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3,394 palabras

# 59

Grandes logros

Grandes cambios

Gran confianza

 

Hebreos 10:35-39; Marcos 10:46-52 

 

Desde la niñez, el ser humano comienza a soñar con lograr grandes cosas, y, siempre y cuando no sea tronchado su desarrollo, al entrar en la etapa de adultez, empieza a comprender que los grandes logros en las áreas más importantes de la vida requieren grandes cambios y gran confianza.

Desde la niñez, el ser humano comienza a soñar con lograr grandes cosas, y, siempre y cuando no sea tronchado su desarrollo, al entrar en la etapa de adultez, empieza a comprender que los grandes logros en las áreas más importantes de la vida
requieren grandes cambios y gran confianza.

 

I. Introducción.

A. Salutación. Queridos hermanos y amigos, abunden la gracia y el amor de Dios cada vez más en todos nosotros. Desde el día en el que el hermano A. E. me invitara a predicar en esta ocasión, vengo orando que el Señor me use para traer enseñanzas edificantes y que nos ayuden a crecer espiritualmente.

B. El tema del mensaje que he preparado es el siguiente: Grandes logros, grandes cambios, gran confianza.

C. Antony Flew, el más famoso ateo del mundo durante décadas, a los 82 años de edad, cambió de parecer y acaba de publicar un libro en defensa de la existencia de un Ser Inteligente, Creador del universo. ¿Cuántos de los presentas en esta asamblea también afirmamos la existencia de tal Ser Supremo? Amado, amada, si usted cree en Dios y el relato de Génesis sobre la creación, entonces ha de aceptar, obligatoriamente, que los seres humanos traemos la imagen y semejanza del Todopoderoso Creador del universo.

1. De hecho, él nos ha impartido una porción de su vasta inteligencia e increíbles poderes, dándonos un fabuloso cerebro y un cuerpo físico maravilloso, así capacitándonos para “grandes logros”.

2. No nos creó para ser ociosos, pasivos o meros espectadores de la vida, ni mucho menos dóciles marionetas manipuladas por terceras personas, o peor aún, tristes víctimas de esta existencia terrenal. Tampoco nos creó solo para disfrutar de placeres, aunque sean sanos, sino también para producir nosotros mismos, haciendo uso cada uno de su intelecto y cuerpo para efectuar obras dignas de un ser creado a imagen y semejanza de Dios mismo. Obras importantes, valerosas, impactantes, duraderas. De ahí, que nos juzgará y pagará “a cada uno conforme a sus obras” (Romanos 2:5). A mí, a usted, a cada uno en particular- y no conforme a las de él, las del “santo tal”, las de mi hermano en la fe o las de fulano.

D. “Grandes logros” requieren a menudo “Grandes cambios” y estos cambios –a veces, fuertes, estremecedores, transformadores- son posibles solo si hay “Gran confianza”, es decir, “Gran fe en sí mismo”“Seguridad incuestionable” de poder lograr lo que se sueña, proyecta, anhela, visualiza.

II. Obtener un buen empleo es un logro importantísimo, particularmente para el adulto joven que está empezando a dar forma concreta a su vida. Establecerse en algún trabajo, oficio, profesión, carrera, mediante el que sufragar sus gastos e independizarse económicamente.

A. Ciertos sondeos de índole social han comprobado la realidad de un fenómeno inquietante de nuestro tiempo, a saber, ¡un por ciento descomunal de jóvenes y adultos jóvenes que no quiere trabajar¡ ¡Ni siquiera prepararse para obtener un buen empleo! Prefieren recostarse de otros –de padres, abuelos u otros familiares, aun de amigos. Este comportamiento simplemente no es honroso. La norma divina para la humanidad es que trabajemos en “lo que es bueno” (Efesios 4:28), que no comamos “de balde el pan de nadie” (2 Tesalonicenses 3:8). “Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” es la sentencia de Dios (2 Tesalonicenses 3:10).

B. Así que, querido joven, adulto joven, universitario, cariñosamente, le pregunto: ¿Qué aspira hacer o ser? ¿Maestro, maestra, montar negocio propio, ingeniero, mecánico, doctor, contable, oficinista, carpintero, taxista, chef, vendedor de seguros? Cualquiera sea, lograrlo significará, probablemente, ser capaz de aceptar “Grandes cambios” en su vida.

1. De actitudes, hábitos, estilo de vida, aun de domicilio.

2. Tal vez separarse de su familia y trasladarse a Mayagüez, u otra ciudad, u otro país. Como en el caso de Vicente, quien, para estudiar oftalmología, se ha visto en la necesidad de trasladarse de New Jersey (Estados Unidos de América) a Bayamón, Puerto Rico.

C. Tales cambios suelen ser efectuados exitosamente solo si se tiene “Gran confianza en sí mismo”. En un “spot” que este servidor ha visto en televisión, varias personas, mayormente jóvenes, exhortan, repetidamente: “¡Cree en ti! ¡Cree en ti! ¡Cree en ti!” Pues, sí, desde luego, tener fe en sí mismo es vital para integrarse a la sociedad como persona útil, productiva, responsable. Interesantemente, ninguno que toma parte en el “spot” exhorta a creer también en Dios, a confiar en Dios, y de hecho, en el mundo secular, muchísimas personas alcanzan grandes logros sin confiar en Dios. Pero, inteligente joven, probablemente le vaya mucho mejor si cree usted no solo en sí mismo sino también en Dios. Considere los siguientes “proverbios” de Salomón. “El altivo de ánimo suscita contiendas; mas el que confía en Jehová prosperará. El que confía en su propio corazón es necio…” (Proverbios 28:25-26). “El que confía en Jehová es bienaventurado” (Proverbios 16:20). “Porque Jehová será tu confianza, y él preservará tu pie de quedar preso” (Proverbios 3:26).

D. ¿Por qué muchas personas, tanto adultos jóvenes como gente madura, no cuentan entre sus “logros” un buen empleo? Anotamos algunas razones: falta de confianza en sí mismo, ambivalencia, indecisión, incertidumbre, temores, cobardía frente a la vida. Estos elementos negativos son los verdaderos enemigos del éxito, frustrando “Grandes logros”, robando el valioso tiempo, incapacitando a voluntades, nulificando talentos, haciendo añicos de nuestros sueños.

III. Apliquemos el tema de “Grandes logros, grandes cambios, gran confianza” a esta congregación. [El predicador o maestro que quisiera impartir este mensaje se supone que lo adapte a la congregación donde ministre.]

A. Dios espera “Grandes logros” de nosotros, de esta iglesia. Que seamos luz del mundo, sal de la tierra, vehículo para proclamar las buenas nuevas a multitudes de almas perdidas, instrumento para la realización de grandes obras benévolas“para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia” –por medio de esta misma iglesia también- “a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme a propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor” (Efesios 3:10-11).

B. No nos tiene aquí solo para cuidar de este plantel, congregarnos para celebrar cultos, estudiar la Biblia, disfrutar de confraternidades o entretenernos sanamente. Por importante que sean estas actividades, y de cierto, se revisten de gran importancia, podemos ir más allá de ellas, alcanzando “Grandes logros” en todavía otros trabajos del Reino de Dios.

C. El potencial para grandes obras es palpable en esta congregación. Mucho talento; poder económico. En los sectores de la feligresía.

D. ¿Hacemos grandes obras en la actualidad? [Mencionar las de su congregación local, de haber algunas.] Mi percepción, mi convicción, es que somos capaces de hacer muchísimo más.

E. Para ello, se requieren “Grandes cambios” de actitudes, percepciones, visión, acciones, compromisos, si deseamos hacer todo a nuestro alcance.

F. Confiar más en nosotros mismos. Los unos en los otros. Los administradores en la feligresía; la feligresía, en los administradores. ¡Todos en Dios! ¡Mutua confianza, de parte en parte!

F. Los “enemigos” más malos que nos detengan, que desmenucen el caudal de nuestros recursos colectivos, que se interpongan entre nuestra congregación y los “Grandes logros” a nuestro alcance, ¿qué son? Falta de confianza (fe, seguridad) en nosotros mismos, doble ánimo, ambivalencia, indecisión, incertidumbre, dejadez. Falta de confianza en Cristo, la cabeza de nuestra iglesia. También en el Dios Creador que ideó la iglesia, fijando para ella su “propósito eterno”. Pero, si nos levantamos con “Gran confianza” y resistimos fuertemente a estos “enemigos”, seguramente huirán de nosotros, y podremos, confiados siempre en nuestro Padre celestial y el poder de su evangelio, lograr muy grandes obras en su nombre.

IV. Contraer matrimonio, no solo de acuerdo con la ley secular sino también conforme a la ley de Dios, por motivos sanos y con propósitos nobles, es un “gran logro social, moral y espiritual”. Casarse por amor sincero, leal y puro. Para formar un hogar estable y procrear. Mantener ese matrimonio, y no tan solo preservarlo sino llevarlo felizmente, día tras día, año tras año, hasta la muerte, es todo un “logro grandioso, una hazaña admirable en grado sumo”, con dividendos y premios excelentes a lo largo del viaje. “Logro grandioso” no alcanzado, tristemente, por el 71.4 % de los que se casan en Puerto Rico por acabar su matrimonio en divorcio legal o separación.

A. El “gran logro” de un matrimonio llevado exitosamente se condiciona en “grandes cambios” efectuados de par en par por los dos contrayentes.

1. Dejar a padre y madre para unirse a su cónyuge y formar un nuevo hogar figura entre los “grandes cambios”. “Cambio” emocionalmente traumático para no pocos. Muy conflictivo; aun desgarrador. “Cambio” no hecho limpia y plenamente por la persona que, después de casarse, permanece demasiado atada a sus padres, causa de muchos roces y fracasos matrimoniales.

2. Conducir el matrimonio por el “Camino de la mutua satisfacción”, sin desviarse por “Caminos escabrosos de discusiones, disgustos o peleas”, suele requerir, de parte de ambos cónyuges, “cambios de actitud”, algunos quizás “grandes”, aun “revolucionarios”, otros, pues, menos difíciles.

a) Reprimir cada uno un tanto su “ego”, su “yo”, su “Pero, yo quiero…”, o “Pero, yo NO quiero…”.

b) Aprender cada uno a compartir, perdonar, sobrellevar, ceder sabiamente, respetar, humillarse sin esclavizarse, controlar sus arranques, expresarse con cordura, tratar con delicadez. En fin, aprender cada uno a tener y dar el incomparable “amor” enseñado en 1 Corintios 13:4-7. “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia… no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad: Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.”

B. “Grandes cambios” de esta naturaleza, hasta de carácter o personalidad, son posibles solo en el casado que posee, o alcanza tener, “gran confianza”.

1. “Fuerte confianza en sí mismo.” Como ser inteligente y poderoso, creado así por Dios mismo y capacitado, efectivamente, para implementar tales cambios. “Reconozco que me hace falta mejorar algunas de mis actitudes, extirpando de raíz las malas. Para el éxito de mi matrimonio, y nuestra mutua felicidad, necesito rectificar ciertas áreas de mi conducta, suprimiendo dos o tres hábitos que no gustan a mi pareja. Dejar la ropa dondequiera. Engullir rápidamente la comida. Criticar mi pareja delante de otros. Descuidar el aseo personal. Atrasarme siempre. No me será fácil, pero lo puedo hacer, y voy a lograrlo. Tengo la voluntad de hacerlo; confianza en mí mismo, Dios adelante.”

2. No solo “Fuerte confianza en sí mismo” sino también “Gran confianza en su cónyuge”. Pues, si no confía usted implícitamente en su compañero, ¿cómo sentirse motivado a realizar cambios sustanciales en su propia forma de ser, pensar y actuar? “Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? … El corazón de su marido está en ella CONFIADO (Proverbios 31:10-11). Igualmente, el corazón de la esposa está confiado en el esposo virtuoso y fiel.

3. Sobre todo, “gran confianza en la ayuda providencial de Dios”. En la fortaleza única que brinda el Todopoderoso a los que le aman, en su iluminación divina, en la sabiduría celestial que él imparte abundantemente a quien se la solicita, “no dudando nada” (Santiago 1:5-7). “Mas Jehová me ha sido por refugio, y mi Dios por roca de mi CONFIANZA (Salmo 94:22).

C. Hoy día, tal vez más que nunca en la historia del hemisferio occidental, muchas personas que desearían estar felizmente casadas, conforme a las leyes divinas y civiles, no cuentan entre sus “logros” el de un matrimonio debidamente formalizado, y conducido con amor, esmero y satisfacción¿POR QUÉ? Entre múltiples razones, destacamos, precisamente, la carencia común de una “gran confianza”.

1. No confiar en sí mismo de poder cumplir con los votos matrimoniales.

2. Suponiendo que haya novio o novia, no confiar que tenga él o ella la recia voluntad necesaria para el cumplimiento fiel y cabal de los votos matrimoniales.

3. Carecer de la confianza personal de poder efectuar los “grandes cambios” usualmente vitales para un matrimonio exitoso.

D. “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios” (Hebreos 13:4). El matrimonio es, pues, la única institución honrosa autorizada por Dios en la que el varón y la mujer pueden tener relaciones íntimas sin incurrirse en fornicación o adulterio, y esto es así pese a las decisiones de cortes seculares o los pareceres de multitudes para quienes no importa, al parecer, lo que haya legislado el Creador para la humanidad. Hoy por hoy, tal vez más que nunca en la historia del hemisferio occidental, más hombres y mujeres –decenas de millones de parejas- optan por convivir bajo el mismo techo, como si fueran esposos, pero sin contraer matrimonio. ¿POR QUÉ? No temo equivocarme al decir que una razón decisiva en muchos casos es, expresamente, la falta de CONFIANZA el uno en el otro. No tienen fe el uno en el otro. No se siente “seguro” el uno del otro. De la manera que la “desconfianza” socava el fundamento de un matrimonio ya contraído, también impide que muchos de los que conviven tomen el paso de casarse.

1. ¿Qué causa esta peligrosísima “desconfianza”? Muchísimas cosas, entre ellas: falta de seriedad y compromiso, predominio de superficialidad e irresponsabilidad, desdén hacia normas morales, desinterés en Dios y la Biblia, obstinada renuencia a “cambiar”, adaptarse, mejorar; y desde luego, infidelidad, bien sea mental o explícitamente sexual.

2. ¿Qué son los frutos del mal “Árbol de la Desconfianza”? Numerosos. De mal sabor todos. De apariencia repugnante. No gratos al tacto. Por ejemplo: inseguridad, celos, temores, señalamientos duros, peleas, amor frustrado, rechazo del matrimonio, o rompimiento del matrimonio en el caso de los casados. Y los peores frutos son la fornicación o el adulterio. 

“...pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.”

“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros… heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados… santificados… justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6:9-11).

“…esto ERAIS algunos; mas ya habéis sido lavados…” Así que, ¡gloria al nombre del Señor!, hay un santo remedio para este mal “Árbol de la Desconfianza” y sus frutos dañinos, a saber: ¡TALARLO! ¡TALARLO! ¡MATARLO! Eliminar la “desconfianza” por medio de producir usted “cambios tan grandes” en su carácter y porte que se convierta usted mismo en “persona confiable”. ¿Es usted “persona confiable”? ¿Merece que se confíe, que se crea, en usted?

a) Si algunos hombres y mujeres de la antigua ciudad de Corinto pudieron lograr “cambios tan grandes” en su mente, corazón y espíritu, en su estilo de vida, en sus actitudes y acciones, ¿por qué no usted, y yo, y todo hombre y mujer, todo joven entendido, de esta época moderna?

b) Entonces, de no ser usted “persona confiable”, el gran reto que confronta está erguido justamente delante de usted. ¡Cambiar! Cambiar su carácter, su forma de ser, de conducirse, de manera tal que gane la confianza de su pareja, como, además, de las demás personas importantes en su vida, y aun de los extraños que le observen. Tan “Gran cambio” loable quizás abra para usted paso al “Gran logro” de un matrimonio feliz y duradero, aprobado por Dios y admirado por los humanos en derredor suyo. 

V. Salvar su alma: el logro mayor de todos.

A. Me dirijo en este momento particularmente a los miembros de la iglesia. Amados, ya fuimos salvos, “por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu” (1 Pedro 1:22), al creer que Cristo es el Hijo de Dios, arrepentirnos de nuestros pecados, confesar el nombre del Señor delante de los hombres y bautizarnos (sumergirnos, zambullirnos) en agua “para perdón de los pecados” (Marcos 16:16; Romanos 10:8-17; Hechos 2:38; 22:16). “Grandísimo” fue este logro, por el amor, la misericordia y la gracia de Dios, a través del sacrificio de Cristo en la cruz. Así, “tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él” (Efesios 3:12).

1. Esta “confianza” nuestra “tiene grande galardón”, con tal de que no se pierda. “No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón…” (Hebreos 10:36). “Galardón” de inmortalidad, de ser admitido a las mansiones celestiales, de poder disfrutar eternamente del paraíso de Dios y andar por la calle de oro de la nueva Jerusalén.

a) Querido hermano, hermana, ¿aún retiene usted “firme” esa misma, “confianza del principio” (Hebreos 3:14)?

b) Fuerte confianza manifiesta el apóstol Pablo al preguntar: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?”, escribiendo en respuesta a su propia pregunta: “…ninguna… cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:35-39). Bienaventurados nosotros “si retenemos hasta el fin la CONFIANZA y el gloriarnos en la esperanza” (Hebreos 3:6).

2. ¿Acaso haya perdido usted su confianza, enfriándose, aflojándose y apartándose del Señor? De estar sufriendo semejante tragedia espiritual, lo indicado es “otro cambio muy grande en su vida”, a saber, arrepentirse, confesar su pecado, reconciliarse, ser restaurado a su primer amor. Haciéndolo con profunda sinceridad, su acción será sumada a su cuenta como “otro gran logro”. Le animamos a volver a salvar su alma en esta misma ocasión, no corriendo más el peligro de eterna condenación.

B. Amigo, amiga, usted que todavía no haya alcanzado en su vida el “logro mayor de todos”, a saber, la salvación de su alma, quisiera persuadirle a poner su confianza en Jesucristo y su evangelio hoy mismo. Escuche, se lo suplico, el relato del encuentro del ciego Bartimeo con el Señor, según Marcos 10:46-52. “Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten CONFIANZA; levántate, te llama. Él entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.”

1. Amigo, amiga, en esta misma hora, Jesús llama a usted.

2. Llamando los discípulos al ciego Bartimeo, le dijeron “Ten confianza; levántate”. Hago mías esas palabras para usted: “Tenga confianza; levántese, Jesús le llama”. Tenga “Gran confianza” en el Señor Jesucristo, pues, resucitando él de entre los muertos y sentándose a la diestra de su Padre en los cielos, ha dado plena evidencia de ser poderoso para salvar eternamente a todo aquel que confíe en él. No le defraudará. El apóstol Pablo testifica que “Jesucristo… fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos” (Romanos 1:3-4).

3. Bartimeo, “arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús”. Respetado amigo, amiga, le insto a arrojar al suelo su propia “capa de ceguedad espiritual”, su “capa andrajosa de mundanalidad”, su “vieja capa de tradiciones religiosas humanas”, su “preciada capa de ilusiones infantiles”, su “capa multicolores del sensualismo”, o la que sea, y habiéndola tirada, levantarse y venir a Jesús.

4. Levantarse enseguida y venir, decididamente, confiadamente, venciendo la fatal “indecisión”, la enfermiza “incertidumbre”, el debilitante “claudicar entre dos pensamientos”: entre salvar su alma o hacer caso omiso a Dios, entre los deseos espirituales y “los deseos de la carne” (1 Juan 2:16-17). El “Cambio grande” que sea necesario para salvar su alma, ¡hágalo ahora! Sin titubear. Sin posponerlo más.

5. Levantarse en este mismo instante y venir a confesar fe en Jesucristo. Así, porque de la manera que la fe que puso Bartimeo en Cristo resultó en su curación y salvación, asimismo usted será curado y salvado espiritualmente al creer, arrepentirse y bautizarse “para perdón de los pecados” (Hechos 2:38). Este será el “Logro más grande” de su vida, con tal de no perder usted jamás la “Gran confianza” en el Señor, como también en sí mismo, que lo puede hacer realidad hoy mismo.

 


 

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