“El don del Espíritu Santo”
Parte I
Cornelio, gentil, y los suyos reciben
“el don del Espíritu Santo”.
Hechos 10:1-48; 11:1-18
El apóstol Pedro, sentado a la derecha con unos judíos parados detrás de él,
predica el evangelio al centurión Cornelio, sentado frente a Pedro
y rodeado de sus parientes y amigos más íntimos.
El centurión romano Cornelio, gentil, con su familia y sus amigos íntimos, reciben “el don del Espíritu Santo”. ¿Cómo se manifestó aquel don en ellos? Según Hechos 2:38, toda persona arrepentida y bautizada como manda Dios recibe “el don del Espíritu Santo”. ¿Difiere este don del don que recibieron Cornelio y los suyos? Respuestas amplias a estas preguntas y otras relevantes.
A. El “don del Espíritu Santo” que “cayó sobre todos los que oían el discurso” de Pedro en la casa de Cornelio (Hechos 10:44-46) era el mismo poder del Espíritu recibido por los apóstoles en el día de Pentecostés. “Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio. Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo” (Hechos 11:15-16).
1. El “don del Espíritu Santo” que recibieron Cornelio y los suyos antes de bautizarse “cayó” del cielo. No les fue dado “por la imposición de las manos de los apóstoles”, como en el caso de los samaritanos convertidos (Hechos 8:14-18). Fue impartido directamente por Dios “como sobre” los apóstoles “al principio”, es decir, en Pentecostés, y con el mismo resultado, a saber, “hablaban en lenguas”, o sea, en otros idiomas (Hechos 2:1-8; 10:45-46).
2. Diciendo Pedro “como sobre nosotros al principio”, es evidente que hacía el apóstol una distinción entre estos dos acontecimientos y cualquier otra manifestación del Espíritu Santo. Refuerza esta conclusión su observación registrada en Hechos 11:16: “Entonces me acordé de lo dicho por el Señor…”. Es de asumirse que no se acordara “de lo dicho por el Señor” cada vez que algún cristiano recibiera algún don sobrenatural “por la imposición de las manos de los apóstoles”, como tampoco cada vez que hubo bautismos en agua “para perdón de los pecados” (Hechos 2:38). Algo muy especial, fuera de lo ordinario, fuera de lo común, ocurrió en el caso de Cornelio y los suyos que despertara en Pedro la memoria de lo dicho por el Señor. ¿Qué fue? Él apóstol mismo lo identifica, a saber: el poder del Espíritu Santo (Hechos 1:7-8) cayó directamente sobre ellos como sobre los apóstoles en Pentecostés.
3. Instruidos y orientados por esta información, nosotros también deberíamos, así lo entiendo, distinguir entre estos dos acontecimientos particulares, únicos en su categoría, y las demás manifestaciones del Espíritu Santo.
4. ¿Por qué Dios hace caer el Espíritu Santo sobre Cornelio y los suyos antes de que se bautizaran en agua? La razón obvia: para convencer a los judíos, de una vez para siempre y de forma irrebatible, que también los gentiles tenían derecho a la salvación en Cristo y ciudadanía en el Reino de los cielos.
a) El apóstol Pedro había proclamado, por el Espíritu, en Pentecostés, que la promesa de salvación era para los judíos presentes, sus hijos “y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare” (Hechos 2:39), abarcando esta última expresión a los gentiles. Pero, los judíos convertidos no comenzaron enseguida a predicar a los gentiles. Dios tuvo que intervenir para que esto sucediera.
b) ¿Bautizaría Pedro a Cornelio y los suyos, siendo ellos gentiles, sin ser convencido primero que tuvieran derecho al bautismo? Dada su actitud de indignación y negación ante el mandato de Dios “Levántate, Pedro, mata y come”, en la visión de “un gran lienzo, que… era bajado a la tierra; en el cual había de todos los cuadrúpedos…” (Hechos 10:9-16), sin duba, no lo hubiese hecho. Una vez derramado “sobre los gentiles… el don del Espíritu Santo” (Hechos 10:45), se desvanece al instante todo prejuicio, duda o impedimento. “Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros? Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús.” (Hechos 10:47-48).
Triste e irónicamente, los pastores, tanto pentecostales como evangélicos, suelen impedir el agua, para que NO sean bautizados los que acuden a ellos en busca de salvación. Los pastores pentecostales en particular prefieren inducir a los candidatos a “hablar lenguas”, caer en éxtasis o “danzar en el Espíritu”. Los instruyen a “orar la oración del pecador para salvación” o que hagan “profesión de fe para ser salvos”, pronunciándolos salvos antes de recibir el bautismo. ¿Los mandan a bautizarse enseguida como el apóstol Pedro “mandó bautizarles” a Cornelio y los suyos? ¡NEGATIVO! ¡Cuán diferente es su proceder al de Pedro en la casa de Cornelio! ¡Cuán grande es su error! ¡Cuán grande su pecado!
Estimado pastor pentecostal, le rogamos desista de impedir el agua, para que no sean bautizados enseguida “para perdón de los pecados” (Hechos 2:38), los varones y las damas que se acerquen a usted, procurando la salvación. ¿Con qué autoridad no los manda a ser bautizados, sino que los manda a tomar clases de candidato por seis meses? De cierto, tal mandato es de los hombres, y los mandamientos de los hombres invalidan el mandamiento de Dios, según apunta el propio Jesucristo (Mateo 15:1-9).
5. Ahora bien, Cornelio, “sus parientes y amigos más íntimos” no eran descreídos opuestos a Dios y sumidos en la inmoralidad cuando el Espíritu Santo cayó sobre ellos, sino que eran prosélitos temerosos de Dios (Hechos 10:1-2, 7, 22). Así pues, el caso suyo no es paralelo al de no pocas personas vencidas por el “espíritu” del pentecostalismo. Me refiero a personas impías e inmorales que, sugestionadas por el emocionalismo de cultos avivados, caen al suelo y aún hablan “lenguas extáticas”, pero ¡sin haberse convertido al Señor!
Cornelio, centurión, y los suyos: Cómo y cuándo fueron salvos. Bautizados en Espíritu Santo y agua. Análisis a fondo de Hechos 10:1-48; 11:1-18 y 15:7-11.
B. Se desprende de estas observaciones y conclusiones que el Espíritu Santo no siempre actúa de la misma manera en toda circunstancia o en todo creyente. A continuación, se identifican tres acciones distintas suyas.
1. Se manifestó de modo muy especial en Pentecostés al caer directamente sobre los apóstoles, repitiendo esta acción al caer sobre Cornelio y los suyos.
2. Repartiendo el Espíritu Santo los dones sobrenaturales como él quería (1 Corintios 12:11), los otorga ordinariamente “por la imposición de las manos de los apóstoles” (Hechos 8:18). De esta manera, algunos cristianos reciben el don de hablar lenguas (idiomas) pero, en definitiva, no todos los cristianos reciben este don en particular (1 Corintios 12:29-30).
3. Toda persona arrepentida sinceramente y bautizada bíblicamente recibe el “don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).
¿Qué es “el don del Espíritu Santo” vinculado
al bautismo en Hechos 2:38?
A. Este “don” que todos los cristianos recibimos no es el de hablar lenguas extrañas, y esto lo sabemos por dos razones principales:
1. Dios nunca determinó dar el don de lenguas a todo cristiano. Recalcando, la prueba está en la pregunta retórica “¿Hablan todos lenguas?” (1 Corintios 12:30. El contexto de la pregunta obliga al lector a responder en lo negativo: “No. No todos hablan lenguas”.
2. La segunda razón es de índole empírica, es decir, se trata de un hecho evidente y verificable, a saber: sencillamente, no toda persona bautizada bíblicamente recibe el don de lenguas extrañas. No ocurría así en el tiempo de los apóstoles. Tampoco ocurre de tal manera en el presente. Por lo tanto, el “don del Espíritu Santo” que recibe toda persona bautizada como el Señor ordena, no es, ni puede ser, el don de lenguas extrañas.
3. ¿Ha considerado usted, estimado lector, cuán limitado sería este “don del Espíritu Santo” si fuese tan solo el poder de hablar lenguas extrañas? Y en muchas situaciones, de poco o ningún valor, según las directrices divinas para el uso de lenguas extrañas tal cual asentadas en 1 Corintios 14. Por ejemplo, “si no hay intérprete, calle…” (1 Corintios 14:28). Si “el don del Espíritu Santo” lo constituyese las lenguas jerigonzas de los pentecostales, ¡valor ninguno tendría!, pues “si por la lengua no diereis palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís? Porque hablaréis al aire” (1 Corintios 14:9). Esto mismo hacen los pentecostales, hablando sus lenguas jerigonzas, las que califican equivocadamente de “lenguas angelicales”: ¡hablan al aire! ¿Quién los entiende? ¡Ni los ángeles mismos! Hablando los ángeles sus propias lenguas, se entienden entre sí, pero las “jerigonzas” nadie las entiende. Según nuestros estudios, “el don del Espíritu Santo” es muchísimo más grande y valioso que aun el auténtico don de hablar “diversos géneros de lenguas”.
B. ¿Acaso sea “el don del Espíritu Santo” el conjunto de beneficios y poderes espirituales que recibe toda persona convertida sinceramente al Señor? Asimismo lo entendemos: como el conjunto de beneficios y poderes espirituales que recibe todo ser humano convertido legítimamente, es decir, que obedece “de corazón a aquella forma de doctrina” revelada por el Espíritu (Romanos 6:17). Reflexionemos: toda persona bautizada correctamente recibe muchos beneficios grandiosos facilitados por el Espíritu Santo, entre ellos:
1. La iluminación espiritual por la Verdad que trae el Espíritu a través de la Palabra. El Espíritu Santo provee para toda persona que obedece a Dios “toda la verdad” que él recibió de Cristo (Juan 16:13-15). Por sí sola, esta “verdad” divina, la cual está disponible en su totalidad en el Nuevo Testamento, es el “don” más valioso de todos los tiempos y lugares, pues esta “verdad” nos libera (Juan 8:32), santifica (Juan 17:17) y salva (1 Pedro 1:22), mediante la sangre de Cristo. La persona no bautizada bíblicamente no recibe el gran “don” de “toda la verdad”.
2. El poder para vencer la tentación y el pecado. “La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:1-16).
3. Los medios para vencer males emocionales y psíquicos, purificando y fortaleciendo tanto la mente como el corazón. “Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz” (Romanos 8:5-6)
4. El consuelo que él brinda, siendo el Espíritu Santo “el Consolador” (Juan 16:7)que Cristo dejó cuando subió al cielo. El cristiano fiel disfruta de “la comunión del Espíritu Santo” (2 Corintios 13:14) (2 Corintios 13:14).
5. Su intercesión en el cielo por los cristianos (Romanos 8:26-27).
6. El sello del Espíritu. “Fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa” (Efesios 1:13-14).
7. Las arras del Espíritu. “Nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones” (2 Corintios 1:22; 5:5).
8. El testimonio del Espíritu Santo referente al estado de nuestra alma. “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:16).
Todo esto, y más todavía, el Espíritu se lo regala al que se arrepiente y se bautiza. Es su “don” riquísimo; es su multifacético regalo hermoso y glorioso para el recién convertido. Sin acepción de personas. Al nuevo cristiano le corresponde aceptar el “don”, tomándolo con profundo agradecimiento y aprovechando al máximo todos los poderes y bendiciones que tan inefable “don” provee.
C. ¿Es “el don del Espíritu Santo” el Espíritu Santo mismo? Ya que el Espíritu Santo personifica todo lo que su “don” provee, también podemos entender el “don” como el Espíritu mismo. Pero, si decimos que el “don” es el Espíritu mismo, es preciso aclarar para nosotros mismos el sentido bíblico de este concepto. Si el “don” es el Espíritu mismo, ¿qué hace el Espíritu para toda persona sincera que acaba de arrepentirse y bautizarse? La respuesta: ¡ni más ni menos de lo que señalamos en la Partida B 1, arriba, al definir el “conjunto de beneficios y poderes espirituales” que el Espíritu hace disponibles!
¿Cómo se recibe “el don del Espíritu Santo”?
Hechos 2:38. “…recibiréis el don del Espíritu Santo.”
¿Cómo se recibe este don?
A. ¿Directamente del cielo, como cayó el Espíritu sobre los apóstoles temprano en el día de Pentecostés? Imposible. El Espíritu fue dado de esta manera en solo dos ocasiones, a saber, en Pentecostés, cuando cayó exclusivamente sobre los apóstoles, y, luego, en la casa de Cornelio, hecho ya establecido mediante el análisis de Hechos 10:44-48 y Hechos 11:1-18. Los apóstoles no dicen a la multitud en Pentecostés: “Arrepentíos… y bautícese cada uno de vosotros… para perdón de los pecados, y el don del Espíritu Santo caerá sobre vosotros, como cayó sobre nosotros esta mañana”. Los pastores pentecostales pretenden que se lea así el texto, pero se equivocan garrafalmente. Más aún, pretenden que se elimine el bautismo del texto, haciéndolo leer: “Arrepentíos… y hagáis profesión de fe, y el don del Espíritu Santo caerá sobre vosotros, como cayó sobre nosotros esta mañana”. Así, cometen el gravísimo error de reescribir a su modo el texto de la Biblia, y por tan enorme atrevimiento seguramente darán cuenta al Dios y Padre que estableció los parámetros de la “sana doctrina” tan despreciada por muchísimos que se glorían en “mi entrega incondicional a Cristo”.
B. ¿Cómo se recibe “el don del Espíritu Santo”? ¿Mediante la imposición de las manos de los apóstoles (Hechos 8:14-18)? Tampoco. El recibimiento de este “don del Espíritu Santo” no depende de la imposición de las manos de los apóstoles sino que las condiciones para recibirlo son arrepentirse y bautizarse. Lógicamente, los apóstoles no imponían las manos a todos y cada uno de las veintenas de miles convertidos a través de su ministerio, comenzando con los tres mil en Pentecostés. Además, muerto el último de los apóstoles, “el don del Espíritu Santo” sigue siendo disponible para toda persona arrepentida y bautizada bíblicamente, no estando vinculada inextricablemente con “la imposición de las manos de los apóstoles”.
C. ¿Se recibe el “don del Espíritu Santo” mediante algún efluvio celestial inexplicable? Nada al respecto se enseña ni se insinúa en el Nuevo Testamento.
D. Este “don”, ¿Dios se lo traspasa forzosamente a la mente y el corazón de toda persona arrepentida y bautizada? ¿Obviando el libre albedrío del recién convertido? ¿Quererlo, o no quererlo, el recién convertido? “Ya que fuisteis bautizado, tienes que aceptar mi don en este mismo instante. No te queda opción. Yo deposito la totalidad de mi don en tu mente y corazón. No me lo puedes impedir de modo alguno.” ¿Opera Dios de esta manera? ¡Realmente inconcebible! No existe siquiera la intimación de semejante idea o proceder en todo el Nuevo Testamento.
E. Este “don del Espíritu Santo”, de valor inestimable, ¿Dios lo coloca, como regalo celestial, delante de toda persona arrepentida y bautizada, permitiendo que el recién convertido lo acepte, comenzando a beneficiarse de él, o, por otro lado, que lo rechace, obviándolo? Precisamente así ocurre, a nuestro entender. Y en realidad, ¡esto mismo es lo que sucede! Muchos de los seres humanos que se bautizan reciben gozosamente el “don del Espíritu Santo”. Abriendo su gran regalo valiosísimo, empiezan a examinarlo con sumo interés y creciente admiración. Luego, hacen suyos sus poderes, ayudas y bendiciones, procedimiento en que se ocupan durante el resto de su vida. En caben, otros bautizados reciben el “regalo” de Dios, mas, sin embargo, poco o nada hacen con él. Todavía otros obvian el “regalo”, apartándose de Dios casi tan pronto salen de las aguas bautismales.
En la Parte II de este estudio, respondemos a la pregunta: ¿Recibieron de inmediato algún don sobrenatural todas las personas convertidas durante el tiempo de los apóstoles en el siglo I?
El don del Espíritu Santo. Parte II
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