DIFERENCIAS notables…
…entre, por un lado, “la MISA”, o “EUCARISTÍA”, de la Iglesia Católica Romana,
y, por el otro, la “CENA del SEÑOR” tal cual enseñada por Cristo y los apóstoles.
Además…
DIFERENCIAS entre sus respectivos celebrantes.
Encomienda que, respetuosamente, planteamos para la consideración sobria e imparcial
de todo sacerdote católico romano y todo creyente católico romano:
Anotar en una libreta las DIFERENCIAS entre y “la misa”, o “eucaristía”, de la Iglesia Católica Romana,
y “la cena del Señor” según enseñada en Mateo 26:17-29; Marcos 14:12-25; Lucas 22:7-23;
Hechos 20:7; 1 Corintios 5:7-8 y 1 Corintios 11:17-34.
A continuación, fotografías de…
Oficiales eclesiásticos de dos grandes iglesias en el acto de celebrar Misa.
Estimado lector, nos dimos a la tarea recomendada a los sacerdotes católicos romanos, y lo siguiente es el fruto de nuestros estudios e indagaciones.
DIFERENCIAS…
que discernimos entre “la cena del Señor” enseñada en el Nuevo Testamento
y la Misa, o Eucaristía, de la Iglesia Católica Romana.
También, DIFERENCIAS que descubrimos entre
sus respectivos celebrantes.
1. Las vestimentas de los oficiantes de la misa. En el Nuevo Testamento, el Espíritu de Dios no legisla ninguna vestimenta clerical o sacerdotal para el oficiante a “la mesa del Señor”. Bajo el Antiguo Testamento dado en Sinaí, Aarón y sus hijos, de la tribu sacerdotal de Leví, debían usar “vestiduras sagradas… para honra y hermosura. El pectoral, el efod, el manto, la túnica bordada, la mitra y el cinturón”. De “oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido”. Confeccionadas conforme a instrucciones muy precisas y detalladas, como las que se hallan en Éxodo, el Capítulo 28. Muchos de estos elementos los vemos en las vestimentas de los oficiales jerárquicos católicos romanos. Es asombroso su parecido al sacerdocio levítico de la Era Mosaica. Sucede que aquel sacerdocio fue eliminado por Dios mismo. “Cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley” (Hebreos 7:12). El Señor establece un nuevo sacerdocio espiritual, un “real sacerdocio”, un “sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”. “Vosotros también… sed… sacerdocio espiritual, para ofrecer sacrificios espirituales…”, exhorta el apóstol Pedro. ¿Quién dice esto? Pues, ¡Pedro mismo! ¿“Vosotros” quiénes? “Vosotros”, ¡todos los cristianos! Y no, en definitiva, una clase selecta sacerdotal jerárquica. 1 Pedro 2:4-10.
Sacerdotes levíticos, con sus vestiduras sagradas.
2. “Misa” no es un vocablo bíblico. Tampoco “eucaristía”. Una terminología no bíblica significa, casi infaliblemente, doctrina, dogma o práctica carente de apoyo bíblico. La identificación bíblica para la “comunión” es “la cena del Señor” (1 Corintios 11:20).
-“Misa. (Del b. latín. Missa, despedida, misa). Celebración de la eucaristía.” (Diccionario de la Real Academia Española)
-“Eucaristía. (Del latín eucharistĭa, y este del griego εὐχαριστία, acción de gracias). f. Rel. En la Iglesia católica, sacramento instituido por Jesucristo, mediante el cual, por las palabras que el sacerdote pronuncia, se transustancian el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo. 2. Rel. misa ( celebración de la eucaristía).” (Microsoft® Encarta® 2007. © 1993-2006 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.) Que la “eucaristía” sea un “sacramento instituido por Jesucristo” es, precisamente, lo que habría que probar, y no con interpretaciones tradicionalistas de la Iglesia Católica Romana sino a través de palabras inspiradas halladas en la Biblia. Y lo mismo es aplicable a “se transustancian el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo”. Referente a “definiciones”, es preciso tener presente el hecho de que los diccionarios, tanto los seculares como los “bíblicos”, o religiosos, definen vocablos no solo de acuerdo con su uso común sino también de acuerdo con ciertas teologías.
Términos teológicos de invención humana que encierran “mandamientos de hombres” (Mateo 15:1-9), o peor aún, “doctrinas de demonios” (1 Timoteo 4:1-5), revestidos además de “intelectualismo”, “misticismo” o “misterio religioso”, desvían la atención de los creyentes del lenguaje sencillo y elegante del Nuevo Testamento, entenebreciendo el entendimiento. “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios…” Esto también lo escribió el apóstol Pedro en 1 Pedro 4:11. Pero, resumiendo mis indagaciones y observaciones, este servidor diría que la jerarquía católica romana demuestra una predilección pronunciada por su jerga eclesiástica, la cual es, según nuestra apreciación, tan especializada, técnica, única y distante de la norma neotestamentario como lo son sus vestimentas oficiales.
3. Mucha pompa observamos en las seis fotografías. Escenas como estas no aparecen, ni por implicación o insinuación, en ningún relato del Nuevo Testamento. No, por cierto, para “la cena del Señor”, ni para cualquier otra convocación de los santos. ¿Será porque Cristo se declara vigorosamente en contra de la ostentación? “Hacen sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas, y las primera sillas en las sinagogas…” (Mateo 23:5-6). Examinando cuidadosamente la “Fotografía 2”, nos fijamos en la manga muy ancha, bordada en oro y negro, del sacerdote que sostiene la hostia y el cáliz en sus manos.
-Filacterias. “Cajitas cuadradas, hechas de piel de animales puros dentro de las que se guardaban cuatro pasajes de la Ley (Éx 13.1–16; Dt 6.4–9; 11.13–21) escritos en Pergaminos. Los judíos religiosos se las ataban al brazo y a la cabeza con tiras de cuero.” (Diccionario ilustrado, del programa “iLumina”)
-Flecos. “Cordoncillos (o borlas) colgados en los bordes de los vestidos de los israelitas, de acuerdo con la Ley (Nm 15.38, 39; Dt 22.12), que servían para recordarles «todos los mandamientos de Jehová» y la necesidad de obedecerlos. En el tiempo de Cristo todavía se usaban los vestidos con flecos. Los fariseos alargaban los flecos de sus mantos para ostentar su celo especial por honrar la Ley (Mt 23.5).” (Diccionario ilustrado, del programa “iLumina”)
4. Mucho ritualismo apoyado en tradiciones humanas también es evidente en las seis fotografías. Para evitar comer y beber “indignamente” “la cena del Señor”, el cristiano fiel ha de “discernir el cuerpo del Señor” cada vez que participa (1 Corintios 11:29), pero no discierne el cuerpo del Señor si permite que la celebración de “la cena del Señor” se torne mero rito tradicional, repetitivo, seco y vació. “Habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición”, apunta Jesucristo en Mateo 15:6.
5. Mucha riqueza de este mundo vemos en los recipientes para la hostia y el vino, como también en algunos muebles y aun en las vestimentas de los sacerdotes. Cálices grandes de oro y piedras preciosas. En la “Fotografía 5”, detrás de los sacerdotes, un púlpito enchapado en oro. Crucifijos y candeleros de oro en las “Fotografías 2 y 5”. Despliegue y orgullo de riquezas materiales. Como si la iglesia fuera de este mundo. Pero, Cristo declara ante el gobernador Pilato: “Mi reino no es de este mundo… mi reino no es de aquí” (Juan 18:36). Nada de esta esplendidez material se requiere para celebrar bíblicamente la verdadera “cena del Señor”. Por humildes que sean los muebles, rústicos los recipientes o pobres los adoradores, si estos comen dignamente “la cena del Señor”, esta no pierde nada de su gloria y eficacia.
6. El celibato es obligatorio en los sacerdotes vistos en las seis fotografías. Varones para quienes el matrimonio es prohibido categóricamente. “Pero el Espíritu Santo dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que… prohibirán casarse…” (1 Timoteo 4:1-5). De manera que estos varones llevan en su cuerpo una inconfundible marca de apóstatas, a saber, el celibato obligatorio. En contraste aleccionador, el varón constituido obispo bíblicamente ha de ser “marido de una sola mujer”, gobernar “bien su casa” y tener “a sus hijos en sujeción” (1 Timoteo 3:1-7). ¿Acaso no leen estos sacerdotes el Nuevo Testamento? En cuanto al que presidiera “la mesa del Señor”, el Espíritu de Dios no requiere de él que sea célibe obligatoriamente o que sea casado, sino que reúna, por inferencia, las cualidades de todo buen administrador “de la multiforme gracia de Dios” (1 Pedro 4:10). De hecho, no se encuentra en el Nuevo Testamento un listado de requisitos para el celebrante de “la cena del Señor”, parecido al para ser obispo o diácono (1 Timoteo 3:1-13). Desde luego, tanto el oficiante casado como el que no es casado han de ser puros sexualmente, no siendo culpables de adulterio o fornicación.
7. En la “Fotografía 3”, el sacerdote está quemando incienso durante la celebración de la misa. No se nos informa que Cristo derramara incienso sobre el pan sin levadura cuando él lo tomó diciendo: “Tomad, comed; esto es mi cuerpo” (Mateo 26:26). Ni que vaciara incienso en un recipiente, encendiéndolo, para que el olor grato complaciera a Dios, o por lo menos a los discípulos. Ninguna escena ni remotamente parecido aparece en todo el Nuevo Testamento. De nuevo, descubrimos a los sacerdotes de la Iglesia Católica Romana imitando a los sacerdotes levíticos del Antiguo Testamento, pues estos debían poner sobre el pan de la proposición “incienso puro, y será para el pan como perfume, ofrenda encendida a Jehová” (Levítico 24:5-9). Tengamos presente que aquel sacerdocio levítico fue quitado, juntamente con todo lo que hacía en culto a Dios. “Cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley” (Hebreos 7:12).
8. En las “Fotografías 3 y 4”, el sacerdote que oficia la misa viste una especie de gorra sobre la cabeza. El Espíritu Santo enseña: “Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta a su cabeza”, es decir, afrenta a Cristo. “Porque el varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios…” (1 Corintios 11:4 y 7).
9. El “Cáliz de Neumann”, en la “Fotografía 6”, no solo es de metales y piedras preciosas sino también enseña ciertas imágenes. En el típico crucifijo en la “Fotografía 3”, a la derecha, se ve una figura fundida del Cristo en la cruz. Es del común saber que los sacerdotes, juntamente con toda la feligresía fiel de la Iglesia Católica Romana, veneran estas imágenes. Quien conoce las Sagradas Escrituras sabe que tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, Dios condena rotundamente la veneración de estatuas, figurillas, recipientes (por ejemplo, el cáliz mismo o el hostiario), reliquias, relicarios, pinturas religiosas, lugares tenidos por “sagrados”, etcétera, etcétera (Éxodo 20:4-5; Hechos 17:24-29). Así que, la presencia de tales imágenes durante la celebración de “la cena del Señor”, o en cualquier otra escena, sería del todo incongruo, pese a las porfías hechas en su defensa.
10. En la misa, los únicos que toman del cáliz son los sacerdotes. ¡Un cáliz grande, lleno de vino, solo para el sacerdote oficiante! A diferencia notable y significante, en la iglesia que celebra “la cena del Señor” conforme a enseñanzas y ejemplos del Nuevo Testamento, todos los fieles no solo comen el pan sin levadura sino que también beben “la copa del Señor”.
a) Los teólogos católicos romanos defienden su práctica, enseñando que todo el cuerpo del Señor –carne, sangre, y aun su alma y divinidad- están actualmente presentes tanto en la hostia como en el vino, de manera que quien ingiere cualquier de los dos recibe a “Cristo todo entero”. “El tema se afrontó en la sesión XIII del Concilio de Trento en el año 1551, donde se aprobó el Decreto sobre la Santísima Eucaristía. Las cualidades de la presencia quedan fijados: «En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, está contenido verdadera, real y sustancialmente el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y por tanto, Cristo todo entero».” (www.wikipedia.org. Artículo, en español, “Eucaristía”.) El Concilio de Trento emite pronunciamientos autoritativos relacionados, según dicen, con “la cena del Señor”, pero totalmente ajenos a la enseñanza y el sentido del Nuevo Testamento. ¿En qué texto del Nuevo Testamento hace un apóstol del Señor alguna declaración parecida a la del Concilio de Trento? “Verdadera, real y sustancialmente el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo” es lenguaje de hombres falibles procurando desesperadamente sostener sus dogmas de origen humano. Un estudio profundo e imparcial sobre “concilios religiosos” de toda estirpe conduce a una conclusión tan inquietante como cierta: todos y cada uno se atribuyen autoridad y poderes jamás otorgados por Dios a cuerpo religioso alguno.
b) El cristiano que lee y estudia su Biblia frecuentemente, con mente abierta e “inteligencia espiritual” (Colosenses 1:9), sabe a ciencia cierta que debería beber él mismo “la copa del Señor”, cada “primer día de la semana”, pues conoce los siguientes pasajes:
(1) “Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:53-54). Quien no bebe “la copa del Señor”, no bebe su sangre, y por ende, no “tiene vida eterna”.
(2) “Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros” (Lucas 22:17). “Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio; y bebieron de ella todos” (Marcos 14:23). Los mandamientos “Bebed de ella todos” (Mateo 26:27) y “haced esto… en memoria de mí” (1 Corintios 11:25), el apóstol Pablo se los aplica a todos los cristianos en Corinto, no reservando, en ningún momento, “la copa del Señor” solo para el que presidiera “la mesa del Señor”.
(3) Todas las instrucciones del Espíritu Santo, a través del apóstol Pablo, en 1 Corintios 11:17-34, asumen la participación de toda la feligresía no solo en el pan sino también en la copa. Ejemplo: “Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa” (1 Corintios 11:28).
(4) Asimismo en 1 Corintios 10:16-22. “No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios…” ¿Quiénes no podían? Toda la feligresía. Por lo tanto, se sobrentiende que toda la feligresía sí debía “beber la copa del Señor”, cuidándose de no tener comunión con ningún demonio.
11. El sacerdote católico romano, convencido real y sinceramente de que es la pura verdad de Dios lo que enseñan sus superiores en todo lo concerniente a la misa, cree que la hostia y el vino, al bendecirlos él, se “transustancian”, es decir, que se convierten en la carne y la sangre literales de Jesucristo, no faltando en ellas su alma y divinidad.
a) “Esto es mi cuerpo”, dice el Señor, refiriéndose al pan que había tomado en sus manos, y “esto es mi sangre”, refiriéndose al contenido de la copa (Mateo 26:26-29). Lenguaje retórico tan evidente que la persona media lo entiende como tal, aun sin tener preparación académica. Sencillas metáforas. Pese a que el cristiano medio no sepa ni definir “metáfora”, es probable que use esta forma de retórica frecuentemente en su diario conversar. En su uso metafórico, el pan de “la cena del Señor” nunca es la carne física de Cristo. En su uso metafórico, la copa nunca es la sangre física de Cristo.
-La “metáfora” es “tropo que consiste en trasladar el sentido recto de las voces a otro figurado”. En “sentido recto”, el pan sin levadura (la “hostia” de la misa) siempre es pan literal. Asimismo, en “sentido recto”, el “fruto de la vid” (Mateo 26:29), siempre es el fruto literal de la vid. Pero, usados metafóricamente, el sentido “figurado” de ambos elementos es trasladado al cuerpo y la sangre de Cristo. Así que, en la iglesia que celebra bíblicamente “la cena del Señor”, tanto el pan sin levadura como la copa representan el cuerpo y la sangre de Jesucristo. Los cristianos que celebramos “la cena del Señor” todos los domingos, solemos decir, o pensar, siguiendo la terminología de Cristo y los apóstoles: “Este pan es el cuerpo de Cristo, y esta copa es su sangre”, pero entendemos el aspecto retórico de las palabras, nunca cruzando nuestra mente que ingiriéramos “carne y sangre literales”.
b) Lastimosamente, los teólogos católicos romanos, hombres eruditos que son, con sus bachilleratos y doctorados, con todo y “monseñores” que son algunos de ellos, obvian el uso metafórico de “cuerpo” y “sangre”, interpretando literalmente vocablos patentemente metafóricos en el contexto de lo que dijo Jesucristo al instituir su “cena”, y de lo que escribieron los apóstoles sobre “la cena del Señor” por inspiración divina. Todo lo convierten ellos en “misterio” que solo ellos entienden y son capaces de exponer, así asegurando y fortaleciendo su posición de “señores” sobre el pueblo que los respeta y obedece, ciegamente la inmensa mayoría. He aquí, uno de sus “grandes misterios”: En la misa católica romana, Jesucristo es sacrificado de nuevo, sufriendo de nuevo en carne viva los dolores de la cruz, según su dogma. Y si esto es así, entonces, lógicamente, según ellos, la hostia ha de ser “transustanciada” en carne viva, y el vino ha de ser “transustanciado” en sangre literal. De otro modo, ¿cómo sufrir Jesucristo de nuevo como sufrió en la cruz? ¿Y esta tramada argumentación se la creen ellos? Inventando un error mayúsculo –el de la supuesta “transustanciación”- para sostener otro error del mismo tamaño, o aún mayor, opuesto diametralmente a una gran verdad sencillísima afirmada por el Espíritu de Dios repetidamente en las Sagradas Escrituras, a saber, “Cristo, habiendo ofrecido UNA VEZ PARA SIEMPRE UN SOLO SACRIFICO por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios… porque con UNA SOLA OFRENDA hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10:12-14). “Cristo fue ofrecido UNA SOLA VEZ para llevar los pecados de muchos” (Hebreos 9:27). Repeticiones de la misma fraseología se hallan en Hebreos 7:26-28; 9:12, 2 y 10:10. El apóstol Pedro une su voz, dando el mismo testimonio al escribir: “Porque también Cristo PADECIÓ UNA SOLA VEZ por los pecados, el justo por los injustos” (1 Pedro 3:18). Claramente, ambos dogmas –el de la “transustanciación” y el de “Cristo sacrificado de nuevo” en la misa- no tienen su origen en el Nuevo Testamento de Cristo.
c) El increíble enredo de conceptos y lenguaje eclesiástico inventado que suele resultar cuando no se acepta el sentido natural y lógica del texto exacto de la Biblia, aún mucho más cuando seres falibles se adjudican autoridad divina, queda comprobado de manera espectacular en las siguientes declaraciones del Concilio de Trento referente a la “transubstanciación” (copiadas electrónicamente de www.wikipedia.org. Artículo, en español, “Eucaristía”).
-“Asimismo en relación con la transubstanciación, el Concilio afirmó: «Una admirable y singular conversión de toda la substancia del pan en el Cuerpo y de la substancia del vino en la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, aunque permanezcan las especies de pan y vino. A esta conversión, la Iglesia católica de manera muy apta llama 'transubstanciación'». La palabra «conversio» se toma en su sentido de mutación, a partir de la filosofía pero hay que decir que se trata de una conversio única dado que se cambia la sustancia y permanecen las especies, es decir, las propiedades sensibles de la cosa. Por ello, los padres conciliares la llaman «admirable» y «singular». Se ha de notar también que se afirma la conversio de toda la sustancia contra las teorías de consubstanciación y ubiquismo. Finalmente el Concilio de Trento reafirmó con fuerza la permanencia de la presencia real tras la celebración de la Misa y, por tanto, el culto que los fieles podían dar a ella en las iglesias. La presencia de «totus Christus» en cada especie y en sus fragmentos queda dogma de fe que implica una especie de multipresencia misteriosa y sacramental.”
-¡Qué grandioso! Los “padres conciliares”, seres no mencionados jamás en el Nuevo Testamento, “llaman ‘admirable’ y ‘singular’” a su propia ingeniosa e intricada explicación forzada de “conversio” y “transubstanciación”. Pero, llamar “obra literaria admirable” a una composición compuesta mayormente de fraseologías enigmáticas y contradictorias, no “transustancia”, de modo alguno, su verdadera naturaleza, pues tal obra sigue siendo incomprensible, y por ende, carente de sentido o valor, pese a que la califiquen de “admirable y singular” algunas personas parciales predispuestas a ensalzarla. Bien saben los “padres conciliares” que “las especies de pan y vino” aún son “pan y vino” literales en la boca del comulgante, y también en su estómago hasta ser digeridos por los jugos gástricos. De ahí que postulan: "se trata de una conversio única dado que se cambia la sustancia y permanecen las especies”. ¿De veras? ¿Y deberíamos aceptar que esta “conversio única” sea “admirable y singular”? Prefiero llamar las cosas por su nombre correcto. Lo que aprecio es una perfecta contradicción basada en irrealidades, en conceptos ficticios. “Una especie de multipresencia misteriosa y sacramental.” ¿De verdad? Sinceramente, nos hace falta algún texto de la Biblia que apoye estas ideas. Los vocablos “misterio” y “misterioso” afloran como por magia cuando la doctrina expuesta contradice patentemente la Biblia o el sentido común.
d) Tenemos a bien incluir en este estudio definiciones de “figura retórica”, “metáfora” y “tropo”.
(1) Figura retórica. “En sentido restringido, se llama ‘figura retórica’… así como ‘imagen, metáfora y tropo’ a la transposición imaginativa del sentido de las palabras” (Diccionario del uso del español. María Moliner, Tomo I, Página 1303. Editorial Gredos, Madrid, España)
(2) “Metáfora. (Del lat. metaphŏra, y este del gr. μεταφορά, traslación). f. Ret. Tropo que consiste en trasladar el sentido recto de las voces a otro figurado, en virtud de una comparación tácita; p. ej., Las perlas del rocío. La primavera de la vida. Refrenar las pasiones. 2. Aplicación de una palabra o de una expresión a un objeto o a un concepto, al cual no denota literalmente, con el fin de sugerir una comparación (con otro objeto o concepto) y facilitar su comprensión; p. ej., el átomo es un sistema solar en miniatura. -Metáfora continuada. f. Ret. Alegoría en que unas palabras se toman en sentido recto y otras en sentido figurado.”
(3) “Tropo. (Del lat. tropus, y este del gr. τρόπος). m. Rel. Texto breve con música que, durante la Edad Media, se añadía al oficio litúrgico y que poco a poco empezó a ser recitado alternativamente por el cantor y el pueblo, dando origen al drama litúrgico. 2. Ret. Empleo de las palabras en sentido distinto del que propiamente les corresponde, pero que tiene con este alguna conexión, correspondencia o semejanza. El tropo comprende la sinécdoque, la metonimia y la metáfora en todas sus variedades.” (Ambas definiciones del Diccionario de la Real Academia, en Microsoft® Encarta® 2007. © 1993-2006 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.)
12. En Apocalipsis 17:4, el “cáliz de oro” lo sostiene en su mano “la gran ramera”. “Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación…” ¿Cómo están vestidos los sacerdotes en algunas de las fotografías? ¡Su vestidura y adornos ostentan lo mismo que los de “la gran ramera”! “Púrpura y escarlata” por doquier. En las vestiduras sacerdotales, especialmente las de los cardenales. En mantos de toda clase. En cortinas y alfombras. Mirando de nuevo la “Fotografía 4”, ¿qué cosa sostiene el sacerdote en sus manos? Justamente, ¡un gran cáliz de oro! Les incumbe a los teólogos católicos romanos convencernos que el cuadro profético de Apocalipsis 17 no sea el retrato exacto de su propia iglesia católica romana al alcanzar ella gran poderío y hacerse de inmensas riquezas, particularmente en la “época de su máxima gloria”, la que vivió durante la Edad Media (del Oscurantismo), hasta el tiempo del Renacimiento y de la Reforma, cuando las naciones emergentes de Europa la despojaron, dejándola “desolada y desnuda” (Apocalipsis 17:16). Lo muy cierto es que cálices de este tipo y vestiduras sacerdotales “de púrpura y escarlata”, adornadas de oro y piedras preciosas, no se utilizan en la iglesia que celebra “la cena del Señor” de acuerdo con directrices y normas bíblicas, pues los cristianos que adoran “en espíritu y en verdad” (Juan 4:24), desechan vana ostentación mundana, conduciéndose siempre, en todo, “con sencillez y sinceridad de Dios” (2 Corintios 1:12).
Respetado lector, estas son algunas diferencias importantes que descubrimos entre “la misa”, o “eucaristía”, por un lado, y por el otro, “la cena del Señor” tal cual enseñada en los pasajes bíblicos apuntados al principio. Al divulgarlas, hemos usado de “mucha franqueza”, pero no con la intención de herir a ningún corazón sincero sino con el propósito único de expresarnos con claridad inconfundible sobre asuntos espirituales que bien pueden determinar el destino de almas. A todo aquel que “recibe la hostia de manos de algún sacerdote de corte levítico” le rogamos encarecidamente reflexione sobre cuán distante es su práctica de la sencilla “cena” profundamente espiritual que instituyó Jesucristo, la cual también celebraban los apóstoles y las congregaciones por ellos establecidas. ¡Y que cambie! Pues, reflexionar y comprender, ¿de qué valen si no tomamos los pasos requeridos para enderezar nuestro caminar ante Dios y rendirle culto conforme a su voluntad?
A continuación, siete varones se disponen a oficiar “la cena del Señor”
en una iglesia que se somete solo al Nuevo Testamento de Cristo.
Siete varones cristianos toman sus posiciones respectivas, preparándose
para repartir “el pan sin levadura” y “el fruto de la vid” a
la congregación. Los
siete son “reyes y sacerdotes para Dios” (Apocalipsis 1:6) en
virtud de integrar el
“real sacerdocio” (1 Pedro 2:9), cuyo único sumo sacerdote es
Jesucristo, quien “fue
declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec”
(Hebreos 5:1-10), y no
según el orden de Leví. Estos No intentan imitar al sacerdocio levítico del
Antiguo Testamento.
No usan vestiduras sacerdotales por la sencilla razón de que no se
encuentran leyes
al respecto en el Nuevo Testamento de Cristo. “Cambiado el sacerdocio,
necesario es que haya también cambio de ley” (Hebreos 7:12)
Observación y aclaración
Señalar “diferencias” entre doctrinas o iglesias no produce en nosotros ningún “gozo” perverso. No disfrutamos hacerlo. Ojala no existieran diferencias que separaran a los seguidores de Cristo en distintas iglesias. Pero, no podemos, ni debemos, “tapar el cielo con la mano”. Existen. Y el deber de todo maestro es confrontarlas con honestidad, examinándolas a la luz de las Sagradas Escrituras, y esforzándose para eliminar cuantas pueda. Las diferencias entre “la cena del Señor” tal cual enseñada en el Nuevo Testamento, y la “misa”, o “eucaristía”, enseñada y practicada por la Iglesia Católica Romana, la Iglesia Ortodoxa Griega y algunas iglesias del “protestantismo”, son muchas y fuertes. Obviarlas no podemos. No debemos. Tolerar a quienes tienen creencias y prácticas casi totalmente opuestas a las nuestras, pues sí podemos, y lo hacemos, pero esta “tolerancia” no significa que aplaudamos o abracemos sus doctrinas y acciones. Lo que sí significa, en definitiva, es que nunca jamás en la vida recurriríamos a la violencia física en defensa de nuestra fe, como tampoco en nuestra oposición a personas o iglesias con las que estemos en desacuerdo. “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo…” (2 Corintios 10:3-5).
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