Recursos en esta Web para el estudio del catolicismo romano
Me dice: “Yo soy católico”. Respondo: ¿Por qué es usted católico romano?
Estudios en esta Web sobre la iglesia fundada por Jesucristo
Datos sobre el Papa emérito Benedicto XVI. “Joseph Ratzinger, Papa Benedicto XVI, nació en Marktl am Inn, diócesis de Passau (Alemania), el 16 de abril de 1927. Luego del fallecimiento de Juan Pablo II, fue elegido como el papa número 265° el 19 de abril de 2005 por los cardenales que votaron en el cónclave. El papa Benedicto XVI duró 8 años como máximo pontífice de la iglesia Católica y el 11 de Febrero de 2013 anunció su renuncia a partir del 28 de febrero del mismo año. La renuncia del papa Benedicto XVI se debe a que por su avanzada edad ya no tiene la fortaleza para ejercer sus funciones como líder de la iglesia Católica, según expresó en su carta de renuncia.” (www.eltiempo.com Artículo Papa Benedicto XVI. Última actualización: 1 de marzo de 2013. 11:19 am.)
“Katie Martin, de veintinueve años de edad, aspirante a bombera, de Manhattan Beach, California, dijo que pospuso por una semana su visita a Roma para poder observar el evento histórico. ‘Amo mi fe’, dijo. ‘Amo a mi iglesia. Tengo un amor grande por el Santo Padre.” (Artículo por Rachel Donadio, en el New York Times, publicado 28 de febrero de 2013)
Perspectivas diferentes
Los medios noticiosos reportan que 1.2 mil millones de los 7.1 mil millones habitantes sobre el planeta Tierra son católicos romanos. ¿Cuántos de estos 1.2 mil millones son recién nacidos, niños o adolescentes procreados por padres católicos, pero que, debido a su falta de desarrollo intelectual, no han tomado, propiamente, decisión alguna de ser católicos romanos? O sea, son católicos meramente por accidente de nacimiento, y no por convicción personal formada inteligentemente. ¿Y cuántos de los 1.2 mil millones figuran en los listados de la feligresía católica romana en virtud de haber sido bautizados en la infancia –y consecuentemente no por consentimiento personal- pero que llegando a la adultez, se salieron del catolicismo, enfilándose en otras iglesias o religiones? Porque tenemos constancia presencial de personas que eran una vez católicas, pero que cambiaron de fe; más sin embargo, al fallecer, sus familiares insisten en servicios fúnebres a estilo católico y el cura identifica al fenecido como “católico fiel”, cuando en realidad el difunto hacía muchos años que no era católico sino que pertenecía a otra iglesia. ¿Y cuántos de los 1.2 mil millones nunca van a misa, ni se confiesan, ni rezan a santos, etcétera? Es decir, son “católicos romanos” puramente de nombre, y no, de modo alguno, en realidad. Sumando estas tres categorías muy nutridas y restando la totalidad global de los 1.2 mil millones, el número de seres humanos que son católicos romanos de verdad, convencidos y practicantes, se reduciría drásticamente. Aun así, no dejaría de ser impresionante la suma real de verdaderos católicos romanos en el mundo. Desde luego, el número de feligreses fieles que tenga la iglesia o religión que sea, que si muchos o pocos, no constituye evidencia alguna de que la tal iglesia o religión sea bíblica y verdadera, por un lado, o por el otro, de origen humano, y consiguientemente, falsa.
Ahora bien, el Papa emérito Benedicto XVI presentó su edad avanzada y delicada salud como la razón de su casi, casi inaudita decisión de retirarse, dándose anteriormente tan solo dos casos de semejante acción. Pero, distintas fuentes de información citan otras posibles causas hasta de igual o mayor peso, a saber: masivos escándalos sexuales recurrentes, particularmente pedofilia y homosexualismo, aun en los más altos rangos de la jerarquía católica romana; manipulación por personas no autorizadas de fondos del Banco del Vaticano para fines personales y socavación grave de la autoridad papal de Benedicto por prelados en desacuerdo con su forma de gobernar a la iglesia.
Por el presente, enfocamos solo los pecados sexuales rampantes del clero católico, desde párrocos locales –con sus concubinas, amantes o encuentros casuales; con sus fornicaciones, adulterios, pedofilia o homosexualismo- hasta monjes, monjas, obispos, arzobispos y aun cardenales acusados de la misma conducta vergonzosa. Tragedia tan innecesaria que vive la Iglesia Católica Romana. Totalmente innecesaria porque el Espíritu Santo ordena a que el obispo sea “marido de una sola mujer” (1 Timoteo 3:2). Y no solo que sea casado sino que tenga “hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía” (Tito 1:6). Además, “que gobierne bien su casa… (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?” (1 Timoteo 3:4-5). Y como si fuera poco, advirtió que el celibato obligado debería clasificarse entre “doctrinas de demonios”. “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios… prohibirán casarse…” (1 Timoteo 4:1-5).
-No teniendo esposa o hijos (se supone) el clérigo católico romano, no cuenta con una “casa” a que gobernar, y por lo tanto, no puede cumplir con los requisitos fijados por Dios, más sin embargo, pretende cuidar, moral y espiritualmente, de la iglesia de Dios. Cualquier entendimiento teórico o intelectual que tenga de matrimonio, hijos u hogar es eso mismo: “teórico”, meramente “intelectual”, y no práctico, no real, no de experiencias vividas. Por ende, tal entendimiento no sirve de sustituto por lo verdadero, pese a porfías contrarias. Así que, el clérigo católico, carente de cualificaciones indispensables, intenta cuidar a una iglesia cuyos líderes máximos autorizan e imponen al clero el celibato, en clara e incontrovertible violación de directrices divinas asentadas por el Espíritu Santo en las Sagradas Escrituras. ¿Qué se puede esperar de él? Pobre hombre castrado religiosamente por una jerarquía eclesiástica imperiosa que le impone el maldito celibato físico, no solo en contra de la naturaleza misma sino también de instrucciones muy específicas de Dios. Entonces, el clérigo, prohibido a casarse, pero no teniendo el don de continencia sexual, es tentado bárbaramente, pese a su “voto de celibato”, procurando satisfacer clandestinamente, aun mediante aberraciones sexuales detestables, su deseo sexual natural castrado por sus superiores.
-Naturalmente, “doctrinas de demonios” resultan en prácticas demoníacas, y esto mismo la Iglesia Católica Romana, desde el Papa hasta los feligreses más humildes, está sufriendo en carne viva. ¡Por su propia culpa! Pues, ¿quién la mandó a instaurar el celibato como requisito para sus líderes? De cierto, no fue Dios. Tampoco el Espíritu Santo. La culpa de semejante crimen espiritual, el que resulta ser también crimen social, aun legal en muchos casos, la tienen concilios y gobiernos eclesiásticos que se arrogan la autoridad de cambiar la ley de Dios, pero que no fueron constituidos por Dios, pese a que aseguren lo contrario. A propósito, querido lector católico romano, la actual avalancha de pecados sexuales cometidos por su clero, la que está sacudiendo a su iglesia mundialmente, no exceptuándose el “Santo Sede del Vaticano”, no es un fenómeno aislado, ya que la historia verídica –no la reescrita sino la verdadera- de su religión evidencia que este mal ha sido muy común en su iglesia a través de los siglos, a veces aún peor que en el día de hoy. Por ejemplo, ¿tiene usted conocimiento del “Reinado de las rameras” que comenzó en el año 867 d. C. y terminó en el 1049 –casi dos siglos- etapa, identificada por los propios historiadores católicos, cuando papas se casaban o vivían en adulterio [www.editoriallapaz.org/apocalipsis_8_ciudad_historia2.htm], y decenas de miles de rameras en Roma satisfacían a sus clientes religiosos, y no solo eso sino que también influían en determinaciones de la jerarquía católica romana? Ignorancia crasa de su historia es un gran mal que aflige a la inmensa mayoría de los católicos en el mundo del presente. Ignorancia de la historia unida a ignorancia de doctrinas fundamentales del Nuevo Testamento hacen una combinación verdaderamente letal para el alma. No se lo digo con ánimo de ofender sino porque se trata de una fuerte realidad peligrosa innegable. El seguidor de Cristo ha de informarse y educarse personalmente, no confiando ciegamente en lo que le digan religiosos.
-Así que, el Papa y el colegio de cardenales, segundados y adulados por veintenas de miles de hombres y mujeres célebes, marchan al frente de una iglesia cuya vestimenta está severamente arrugada y feamente manchada por incontables pecados sexuales. Una iglesia que desembolsa cientos de millones de dólares en defensa de gran número de prelados enjuiciados por crímenes sexuales. Y todo porque insiste tercamente en imponer el celibato a su clero. Exigencia humana. Mandato de hombres no inspirados. Anulación atrevida de leyes divinas explícitas. ¡Doctrina de demonios! Pues, si así lo quieren, ¡qué sufran las consecuencias! En esta vida, y en la próxima, conforme a indicaciones inconfundibles bíblicas, a menos que haya arrepentimiento genuino.
-Irónicamente, el apóstol Pedro, al que le dicen “el primer Papa”, era varón casado antes de Cristo fundar su verdadera iglesia [Tenía “suegra” –Mateo 8:14-17], y después del establecimiento de la iglesia durante el tiempo que ejercía sus ministerios. A ello testifica el apóstol Pablo, refiriéndose, en sus argumentos a favor del derecho de casarse todos los apóstoles, a la “mujer”, entiéndase esposa, que Cefas, es decir, Pedro, traía consigo (1 Corintios 9:5). Además, lo confirma el hecho de servir Pedro no solo como apóstol sino también como pastor de una congregación (1 Pedro 5:1-4). Siendo “pastor” sinónimo de “obispo” o “anciano”, Pedro debía ser “marido de una sola mujer” como cualificación necesaria para ejercer el obispado (1 Timoteo 3:1-7), y tener al menos un hijo creyente. De hecho, Pedro menciona a un hijo suyo creyente en 1 Pedro 5:13. Se llamaba “Marcos”. No solo los obispos sino también los diáconos debían ser “maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus hijos y sus casas” (1 Timoteo 3:12). Redondeando, el apóstol Pablo apunta, por el Espíritu: “…pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido” (1 Corintios 7:2), de modo alguno exceptuando obispos, diáconos y demás ministros del Señor. Así pues, estimados católicos, ustedes cuya iglesia está sangrando debido a fornicaciones y otros pecados sexuales a granel, si quieren eliminar la causa principal, ¡qué sus líderes se casen! ¡Qué sus líderes desechen los errores dogmáticos de la Edad Media y qué vuelvan a la sana doctrina del Siglo I! Dicen, orgullosamente, que son la iglesia más antigua del mundo, pero sus dogmas, tradiciones y prácticas datan de la Edad Media, vieja carga corrupta e insoportable que arrastran al presente, con las nefastas y mortíferas consecuencias que los tienen desacreditados y tambaleantes ante los ojos de un mundo no católico que los observa cada vez más atónitos, escépticos, aun mofándose de sus hipocresías y carnalidad.
-¡Oh!, claro, titulares de los medios noticiosos seculares resaltan lo de Benedicto y muchos millones están a la expectativa de la elección del próximo Papa, pero estos asuntos son de interés mayormente a católicos, no siendo católico romano más de seis partes de la población terráquea. He aquí una perspectiva realista. Además, medios controlados por católicos practicantes, aun por tibios, en posiciones de influencia y poder, dan una publicidad a estos eventos desproporcionalmente exagerada, al parecer de segmentos no católicos de la población. Escuchándola o leyéndola por encimita, el no católico pregunta: “¿Y qué? ¿Qué de importancia tiene todo el asunto para mí y la inmensa mayoría que no somos católicos?” Pues, no cree en el Papa. No sigue al Papa. Y si tiene conocimiento bíblico sobre la organización de la iglesia tal cual fundada por Jesucristo y los apóstoles, ¡sabe que el puesto de “Papa” ni siquiera debería existir! Acaso le diga “Papa” porque el máximo líder de la Iglesia Católica se identifica con referido título, pero sabe que Cristo dijo: “No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos” (Mateo 23:9).
-Así que, posiblemente, las convulsiones sexuales que están estremeciendo al catolicismo romano de actualidad hayan contribuido a que el Papa Benedicto XVI se quitaran los zapatos rojos, calzando ahora, en su rol de “Papa emérito”, zapatos pardos. Comoquiera que sea, estar en sus zapatos, bien que fueran hechos en México o cualquier otro país, sería ocupar, a nuestro entender, una posición espiritual demasiada precaria, exponiéndose, para decirlo claramente, a la ira de un Dios celoso por sus propios mandamientos. Tal es nuestra percepción, pues, al fin y al cabo, el máximo pontífice de la Iglesia Católica Romana es el que ha de cargar la responsabilidad principal por el celibato obligatorio, raíz de tanto sufrimiento en el mundo de los católicos y causa de gran desprestigio contra Jesucristo.
Katie Martin ama su fe católica, ama a su iglesia y siente “un amor grande por el Santo Padre”. Sus sentimientos tipifican los de cientos de millones de almas en este mundo revolcado que se identifican religiosamente como “católicos romanos”. No podemos menos que preguntar: ¿Cuán informada es aquella fe, objetiva, personal y no heredada, conocedora de doctrinas bíblicas y de la historia bíblica de la iglesia? El cristiano maduro, debidamente instruido en la “sana doctrina” (1 Timoteo 4:16; Tito 2:1), “la doctrina de Cristo” (Hebreos 6:1; 2 Juan 9-11), ama la Palabra de Dios revelada en la Biblia, ama a la iglesia establecida como entidad espiritual y no como reino religioso terrenal, secularizado y politizado; ama a Jesucristo, teniéndolo por única cabeza de la iglesia, y ama a Dios, el único que merece ser llamado “Santo Padre”. Estas son algunas de sus “Perspectivas diferentes”. Amado lector, encarecidamente, le suplicamos las considere seriamente.
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