la secuencia, y no al revés. “Y también el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente” (2 Timoteo 2:5). Luchar “legítimamente”… para ser coronado de vida eterna. Esta es la secuencia. “Considero lo que digo, y el Señor te dé entendimiento en todo” (2 Timoteo 2:7). Nadie, ni en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra, es capaz de arrebatar de la mano de Dios a los que han sido coronados de vida eterna al final de su lucha en la tierra. Sucede, pues, que la única real y verdadera “seguridad eterna” solo se alcanza peleando “la buena batalla” hasta el fin.
5. Respaldan esta explicación textos bíblicos tales como Romanos 2:6-7. Dios “pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad…” ¿A quiénes “pagará” Dios “vida eterna”? “…a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad…” ¿Quiere usted recibir “vida eterna”? En primer lugar, tiene que nacer del agua (ser bautizado, sumergido en agua, “para perdón de los pecados” –(Hechos 2:38) y del Espíritu (Juan 3:1-7). Luego, perseverar “en bien hacer”. Y no solo esto sino también buscar “gloria y honra e inmortalidad”. Estas pautas se establecen con precisión inconfundible. Sin duda alguna, el proceso de buscar “gloria y honra e inmortalidad” ocupará su tiempo y energías todos los días de su vida terrenal. Buscando usted con paciencia y afán premios de tan incomparable valor, será transformado “de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18), hasta que Cristo sea formado en su corazón y parta usted de esta vida para recibir la corona de inmortalidad. ¿Cuándo recibirá la corona? En el “día… de la revelación del justo juicio de Dios”, según Romanos 2:5. Así pues, por favor, no se deje engatusar por interpretaciones originadas por teólogos ya fallecidos y sostenidas por sus discípulos hasta el sol de hoy. Entre tales interpretaciones figura, ciertamente, la de “una vez salvo, siempre salvo”.
Otros estudios sobre 'Salvo, siempre salvo' en esta Web
Derechos reservados. Permiso concedido para hacer una copia, o múltiples copias pero ninguna para la venta.