Luís Alberto no encuentra a Dios, a pesar
de creer en él. Buscándolo en su propio
corazón, ¿se habrá equivocado
de lugar?
Luis pregunta: “¿Será que yo no nací para ser cristiano?”
Luis Alberto escribe…
“Hermano, estoy en busca de la presencia del Dios divino, pero a pesar que le he buscado no lo he podido encontrar. Estoy orando y reclamando esa promesa que está en su palabra que dice: ‘el que a mi viene no le echo fuera’. ¿Por qué será que él no se deja sentir en mi vida? Yo creo en un Dios poderoso capaz de dominar al mundo completo. Creo que él puede dejarse sentir en el corazón de los que le buscan, ¿Será que yo no nací para ser cristiano, o que a lo mejor él no quiere nada conmigo? Le suplico me ayude porque mis fuerzas humanas ya se me agotaron y no puedo seguir adelante. Estoy en una etapa de reposo. Espero su respuesta.” Luís Alberto
Respuestas
Estimado Sr. Luís Alberto:
Respetuosamente, le saludo, deseando para usted y los suyos muchas bendiciones tanto materiales como espirituales.
Le agradecemos el habernos tenido la confianza de presentarnos su dilema espiritual. Nuestro deseo sincero es brindarle, con la ayuda del Señor, enseñanzas bíblicas y consejos que aporten a su solución pronta y segura. Tenemos a bien traer a su atención las siguientes consideraciones.
Al estar predicando el apóstol Pablo a los eruditos de Atenas, les asegura que “Dios… no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos…” (Hechos 17:26-29). Dios no está “lejos” de usted. Es cuestión de buscarlo dónde él se encuentra.
Escribiendo el mismo apóstol a los romanos, dice lo siguiente:
“Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Romanos 1:20).
“Las cosas hechas” son la creación material visible.
El planeta Tierra, con toda su flora y fauna.
Los cielos alrededor del planeta, hasta lo más profundo del espacio, pues estos “cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmo 19:1).
Y sobre todo, el hombre y la mujer, creados a imagen y semejanza de Dios mismo.
¿Ha buscado usted cuidadosa e inteligentemente los atributos de Dios en su creación física-material?
Nos enseña el Espíritu Santo que el “conocimiento de Dios” se obtiene por medio de asiduamente el Nuevo Testamento. Así, se alcanza “el conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual” (Colosenses 1:9-11).
Bien que muchos rasgos del Dios Creador se revelen a través de la creación física-material, la realidad es que él se da a conocer plenamente a través de su Palabra inspirada.
¿Tiene usted la costumbre de procurar el “conocimiento de Dios”, leyendo la Biblia? Particularmente el Nuevo Testamento, pues este es el Pacto divino para la humanidad que vive esta Era Cristiana.
Si se me permite expresar mi apreciación de su situación, pensaría este servidor que usted no encuentra al verdadero Dios, a pesar de creer en él, por estar buscándolo en lugares equivocados. Acaso en el sentimentalismo religioso o en las emociones del corazón.
Me apoyo en algunas expresiones suyas, por ejemplo, escribe usted: “...no se deja sentir en mi vida” y “...creo que el puede dejarse sentir en el corazón de los que le buscan”.
Amado amigo, a mi humilde entender, “sentir” a Dios NO sería la forma más adecuada para encontrarlo. Recalco: lo encontramos, principalmente, en su Palabra, en su Revelación. Podemos comenzar a conocerlo contemplando su creación física-material, pero todos sus ATRIBUTOS y toda su VOLUNTAD los hallamos en el Nuevo Testamento.
Aprendiendo “su buena voluntad… agradable y perfecta” (Romanos 12:2), debemos acatarla lo más pronto posible, obedeciendo “de corazón a aquella forma de doctrina” (Romanos 6:17), que él reveló a plenitud por el Espíritu Santo a los apóstoles (Juan 16:13).
“El que creyere y fuere bautizado, será salvo”, proclama Cristo. ¿Ha sido usted bautizado bíblicamente? Es decir, por inmersión, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, “para perdón de los pecados” (Mateo 28:18-20; Hechos 2:38).
Es preciso andar estos pasos para recibir “el don del Espíritu Santo” y ser añadido a la iglesia que Cristo compró a precio de su propia sangre (Hechos 2:38-47; Hechos 20:28).
Una vez confiese usted el nombre de Cristo y se bautice conforme a las enseñanzas bíblicas, se supone que sienta el gozo de salvación, de la manera que lo experimentó el tesorero del reino de los etíopes cuando el evangelista Felipe lo bautizó.
“Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino” (Hechos 8:35-39).
Querido Sr. Luís Alberto, al imitar usted el ejemplo de aquel etíope, llenarse de la verdad de Dios y adquirir los atributos de él, seguramente sentirá usted, entonces, su poder verdadero en su vida y la verdadera alegría de la salvación.
“Regocijaos en el Señor siempre” (Filipenses 4:4). Estos sentimientos genuinos resultan de una conversión genuina, efectuada conforme a la “sana doctrina” (1 Timoteo 4:16), la “doctrina de Cristo” (Hebreos 6:1), y con toda sinceridad.
Dios no se encuentra en el corazón inconverso. O sea, no mora en el corazón de la persona que no haya obedecido al evangelio de salvación. Usted tendrá a Dios en su corazón, como también a Cristo y al Espíritu Santo, tan pronto guarde usted los “mandamientos” de Cristo. Conforme la afirmación llana, autoritativa y llena de esperanza que hace él al decir:
“El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Juan 14:23).
Todo ser humano es potencialmente “alma de salvación”. Usted nació para ser “imagen de Dios”. “Dios dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen, y a nuestra semejanza. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó” (Génesis 1:26-27). Usted, tal cual todo ser humano, deja de ser “imagen de Dios” al pecar. Recupera la “imagen”, obedeciendo al evangelio de Cristo.
¿Qué no naciera usted para ser cristiano? ¡Totalmente incorrecto!
Usted debe ser cristiano.
Dios no hace acepción de personas. “El quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4). ¿Se da cuenta usted? ¡Usted figura entre “todos los hombres”! ¡Qué maravilla! Pues, usted también puede ser salvo, llegando al “conocimiento de la verdad”.
Dios, Cristo y el Espíritu Santo han hecho, cada uno, su parte.
Ahora le corresponde a usted actuar. Creer, arrepentirse y bautizarse “para perdón de los pecados”. Le animamos a procurar encontrar a un ministro del Nuevo Testamento que le ayude a tomar estos pasos. No a cualquier ministro, sino a un ministro competente de la nueva “ley de Cristo” que le bautice bíblicamente y que le ayude a ubicarse en una congregación de creyentes que esté siguiendo fielmente las “buenas enseñanzas” de Cristo.
De nuestra parte, estamos en las mejores disposiciones de ayudarle a ponerse en contacto con tal buen ministro de Jesucristo.
Para servirle en el amor del Señor,
Homero Shapppley de Álamo
Enseñanzas fundamentales del evangelio de Cristo, el poder de Dios para salvación.
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