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“Oro, plata, piedras preciosas, madera, 
heno, hojarasca” 
en la iglesia

 “…mire cada uno cómo sobreedifica”

 1 Corintios 3:5-15

Estudio 1 

Percepciones correctas que los cristianos

deberían tener de los que predican y enseñan

la Palabra de Dios

Las percepciones que los obreros

deberían tener de sí mismo

 

Una pintura que representa al apóstol Pablo frente a un escenario de la ciudad de Corinto.

 

Una representación artística del apóstol Pablo frente a gráficas
de edificios y campos de Acaya, provincia griega del Imperio Romano.

L. Lovett. Derechos reservados.

Estimado lector, oramos al Señor que encuentre usted edificante este estudio. De impartir clases bíblicas, tal vez lo halle apropiado como tema, aun para clases de capacitación ministerial, pues se abordan enseñanzas importantes no solo para la feligresía sino también para maestros, predicadores, evangelistas y obispos (ancianos).

 

 1 Corintios 3:5-8

 

1 Corintios 3:5. “¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor.”

A. ¿Qué pregunta hace el apóstol Pablo en este versículo, y a quiénes se la dirige?

Repuesta. “¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos?” Se la hace a los cristianos en Corinto, destinatarios de la epístola paulina identificada como 1 Corintios.

B. ¿Por qué se la hace? ¿No conocían los cristianos en Corinto a los dos varones llamados Pablo y Apolos, como, además, las importantísimas obras efectuadas por ellos, las que dieron por resultado el establecimiento del Reino de Dios en aquella ciudad grande del Imperio Romano?

1. Claro que los conocían. Amplias oportunidades tenían de conocerlos bien. El apóstol Pablo estableció, durante el transcurso de su segundo viaje evangelístico, la iglesia en Corinto, y “se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios”  (Hechos 18:11).

En cuanto a Apolos, este “judío… natural de Alejandría, elocuente, poderoso en las Escrituras”, enseñado por Priscila y Aquila, en Éfeso, “más exactamente el camino de Dios”, se fue luego a la provincia de Acaya, encontrándose “en Corinto” cuando Pablo emprendió su tercer viaje evangelístico (Hechos 18:22-28; 19:1). Se desprende que Apolos también pasara no poco tiempo en Corinto.

2. Así pues, los corintios sabían quiénes eran Pablo y Apolos, pero muchos de ellos no entendían qué eran Pablo y Apolos. A esta circunstancia preocupante obedece la pregunta de Pablo. De hecho, este no pregunta ¿Quién es Pablo, o quién es Apolos? sino “¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos?” O sea, ¿qué es su función, su papel, en la obra de Dios entre los seres humanos?

Tomando la libertad de expresarlo a nuestro modo personal, diríamos: “Hermanos corintios, ¿entienden ustedes qué rol hacen Pablo y Apolos en la obra de Dios? Parece que no, ni siquiera a estas alturas, pues si lo entendieran no estaría ‘diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos…’” (1 Corintios 3:4).

3. Percibimos que el error de no entender qué eran Pablo y Apolos engendró en los corintios todavía otro error peligrosísimo, a saber, el de abanderizarse con personajes particulares, acción que resultó en disensiones y divisiones, hecho señalado y censurado duramente por Pablo al principio de su epístola, en 1 Corintio 1:10-13, y más adelante en 1 Corintios 3:1-4.

4. Hoy día, ¿se repiten estos errores de algunos cristianos en Corinto? Positivo. En gran escala, pues la mayoría de los creyentes del presente, desentendiendo el rol de quienes predican y enseñan en el nombre de Dios, se dividen en sectas, iglesias o movimientos desarrollados alrededor de personajes religiosos, ya del pasado, ya de actualidad. Por ejemplo: 

“Yo soy de Lutero (luterano)… de Juan Calvino (calvinista)… de Carlos Wesley (wesleyana o metodista)… del pastor Castellanos (partidario de células o negocios piramidales)… de la pastora Rolón (mujer autodenominada apóstol)… del Papa Juan XXIII” (católico romano, partidario de aquel prelado), ad infinito.

¿Cómo cualifica Pablo a los tales? Dice: “…aún sois carnales… y andáis como hombres” (1 Corintios 3:3).

Pero, hemos de apuntar que los mismos líderes religiosos, en su mayoría, son más culpables que los feligreses por estos errores, pues, no comprendiendo tampoco el rol bíblico del ministro verdadero de Dios, inducen a la formación de grupos, bien pequeños o grandes, que los sigan, enaltezcan, adulen o endiosen

C. ¿Cómo responde Pablo a su propia pregunta? Dice que son: Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor”.

1. ¿Cuál es la palabra clave en su respuesta? “Servidores…”

2. ¿Qué connotaciones trae el término “servidor”? Implica “al servicio de…” En el contexto de ministerios espirituales, indica: al servicio de Dios, al servicio del pueblo de Dios.

El vocablo connota humildad y sumisión a una voluntad superior; carencia de orgullo carnal, de pretensiones u ostentación pomposas.

Somos servidores. ¡No somos dueños!

No nos mire ni nos trate como si fuéramos potentados o gobernadores a la manera de los del mundo. Ténganos por “servidores”. Todo evangelista, ministro, maestro, maestra, anciano (obispo) y diácono de la iglesia del Señor ha de tener este mismo concepto de sí. “Soy servidor.”

¿Tienen todos los líderes religiosos este mismo concepto de sí? ¿Cómo se proyectan algunos? Los de su iglesia o congregación, ¿personifican este concepto bíblico?

3. La respuesta de Pablo a su propia pregunta, ¿cómo contrasta con las que suelen dar muchos predicadores y maestros del presente?

Pues bien, aunque estos se refieran a sí mismos en ocasiones como “servidores”, usualmente acostumbran presentarse con títulos eclesiásticos de origen humano o se aplican términos bíblicos a los cuales no tienen derecho. 

“Yo soy el reverendo fulano… Yo soy la reverenda pastora mengana… Yo soy el reverendísimo obispo… Yo soy el profeta y apóstol… Yo soy el Papa… Yo soy el cardenal…” 

Con aire de superioridad y autoridad. Con orgullo humano. Con pomposidad y vanidad.

El apóstol Pablo bien pudiera haber usado otros términos al responder a la pregunta que formuló, pero escogió, guiado por el Espíritu Santo, el de “Servidores”. Estaba diciendo, efectivamente: Apolos y yo somos “servidores por medio de los cuales habéis creído…” Así que, no nos coloquen sobre un pedestal que no nos corresponda, ni formen sectas religiosas, movimientos o partidos en torno a nuestras personas.

D. ¿Qué es el significado de la cláusula “…y eso según lo que a cada uno concedió el Señor”?

1. Contextualmente, “cada uno” no se refiere a los feligreses de la iglesia en Corinto sino a Pablo y Apolos. Los dos eran “servidores… según lo que a cada uno concedió el Señor”.

Por ejemplo, Pablo fue “constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles” (2 Timoteo 1:11).

En cambio, Apolos no era apóstol, mas, sin embargo, era sí un “varón elocuente, poderoso en las Escrituras… de espíritu ferveroso”, y vehemente apologista que “refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo” (Hechos 18:24-28).

Por concesión del Señor, “cada uno”, tanto Apolos como Pablo, tenía sus dotes, dones y ministerios particulares, debiendo “cada uno” desenvolverse conforme a ellos, no compitiendo en los ministerios del Reino sino complementándose.

2. Y los cristianos en Corinto debían comprender cabalmente que así usaba el Señor a sus “servidores”, no cometiendo la desfachatez de abanderizarse con algún servidor, ni causando tensión entre ellos sino respetándolos y apoyándolos por igual.

3. En el presente, ¿sigue el Señor concediendo a cada obrero de la iglesia que le sigue fielmente distintos poderes o habilidades para la realización de diferentes ministerios? Positivo. Y esto es tan necesario como saludable para la iglesia.

Algunos son predicadores poderosos; otros, maestros muy capaces; otros, sabios ancianos que saben administrar eficazmente una congregación, etcétera.

Tal cual los cristianos corintios, los de hoy día deberían entender las funciones de los distintos servidores de Dios, respaldando a cada uno en su obra, sin jamás caer en el error mayúsculo de abanderizarse con alguno, enaltecer desmedidamente, causar disensiones, formar claques o sectas que giren en torno a personajes.

¿Hay este entendimiento en su congregación? ¿Esta madurez? 

 

   

 

1 Corintios 3:6. Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios.”

A.  ¿Quién plantó, qué cosa plantó y dónde? El apóstol Pablo plantó. Sembró la buena semilla del Reino de Dios, es decir el evangelio puro (Mateo 13:1-9; 18-23), la “simiente incorruptible… la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 Pedro 1:22-25). La sembró en los corazones de los corintios dispuestos a recibirla.

B. ¿Quién regó, qué cosa regó y a qué regó? Apolos regó, después de que Pablo plantara la buena semilla, esta germinara en corazones fértiles y brotara, produciendo cristianos auténticos. Regó con el agua de vida a la iglesia en Corinto, compuesta de nuevos cristianos, los que debían recibir regularmente el rocío vivificante espiritual para ir creciendo robustamente.

C. Plantar y regar son dos acciones distintas. Dos obreros distintos realizan dos tareas distintas en los campos de Dios. Pablo planta. Apolos riega. Ambas tareas son importantísimas, pero hay un factor aún más importante, a saber: “…el crecimiento lo ha dado Dios”.

¿Por qué se atribuye a Dios el crecimiento de la iglesia en Corinto, y el de cada cristiano en particular?

Respuesta. Porque la semilla que plantó Pablo poseía vida y poderes que solo Dios podía infundirle, y porque el agua de vida con la cual regó Apolos a la iglesia también procedía de Dios, no pudiendo Apolos infundirle vida de modo alguno. Esta realidad no solo resalta el poder de Dios sino pone de relieve el rol subordinado de los seres humanos que trabajan con él en su Reino. Esta subordinación Pablo la enfoca en los próximos versículos 7 y 8.

1 Corintios 3:7-8. “Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor.”

A. “…ni el que planta es algo, ni el que riega…” Así que ningún obrero de Dios en la tierra “es algo”. O sea, ¡no es nada!

¿Acaso esté Dios menospreciando al obrero? ¿Restándole todo valor, todo mérito? Se sabe que no, y citamos como evidencia términos divinos usados en referencia a los obreros del Señor, tales como:

“…colaboradores de Dios”, en el próximo versículo 9.

“…embajadores en nombre de Cristo” (1 Corintios 5:20).

“gloria de Cristo” (2 Corintios 8:23).

Mas, sin embargo, comparado con Dios, ningún evangelista, predicador, maestro, etcétera, “es algo”. Todos son “una misma cosa”, es decir, son:

Seres humanos falibles

Propensos a debilidades, flaquezas, aun al pecado....

Sujetos a ánimos fluctuantes

Incapaces por sí solo de crear fuerzas que salven al alma eternamente.

B. Este es el concepto que cada obrero en la iglesia del Señor debería tener de sí mismo, y el que todos los feligreses deberían tener de cada obrero. Comparado con Dios, ninguno “es algo”; todos “son una misma cosa”.

Los obreros que conozca usted, ¿tienen tal concepto de sí mismos?

En su iglesia, ¿tienen los cristianos este concepto de los obreros?

 

 


 

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