Tesoro inigualable de la pura verdad divina que conduce a la vida eterna en el nuevo mundo venidero

En tiempos antiguos, una medida para salvaguardar documentos valiosos fue la de depositarlos en jarrones sellados, colocándose estos en cuevas u otros lugares tenidos por comparativamente seguros.
En esta composición fotográfica compuesta, un jarrón de arcilla, con un documento valioso dentro, está colocado en una vitrina como de museo, y la vitrina dentro de una cueva, viéndose a través de la entrada de la cueva el desierto donde se hallaron los rollos del Mar Muerto, y en el trasfondo una parte del Mar Muerto.

Saliendo de la Antigua Cueva Religiosa

Estimado visitante a esta Página de Internet, para comenzar permítame hacerle una pregunta probablemente atrevida y quizás inquietante: ¿Acaso sus familiares o maestros religiosos criaran a usted en un lugar que identificamos como la “Antigua Cueva Religiosa”? "Cueva" esta, adornada con pinturas y objetos relacionados con lo espiritual, cultural y familiar, alumbrada por las velas de antiguas tradiciones y antorchas de creencias ardientes. Allí, en la "Cueva" de crianza religiosa, sin duda todo parecería tan normal, conocido, sencillo, como lo era, alegadamente, para la familia cavernaria de la Edad de Piedra: vida simple, existir casi sin pensar o razonar, no cuestionar, fe supersticiosa, culto ritual, seguir ciegamente al sacerdote espiritista, al brujo, al “doctor” del ocultismo. ¡Muy cómodo! ¡Muy confortante! Tal vez. Pero, irreal y engañoso, pues otra realidad es la que se encuentra fuera de la Antigua Cueva. Entonces, osamos hacer otro planteamiento a lo mejor igualmente inquietante: ¿No es hora de salir de aquella Cueva y confrontar realidades? Realidades intelectuales y espirituales. Buscarlas con afán, conocerlas, responder con madurez a ellas. Conforme a nuestra experiencia, la aventura de ir en busca de estas grandes Realidades, de procurar encontrar el “Tesoro inigualable de la pura verdad divina que conduce a la vida eterna en el nuevo mundo venidero”, es sumamente excitante. ¿Por qué privarse de tan emocionante vivencia, escondiéndose siempre en aquella Antigua Cueva Religiosa? Mejor para la mente y el espíritu, y más sabio por mucho, armarse de valor, tomando las riendas de su vida en sus propias manos, que renegarse ante las grandes decisiones correspondientes a cada ser humano normal, las que determinan el destino eterno del alma. Así pensamos, y de ahí nuestra recomendación de salir y buscar.

La gran aventura de ir en busca del "Tesoro inigualable de la pura verdad divina"

   Este servidor ha perseguido por largos años referido “Tesoro”, confiado de haberlo encontrado. ¿Me permite enseñárselo? Si no le convence, no vuelva usted a la Antigua Cueva Religiosa, se lo suplico, sino siga buscando. Pues, bien, el “Tesoro” que quisiera enseñarle no lo encontré en los campos protestantes, evangélicos o pentecostales. Tampoco en los territorios espirituales de los espiritistas, testigos de Jehová, carismáticos, masones, humanistas, trascendentalistas, gurús o ateos. Lo busqué en los tiempos y en las regiones espirituales que predatan al catolicismo, pentecostalismo y protestantismo, y ¡LO ENCONTRÉ! Sí, encontré el verdadero y único depósito de verdad divina. ¿Dónde? Lo encontré en el cristianismo más primitivo, el más antiguo, que PREDATA al catolicismo y los demás "ismos" de la Era Cristiana. ¡Qué gran descubrimiento! ¡Qué gran hallazgo! ¿Qué? ¿Creía usted que el catolicismo fuera lo más antiguo del cristianismo? Pues, de acuerdo con mis hallazgos, ¡no lo es! Juzgue usted. ¿Se atreve a echar un vistazo?

Rasgos inconfundibles del gran “Tesoro”

Acompáñeme, por favor, dejando, se lo ruego, en la Antigua Cueva Religiosa el bagaje de creencias y ritos tradicionalistas. Venga a observar al cristianismo en su estado original, de pureza prístina, antes de que los religiosos lo tocaran. Su esencia es espiritual, y no material o secular. Pulsa y vibra y brilla con luz celestial. Su "altar" es espiritual (Hebreos 12:10). Un nuevo “real sacerdocio... sacerdocio santo”, compuesto de todo cristiano fiel, ofrece “sacrificios espirituales” (1 Pedro 2:4-9). Sus cánticos son "espirituales" (Efesios 5:19). Sus obras son espirituales (Hebreos 13:15-16). Su culto es “en espíritu y en verdad” (Juan 4:24). La iglesia misma se describe como “casa espiritual” (1 Pedro 2:4-9). Es de tan elevada espiritualidad que su Fundador dijo: “Mi reino no es  de este mundo... mi reino no es de aquí” (Juan 18:36). Asi que, la espiritualidad resplandece como uno de los rasgos inconfundibles del gran "Tesoro" que deseo enseñarle y compartir con usted.

Le pregunto, amado que me acompaña: ¿conoce usted la crónica más antigua del cristianismo? El Nuevo Testamento sellado por la sangre de Jesucristo, siendo el Señor su mediador, es, precisamente, la crónica más antigua. ¿Lo ha leído usted? ¿Con entendimiento? Al leerlo inteligentemente, con la misma atención, o más todavía, con la que leería otros documentos de vital importancia, prontamente comprenderá que Cristo, sus apóstoles y los obispos de las congregaciones más primitivas no funcionaban como grandes prelados, señores del mundo, gobernadores o administradores de un reino más material y político que espiritual. No hacían alianzas con gobiernos seculares, ni permitían que los gobernantes del mundo se interpusieran, alterando su fe y práctica. No intercambiaban embajadores con los gobiernos seculares-políticos, pues no se rebajaban a nivel de reino material-mundano. Tampoco se asignaban títulos, puestos, vestuarios o estipendios cuantiosos como los que tienen los reyes, presidentes, gobernadores y demás oficiales de organismos seculares-políticos. Esto es lo que significa "Mi reino no es de este mundo... mi reino no es de aquí", y esta es parte del "Tesoro" único que usted está escudriñando tal vez por primera vez en su vida. Y en este momento se me viene a la mente un proverbio que tengo a bien citar para nuestro mutuo beneficio: "Si clamares a la inteligencia, y a la prudencia dieres su voz; si como a la plata la buscares, y la escudriñares como a tesoros, entonces entenderás el temor de Jehová, y hallarás el conocimiento de Dios" (Proverbios 2:3-5). Efectivamente, estamos escudriñando el gran "Tesoro de la pura verdad de Dios", deseando hallar "el conocimiento de Dios" en su estado prístino. Espero que comparta usted mi sentir y propósito.

Dos rollos encima de un manuscripto antiguo representan los documentos inspirados que componen el Nuevo Testamento.

Dos rollos encima de un manuscrito antiguo representan los documentos inspirados que componen el Nuevo Testamento sellado con la sangre de Jesucristo. El gran Tesoro de enseñanzas divinas halladas en el Nuevo Testamento predata dogmas del catolicisomo, como también, muchas doctrinas y prácticas del protestantismo y pentecostalismo.

 

¿En qué consiste el valor superior del “Tesoro” de aquel cristianismo que predata al protestantismo, pentecostalismo y catolicismo romano? Pues bien, amado, en que fue una religión puramente espiritual que retaba a todo ser humano (1) a subir al nivel espiritual más alto, (2) sojuzgando la carne al espíritu, (3) transformándose en nueva criatura, en alma de Dios, (4) superando los destructivos prejuicios políticos, sociales y raciales, (5) venciendo lo material y lo sensual, (6) para acercarse a lo divino. Consiste en que fue una religión sumamente equitativa, donde todos los seguidores de Cristo son “hermanos”, siendo el más grande el que más y mejor sirve a los demás. Una religión que no toleraba en su seno jerarquías eclesiásticas, con todos sus rangos, títulos, elementos competitivos, intrigas, pomposidades y celos, sino que instaba al hombre a la verdadera humildad, a estimar a los demás como superiores a sí mismo, a no querer enseñorearse de nadie. Una religión estrictamente dedicada a los asuntos propios de la religión verdadera, es decir, a misiones y obras espirituales, y no a la formación o la manipulación de poderes y causas políticas, de negocios mundanos, de empresas capitalistas. Querido amgio, ¿será necesario descubrir para usted, con lujo de detalle, la infinidad de vínculos políticos y económicos que la Iglesia Católica Romana, que la Santa Sede, que los cardenales, arzobispos, obispos y demás oficiales, han forjado con las naciones y empresas del mundo? ¿Con las potencias políticas y económicas? A consecuencia de este matrimonio adulterino entre lo religioso y lo secular, la “santa madre iglesia” no es tan “santa” nada sino manchada de pies a cabeza. Sin duda, el cristianismo que predata al catolicismo romano es infinitamente superior. Es un gran diamante multifacético, cortado y pulido por el propio Dios, que brilla con celestial esplendor fulgente, un verdadero tesoro. En cambio, ¿qué es el catolicismo romano? ¿No será, en comparación, una mera amalgama de metales inferiores forjada en los laboratorios de alquimistas religiosos medievales? Qué mi comparanza no le ofenda; solo intento realzar el valor superior del "Tesoro especial" que le estoy enseñando.  

Le invito a examinar más de cerca el “Tesoro espiritual” que este servidor ha encontrado. Aquel cristianismo primitivo, más antiguo que el catolicismo, fue establecido como organización espiritual sin fines pecuniarios. Según los documentos originales -me refiero al Nuevo Testamento- todas sus obras evangelísticas y benévolas se hicieron mediante generosas ofrendas voluntarias, dadas cada domingo, según prosperara cada miembro. No se cobraban misas u otros sacramentos, ni se vendían objetos religiosos tales como crucifijos, rosarios, velas, santos, reliquias, etcétera. En una ocasión, el Fundador mismo de aquel cristianismo primitivo y puro, con fiera indignación echó fuera del templo judío a los mercaderes religiosos. ¿Se acuerda usted del evento relatado en Juan 2:13-22? Prosiguiendo, los ministros competentes y espirituales de aquel cristianismo puro no exigían diezmos, como si fueran sacerdotes levíticos que sirvieran conforme el Antiguo Testamento, pues eran ministros de un Nuevo Pacto y no de aquel que fue clavado en la cruz. Tampoco invertían los recursos de la iglesia en negocios, ni solicitaban fondos a los gobiernos. En fin, no hacían ningún tipo de mercadería religiosa. Los documentos originales que atestiguan estos hechos son los siguientes: 1 Corintios 16:1,2; 2 Corintios, capítulos 8 y 9; 2 Pedro 2:1-3; 1 Timoteo 6:1-8; Juan 2:13.17; 2 Corintios 3:6-17 y Colosenses 2:14-16, entre otros muchos. Están a su disponsicion. Ya comprobé lo que dicen, y le animo a hacer otro tanto.

Abundando un poco más sobre este asunto de dinero, fiananzas y haberes materiales, pregunto: ¿En qué consiste la superioridad de una iglesia que sostiene a sus obreros y sufraga sus obras, solo y exclusivamente, mediante ofrendas voluntarias? He aquí la respuesta obvia, al menos para mí: Consiste en que tal iglesia está orientada más hacia el mundo espiritual y menos hacia el mundo material, manifestando así la naturaleza que Cristo mismo le fijó para su iglesia al decir: “Mi reino no es de este mundo... mi reino no es de aquí”. Obedeciendo a esta naturaleza espiritual, evita el estigma de “materialista”, y que tilden a sus ministros y pastores de “asalariados” o “vividores”. El dinero no corrompe a tal iglesia. No la desvía de su misión prioritaria. No hace que pervierta su doctrina en el intento de congraciarse con ricos y poderosos. No la silencia ante el pecado y todo abuso, atropello, injusticia. Sus bendiciones, favores, poderes y demás valores no se compran, no se comprometen, con oro y plata, con ricos donativos, con acciones en las bolsas de valores. No es sobornable. Sus administradores no se vuelven ejecutivos más ocupados con bienes materiales que con asuntos espirituales, pues no les interesa acumular y manipular enormes sumas de dinero o grandes propiedades.

La junta de directores del Banco del Vaticano, de la Iglesia Católica Romana.
Una reunión de la junta de directores del Banco del Vaticano perteneciente a la Iglesia Católica Romana. Tantas riquezas materiales. Tantos tesoros acumulados en la tierra. Tanta pompa. Más sin embargo, Jesucristo dijo: "Mi reino no es de este mundo... Mi reino no es de aquí". A quien lee y entiende los documentos más antiguos de la iglesia verdadera de Jesucristo se le hace imposible pensar que Cristo y sus apóstoles estuvieran de pláceme en semejante reunión, aprobando y apoyando con entusiasmo la existencia y las ejecutorias de semejante organizacion.

A propósito, amado, ¿controla la Iglesia Católica Romana vastas riquezas materiales? De hecho, se considera la entidad más rica, en términos de bienes poseídos, sobre la faz de la tierra. No es de extrañarse, pues, que tanta riqueza material la corrompa. Considere, por ejemplo, el escándalo del fracasado Banco Ambrosiano (de Italia) y el enlace que tenía con el Banco del Vaticano (U. S. News and World Report , Página 10, 9 de marzo de 1987). Le pregunto: ¿Fundaba bancos la iglesia apostólica y primitiva? ¿Comerciaba para enriquecerse materialmente? Le digo que usted puede leer todos los documentos más antiguos del cristianismo sin encontrar siquiera un ejemplo, ni por insinuación. No solo Jesucristo sino también los santos apóstoles denunciaban repetidas veces la mercadería religiosa, advirtiendo el mismo apóstol Pedro: “Por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas” (2 Pedro 3:1-3). ¡Qué diferente su postura a la de los Papas que alegan ser sus sucesores! Estos se ocuparon en formar un imperio religioso-material-político, empleando todo tipo de mercadería, incluso la venta de indulgencias y simonía rampante, o sea, la venta de puestos eclesiásticos, para lograrlo. Y si duda usted de ello, puedo citarle infinidad de datos históricos plenamente verificables. Fíjese: el propio Espíritu Santo señalaba a "...hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia", exhortando:"apártate de los tales" (1 Timoteo 6:3-10). Sin duda, el cristianismo original, el más antiguo, el auténtico presentado en los documentos espirituales más viejos y fidedignos, es muy superior al catolicismo romano. Un "Especial Tesoro Espiritual" auténtico. ¿Le parece que sí?

Pues bien, el “Tesoro espiritual” que encontré y que le estoy enseñando es muy superior al “tesoro” del catolicismo romano. Para mí, no cabe duda. La Iglesia Católica Romana cuenta con muchos tesoros materiales tales como elegantes catedrales, antiguas esculturas, pinturas de artesanos famosos, altares recubiertos de oro y plata, más cuantiosas inversiones en bolsas de valores en distintos países. Pero, el "Tesoro” que este servidor presenta a usted es espiritual y no material. Se trata del muy antiguo "Tesoro de la pura verdad divina" que predata al protestantismo, pentecostalismo y catolicismo. Le animo a seguir examinándola. Tómelo en sus manos; lea, escudriñe. Verá que los cristianos que vivían antes de la introducción del catolicismo romano al mundo, tenían, todos y cada uno, el privilegio y la dicha de acercarse directa y personalmente a Dios. Lo hacían mediante oraciones sinceras y sencillas, hechas en el nombre de Cristo, el único mediador nombrado y autorizado específicamente por Dios, según los documentos originales.. Se presentaban ante Dios sin temores supersticiosos, con mucha confianza, y con la seguridad de que fueran escuchados. No imploraban a María, suplicándole que intercediera por ellos. No imploraban a los santos que habían pasado de esta vida a la otra. Tampoco acudían a sacerdotes constituidos por hombres, pues los apóstoles inspirados les habían enseñado que todo cristiano fiel es sacerdote, reconocido como tal por Dios, con todos los privilegios y honores que atañen bíblicamente a dicha condición extraordinaria espiritual. Las Escrituras antiguas que documentan esta verdad son las siguientes: 1 Pedro 2: 4-10; Hebreos 5:1-4; 10:1-25; 13:10-16; Apocalipsis 1:6; 1 Timoteo 2:5. Están disponibles para usted, tan cerca como su Biblia, digo, suponiendo que posea una Biblia.

¿Qué le parece hacer suyo este “Tesoro espiritual verdadero”? Si lo hace, será usted el recipiente de grandes bendiciones, tales como:

(a)    El derecho de recibir el perdón de todos sus pecados, sin tener que confesárselos a intermediarios humanos, por ejemplo, al párroco. De ser purificado espiritualmente, en su alma, y reconciliado completamente para con Dios, sin la intercesión supuestamente obligatoria de oficiales eclesiásticos, los que también son pecadores. De ser limpiado de sus inmundicias, sin tener que cumplir penitencias arbitrarias impuestas por religiosos, pagar misas o hacer donativos a la iglesia.

(b)   Además, será suya la bendición de presentar al amoroso, comprensivo y compasivo Padre Celestial, en el nombre de su Hijo Amado crucificado, resucitado y glorificado, los asuntos más sensitivos e íntimos de su vida, sin tener que divulgárselos a otros mortales. Según los más antiguos documentos espirituales del cristianismo que predata al catolicismo romano, Cristo no es “un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15). Jesucristo, amado, el único; ningún otro. Solo él es "sumo sacerdote", constituido tal por el propio Dios Padre, y lo puede confirmar usted leyendo Hebreos 5:1-10 y 7:1-28. Entonces, ¿con qué razón o lógica apelar a María o a los personajes religiosos que los católicos romanos llaman “santos”? Ningún documento de los más antiguos confiere a ellos poderes de sumo sacerdote, no exceptuándose María, la madre terrenal de Jesús, y el apóstol Pedro. Siendo, pues, Jesucristo el único sumo sacerdote y solo mediador entre el hombre y Dios, como dice el documento 1 Timoteo 2:5, ¿con qué justificación humillarse ante un eclesiástico cuyos pecados acaso sean más grandes que los de usted, confesándole cosas muy íntimas, aun secretas, las que no le convendría a humano alguno escuchar? El Cristo que “fue tentado en todo según nuestra semejanza”, no pecó. Los sacerdotes católicos también son tentados, pero, a diferencia de Cristo, suelen ceder, con raras excepciones, a variadas tentaciones, pecando -sexo ilícito, bebidas embraigantes, apuestas, etcétera. Con todo, pretenden interponerse entre nosotros y Dios como intermediarios espirituales a través de quienes sea necesario, según dogmatizan, alcanzar perdón de pecados. A la verdad, no cualifican para tan elevado y exigente ministerio. El único que cualifica es Cristo. Pues, ¡qué se quiten de en medio! Amigo, ¡quítelos usted de en medio! Haga suyo el verdadero “Tesoro espiritual” y podrá comunicarse, en cualquier momento, en cualquier lugar, con Dios, sabiendo que él está presto a escuchar a todos los que le obedecen, que no hace acepción de personas, que los títulos y puestos eclesiásticos no le impresionan, sino corazones contritos y humillados. ¿No le parece muy superior este “Tesoro verdadero” al tesoro del catolicismo romano?  

El cristianismo primitivo, original y puro que predata el catolicismo es un “Tesoro espiritual muy superior en valor” al tesoro espiritual católico romano porque autoriza para el ministerio espiritual solo a hombres espirituales, santificados y debidamente cualificados. Sus obispos, nombrados en cada congregación, es “necesario” (vocablo que dictó el Espíritu de Dios) que sean casados, serios, juiciosos, responsables, aptos para enseñar, no borrachos ni amigos de peleas, sino bondadosos, pacíficos y desinteresados en cuanto al dinero y los demás bienes materiales. El obispo elegido según las directrices de los documentos más antiguos del cristianismo debe “saber gobernar bien su casa y hacer que sus hijos sean obedientes y respetuosos; porque si uno no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios”? Los ministros de Dios han de ser “competentes”, sirviendo conforme al Nuevo Testamento, y no al Antiguo Testamento, ya que este "antiguo pacto" fue anulado, quitado de en medio y clavado en la cruz. Además, imparciales en el trato, y puros en sus relaciones para con las doncellas y las damas. Entre los documentos antiguos inspirados que legislan estas sanas doctrinas se encuentran los siguientes: 1 Timoteo 3; Tito 1; 1 Timoteo 5:21; 5:2; 2 Corintios 3:6-17. Recalco: están disponibles para usted. Ya los escudriñé y sé lo que dicen. En términos de liderato, la iglesia que sigue estas doctrinas cuenta con guías espirituales de fina formación moral, carácter íntegro y conducta intachable, quienes traen mucha honra y gloria, tanto al Rey Cristo, como a su Iglesia, la iglesia de Cristo. Cuenta con hábiles administradores de la gracia de Dios que se granjean, mediante una vida ejemplar y eficiencia en el trabajo, la confianza de los feligreses y el respeto de la comunidad. Cuenta con pastores amorosos que cuidan de la grey, apacentando las ovejas con el rico alimento espiritual que Dios provee, y no con la paja seca de ritos y ceremonias humanas. 

     Amigo, invitemos a cualquier sacerdote católico que se pare al lado del obispo o del ministro ideal que presentan las Sagradas Escrituras. Las diferencias entre los dos asombran. Obligado al celibato por exigencias eclesiásticas que quebrantan la ley de Dios (1 Timoteo 3:1-13; 4:1-5), el sacerdote católico promedio, incapaz de castrar sus deseos naturales, demuestra ser muy propenso a caer en adulterios, fornicaciones, homosexualismo, pederastia. Según El Reportero Católico Nacional, citado en U. S. News and World Report, 9 de marzo de 1987, hasta un cincuenta por ciento de los sacerdotes católicos son homosexuales. En el tiempo presente (segunda década del Siglo XXI), se está divulgando por todos los medios noticiosos el enorme escándalo vergonzoso causado por gran número de sacerdotes que abusan sexualmente a niños y adolescentes. (Ver, por ejemplo, el extenso reportaje compilado por Yahoo en su sección de noticias en el Internet.) ¿No es cierto que muchos sacerdotes fuman, fiestean y se embriagan al igual que los hombres sin Dios en el corazón? ¿Seguirlos? ¿Por qué? Obviamente, no tienen el precioso “Tesoro de la verdad divina”. El tesoro que nos ofrecen brilla con el lustre de oro, pero su oro es de embuste. No nos engaña. Se presentan delante de nosotros con pompa ostentosa, pero sus caras vestimentas ocultan inmundicias indecibles. Preferimos a los ministros competentes y puros constituidos conforme al Nuevo Testamento, la ley espiritual que predata el catolicismo .

A un plano de iluminación espiritual tal que ya no hace falta apoyar la fe en lo que se ve o se toca.  

     Aquel cristianismo puro del Siglo I, aquel que fue dado a conocer antes de que apareciera el catolicismo romano en el escenario del mundo, superaba toda religión que conducía al adorador a la veneración de objetos materiales y personajes investidos de poderes místicos alegadamente sobrenaturales. Llevaba al que lo aceptaba lejos del animismo, del fetichismo, del espiritismo, de la santería, del paganismo, de la idolatría y de las supersticiones de toda clase, a un plano de iluminación espiritual tal que ya no le hacía falta apoyar su fe en lo que pudieran ver sus ojos o palpar sus manos. Su poder extraordinario para transformar, su diáfana belleza celestial y su fuerte atracción moral se debían a que llamaba y persuadía al ser humano a conocer espiritualmente a Dios, el que es, en su esencia inefable, "Espíritu", adorándole “en espíritu y en verdad”. "Dios es espíritu" (Juan 4:24). Los documentos más antiguos sostienen estas afirmaciones, por ejemplo: Juan 4:23-24; Romanos 1:16-32; 1 Juan 5:21; 1 Corintios 8; Apocalipsis 21:8; Hechos 19; 17:16-33.

Sublime y muy valioso “Tesoro espiritual” aquel cristianismo puro del Siglo I. “Tesoro incomparable” que, a la larga, perdió aquella porción abrumadora de la iglesia del Siglo IV al apartarse de la sana enseñanza apostólica. “Tesoro” despreciado, abandonado y olvidado en la “Cueva Oscura de la Apostasía” por los eclesiásticos que optaron por unir sus congregaciones al poder secular-político cuando el emperador romano Constantino, convertido a su manera a Cristo, comenzó a intervenir en la iglesia. Por eclesiásticos que prefirieron sus propias tradiciones y teología idolátrica a a la sublime doctrina espiritual del evangelio original. “Tesoro” redescubierto por este servidor, como también por gran número de almas sinceras que lo buscaron hasta encontrarlo. “Tesoro espiritual” que revela la única religión verdadera, a saber: la que apela a la mente y al espíritu del ser humano, y no a su carne; que insta a la contemplación intelectual e inteligente del Creador, su creación y sus nobles propósitos para la raza humana; que combate la tendencia marcada en el hombre y la mujer de sustituir supersticiones por la Verdad, e imágenes de su propia hechura por el Dios verdadero; que echa al piso toda barrera material que fuera puesta entre el hombre y su Dios; que hace a un lado todos los personajes, bien sean míticos o reales, que se interpusieran entre el ser humano y Dios; que rescata al alma del paganismo, ofreciéndole un camino mucho más excelente.

Le pregunto, querido compañero: ¿Qué cosas ofrece el catolicismo romano? Ya sé: imágenes talladas por artesanos humanos, crucifijos, rosarios, velas, agua bendita, la hostia, incienso, reliquias, cenizas, palmitas benditas, música de instrumentos, apariciones, señales, vestimentas espléndidas para la jerarquía, catedrales adornadas de riquezas materiales. O sea, ofrece, tal cual las religiones babilónicas, griegas, egipcias y romanas del pasado, el mismo tipo de religión que fomenta y fortalece las inclinaciones supersticiosas y materialistas del ser humano, vistiéndola de “cristiano”. Estoy orando que mi franqueza no le aleje sino que le lleve a ver con claridad cuán diferente es lo ofrecido por el catolicismo romano comparado con el "Inigualable Tesoro verdadero espiritual" obsequio de Dios para todo aquel que quisiera hacerlo suyo.

El cristianismo que antecede el catolicismo obraba verdaderos cambios en el ser humano. Dejaba de fornicar el fornicario; el borracho, de tomar; el ladrón, de hurtar; el mentiroso, de mentir. El espiritista quemaba sus libros; el idólatra se deshacía de sus imágenes. Tan completa era la transformación efectuada que se decía de los que la experimentaron que habían muerto al pecado, que habían sepultado al viejo hombre viciado en las aguas bautismales y que habían nacido de nuevo “del agua y del espíritu”, siendo trasladados del reino de las tinieblas al Reino de Cristo. El poder glorioso que obraba semejante nuevo nacimiento, formando la "nueva criatura", el "nuevo hombre", era el evangelio puro tal y como proclamado al principio de la Era Cristiana. Se trata de la revelación divina, entera y perfecta, que aún no había sido diluida con tradiciones humanas o tergiversado mediante los dogmas de eclesiásticos. Le instamos a consultar los documentos más antiguos del cristianismo para que compruebe el increíble poder transformador del evangelio original, por ejemplo: Romanos 1:16; 12:1-2; Juan 3:1-5; Romanos 6:1-7; Colosenses 3:5-15 y Santiago 1:18.

Este notable “Tesoro espiritual, vivo y no muerto”, hace bien a todo aquel que lo abraza, pues fluyen de él electrizantes corrientes espirituales cargadas de suficiente poder para convertir al pecador más empedernido en “nueva criatura”, santificándolo para una vida de santidad. Mediante sus enseñanzas claras y prácticas, provee una defensa fuerte contra las tentaciones más ardientes y las pruebas más severas, instando, motivando y advirtiendo a que no se vuelva atrás. El que tiene este “Tesoro verdadero” no puede andar en el pecado. El que lo conserva, aprovechándolo al máximo, se hace ciudadano ejemplar, padre o madre por excelencia, hijo o hija que trae gozo, cristiano auténtico. Todo esto, y mucho más, logra el cristianismo que predata el catolicismo romano. Al respecto, le recomendamos la lectura de más documentos espirituales, por ejemplo: Hechos 2; 8:4-40; 16:25-40; 19:18-20; 1 Corintios 6:15-20; Santiago 1:18; Efesios 4:17-31; 1 Pedro 4:1-5; Romanos 6:3-8; Colosenses 1:13; 2 Corintios 5:17. 

Ya no dirá: “Yo soy católico”, sino “¡Yo soy cristiano!”

Querido amigo, gracias por acompañarme hasta aquí. Enseñarle pausada y completamente todos los valores superiores de este “Tesoro redescubierto” me tomaría mucho más tiempo. ¿No es suficiente lo presentado ya para persuadirle a cambiar de católico a cristiano? No desea este servidor persuadirle a ser “protestante”, “evangélico”, “pentecostal”, “testigo de Jehová”, “mormón” o “masón”, sino ¡“CRISTIANO”! Sencillamente, “cristiano”. Usted lo puede lograr pronto, si así lo desea. Ya cree usted en Dios y su Hijo, suponemos. Pues, necesita bautizarse conforme al ejemplo de Cristo y las instrucciones apostólicas: sumergirse (zambullirse) en las aguas del bautismo. El bautismo por aspersión no es bautismo. Durante los primeros siglos de la Era Cristiana no se practicaba la aspersión. Si duda de ello, pregunte a cualquier sacerdote instruido, pues los teólogos e historiadores católicos saben que el bautismo practicado por los apóstoles era por inmersión. ¿Se atreve usted a presentarse ante Dios sin el bautismo que él mismo ordenó? Al bautizarse bíblicamente, Cristo le añadirá a su propia iglesia, y no a la católica, la pentecostal, la protestante, la evangélica o cualquier otra de origen humano. Añadido  y unido  a las demás almas de la misma fe pura, aprenderá a adorar correctamente, como también a vivir y disfrutar a plenitud la vida en Cristo. Ya no dirá: “Yo soy católico”, sino “Yo soy cristiano”. Entonces, acabada su carrera gloriosa, tendrá amplia entrada a las regiones celestes de Dios, sin tener que pasar por lugares míticos tales como el purgatorio.

Estamos en las mejores disposiciones de brindarle nuestro apoyo espiritual. Queremos compartir con usted este gran “Tesoro auténtico del cristianismo original”.

Escribe Homero Shappley de Álamo .

 


 

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