El pentecostalismo: muchos artículos, estudios e intercambios
¿Romper con el pentecostalismo? ¿Con sus pastores e iglesias? Acción más difícil que fácil, sin duda.
Apreciado lector, ¿está usted pensando tomarla porque ve muchas prácticas y escucha varias enseñanzas que no armonizan con las Sagradas Escrituras? ¿Destella a veces en su mente la idea “No voy a seguir en esta iglesia pentecostal”, pero la apaga casi al instante y sigue soportando? Esto mismo acontece a no pocos al juzgar por frecuentes comentarios. “Yo sé que la mujer no debiera predicar o ser pastora, pero…” “Yo entiendo que la mercadería y el alboroto no agradan a Dios, pero…” “¡Contra! Mi pastor se enseñorea de la congregación como si fuera una corporación o negocio suyo, pero…” “Sí, Yo he leído 1 Corintios 14 y sé que no obedecen los mandamientos de Pablo sobre lenguas, profecías y culto, pero…” “Pero no me atrevo a salir. ¿Adónde iría? ¿Qué hago?” Y permanecen, alimentando con su presencia y sus recursos, incluso, diezmos, a la criatura religiosa que tienen por anormal, pero que a la vez temen. Algunos permanecen; otros, decepcionados, frustrados o disgustados, optan por quedarse en su casa o vuelven al mundo.
¿Por qué tronchar tan apresuradamente la idea de “romper con el pentecostalismo”? ¿Acaso ataque usted con gran fuerza a esa “idea” como si fuera un “demonio” metido en su mente? ¿Acaso lo haría por temer blasfemar al Espíritu Santo? Eso mismo es lo que han impregnado en su espíritu, ¿correcto? “Cuestionar o dudar es blasfemar al Espíritu Santo. También oponerse al pastor. ¡Ni lo piense! El Reverendo Pastor, o la Reverenda Pastora, está lleno (a) del Espíritu; tiene poderes, tiene dones, tiene autoridad aun para traer sobre cualquier infortunado discípulo inconforme los castigos de Dios. ¡Cállese; no murmure! ¿No sabe usted que el (la) que está en el altar es siervo (a) del Altísimo? ¡No blasfeme! ¡Dios le castigará!” En realidad,“Castigo” se llama el peso de hierro ardiente suspendido constantemente sobre la cabeza de cualquier pentecostal tambaleante, y “Blasfemia” es el nombre de la espada que empuñan contra él (ella) los pastores, además las pastoras, con destreza alarmante. ¿Y se queda usted amedrentado e inmóvil frente a sus amenazas fulminantes, preso del temor, no dando siquiera un paso para romper las cadenas y salir a “la libertad con que Cristo nos hizo libres” ( Gálatas 5:1)?
¿Blasfemar usted? ¿Quién blasfema contra el Espíritu Santo? ¿Quién comete este pecado que no “será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero” (Mateo 12:31-32)? La respuesta bíblica: los que recaen después de haber conocido “la doctrina de Cristo”, “crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio”. Estos son (1) “los que una vez fueron iluminados y (2) gustaron del don celestial, y (3) fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, (4) y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero” (Hebreos 6:1-6). Estos son los que blasfeman. Al romper usted con el pentecostalismo ¿caería de cabeza en este triste grupo destinado irremediablemente al infierno? ¡De modo alguno! Respetuosamente, le rogamos escrutar las consideraciones siguientes, sin temor de analizar, pues esta es su prerrogativa ante Dios, y además, su sagrado deber.
A. En primer lugar, “la doctrina de Cristo” el pentecostalismo la trata arbitrariamente, enseñando correctamente una parte, pero, lastimosamente, alterando gran parte, y esto lo sabe usted, pensamos, pues a esto mismo se deben las inquietudes que atormentan su alma. ¿Acertamos? Ahora bien, si usted no ha poseído nunca toda la “sana doctrina” sino meramente una parte, esta circunstancia significa que: (1) nunca fue iluminada completamente su mente con toda la luz divina del evangelio completo y puro, (2) nunca ha gustado del perfecto “don celestial” , (3) fue hecho partícipe del Espíritu Santo solo en la medida de las enseñanzas sanas recibidas y (4) no gustó plenamente de toda “la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero”. Por consiguiente, sencilla y llanamente, ¡usted no reúne los rasgos necesarios para poder convertirse en “blasfemador contra el Espíritu”!
B. Además, por el solo hecho de salir de una iglesia o movimiento plagado de errores y abusos usted no arriesga en nada crucificar “de nuevo… al Hijo de Dios” o exponerlo “a vituperio”, actos impúdicos que comete el que blasfema de verdad contra el Espíritu. Lejos de traer vituperio sobre el Señor, al levantarse con valor, deshacerse del engaño e ir resueltamente en pos de lo puro y verdadero, ¡usted honra a Cristo!
C. Deducción: la espada “Blasfemia”, tal cual hecha y manejada vigorosamente por pastores pentecostales, ¡es de embuste! Sinceramente, usted no tiene por qué temerla. Tampoco es razonable que usted se acobarde ante la amenaza de “castigos”, pues al pastor, portavoz de un evangelio diferente, Dios no le hace caso, se lo aseguro ya que su oído no está atento a los que no le obedecen, y esto es así a pesar de “testimonios” adornados y “señales” fabricadas, o mal interpretadas, de supuestos “castigos” sufridos por pentecostales que denuncian los males de su iglesia.
D. ¡Acción! Entonces, si quiere “romper con el pentecostalismo” ¡actúe de una vez! Amado, a la luz de la sentencia pronunciada por el Espíritu Santo a través del apóstol Juan, con razón se diría que más le vale moverse, tomando acción. Así, porque aquel apóstol advirtió: “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras” (2 Juan 9-11). Con frecuencia alarmante se les escucha a pastores pentecostales restar importancia a “doctrina”, o aun ridiculizar “la doctrina”, llamándola “fría, la letra, sin vida”. Pero, usted, inteligente lector, tomará nota de que el vocablo “doctrina” aparece tres veces en el texto citado, tratándose nada más y nada menos de “la doctrina de Cristo”. Así que, aquel que siga diciendo “¡Bienvenido!” al pentecostalismo aun después de haber sido iluminado, se hace partícipe “en las malas obras” que produce “cualquiera que se extravía”, no perseverando “en la doctrina de Cristo”. Entonces, es determinante “la doctrina de Cristo”, y perseverar en ella es, definitivamente, un equisito imprescindible para tener “al Padre y al Hijo”. ¿Los tiene usted? Tanto hablar del Espíritu Santo, y no para menos, pero el Padre y el Hijo no son inferiores a él. De cierto, los tres hacen morada solo en aquel que los ame de verdad, y el que los ama aprende y guarda su palabra, “la doctrina de Cristo” (Juan 14:15-24).
“¿Adónde iré?”, pregunta usted. Permítame indicarle que investigue la posible existencia en su ciudad o área de una congregación de cristianos regida por el Nuevo Testamento. Ya se encuentran centenares de estas congregaciones en algunos países; en otros, pocas. Las hay grandes y con buenas facilidades bien ubicadas, pero la mayoría serán aún pequeñas, algunas con facilidades humildes y otras que se reúnen en casas particulares. Generalmente, estas congregaciones se identifican como “iglesia de Cristo”, sin otros nombres. No pertenecen a ningún concilio religioso. Respecto a su forma de adorar, la peculiaridad que más las diferencia es el canto “a capela”, es decir, sin instrumentos de música. Presionar aquí para estudios al respecto.
Directorios de iglesias de Cristo en los países de habla hispana
Tenga presente que se trata de seres humanos que, tal cual usted, batallan para su salvación contra el Maligno en todas sus manifestaciones. No se trata, pues, de “congregaciones perfectas”, ni siquiera necesariamente en la implementación de la “sana doctrina”, pero esto sí tienen a su favor: conocen, predican, enseñan y sostienen el Nuevo Testamento de Cristo, no esclavizándose al Antiguo Pacto de Moisés, ni invalidando al Nuevo del Señor “enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mateo 15:9). Uniéndose usted a una congregación tal, perseverando y trabajando con diligencia, el resultado positivo y animador sería el incremento de la fuerza de la congregación beneficiada. Para el mayor y más eficaz cumplimiento de su misión primordial de sembrar la semilla incorruptible del evangelio no adulterado. Presionar aquí para estudios sobre el "cambio de ley" de Antiguo Testamento a Nuevo Testamento.
-No encontrándose ninguna congregación cercana, ¿adónde ir? ¿Qué hacer? Pues, ¡establecer una! Realizando usted tal hazaña espiritual gloriosa, se catalogaría su obra de "excepcional”, siendo grande su galardón celestial en aquel día de repartir premios. ¿Cómo lograrlo? A grandes rasgos:
1. Convencer a uno, dos o tres más, y comenzar a reunirse (en su casa, en otra casa, en cualquier lugar apropiado acordado).
2. Reunirse al menos cada domingo para alabar a Dios y edificarse mutuamente.
a) Orar mucho.
b) Cantar himnos, salmos y cánticos espirituales, sin tocar instrumentos. ¿Difícil, contando con solo dos, tres o cuatro almas? Opción: poner casetes o discos compactos con música cristiana a capela, uniendo sus voces a las grabadas.
c) Celebrar la Cena del Señor cada domingo con pan sin levadura y jugo de la uva, los elementos que significan la carne y la sangre del Señor.
d) Leer y estudiar la Biblia, mucha Biblia, profundizando, desmenuzando textos, haciendo aplicaciones prácticas. Escuchar y analizar mensajes o estudios bíblicos grabados en casete o disco compacto.
e) Ofrendar generosamente, utilizando las contribuciones para obras benévolas y evangelísticas .
3. Evangelizar frecuente y agresivamente, pero siempre con humildad y reverencia para todos.
4. Comenzar con fe verdadera, confianza, dinamismo y gozo. Dios dará el crecimiento, y quizás se quede usted sorprendido y admirado de los frutos cosechados.
5. Persistir, haciendo poco caso a altibajos en la obra ya que es cosa natural que ocurran.
6. Ser siempre solícito “en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efesios 4:1-6), inculcando a cada nuevo miembro de la iglesia la gran importancia de hablar lo mismo, pensar lo mismo, sentir lo mismo y seguir “una misma regla” (Filipenses 3:16) (Filipenses 2:1-11); 1 Corintios 1:10; Juan 17:20-23).
7. Adiestrar a los idóneos para los distintos ministerios espirituales, siempre con la meta de constituir para la congregación la organización que Dios desea (Hechos 14:23; Tito 1:5-9), no cayendo en el grave error de hacerse dueño o dictador de la iglesia.
Cómo establecer una congregación regida por el Nuevo Testamento de Cristo Un documento mucho más detallado que la información impartida arriba.
Más de ciento sesenta himnos y cánticos a capela. Escuchar. Grabar. www.alabanzas.info
-Si usted es pastor a cargo de una congregación pentecostal se vislumbra otra posibilidad, a saber: la de instruirla y guiarla con tanto amor, tacto y sabiduría que la mayoría de le feligresía, si bien no todos, se solidarice con usted en el cambio. Así, no solo asegura usted su propia salvación sino también la de los que estaban a su cuidado en un redil donde peligraba la salvación. Dicho sea de paso que tal rescate digno de encomio lo han efectuado algunos, para su eterna alabanza.
“¿Qué hago?”, pregunta usted. ¿Qué se hace para tomar siquiera los primeros pasos?
A. Veamos. Ya usted cree en Dios, Cristo y la Biblia, se presume. Y se asume que ya comprenda el arrepentimiento, como además, confesar con su boca que Jesucristo es el Señor. De ser así, llegamos al tema del bautismo bíblico. ¿Habrá sido bautizado usted exactamente como enseñan Dios, Cristo y el Espíritu Santo? Aunque usted responda que sí, lo tenemos por muy improbable que haya sido bautizado bíblicamente por la sencillísima razón de que los evangelistas y pastores pentecostales NO bautizan conforme a las del la Deidad en el Nuevo Testamento. Le suplicamos no tropezar en este punto del camino espiritual que conduce a la salvación y a la gloria. Me consta, pues los he escuchado en sus predicaciones y lo he leído en sus publicaciones, que ellos enseñan que el bautismo NO es esencial “para perdón de los pecados”, más sin embargo, este es precisamente el propósito que fija el Espíritu Santo en el día de Pentecostés para el bautismo (Hechos 2:38), propósito que ya había establecido Jesucristo en la Gran Comisión al decir: “El que creyere, y fuere bautizado, será salvo” (Marcos 16:16). Tristemente, los líderes pentecostales niegan este propósito divino, frustrando los designios de Dios. Lo hacen al pronunciar al creyente “salvo de sus pecados” ANTES de ser bautizado. Lo hacen posponiendo el bautismo para después de “clases de candidato”, proceder totalmente sin precedente en el Nuevo Testamento. Se asume que a usted le sumergieran (zambulleran) en las aguas, pero no lo harían “para perdón” de sus pecados, o para lavarlos, como Ananías instruye a Saulo (Hechos 22:16), ni porque “el bautismo… ahora nos salva” como enseña el apóstol Pedro (1 Pedro 3:21). Lo proclamarían “salvo” antes de que usted fuera bautizado. ¿Así fue? Semejante bautismo no es bíblico. ¿Con qué lógica presentarse ante Cristo en el tribunal del juicio con tal bautismo defectuoso? Por cierto, usted no pierde nada al bautizarse como enseñan Cristo, el Espíritu Santo y los apóstoles. Y no digo “bautizarse de nuevo”, pues ni el “bautismo a lo católico” ni el “bautismo a lo pentecostal” es el que Dios manda, sino el que es por inmersión, “para perdón” y “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:18-20). Así que, querida alma que desea romper con el pentecostalismo y acercarse más a Dios, bautizarse bíblicamente, con pleno conocimiento y entendimiento del acto, es lo indicado para un nuevo comienzo de verdad.
B. ¿Qué hacer? Humildemente, le recomendamos fijarse la meta de deshacerse completamente de la “mentalidad pentecostal”. Es decir, de "visiones, sueños, profecías, señales, testimonios, revelaciones, fervor emocional exagerado, obsesión con la salud física, agresividad evangelística radical, fijación con demonios, alabanzas alborotosas, ayunos interminables, dar para prosperar”, y todo lo demás típico del pentecostalismo, pero carente de respaldo bíblico. Transformarse por medio de la renovación de su entendimiento (Romanos 12:2), proceso de limpieza mental y espiritual que no suele ser fácil ni corto, pero que produce, con tal de no ser acortado prematuramente, beneficios sumamente valiosos. Tranquilizarse en su espíritu. Amar la verdad de Dios por encima de todas las cosas, buscarla, estudiarla, hacerla suya, compartirla con otros, gozarla, vivirla, pues “conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32), libre, por cierto, de infinidad de supersticiones religiosas y actitudes espirituales dañinas al alma. Cuidado de no retener en su mente y corazón siquiera algunos de los elementos dañinos del pentecostalismo. De intentar introducirlos en una congregación cuya meta es someterse solo a la "sana enseñanza" de Cristo. De corromper con ellos a una congregación nueva. Logrando usted una transformación mental y espiritual completa, resplandecerá en su nueva vestimenta de “sana enseñanza” y su “nueva mentalidad de cristiano que ama y conoce la nueva revelación de Cristo en el Espíritu”, impresionando y atrayendo a usted a toda persona sincera que también quisiera estar más cerca de Dios.
Al tomar usted decisiones de tanta envergadura y dar los pasos necesarios para implementarlas, todo lo hace para alinear su vida y sus obras con “la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2). No estará siguiendo a este servidor, como tampoco a ningún otro ser hermano. De mi parte, no busco a quienes me sigan; más bien, procuro que todos sigan a Cristo conforme a su “buena doctrina” (1 Timoteo 4:6) . Así pues, al decidirse por el cambio, usted honra al Señor, y por ende, se honra a sí mismo, determinando usted mismo la forma más eficaz de aportar al desarrollo del verdadero Reino de Dios mediante la utilización sabia de sus recursos tanto materiales como espirituales.
Este servidor ha conocido a unos cuantos pastores que rompieron con el pentecostalismo. Entre ellos, algunos se han destacado, o se destacan en la actualidad, por sus logros notables a favor del cristianismo puro del Nuevo Testamento. Amado lector, al tomar usted la decisión de pisar sus talones, sepa que estamos a sus órdenes, muy dispuestos a brindarle nuestro apoyo. Queremos servirle en su nueva trayectoria espiritual.
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