La ETERNIDAD

 


Nubes luminosas de polvo espacial. F

otografía tomada por el telescopio Hubble.

"...el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén." 1 Timoteo

Por Juan Diego Jaramillo

Leí una vez una leyenda acerca de un joven muy inteligente, al que un rey quiso probar. Este le preguntó: “¿Cuánto dura la eternidad?”  El joven contestó: “Oh rey, en una tierra lejana hay una montaña muy alta, cuya cumbre está muy por encima de las nubes. Esta montaña es de dura roca. Una vez cada cien años, un pajarito va a afilarse el pico contra esa montaña. Cuando este procedimiento haya gastado tanto la montaña que ya no pueda verse, habrá pasado un segundo en la eternidad”.

¿No da esta contestación una idea de lo infinita que es la eternidad? Y aun así, no es completa esta respuesta. Allí mil años son como un día, pero también un día como mil años (2 Pedro 3:8). La eternidad no tiene fin, y por eso no tiene punto de comparación. ¿Qué son diez, cincuenta, ochenta o aun cien años en comparación con la eternidad? Por lo tanto, ¿no es importante saber dónde y cómo la pasaremos?

¿Has pensado qué harás cuando tengas que afrontar la realidad más triste de tu existencia, [a saber] la MUERTE? ¡Jesucristo te ama y quiere darte vida eterna! En su sacrificio de amor, te ofrece la oportunidad de encontrar la verdadera felicidad, no solo en esta vida, sino también en la venidera. Él te dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20). Y otra vez: “Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que venciere, heredará todas cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo” (Apocalipsis 21:6-7). También añade: “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. Bienaventurados los que lavan sus ropas para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas de la ciudad” (Apocalipsis 22:12, 14).

Para heredar esta maravillosa paz eterna, debes obedecer y vivir con Cristo el sacrificio de ese “yo” pecaminoso, por medio de: (1) Creer en él, como el Hijo de Dios (Hechos 8:37); (2) Arrepentirse, es decir, cambiar de voluntad, que resulta en cambio de vida (Hechos 3:19); (3) Confesar al Señor en tu corazón, en tus palabras y por los hechos de tu vida (Mateo 10:32), y por último (4) vivir con Cristo su muerte, sepultura y resurrección por medio del bautismo, esto es: morir al pecado, sepultarlo en el poder de la Sangre del Señor, dejando que obre su grandioso perdón, y resucitando con él a una vida nueva de obediencia a sus Palabras (Romanos 6:3-17).

“Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda. No entrará en ella [en la ciudad santa] ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Apocalipsis 21:8, 27).

“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios [inmorales del sexo], ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni lo estafadores, heredarán el reino de Dios” (1 Corintios 6:9-10).

Satanás, el padre de la mentira, quiere hacerte creer que no eres capaz de ser bueno. Pero, Jesús tu Salvador dice todo lo contrario. “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). La verdad que puede hacerte puro, y libre de la esclavitud espiritual [del pecado], es Jesucristo. Búscale. Él te dará la paz y la felicidad que tanto anhela tu ser. De esta manera tendrás vida eterna.

¡Por favor, piénsalo! ¡Decídete ahora mismo! Arrepiéntete, levántate y bautízate “para perdón de los pecados”, y Cristo te añadirá a su iglesia (Hechos 2:38-47; 22:16). Llámanos. Escríbenos. Con amor cristiano te recibiremos, y andaremos juntos por el camino que conduce a vida eterna.

Escribe Juan Diego Jaramillo C., Medellín, Colombia.

 

 


 

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