Cristo predica "en espíritu" a los “espíritus encarcelados”

1 Pedro 3:18-21

 

Esta gráfica esotérica ilustra el tema Cristo predica en espíritu a los espíritus encarcelados, en editoriallapaz.

Esta gráfica es una representación artística de un espíritu encarcelado. Desde luego, “un espíritu no tiene carne ni huesos”, como dice Cristo en Lucas 24:37-39, y, por consiguiente, nosotros los seres humanos no podemos verlo. Tampoco, el Hades, el paraíso o el tártaro, que son lugares espirituales. ¿Predicaría Cristo a espíritus incorpóreos en el tártaro cuando él fue al paraíso, en el Hades, durante los tres días antes de ser resucitado?

El texto de 1 Pedro 3:18-21

(18) “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; (19) en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, (20) los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua. (21) El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo…”

Análisis de este texto problemático

-“…Cristo padeció una sola vez por los pecados.”

A. “Una sola vez”, y no más de una vez. No padeció muchas veces. Fue crucificado una sola vez. Murió una sola vez. “De la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez…” (Hebreos 9:27). Encarnándose, Cristo vino a ser hombre, y como hombre muere una sola vez, tal cual los demás seres humanos. “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5).

B. Esta sencilla verdad, repetida una y otra vez, particularmente en Hebreos (7:27; 9:12, 26, 27, 28; 10:10, 12, 14), desmiente totalmente el dogma de la “misa”, según el que Cristo es sacrificado de nuevo al bendecir y ofrecer el oficiante católico romano la hostia y el vino. Lo que él cree y hace significa que el Cristo moriría decenas de miles de veces cada domingo, y no solo los domingos sino todos los días, ya que la jerarquía católica romana autoriza la celebración de misa todos los días. “Cristo padeció una sola vez”, amigo católico romano. Y lo afirma el Espíritu Santo en numerosos textos. Efectivamente, usted confronta el dilema de seguir al Espíritu de Dios o a la jerarquía de la Iglesia Católica Romana. ¿Acaso tenga la Iglesia Católica Romana autoridad de Dios para nulificar la frase “una sola vez”?

-“…siendo a la verdad muerto en la carne.”

Jesucristo fue crucificado, perdiendo su cuerpo físico la vida animal. “Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual” (1 Corintios 15:44). El cuerpo carnal que tomó el Señor era “cuerpo animal”, y vida animal es la que aquel cuerpo perdió al expirar Cristo en la cruz. Muerto este cuerpo animal, fue sepultado en una tumba nueva.

-“…pero vivificado en espíritu.”

A. “…espíritu” hace contraste con “carne”. La carne muere, pero el espíritu es “vivificado”.

B. “Vivificar” quiere decir “dar vida”.4  ¿Quién vivificó, es decir, dio vida, al espíritu de Cristo? Pues, desde luego, Dios, quien es el “Padre de los espíritus” (Hebreos 12:9). Dios mantuvo con vida al espíritu de su Hijo cuando el cuerpo animal de este perdió su vida en la cruz. Al Creador le place mantener con vida al espíritu de todo ser humano cuyo cuerpo físico pierde la vida. Así que, “Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven” (Lucas 20:38). “…viven” en espíritu, o sea, el espíritu de cada uno sigue con vida, no obstante la muerte del cuerpo físico.

C. “Vivificado” no es, en este contexto, sinónimo de “resucitado”. El espíritu de Cristo no murió al morir su cuerpo físico. Seguía con vida, sostenido y preservado por el “Padre de los espíritus”. Así pues, “resucitado” no es aplicable al “espíritu” del Señor ya que su espíritu no murió en ningún momento.

-“…en el cual…” (3:19).

A. Es decir, en el espíritu, pues el antecedente de “el cual” es “espíritu” en la frase “vivificado en espíritu” (3:18). “pneuma. Espíritu. Un alma humana que ha salido del cuerpo” (1 Pedro 3:19)”. 1

B. Según las revelaciones de Dios, el “espíritu” de cada ser humano, incluso el de Cristo, pasa por un mínimo de tres estados.

1. Primer estado. El espíritu habita el cuerpo físico, el cual se identifica como “morada terrestre” y “tabernáculo” en 2 Corintios 5:1. “Estamos en el cuerpo” dice el apóstol Pablo (2 Corintios 5:6). “Estoy en este cuerpo” escribe el apóstol Pedro (2 Pedro 1:13-15).

2. Segundo estado. Al morir el cuerpo físico, el espíritu sale de él, pasando un tiempo sin cuerpo alguno. “Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos. Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos…” (2 Corintios 5:2-4). Desnudo. O sea, sin cuerpo físico. Pero, esta condición no significa que el espíritu pierda sus atributos de “espíritu” venido de Dios (Eclesiastés 12:7; Hebreos 12:9). Atributos tales como: inteligencia, memoria, raciocino, conciencia, capacidad de expresarse, pues todos estos atributos o facultades los vemos en las almas de los mártires del Quinto Sello (Apocalipsis 6:9-11). También en las almas que figuran en el relato de Cristo sobre el rico, Lázaro y Abraham (Lucas 16:19-31). Además, dar cuenta el espíritu en el juicio presupone la posesión de estos atributos ya que, no disponiendo de ellos, ¿cómo, pues, daría cuenta de sí a Dios (Romanos 14:10-12)? “pneuma. Espíritu, o sea, una esencia simple, desvestida de toda materia, o por lo menos de toda materia tosca, y que posee los poderes de entendimiento, deseo, decisión y actuación”.2

3. Tercer estado. Resucitado el cuerpo y transformado en “cuerpo espiritual” (1 Corintios 15:44, 50-52), el espíritu lo ocupa como su nueva “casa no hecha de manos, eterna, en los cielos…”, su nueva “habitación celestial” (2 Corintios 5:1-3).

-“Fue y predicó a los espíritus encarcelados.” (3:19-20)

“Los versículos 19 y 20 están erizados de dificultades…” 3  Asimismo los encontramos. Quizás algunas dificultades resulten de elipsis en el original griego. Elipsis. (Del lat. ellipsis, y este del gr. ἔ λλειψις, falta).1. f. Gramática. Figura de construcción, que consiste en omitir en la oración una o más palabras, necesarias para la recta construcción gramatical, pero no para que resulte claro el sentido.2. f. Gramática. Supresión de algún elemento lingüístico del discurso sin contradecir las reglas gramaticales; p. ej., Juan ha leído el mismo libro que Pedro (ha leído)” 4  Seguramente, no erramos al afirmar que cualquier interpretación de textos problemáticos como este ha de armonizar con doctrinas expuestas en textos más claros, libres de problemáticas lingüísticas. Esta norma nos parece lógica y práctica. Teniéndola presente, seguimos con este análisis.

A. “…fue y predicó.” Dos verbos que señalan acciones tomadas en el pasado.

B. ¿Adónde “fue” el Señor en el “espíritu”? Tome nota, amado estudioso de las Escrituras, que el lugar no es identificado en el texto, y por consiguiente, es preciso inferirlo. El apóstol Pedro no dice, explícitamente, que Cristo fuera en espíritu al cielo, al infierno, al limbo, al Hades, al Paraíso o al Tártaro. La información más valiosa que nos comunica para la formulación de una inferencia acertada es la que identifica a los seres que escucharon la predicación específica de Cristo que Pedro está tratando. “…fue y predicó.” ¿A quiénes predicó? “…a los espíritus encarcelados.” ¿Quiénes son estos “espíritus encarcelados”? El versículo 20 descubre con exactitud inconfundible su identidad. Son “…los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua”.

1. Son los que “desobedecieron”.

2. ¿Son todos los que desobedecieron desde Adán y Eva, a través de los muchos siglos de la Era Patriarcal y los quince siglos de la Era Mosaica, hasta la muerte de Cristo en la cruz? ¡Negativo! En definitiva, no se trata de todas las gentes de aquellos tiempos, y esta circunstancia se reviste de importancia vital para la interpretación acertada del texto. Predicando en “espíritu”, Cristo se dirige solo a “los que desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca…”. O sea, predica solo y exclusivamente a la generación de desobedientes que llenaron la tierra de maldad y violencia “mientras se preparaba el arca”. “Se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia” (Génesis 6:11). “La declaración divina de Génesis 6.3 señaló un período de gracia para la humanidad, el cual duraría 120 años, y es de suponer que corresponde al tiempo necesario para construir el arca y a la época de la predicación (2 Pedro 2.5).” 5 Volvemos a enfatizar: Cristo predicó en “espíritu” solo “a los espíritus” de la generación que vivía en la tierra “mientras se preparaba el arca”.

a) Cristo no predicó a los espíritus de seres humanos que vivían antes del tiempo cuando se preparaba el arca.

b) Cristo tampoco predicó “en espíritu” a los espíritus de seres humanos postdiluvianos.

c) Predicó solo a los que vivían en la tierra durante los aproximadamente ciento veinte años “mientras se preparaba el arca”.

3. A los ángeles que pecaron Dios “los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio” (2 Pedro 2:4). “Los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas”, testifica Judas, siervo de Jesucristo (Judas 6). Efectivamente, estos ángeles caídos son espíritus encarcelados, pero a ellos no se dirige Cristo cuando predicó “en espíritu” sino solo a “los que desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé”.

C. ¿Cuándo predicó Cristo “a los espíritus encarcelados” de los seres humanos impenitentes que murieron en el Diluvio que cubrió la tierra en el tiempo de Noé? Esta cuestión del “cuándo” es la que ocasiona serias dificultades. Tengamos presente que el factor del “lugar” de la predicación también arroja luz sobre el “cuándo”. En este estudio, escrutamos dos interpretaciones del “cuando”, ni la una ni la otra libre de ciertas complicaciones.

1. Primera interpretación (tesis). Se afirma que Jesucristo, al fallecer su cuerpo físico en la cruz del Calvario, fue, en su calidad de espíritu “vivificado”, “y predicó a los espíritus encarcelados” en el Hades. Fue, específicamente, conforme a esta primera interpretación, a la parte del Hades conocida como el  “Tártaro”. Este vocablo es una transliteración del término en griego tartarow que identifica el lugar donde están guardados los espíritus de todos los seres humanos que mueren sin haber hecho la voluntad de Dios. “Tártaro.” Del griego “tartarow”. Retener cautivos en tartarow. 2 Pedro 2:4.” 6La traducción al español de la Valera de 1960 es “arrojándolos al infierno”.8 Quienes sostienen esta tesis infieren que el lugar adonde Cristo “fue y predicó” era el “Tártaro” del Hades. Quizás esta interpretación parezca ser la más natural y lógica. Sin embargo, está “erizada de dificultades”. Por ejemplo:

a) Expirado el cuerpo físico de Cristo en la cruz, cierto es que él, en espíritu, o sea, como espíritu “vivificado”, sin cuerpo carnal, fue al Hades. “Su alma no fue dejada en el Hades”, testifica el apóstol Pedro en el día de Pentecostés (Hechos 2:31). Se deduce, pues, que, ciertamente, Jesús, como alma, fue al Hades.

Ahora bien, aún mientras estaba vivo en la cruz, el propio Jesucristo señaló con precisión inconfundible a qué parte del Hades él iba a ir. Dijo al ladrón arrepentido: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:42-43). O sea, parafraseando: “Hoy, voy al paraíso, y tú vas conmigo al paraíso”. Qué conste: Jesús no dice “estarás conmigo en el Hades”, término que abarca tanto al paraíso como al tártaro, sino, específicamente, “…estarás conmigo en el paraíso”. Fue muy preciso en la identificación del lugar. El paraíso, sinónimo de “seno de Abraham” (Lucas 16:22), es el destino de toda alma salva que parte del cuerpo físico al perder este su vida material. Entonces, al morir el cuerpo físico de Jesucristo, él, como alma, fue al paraíso. No intimó siquiera que tuviera proyectado ir al tártaro. No revela ningún plan al respecto. Permanecería como alma, o espíritu “vivificado”, en el paraíso durante tres días, aguardando la resurrección de su cuerpo físico. Llegado el momento programado para su resurrección, se une de nuevo, como Ser espiritual, a su cuerpo físico revivificado.

b) Analicemos otra circunstancia relevante: en el Hades, “una gran sima está puesta entre” los salvos y los condenados, “de manera que los que quisieren pasar de aquí”, es decir, del paraíso, o “seno de Abraham”, “a vosotros” que están en el tártaro, “no pueden, ni de allá pasar acá”. Esto se lo explica Abraham al rico atormentado cuando este suplica que Lázaro fuese enviado donde él para aliviar su dolor (Lucas 16:19-31). “Sima. (De or. inc.). f. Cavidad grande y muy profunda en la tierra.” 7 La “sima” en el Hades es, efectivamente, una “cavidad grande y muy profunda”, no, por cierto, en la tierra material sino en las regiones espirituales de Dios, que separa, insalvablemente, el paraíso del tártaro. ¡No hay paso ninguno entre los dos lugares! Ni siquiera algún puente colgante estrecho y frágil. ¿Pasar Cristo del paraíso al tártaro durante aquellos tres días, y regresar? Pues bien, no ponemos en tela de juicio su poder de lograrlo, pero, cabe preguntar: ¿con qué propósito lo haría?

c) Suponiendo que Cristo saliera del paraíso y cruzara la “gran sima”, entrando en el tártaro, ¿a quiénes hubiese encontrado allí? A las almas de todos los pecadores que murieron en desobediencia a Dios, desde el primero a principios de la Edad Patriarcal hasta los que murieron en el día de la crucifixión, incluso al malhechor injuriador crucificado al lado del Señor (Lucas 23:39), ya que Dios aún no las había resucitado. Entonces, allí estaría Cristo frente a cientos de millones de almas condenadas, espíritus encarcelados en prisiones de oscuridad en el tártaro. De ser este cuadro la representación correcta de “…fue y predicó a los espíritus encarcelados”, surgirían un puñado de dificultades. Por ejemplo:

(1) El apóstol Pedro dice que Cristo predicó solo a “los que… desobedecieron… mientras se preparaba el arca”. Esto significaría que Cristo, una vez introducido en el tártaro, hubiese procedido a separar de la vasta multitud de todos los espíritus encarcelados, a un grupo muy particular, a saber, a los de aquella generación que se perdieron en el Diluvio. Pero, certeramente, hacer acepción de personas sería la consecuencia de semejante proceder. Mas, todo conocedor de las Escrituras sabe que Dios no hace acepción de personas, como tampoco su Hijo amado. ¿Qué diría, u ofrecería, Cristo a las almas del tiempo de Diluvio que no dijera u ofreciera a las almas de todos los demás tiempos?

 (2) Dificultades mayúsculas se forman en torno a la supuesta predicación de Cristo a “espíritus encarcelados” en el tártaro del Hades. A continuación, algunas.

(a) ¿Qué hubiese sido el tema del mensaje de Cristo para aquellos espíritus sentenciados a castigos espirituales?

(b) ¿Algo positivo ofrecería el Señor a aquellos espíritus? ¿Algún consuelo, esperanza o siquiera una explicación de por qué Dios los había consignado a semejante destino terrible?

(c) ¿Acaso ofreciera Cristo a aquellos espíritus encarcelados la oportunidad de arrepentirse y salvarse? ¿Solo a los de la generación que se perdió en el Diluvio, y no a los demás? Dada la enseñanza de todo el Nuevo Testamento sobre…

…el tiempo aceptable para salvación…

…el destino irreversible de personas que mueren sin obedecer…

…y la sima insalvable entre el paraíso y el tártaro…

…lo consideramos del todo inconcebible que Cristo ofreciese salvación a los espíritus encarcelados de los desobedientes muertos en el Diluvio, a cualquier otro grupo o a la masa entera de almas que había en aquel lugar.

De haber Cristo ofrecido a los condenados en el tártaro la oportunidad de salvarse, ¿cuántos hubiesen elegido permanecer en aquel lugar de tormento? ¿Cuántos hubiesen aprovechado en un santiamén la oferta?

Otro dilema: supongamos que todos aquellos “espíritus encarcelados” salieran del tártaro, entrando en el paraíso, ¿qué sucede, desde aquel momento en adelante, a los pecadores impenitentes de futuras generaciones que murieran sin salvación? Durante la Era Cristiana, el tártaro se llenaría de nuevo de los espíritus desobedientes de multitudes que mueren sin salvación por no obedecer al evangelio de Cristo. ¿También ofrecería Cristo, de alguna manera y en algún momento, la misma oportunidad a estos? Y, suponiendo que no hiciera tal oferta, ¿no se incurriría en lo que él mismo censura, a saber, hacer acepción de personas? Para el Señor “no hay acepción de personas” (Efesios 6:9), ni de espíritus (almas), y esta verdad irrebatible significa que ni el Padre ni el Hijo favorecerían a algunos en el tártaro por encima de otros.

Además, es relevante y decisivo el hecho de que la muerte física sella el destino espiritual de cada persona. Después de la muerte viene el juicio (Hebreos 9:27), y no, en absoluto, más oportunidades para salvarse o cambiar de destino, ya sea en el Hades, en el tártaro, en el ficticio Limbo, en el igualmente ficticio Purgatorio o en cualquier otro lugar.

2. La segunda interpretación (tesis) postula lo siguiente: que los versículos 19 y 20 de 1 Pedro 3 nada tienen que ver con la entrada de Cristo en el Hades al salir su alma del cuerpo físico muerto en la cruz. Más bien, se enfoca otra acción muy distinta que Jesús realizó como ser espiritual largos siglos antes de encarnarse al nacer en la tierra de la doncella María. A saber, “…fue y predicó”, en “espíritu”, a la generación que vivía “en los días de Noé, mientras se preparaba el arca”. ¿Cómo en “espíritu”? Pues, manifestándose a través de Noé como instrumento utilizado por él para efectuar la predicación. Es decir, “…fue y predicó” en aquel tiempo de Noé a los mismos que son, aun hasta el día de hoy, “espíritus encarcelados” en el tártaro, en prisiones de oscuridad, porque no obedecieron aquella predicación. Esta obra de Cristo como ser espiritual antes de encarnarse, el Espíritu Santo inspira al apóstol Pedro a introducirla para así seguir explicando cómo Cristo, padeciendo “una sola vez por los pecados”, nos lleva a Dios (1 Pedro 3:18). Ya que el bautismo figura como acto esencial en el proceso de llevarnos “a Dios” (1 Pedo 3:21), se trae el Diluvio a manera de comparación, y particularmente, el hecho de que “pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua”. Dios no actuó precipitadamente al traer el Diluvio sobre aquella generación sino que “esperaba” su “paciencia” durante ciento veinte años, mientras predicaba Cristo, a través de Noé, advirtiendo el inminente desastre.

Discernimos algunos méritos de esta segunda interpretación, al igual que algunas dificultades.

a) Entre los méritos a su favor mencionamos los siguientes:

(1) La segunda interpretación constituye, efectivamente, una explicación lógica de por qué se enfoca a un grupo particular de “espíritus encarcelados”, a saber, “los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca…”.

(2) Esta interpretación armoniza contextualmente con las afirmaciones en el versículo 21 respecto al bautismo. El tema desde el versículo 18 hasta el 22 es la salvación por Cristo, y no el Hades o el tártaro, como tampoco la entrada de Cristo en lugares del Hades. Suponiendo que Cristo predicara en el tártaro, semejante acción no hubiese contribuido en nada a la salvación de almas. En cambio, al predicar él, a través de Noé, a la generación que vivía durante los ciento veinte años antes del Diluvio, se deduce que lo hiciera precisamente para que se salvaran los que respondieran positivamente a su mensaje, creyendo y obedeciéndolo.

(3) Aprobada esta interpretación, desaparecen las múltiples dificultades surgidas al postularse que Cristo, fallecido su cuerpo físico en la cruz, fuera de inmediato, en “espíritu” , primero al paraíso en el Hades, cruzando luego la “gran sima” y entrando en el tártaro, donde predicara solo a los “espíritus encarcelados” de la generación que se perdió en el Diluvio.

(4) Quienes aceptan esta interpretación infieren que el lugar adonde fue Cristo en “espíritu” a predicar fue la tierra del tiempo de Noé, y no el Hades.

b) Dificultades encontradas en esta interpretación.

(1) Parece violar lo que muchos perciben en el texto como una continuidad natural de eventos. Por ejemplo…

…Cristo “muerto en la carne”

“pero vivificado en el espíritu”

“en el cual”, es decir, “en el espíritu”

“fue” [de inmediato al Hades] “y predicó” [en el Hades], “a los espíritus encarcelados” [en el tártaro del Hades].

Encerramos entre corchetes puntos asumidos pero no expresados en el texto bíblico. Nuestro propio análisis indica que esta supuesta “continuidad natural de eventos” es, en realidad, una apreciación carente de pruebas gramaticales o contextuales contundentes.

Existe otra posibilidad: que el Espíritu Santo simplemente utilice “en espíritu; en el cual…” (1 Pedro 3:18) como punto de partida, o enlace, para introducir la comparación entre el Diluvio y el bautismo que él desarrolla en los versículos del 19 al 21.

(2) Quizás una dificultad aún mayor sea la que surge en torno a la idea de que Cristo predicara a la generación viva antes del Diluvio, manifestándose a través de la persona de Noé. Según esta proyección, Cristo, en su capacidad de ser espiritual, o sea, “en espíritu”, entra en Noé, utilizándolo para anunciar la inminente destrucción de aquel mundo. ¿Acaso existan evidencias que corroboren tal intervención de parte del Señor? Consideremos…

(a) La existencia de Cristo previo a la creación del universo material es un hecho testificado a través de la Biblia. “Todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, todas las cosas en él subsisten…” (Colosenses 1:15-17).

(b) Un ejemplo de la intervención de Cristo en asuntos humanos antes de su encarnación en María la tenemos en su participación espiritual en la peregrinación de Israel durante cuarenta años en el desierto, tal cual afirmada por el apóstol Pablo en 1 Corintios 10:4. “Y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo.” Aquí, vemos a Cristo activo en la tierra durante las peregrinaciones de Israel en el desierto. ¿Cómo? Guiando al pueblo y proveyendo para sus necesidades. De manera especial, a través de su siervo Moisés.

(c) Respecto a Noé, se da por sentado que él no predicaba por su propia cuenta durante los ciento veinte años que precedieron el Diluvio, sino por inspiración divina. Noé era profeta, y por consiguiente, le es aplicable lo que escribe el apóstol Pedro en 2 Pedro 1:21. “Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.” El ángel que reprende al apóstol Juan por haberse este postrado a sus pies, le dice: “Adora a Dios”, añadiendo: “Porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía” (Apocalipsis 19:10), así vinculando a Cristo con el poder profético. “…espíritu de profecía.” En el griego, πνευμα της προφητειας (pneuma ths profhteias). El πνευμα (pneuma) de la profecía está en Cristo, dando testimonio. Se desprende de estos pasajes que toda profecía auténticamente divina es formulada y emitida por la Deidad. Por lo tanto, se deduce que Noé predicara por inspiración de la Deidad, y en este aspecto figuran tanto Cristo como Dios y el Espíritu Santo en los largos años de admonición y llamamiento al arrepentimiento que precedieron el Diluvio.

De manera que existen sí evidencias que respaldan la manifestación de Cristo como “espíritu” que obraba en personajes de tiempos pasados para la proclamación en la tierra de profecías originadas en el cielo. Incluso, ¡el gran personaje llamado Noé!

3. Evaluadas las muchas dificultades inherentes en la primera interpretación, nos parece más acertada la segunda interpretación, pese a las dificultades de esta, las que son, a nuestro entender, menos graves que las de la primera. Así que, a resumida cuenta, teniendo Cristo el πνευμα (pneuma) de la profecía, él, “en espíritu” (pneuma), imparte inspiración divina a Noé, predicando a través de este insigne varón a los seres humanos durante ciento veinte años, espacio de tiempo durante el cual “esperaba la paciencia de Dios… mientras se preparaba el arca”.

Lo más importante

Querido lector, comprender usted y este servidor, o no, el verdadero significado de “…en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados”, lo importantísimo para nosotros es no pasar por alto las enseñanzas del pasaje que son básicas y fáciles de entender.

Primero, que “…Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios…”.

Segundo, que el “bautismo… corresponde” al Diluvio de “los días de Noé”.

Tercero, que esta “correspondencia del bautismo al Diluvio” tiene que ver con nuestra salvación, informándonos el Espíritu Santo por el apóstol Pedro, explícita e inconfundiblemente, que “El bautismo… ahora nos salva”. Tampoco pasemos por alto que el mismo apóstol Pedro había anunciado en el día de Pentecostés, cuando fue establecida la iglesia, que el bautismo es “para perdón de los pecados” (Hechos 2:38). No sería sabio de nuestra parte desmeritar el bautismo o contradecir el propósito asignado a él por la Deidad, argumentando que “el bautismo NO SALVA, que la fe sola salva antes del bautismo, que la sangre de Jesucristo salva”, etcétera. Demás sería decir que el bautismo no salva sin la sangre de Cristo, fe en Cristo y arrepentimiento genuino. Pero, negar el designio divino establecido para el bautismo solo lo haría aquel que sustituya su teología propia por mandamientos claros del Nuevo Testamento.

De mi parte, me bauticé “para perdón de los pecados” y acepto, sin porfiar, la declaración de Pedro al efecto de que “El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva”. Comprendo que el bautismo no garantiza que yo jamás vuelva a pecar, pero que es sí “como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios”, y que mi salvación el Todopoderoso la hace posible “por la resurrección de Jesucristo”.

Amado, amada, ¿ha sido usted bautizado –bautizada- con el “bautismo que… ahora nos salva”?

 


 

1 Léxico griego-inglés del Nuevo Testamento, Joseph Henry Thayer, D.D., American Book Company, Página 520, Tercera definición de pneuma.

2 Léxico griego-inglés del Nuevo Testamento, Joseph Henry Thayer, D.D., American Book Company, Página 520, Tercera definición de pneuma.

3 Comentario bíblico de Matthew Henry. Traducido y adaptado al castellano por Francisco Lacueva. Editorial Clie, Terrassa, España. Página 1852.

4 Diccionario de la lengua española. Vigésima segunda edición.

5 Diccionario bíblico ilustrado. iLumina.

6 Léxico griego-inglés del Nuevo Testamento, Joseph Henry Thayer, D.D., American Book Company, Página 615

7 Microsoft® Encarta® 2007. © 1993-2006 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos

8 A continuación, 2 Pedro 2:4 en griego. ει γαρ ο θεος αγγελων αμαρτησαντων ουκ εφεισατο αλλα σειροις ζοφου ταρταρωσας παρεδωκεν εις κρισιν τηρουμενους

 


 

El Hades, el Paraíso, el Tártaro, el Cielo y el Infierno. Una serie de imágenes (diapositivas), con notas, sirve para clases bíblicas o el autodidactismo.

Enseñanzas básicas del evangelio de Cristo. Prioridad a lo fundamental para salvación.

El bautismo. Muchos estudios, intercambios e imágenes (diapositivas) en esta Web.

 

  

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