Comentario sobre Apocalipsis: análisis de las profecías y visiones. Por Homero S. de Álamo

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Hechos de Apóstoles. Por Lucas, médico amado. PDFs del Comentario completo por J. W. McGarvey. 290 páginas de texto y gráficas, tamaño carta.

 

 

Hechos de Apóstoles

Por Lucas, el médico amado

 

Muerte accidental y resurrección en Troas

Muerte accidental y resurrección en Troas

“Y un mancebo llamado Eutico que estaba sentado en la ventana, tomado
de un sueño profundo, como Pablo disputaba largamente, postrado
del sueño cayó del tercer piso abajo, y fue alzado muerto. Entonces
descendió Pablo y derribóse sobre él, y abrazándole, dijo:
No os alborotéis, que su alma está en él.”

 

Comentario por J. W. McGarvey, M. A.

Predicador y escritor de la Iglesia de Cristo

Adaptación del Prof. E. J. Westrup 

Parte Tercera

Giras de Pablo entre los gentiles

Hechos, los capítulos del 13 al 21.

Sección IV

Tercera gira de Pablo. Hechos 18:23 – 21:16.

PDF de este estudio

 

7.  Segunda visita de Pablo a Macedonia y Grecia.

Hechos 20:1-6

     Versículo 1. (1) “Y después que cesó el alboroto, llamando Pablo a los discípulos habiéndoles exhortado y abrazado, se despidió y partió para ir a Macedonia.” Así terminó la estancia larga de Pablo en Éfeso. La "puerta grande y eficaz" que se le había abierto hacia pocas semanas, se cerró repentinamente, y los "muchos adversarios", que, con el noble propósito de resistirlos, se resolvió a quedarse en Éfeso hasta el Pentecostés (1 Corintios 16:8,9), habían triunfado. Mucho había realizado en la ciudad y en la provincia, pero se había efectuado una tremenda reacción favorable a la secular idolatría, con amenaza de aplastar los frutos de sus prolongadas y arduas labores. Cuando los discípulos, a quienes había enseñado y amonestado con lágrimas, tanto en público como de casa en casa por espacio de tres años (Versículo 31), se reunieron por última vez en torno suyo, y él salía hacia la gran hornaza de la aflicción, ¿qué lengua podría narrar la amargura de esta despedida? Todo sombrío detrás de él, todo espantoso delante, al volver su rostro hacia la playa del mar Egeo donde antes lo habían recibido con azotes y cárcel. No podemos expresar lo que sintiera hasta llegar a Troas para embarcarse para Macedonia y donde esperaba a Tito con noticias de Corinto. En este punto una expresión suya revela su pena, reprimido el corazón. Escribe a los de Corinto: "Cuando vine a Troas para el evangelio de Cristo, aunque me fue abierta puerta por el Señor, no tuve reposo por no haber hallado a Tito mi hermano; así despidiéndome de ellos, partí para Macedonia" (2 Corintios 2:12,13). Lo hemos seguido por muchas escenas descorazonadoras, y todavía lo seguiremos por más, pero solo en esta ocasión lo hallamos tan cordialmente desalentado por no poder entrar por la puerta abierta para predicar el evangelio. Había esperado que el peso de la pena que le oprimía sobre sus fuerzas para soportarla, se alivianara con la benevolencia de Tito, y especialmente por alguna buena nueva de la iglesia de Corinto tan perturbada. Pero el dolor de la desilusión agregó la última gota de amargura que le trituraba, y echó adelante, cegado por las lágrimas, en la dirección de donde Tito venía. Corazón tan fuerte para soportar, una vez oprimido así no pudo prontamente recobrar la alegría de antes. Aun después de interponerse el mar entre él y Éfeso, y hallándose de nuevo con los amados discípulos en Filipos, se vio obligado a confesar: "Aun cuando venimos a Macedonia, ningún reposo tuvo nuestra carne; antes en todo fuimos atribulados; de fuera, cuestiones; de dentro temores" (2 Corintios 7:5).

     Finalmente el tan esperado Tito lo encontró con buenas nuevas de Corinto, y así el Señor, que nunca se olvidaba de sus siervos en aflicción, trajo alivio al recargado corazón de Pablo, que pudo cambiar de tono su segunda epístola a los de Corinto y decirles: "Mas Dios, que consuela a los humildes, nos consoló con la venida de Tito; y no solo con su venida, sino también con la consolación con que él fue consolado acerca de vosotros, haciéndonos saber vuestro lloro, vuestro celo por mí, para que así me gozase más" (2 Corintios 6:7). Y esto nos muestra que no fue por causa de él, sino por amor a sus hijos en el evangelio, que había estado tan afligido. Tito le dijo de los buenos efectos de su epístola anterior; que la mayoría de los de la iglesia se habían arrepentido de sus malas prácticas, que habían echado fuera al incestuoso (2 Corintios 2:5-11); y que estaban preparando su contribución para los santos pobres de Judea (2 Corintios 9:1,2). Pero no todas las noticias eran alentadoras. También le notificó que Pablo tenía algunos enemigos personales en la iglesia, que estaban trabajando por arruinar y romper su autoridad apostólica (2 Corintios 10:1; 11:13-15). Con el propósito de contrarrestar las maquinaciones de estos ministros de Satanás, alentar a los hermanos fieles en su celo renovado, y presentar a todos las muchas reflexiones conmovedoras que sus sufrimientos le sugerían, les dirigió otra epístola, llevada por mano de Tito y otros dos hermanos cuyos nombres no constan (2 Corintios 3:16-20). Que tenemos razón en lo de la fecha de esta epístola se prueba fácilmente, pues Pablo primero se refiere en la epístola a su llegada reciente a Macedonia. Segundo, escribió de Macedonia cuando se preparaba para salir a la región de Corinto (2 Corintios 9:3,4; 12:14; 13:1), lo que no había hecho antes que esto, sino solo cuando aún no había iglesia en Corinto, y después no lo volvió a hacer. El tiempo fue el verano del año 56, habiendo escrito la primera epístola desde Éfeso la primavera anterior.

     Versículos 2 y 3. Las labores del apóstol en esta visita a Macedonia y Grecia se suman en esta breve declaración. (2) “Y andado que hubo aquellas partes, y exhortándoles con abundancia de palabra, vino a Grecia. (3) Y después de haber estado allí tres meses y habiendo de navegar a Siria, le fueron puestas asechanzas por los judíos; y así tomó consejo de volverse por Macedonia.” Varios sucesos de gran importancia tuvieron lugar en el intervalo tan rápidamente transcurrido, cuyo conocimiento se puede sacar de las cartas de Pablo.

     Recordamos la promesa de Pablo a Pedro, Jacobo y Juan, de que mientras trabajara entre los gentiles, se acordaría de los pobres en Judea (GáIatas 2:6-10). De acuerdo con este convenio hallamos que Pablo ahora instaba que se hiciera una colecta general en las iglesias de Macedonia y Acaya, como se había hecho en Galacia, para este objeto (1 Corintios 16:1,2; 2 Corintios 8:1-15). Por consideraciones de prudencia, que tan frecuentemente lo inclinaban a trabajar sin remuneración, declinó llevar consigo el regalo, aunque las iglesias en Macedonia le rogaron que así lo hiciera (2 Corintios 8:4). Al principio, por cierto, no tenía plena intención de ir a Jerusalén en conexión con el encargo, sino que decía a las iglesias: "Los que aprobaréis por carta, a éstos enviaré que lleven vuestro beneficio a Jerusalén. Y si fuere digno el negocio de que yo también vaya, irán conmigo" (1 Corintios 16:3,4). Sin embargo, la importancia de la misión aumentó al pasar el tiempo, así se resolvió a ir él mismo; y la empresa asumió un interés sumamente absorbente.

     La circunstancia que condujo a este cambio de propósitos fue la creciente animadversión entre judíos y gentiles dentro de la iglesia. Ya hemos visto que el decreto de los apóstoles dio gran consuelo a la iglesia en Antioquía, donde se originó la controversia, y en todas partes a donde se llevó hizo bien (Hechos 15:31; 16:4,5); pero otros maestros judaizantes renovaron la controversia y desconocían el decreto. Persistieron en sus esfuerzos cismáticos hasta crearse un desafecto entre los dos sectores de la iglesia. Por influencia de ellos las iglesias en Galacia se habían separado de Pablo, por quien en antes se hubieran sacado los ojos, y rápidamente fueron llevados a la servidumbre de la ley (GáIatas 1:6; 4:15-20). La iglesia en Roma, en el extremo poniente del territorio evangelizado, también se perturbó por la controversia, insistiendo los judíos en que la justificación era por las obras de la ley, y que en la iglesia se había de perpetuar la distinción de carnes y de días de fiesta (Romanos 3; 4; 5:14-16). Tal estado de cosas llenaba a Pablo de ansiedad indecible y mientras el peligro fue inminente, redobló todas sus energías en la tarea de esquivarlo.

      Ocupado ya en la colecta general entre las iglesias de gentiles para los pobres de Judea, y conociendo que el cariño tiende a recobrar el afecto ya enajenado, se entregó asiduamente a esta consideración adicional, según vemos en la siguiente excitativa que hizo a los corintios. "Porque la suministración de este servicio, no solamente suple lo que a los santos falta, sino también abunda en muchas acciones de gracias a Dios; que por la experiencia de esta suministración glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por la bondad de contribuir para ellos y para todos; asimismo por la oración de ellos a favor nuestro, los cuales os quieren a causa de la inminente gracia de Dios en vosotros" (2 Corintios 9:12-14). Tan grande era esta confianza en los buenos resultados de la empresa que aquí habla como si ya fueran un hecho —como si los judíos ya estuvieran ofreciendo gracias y plegarias por los gentiles en consideración por su bondad.

     Así sentía Pablo cuando estimulaba la liberalidad de sus hermanos, pero cuando las colectas ya se hubieran hecho todas, e iba a salir de Corinto para Jerusalén con el dinero, comenzó a temer que los judíos de Palestina no aceptaran la dádiva, y que por su repulsa se abriera aún más la escisión que él trataba de cerrar. Esto sabemos por la casi dolorosa ansiedad con que procuró que los hermanos en Roma rogaran por él que pudiera eludir esta calamidad. Dice: "Ruégoos, empero, hermanos, por el Señor nuestro Jesucristo, y por la caridad del Espíritu, que me ayudéis con oraciones por mí, a Dios, que sea librado de los rebeldes que están en Judea, y que la ofrenda de mi servicio a los santos en Jerusalén sea aceptada; para que con gozo llegue a vosotros por la voluntad de Dios, y que sea recreado juntamente con vosotros" (Romanos 15:30-32). Si pedía con instancia las oraciones de la lejana iglesia en Roma, ¿cuánto debe haber solicitado las de esas iglesias en Acaya y Macedonia, que participaron de inmediato en la empresa? Tenemos aquí el espectáculo de un hombre visto con sospecha, si no con animadversión positiva por gran número de los que eran sus hermanos, diera motivo a retirarla del todo los dadores— y pidiendo luego a los donantes que se le unieran en plegaria persistente que no la rechazaran. No puede hallarse en la historia humana ejemplo más noble de beneficencia desinteresada. Proseguir con la empresa, como ya lo veremos, correspondía a la magnanimidad de sus principios. Mas antes de entrar en más consideraciones, hay que anotar brevemente ciertos hechos conexos.

     Para el mismo propósito noble que impulsaba la gran colecta, Pablo escribió durante sus tres meses en Corinto sus epístolas a los Gálatas y a los Romanos. Hemos asumido ya esa fecha al referirnos a documentos contemporáneos. La evidencia más concluyente para darles esa fecha puede expresarse así: en la epístola a Romanos expresamente dice Pablo que va a partir a Jerusalén con cierta contribución hecha por las iglesias de Macedonia y Acaya (Hechos 16:23; comparar con 1 Corintios 1:14); y Febe, del puerto corintio de Cencrea, era portadora de la epístola (1 Corintios 16:1). La de los Gálatas contiene una alusión a la primera visita de Pablo a Galacia, en la que da a entender que les había hecho una segunda visita. Palabras suyas: "Vosotros sabéis que por flaqueza de la carne os anuncié el evangelio al principio" (Gálatas 4:13). Esto escribió tras una segunda visita y prueba que no fue mucho después de esa visita. Dice: "Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis traspasado del que os llamó a la gracia de Cristo, a otro evangelio" (GáIatas 1:6). En Corinto ya, habíase ausentado de Galacia solo poco más de tres años, y este tiempo fue muy breve para tan grande revolución de sentimientos y de fe que tuvo lugar en esas iglesias. Finalmente, la estrecha correspondencia en asuntos entre esta epístola y la de Romanos, dedicadas ambas a presentar la doctrina de justificación por la fe en oposición al plan de salvación por obras de la ley que propagaban los judaizantes, indica que ambas fueron escritas bajo la misma condición de los asuntos, esto es, por el mismo tiempo. Como en Romanos habla Pablo de su inminente partida a Jerusalén, es probable que la de Gálatas la haya escrito poco tiempo antes. En ambas contendía con argumento y autoridad contra la enseñanza destructora de los judaizantes, al mismo tiempo que, con acto noble de abnegación, trataba de ganarles su buena voluntad para sí y para los gentiles cuya causa él habla abrazado.

     Habiendo remitido estas dos epístolas y allegado en torno suyo a los mensajeros de las varias iglesias, el apóstol iba a partir a Siria por agua, derrotero más rápido, cuando supo, como el texto ya citado lo dice, que un complot se formó contra él por los judíos, lo que le indujo a cambiar su ruta. Tal complot consistió quizá en dar el aviso a fascinerosos que asecharan al grupo en la sierra entre Corinto y Cencrea, para robarles el dinero que llevaban a Jerusalén. Con el cambio de ruta, pudieron evitar el camino de Cencrea y burlar a los bandidos. Se hizo necesario un viaje mucho más largo, pero llevó a Pablo una vez más por el camino de iglesias que de otro modo no habría vuelto a visitar.

     Versículos 4 y 5. (4) “Y le acompañaron hasta Asia Sopáter Bereense y los tesalonicenses Aristarco y Segundo; y Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo. (5) Estos yendo delante, nos esperaron en Troas.” Estos siete hermanos fueron los mensajeros escogidos por las iglesias, según direcciones de Pablo (1 Corintios 16:3), para llevar sus contribuciones a Jerusalén. Sin bancos ni papel mo­neda, el dinero sería llevado en plata en las personas de los mensa­jeros, y era importante que nadie llevara carga que señalara tal hecho a los ladrones de ojo avizor. Sopáter (abreviado de Sosipáter) era pariente de Pablo, uno de sus convertidos en Berea, y que unió su salutación a la del apóstol para la iglesia en Roma (Romanos 16:21). Aristarco era sin duda el mismo macedonio que la chusma en Éfeso arrebató (Hechos 19:29), pero escapó y llegó a casa en Tesalónica. Segundo quizá se llamara así por ser el segundo hijo de su padre; Tercio y Cuarto por ser tercero y cuarto (Romanos 16:22-23). Como los tres todos habían estado en Corinto con Pablo, no es improbable que fueran hermanos. Gayo de Derbe no fue por supuesto el Gayo macedonio que sufrió con Aristarco en el tumulto de los plateros. Su presencia aquí tan al poniente de su domicilio, induce a creer que haya seguido a Pablo por el interés de ver su trabajo. Tíquico ("afortunado") y Trófimo ("hijastro") son nombres nuevos entre los compañeros de Pablo. Como eran de Asia, sin duda se habían vuelto al Señor durante la predicación de Pablo en Éfeso, y lo habían seguido a Grecia. Una vez más introduce Lucas al "nos" aquí, lo que denota que también él se unió al grupo desde Filipos. Fue en el mismo lugar en el primer viaje allí que dejó de usar el pronombre, y se presume que Lucas se haya quedado en Filipos desde la partida de allí de Pablo y Silas, hacía como cinco o seis años. Durante este tiempo que se omite del relato, muchas partes de éste son precipitadas y con mucha elipsis, pero en lo futuro lo hallaremos más circunstancial.

     Versículo 6. Si único objeto de Pablo en pasar por Macedonia era llegar sin riesgo a Asia, no habría tenido ocasión de llegar a Filipos, que se hallaba al menos un día de camino fuera de la ruta; pero en el versículo siguiente lo hallamos en esta ciudad y que sale para Troas. (6) “Y nosotros, pasados los días de los panes sin levadura, navegamos de Filipos y vinimos a ellos a Troas en cinco días, donde estuvimos siete días.” Los otros hermanos, al adelantarse hasta Troas, probablemente zarparon de Tesalónica, o de Neápolis, sin desviarse hasta Filipos. El hecho de que la travesía de Filipos a Troas ocupara cinco días, cuando en ocasión previa la hiciera a la reversa en dos (Hechos 16:11,12) sugiere vientos adversos.

     Cuando Pablo estuvo antes en Troas, una puerta eficaz le abría el Señor, pero pasó sin entrar por ella (2 Corintios 2:12). Ahora por fin se hizo algo de la obra que entonces se descuidó, pues siete hermanos le precedieron con más de cinco días, y toda la compañía se quedó allí siete días más. Nueve hombres de esta clase pudieron efectuar mucho en una población como ésta en el transcurso de dos semanas.

8.  Reunión el día del Señor en Troas.

Hechos 20:7-12

     Versículo 7. La estancia de siete días en Troas terminó el día del Señor. (7) “Y el día primero de la semana, juntos los discípulos a partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de partir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la media noche.” Este trozo muestra que el primer día de la semana era cuando los discípulos rompían el pan, y también que el propósito primordial de la reunión ese día era observar esta ordenanza. La predicación de Pablo en esa ocasión fue accidental. Al instituirse originalmente la cena del Señor, nada se dijo de la frecuencia con que se habría de observar. Las palabras del Señor fueron: "Haced esto todas las veces que bebiereis, en memoria de mí" (1 Corintios 11:25). Si nada más se hubiera dicho, cada congregación juzgaría de por sí la frecuencia de observarla. Pero después fueron los apóstoles guiados por el Espíritu Santo en esto, como lo fueron en otros asuntos que el Señor dejó indefinidos en su enseñanza personal, y nos guiamos por el ejemplo de ellosPoco se dice sobre el tema, pero ese poco es decisivo en favor de la observancia semanal de esta ordenanza. Aquí se la representa como proporcionando el propósito principal de la reunión el día del Señor, y lo mismo aparece en la reprensión que les administra a los corintios: "Cuando pues os juntáis en uno, esto no es comer la cena del Señor; porque cada uno toma antes para comer su propia cena" (1 Corintios 11:20-21). Siendo tal el propósito de la reunión el día del Señor, con la certidumbre con que se reunían cada día del Señor, partían el pan en ese día. Por ligera que sea tal evidencia, al tomarse en conexión con la práctica que para el Siglo II fue universal, y por largo período después, es prueba suficiente para ganarse el convenio universal entre los sabios bíblicos de que tal fuera la costumbre apostólica, y como el ejemplo de los apóstoles obrando a impulsos del Espíritu Santo muestra evidente la voluntad del Señor, la misma debiera ser nuestra costumbre, y todas las excusas que nuestro ingenio fragüe para rechazar esa costumbre son inválidas. Esta ordenanza es lo que más nos acerca a los sufrimientos de nuestro Redentor; y si conmemoramos semanalmente el hecho de que se levantó de nuevo para nuestra justificación, ¿por qué no habríamos de conmemorar con la misma frecuencia el otro hecho de que murió por nuestros pecados?

     La prolongación extrema del discurso de Pablo en esta ocasión se explica al observar que había "de partir al día siguiente"; y luego se nos informa que no esperaba ver más a estos discípulos (Versículo 38). De allí su deseo de darles toda la instrucción y amonestación que se pudiera mientras estaba con ellos.

     Versículos 8 – 10. El largo y solemne discurso fue interrumpido a media noche por un incidente que produjo gran alarma y confusión en el auditorio. (8) “Y había muchas lámparas en el aposento alto donde estaban juntos. (9) Y un mancebo llamado Eutico que estaba sentado en la ventana, tomado de un sueño profundo, como Pablo disputaba largamente, postrado del sueño cayó del tercer piso abajo, y fue alzado muerto. (10) Entonces descendió Pablo y derribóse sobre él, y abrazándole, dijo: No os alborotéis, que su alma está en él.” Muestra este pasaje que la reunión se tuvo en la noche y en el tercer piso de la casa. Ese tercer piso sugiere menos renta, y también precaución para evitar la interrupción del culto por la turba pagana de la calle. Si entre los miembros había esclavos, la reunión nocturna era la única a la que podían concurrir, y esa hora puede haberse escogido por acomodarse a ellos. Es probable que, por la presencia de Pablo en el aposento, hubiera mucha gente, y Eutico hubiese tomado asiento a la ventana para dar lugar a persona de más edad; y que siendo trabajador sin la costumbre de perder el sueño, aunque tuviera mucho interés, le haya sido imposible tenerse despierto. Dormirse en un sermón no siempre es pecado. Eutico murió para cuando lo levantaron, pero al abrazarlo Pablo, la vida le volvió y ese abrazo fue para volverlo a la vida ya extinguida por la caída. Fue un caso de resurrección como el de la hija de Jairo (Lucas 8:49-55).

     Versículo 11. La alarma que la caída de Eutico motivó, la asombrosa exhibición de poder divino para restaurarlo y la quietud de la media noche cuando ocurrió, solo podían añadir a la solemnidad que ya dominaba a la asamblea. No podían los concurrentes pensar en dormir y la reunión se prolongó aún. Retornaron al aposento alto, donde estaban todavía las luces, y donde yacían los elementos de la cena del Señor aun no distribuida. A pesar de la longitud y seriedad de la plática, Pablo no estaba exhausto. (11) “Después subiendo, y partiendo el pan, y gustando, habló largamente hasta el alba, y así partió.” Así se empleó la noche entera en discurso y conversación de religión, interrumpidos a media noche por una defunción y la resurrección, y a esto siguió la conmemoración de la muerte del Señor que nos trae esperanza de una resurrección mucho mejor. Al romper el día, terminó la reunión con uno de aquellos adioses de que tan frecuente mención se hace entre creyentes, en los que el dolor de la separación y la esperanza de reunirse de nuevo para ya no separarse más luchan por el predominio en medio de lágrimas. Noche inolvidable para los presentes fue, y en la eternidad será tema de mucha conversación.

     Cuestión de algún interés será si esta partida ocurrió el domingo o el lunes por la mañana. Los hermanos se reunieron en la primera parte de la noche, pero para ellos ya era el primer día de la semana. No existe evidencia ninguna de que judíos y gentiles hubieran adoptado ya la costumbre de contar las horas del día desde la medianoche; en consecuencia hay que suponer que la noche en cuestión era la que pertenecía al domingo como entonces se contaba, y según el estilo de hoy, el sábado por la noche. Fue la noche que siguió al sábado judaico, y el incidente muestra que los de Troas por hábito se reunían esa noche para partir el pan. Cualquier hora después de ponerse el sol en esa noche sería domingo según sus cuentas, y después de media noche, hora en que partieron el pan esa vez, era domingo como nosotros lo contamos.

     Versículo 12. Volviendo al caso de Eutico, Lucas observa luego: (12) “Y llevaron al mozo vivo, y fueron consulados no poco.” Esto significa que se lo llevaron del lugar de la reunión. Lo hicieron en la mañana después de la separación de Pablo y sus acompañantes, entre cuatro y cinco horas después de la caída de la ventana. Habiendo creído que iban a llevarlo muerto, y que se les haría cargo quizá de su defunción, fue muy buen consuelo que pudieran ahora llevarlo con un relato que sería de beneplácito para amigos y vecinos.

 

Proceder al comentario sobre Hechos 20:13-38 y Hechos 21:1-16 .

 


 

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