La iglesia ideal
según Dios
La “iglesia” presentada en la Biblia es “del Dios viviente” (1 Timoteo 3:15), enseñando posesión la preposición “de”. La iglesia es, pues, posesión de Dios. Ella es “la casa de Dios... la iglesia del Dios viviente” (1 Timoteo 3:15), “edificio de Dios” (1 Corintios 3:9), “familia de Dios… morada de Dios” (Efesios 2:19-22), “la iglesia del Señor” (Hechos 20:28), y por ende PROPIEDAD de la Deidad.
Los dueños de la iglesia, ¿quiénes son? Dios y Cristo. Ella es “la posesión adquirida”, la cual será redimida eternamente al glorificarla Dios cuando regrese su Hijo por ella (Efesios 1:14). Las posesiones de Dios, ¿tienen valor para él? Pregunta retórica, por supuesto. Pues, siendo la iglesia su posesión, obviamente tiene enorme importancia para él. ¿La tiene para usted, estimado lector, estimada?
La iglesia creada por Dios figura en su “propósito eterno”. “Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús” (Efesios 3:10-11). Lejos de ser mero “sustituto provisional por el Reino de Dios”, ella fue concebida y planificada por Dios antes de la fundación de la tierra como el instrumento para dar a conocer su “multiforme sabiduría”.
Durante su ministerio terrenal, Cristo mismo enunció dos grandiosas proclamaciones que resaltan la inmensa importancia de la iglesia para la Deidad en su amoroso acercamiento a la humanidad.
1. “Sobre esta roca edificaré mi iglesia.” Mateo 16:18. Los hombres forman imperios, naciones, estados y organizaciones sociales, culturales o religiosas. Cristo proclama la fundación de su propia organización en la tierra. “Mi iglesia”; la suya, edificada por él mismo.
2. “Las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.” “Tengo las llaves de la muerte y del Hades” (Apocalipsis 1:18), asegura el Cristo resucitado. En la resurrección, él librará del Hades a todos los miembros fieles de la iglesia que hayan muerto en él. Apocalipsis 14:13; 1 Tesalonicenses 4:14
Todo hombre, mujer y joven capaz de entender debería dar a la iglesia la TREMENDA IMPORTANCIA que Dios y Cristo le dan.
El Padre “le dio (a su Hijo) por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la PLENITUD de Aquel que todo lo llena en todo”. Efesios 1:22-23. ¿Pone el Padre a su Hijo por cabeza de una institución de poca importancia? “Cristo es cabeza sobre todas las cosas a una institución que no es esencial o siquiera importante en la obra redentora que efectúa Dios entre los humanos.” Por insultante o blasfema que suene, esta declaración recoge el sentir de algunos que tienen en poco a la iglesia.
Pero, aún más: la “PLENITUD” de Dios se vacía en la iglesia: su amor, gracia, misericordia, verdad, sabiduría, perdón, poder y consuelo. ¿Dónde encontrar el todo de Dios para la humanidad? ¡En el cuerpo espiritual de Cristo, el cual es su iglesia!
“Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella.” Efesios 5:25. La “ganó por su propia sangre”. Hechos 20:28. ¿A cuál institución en la tierra ama Cristo? ¡A la iglesia! No ama a las entidades políticas, sociales o culturales. No se entregó por ellas. ¡Murió por la iglesia! Durante su ministerio terrenal, definía constantemente el reino de Dios, preparando el ambiente para su introducción en el mundo. La iglesia es el reino de Dios en la tierra (Marcos 9:1; Daniel 2:44; Colosenses 1:13; Juan 3:1-7), tema y enfoque cotidiano de Jesucristo en su predicación.
Y usted, querida alma, ¿qué más ama? ¿Qué es su tema de todos los días? ¿El enfoque de su vida? ¿Acaso la política, placeres, trabajo, deportes, dinero, condiciones o causas sociales, familia, espectáculos de entretenimiento o ecología? Billones de seres humanos gastan billones de palabras en estos temas, girando todos ellos en torno a cosas o asuntos materiales que evolucionan y, a la larga, fenecen. Algunos se revisten de cierta importancia para esta existencia, mas, sin embargo, ninguno supera el del “reino de Dios” (la iglesia), teniendo esta entidad divina incalculable importancia tanto para esta vida como para la existencia eterna del mañana.
¿Acaso discrepe usted fuertemente? ¿Le aburre el tema “iglesia”? ¿No ama a ninguna? ´
“Esas iglesias que yo conozco, ¿para qué sirven? ¿Por qué darles importancia? Están llenas de hipócritas, vividores, mercaderes, adúlteros, cleros culpables de delitos sexuales contra menores y adultos, gente desquiciada.”
Pues, no se puede tapar el cielo con la mano; esos males existen y se multiplican en muchas iglesias. ¿Acaso constituyan su justificación para no tomar usted en serio el tema “iglesia”, no congregarse en ninguna, quedarse en casa, olvidarse de iglesia, echar a todas en el mismo saco? ¿Acaso vaya usted aún más lejos, mofándose de ellas, gastando chistes a expensas de sus líderes, ridiculizándolos?
De ser así, psicológicamente usted se habrá librado de “las iglesias, con sus ministros”. Pero ¡alto! ¿No estará usted enredado en una trampa tan hábilmente tejida para su alma que no la sienta ni la vea? ¡Usted no se está fijando en la iglesia que Dios concibió y Cristo ama, sino en iglesias moral o doctrinalmente enfermizas! Estas decepcionan en gran manera. Quítese su mirada de ellas, se lo suplicamos. Para su bien presente y eterno, usted necesita ver la IGLESIA IDEAL, según Dios.
La iglesia perfectamente ideal, según Dios, usted no la verá en ninguna congregación o iglesia actual. Tampoco la verá en ninguna iglesia particular mencionada en la Biblia, por ejemplo, la de Jerusalén, Antioquia o Roma. Entonces, ¿dónde encontrar a la iglesia ideal? Respuesta: en los documentos inspirados del Nuevo Testamento. ¿Cómo encontrarla en estos documentos? Escudriñando todo lo que revelan acerca de la iglesia, anotando todo lo que Dios ordena y aprueba para ella, como también lo que desautoriza o censura. El resultante cuadro es el del modelo divino para la iglesia ideal.
“¡Ah! Pero ¿tan complicado y trabajoso esto de conocer a la iglesia ideal?”
¡De modo alguno! Al contrario, comparativamente fácil, ya que el modelo divino para ella es sencillo. Cualquier persona de capacidad intelectual normal, honesta y amante de la verdad, discierne pronto sus atributos esenciales básicos. Además, dada la enorme importancia de la iglesia en el “propósito eterno” de Dios, deberíamos estar totalmente dispuestos a conocerla perfectamente, cueste lo que cueste en términos de lectura, estudio y análisis, ¿de acuerdo?
“Dios, la iglesia es tuya. Tú la concebiste. Tú la diseñaste. Tus creaciones, entre ellas la iglesia, son perfectas para los propósitos que sirven. ¿Qué atributos estableces para tu iglesia?”
Escudriñando la revelación inspirada, encontramos siete atributos esenciales de la iglesia ideal, según Dios, en Efesios 5:26-27 y 2 Corintios 11:2-4, a saber:
1. Santificada, es decir, apartada de lo carnal y mundano.
2. Purificada “en el lavamiento de agua por la palabra”.
3. Sin mancha, arruga o cosa semejante.
4. Santa.
5. Gloriosa.
6. Tan inocente y casta como una virgen pura.
7. Sinceramente fiel a Cristo.
Según Dios, la iglesia es la desposada de Cristo. Como tal, ella ha de ser intachable y absolutamente fiel a su esposo. “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo.” 2 Corintios 11:2. La iglesia ideal es, pues, “como una virgen pura”. Debemos fijarnos en esta iglesia. Esta es la que deberíamos hacer realidad en la tierra –la pura y fiel.
¿Por qué existen iglesias que no son “como una virgen pura”? El siguiente versículo descubre la razón: “Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo.” 2 Corintios 11:3. “Sentidos… extraviados…” Desviado o perdido hasta el sentido común de lo correcto y decente; corrompido el sentido de compromiso y del rol asignado por Dios. ¡Falta de “sincera fidelidad a Cristo”! Fidelidad profesada, pero no practicada.
¿Qué evidencias descubren infidelidad espiritual? El apóstol Pablo sigue explicando: “Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis.” 2 Corintios 11:4. Ninguna virgen pura recibe a nadie que no sea su desposado. Ninguna iglesia pura recibe a falsos predicadores o espíritus engañosos. Tolerarlos, o peor aún, unirse a ellos en fornicación, no lo hará jamás la iglesia sinceramente fiel a Cristo.
La “virgen pura” de Cristo se cuida de no asociarse con mujeres impuras, sabiendo que estas manchan y arrugan vestimentas espirituales. Por ejemplo, abrazar a Doña Cultura Liberalizada o a su muy atractiva hija, la Srta. Farándula, ¡puede resultar fatal! La primera es una dama muy agresiva y popular que aboga causas contrarias a la voluntad de Cristo: el matrimonio de homosexuales (Romanos 1:26-32; 1 Corintios 6:9-11), la convivencia de parejas sin casarse (1 Corintios 7), el derecho al divorcio, no importando la razón (Mateo 19), el uso de estupefacientes, la libre expresión y diseminación de pornografía, maldiciones, blasfemias (Gálatas 5:16-26), etcétera.
No faltan religiosos enamorados de ella, ni congregaciones enteras que la admiran, haciendo suyas sus causas, a consecuencia de lo cual andan con vestimentas sucias y desgarradas, enseñando impúdicamente su vergonzosa infidelidad a Cristo.
La influencia de la Srta. Farándula también causa feas manchas y arrugas. Mujer vivaracha, bella, “sexy”, sensual, material y seductora en extremo, hechiza no solo a la gente sin religión sino a gran número de sacerdotes, pastores, ministros, evangelistas, obispos, diáconos y maestros de ambos sexos, ¡aun a iglesias enteras! Estos justifican su acercamiento a ella, asegurando hacerlo con el propósito desinteresado de “ganarla para Cristo” o “para atraer a la juventud a la iglesia”. Terminan imitándola, o recibiéndola en sus congregaciones, no oponiéndose algunos religiosos siquiera a sus modas indecentes, música, bailes o fiestas vulgares.
Divertir en grande es la profesión de la Srta. Farándula. Montar espectáculos, promocionar, atraer a multitudes, vender su imagen, sus productos. Compitiendo con ella para las almas, o quizás movidos por motivaciones también mundanas (lucro, fama, poder, satisfacción sensual), no pocos religiosos e iglesias también se dedican a “entretener a los congregantes” con “espectáculos cristianos”, comercializando “las alabanzas y los ministerios”.
¿Son “como una virgen pura”, consagrada en “sincera fidelidad a Cristo”, santas y gloriosas, resplandecientes en vestimentas blancas, sin mancha, arruga o cosa semejante? ¡Negativo! Pues, no se fije usted en ellas. Concéntrese más bien en los atributos excelentes de la iglesia ideal, según Dios la proyecta en el Nuevo Testamento.
La iglesia que se une en fornicación espiritual con Don Juan Poder Secular afrenta descaradamente a Cristo. “Mi reino no es de este mundo… mi reino no es de aquí” (Juan 18:36), explicó el esposo Cristo, pero la infiel coquetea con ese Don, buscando ventajas y poderío, presionando, seduciendo, aun echándose en cama con él. Niega ser infiel a Cristo, mas los hechos desmienten su negación. La iglesia ideal, según Dios, no “se enreda en los negocios de la vida”. 2 Timoteo 2:4
“La iglesia (ideal según Dios) está SUJETA a Cristo.” Efesios 5:24. Él es su “cabeza”, así como “el marido es cabeza de la mujer”. Efesios 5:22-23. Ella le ama, respeta y obedece incondicionalmente. Él le instruye y guía; ella se sujeta a su voluntad, acatando sus directrices, como, por ejemplo, las siguientes tomadas de 1 Corintios:
(1) “Hágase todo decentemente y con orden.” 1 Corintios 14:40
(2) “...como en todas las iglesias de los santos, vuestras mujeres callen en las congregaciones...” 1 Corintios 14:33-34
(3) No comer “con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón”. 1 Corintios 5:11
(4) Hablar siempre “palabra bien comprensible”. 1 Corintios 14:9. Y…
(5) “A causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido.” 1 Corintios 7:2
La iglesia ideal sujeta a su cabeza Cristo OBEDECE estas directrices. Refunfuñonas, rebeldes y soberbias, algunas iglesias no las obedecen, exhibiendo el mismo carácter de la esposa que hace caso omiso a su marido, peleando contra él y justificando su sublevación. Muchas personas de actualidad tildan de “anticuada e injusta” la norma de “sujetarse las casadas a sus maridos”, adjetivos que no pocas iglesias aplican también a las directrices dadas por Cristo a su iglesia.
Cristo “sustenta y… cuida… a la iglesia” (Efesios 5:29) ideal, según Dios, alimentándola con “la leche espiritual no adulterada" (1 Pedro 2:2), la cual contiene “los rudimentos de la doctrina de Cristo” (Hebreos 6:1), y, además con “el alimento sólido … para los que han alcanzado madurez”. Hebreos 5:11-14. Este abundante alimento espiritual –tan variado, rico y apetecible para el espíritu hambriento de Dios- se encuentra en las revelaciones de Cristo en el Nuevo Testamento.
“Dios, habiendo hablado… a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo.” Hebreos 1:1-2. No por Moisés o David sino “por el Hijo”. Por tanto, la iglesia ideal no acude a la mesa de Moisés, la que fue quitada al morir el Señor en la cruz (2 Corintios 3:6-17; Colosenses 2:13-17), ni tampoco se sienta a las mesas de paganos, de filósofos hinchados de humana sabiduría o de religiosos que sirvan sus propios platos de tradiciones mezcladas con mandamientos de hombres. Mateo 15:5-9; Colosenses 2:8
Desde su trono en el cielo (Hechos 2:33; 1 Corintios 15:25), Cristo sustenta y cuida a su iglesia en la tierra mediante obispos debidamente constituidos en cada congregación.
“Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.” Hechos 20:28
¿A quiénes pone el Espíritu Santo para “apacentar la iglesia” y velar por ella? No, por cierto, a neófitos (muchachos, recién convertidos), torpes, vagos o irresponsables, sino a “OBISPOS”, también llamados “ancianos” (Hechos 20:17), o “pastores”. Hebreos 13:17. El que desea el obispado ha de llenar requisitos muy exigentes (1 Timoteo 3:1-7; Tito 1:5-10), tan importantes son sus tareas. Esto, en la iglesia ideal, según Dios.
“Es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio… tenga hijos creyentes… que gobierne bien su casa… (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito…”, etcétera.
Obviar o alterar estos requisitos hace violencia a lo ideal de Dios. Ejemplo: imponer al obispo el celibato, doctrina cuyo prolífico fruto venenoso de pecados sexuales todo el mundo lo conoce. “El Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando… a doctrinas de demonios… teniendo cauterizada la conciencia, prohibirán casarse” (1 Timoteo 4:1-5), bebiendo los culpables del cáliz amargo de su apostasía.
Para su iglesia ideal Dios establece un fundamento ideal, a saber: Cristo, los apóstoles y los profetas. “Nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”. 1 Corintios 3:11. El “templo santo en el Señor” (la iglesia) está edificado “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo”. Efesios 2:19-22
Puesto una sola vez para siempre, este fundamento es intocable, inconmovible, perfecto y sellado, no añadiéndose nadie más. “Sobre esta roca edificaré mi iglesia”, proclamó Cristo (Mateo 16:18), y lo hizo, edificándola sobra la sólida roca masiva de su propia divinidad: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. El apóstol Pedro figura en el fundamento, juntamente con los demás apóstoles, no siendo superior a ellos, ni mucho menos “la principal piedra del ángulo”.
En la iglesia ideal, según Dios, todos los miembros están “perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer”, hablando “todos una misma cosa”. 1 Corintios 1:10. Son “UNO”, como Dios y Cristo son uno, “perfectos en unidad”. Juan 17:21-23. Enseñan “un cuerpo… una misma esperanza… una fe, un bautismo” (Efesios 4:1-6), contando “divisiones” entre las “obras de la carne”. Gálatas 5:19-21
Los seguidores de Cristo que reconocen y aprecian la iglesia ideal se reúnen en congregaciones dedicadas a hacerla realidad en la tierra.
Amando a Dios, Cristo, la verdad y la salvación, usted no puede menos que amar también a la iglesia. No a cualquier iglesia sino a la que la Deidad concibió y estableció, adquiriéndola a precio de la sangre inocente vertida en la cruz. Procurará ser añadido a ella, como los tres mil que “se añadieron aquel día” de Pentecostés, al recibir la palabra, bautizándose “para perdón de los pecados”. Hechos 2:37-47. No permitirá que el popular refrán “la iglesia no salva” lo lleve a despreciar a la iglesia de Dios como inconsecuente e innecesaria. En todo momento, Tendrá presente el que Cristo “es su Salvador”. Efesios 5:2. Los redimidos se encuentran en ella. ¿Dónde se encuentra usted?
Querido lector, ¿desea usted pertenecer a una congregación que se dedica a hacer realidad en la tierra la iglesia ideal concebida por Dios y establecida por su Hijo? Le sugerimos consulte a los Directorios de las iglesias de Cristo para la congregación más cercana. Un Directorio para cada país de habla hispana. De no encontrar una congregación cerca de su residencia, gustosamente trataremos de proveerle más información, pues los Directorios no están completos.
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