Comentario completo sobre Hechos de Apóstoles, por McGarvey.
Hechos 2. Comentario de McGarvey
Cecilia pregunta: ¿Por qué decía la gente que estaban borrachos?
Cecilia escribe...
“HOLA, MI NOMBRE ES CECILIA. ESTOY LEYENDO SU ARTÍCULO ACERCA DE LOS CULTOS PENTECOSTALES. AÚN NO TERMINO DE LEERLO, PERO LES PUEDO DECIR QUE ESTOY DE ACUERDO CON LO QUE DICEN, QUE TODO SE DEBE HACER CON ORDEN Y DE ESTA MANERA CORRESPONDE A LO QUE DICE EL ESPÍRITU SANTO. MI PREGUNTA ES LA SIGUIENTE: ¿POR QUÉ CUANDO SE DERRAMA EL ESPÍRITU SANTO, COMO DICE EN EL NUEVO TESTAMENTO, LA DEMÁS GENTE QUE ESTABA VIENDO DECÍA QUE LOS QUE ESTABAN SIENDO BAUTIZADOS POR EL ESPÍRITU SANTO ESTABAN BORRACHOS? ¿NO SERÍA LO MISMO QUE ESTÁN DICIENDO USTEDES? ESPERO UNA RESPUESTA. YO HARÉ LO DEBIDO, QUE ES ORAR A DIOS PARA TENER DISCERNIMIENTO, PERO ¿QUÉ EXPLICACIÓN DAN USTEDES A ESTO? GRACIAS POR SU ATENCIÓN.”
Alguna luz sobre el tema
Estimada dama Cecilia, gustosamente respondemos a su pregunta, y aún con más ánimo al saber que usted esté orando “a Dios para tener discernimiento”, facultad que también nosotros acostumbramos pedir a Dios, y además, mucha sabiduría celestial para entender cabalmente su voluntad agradable para nosotros y todas sus enseñanzas hermosas y edificantes.
Su pregunta tiene que ver con los sucesos acaecidos en el día de Pentecostés, en el año 30 d. C., en Jerusalén, día en el que fue establecida la iglesia, y tenemos a bien citar la porción clave de Hechos 2 donde se registra la reacción de algunos de la multitud que se congregó, en particular, la de los que decían, refiriéndose a los que hablaban por el Espíritu: “Están llenos de mosto”, o sea, están borrachos.
“1 Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. 2 Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; 3 y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. 4 Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. 5 Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. 7 Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? 8 ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? … 12 Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto? 13 Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto. 14 Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras. 15 Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día. 16 Mas esto es lo dicho por el profeta Joel:…” (Hechos 2:1-8, 12-16).
A. Tengamos presente que solo los apóstoles moraban en “la casa” la cual “un viento recio… llenó” en señal sobrenatural “del cielo” de la llegada del Espíritu Santo, y que consiguientemente, solo los apóstoles “fueron todos llenos del Espíritu Santo”, comenzando “a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”. Los ciento veinte discípulos, no, ni la multitud, sino solo los apóstoles.
B. Las “otras lenguas” que hablaron eran las lenguas natales de los que se congregaron. “¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?” Así que, no eran lenguas angelicales, extáticas o jerigonzas sino idiomas que se hablaban en distintos países del Siglo I. De repente, los apóstoles, algunos de los cuales eran “hombres sin letra y del vulgo” (Hechos 4:13), podían hablar perfectamente aquellos idiomas sin haberlos estudiado o aprendido anteriormente.
C. ¿Cómo reaccionaron los de la multitud a tan grande milagro? Pues, en el mismo relato de Hechos 2 se nos informa que “…estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?”, pero que “…otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto”. He aquí dos grupos: uno de “atónitos y perplejos” que se preguntaban “¿Qué quiere decir esto?”, y el otro de personas que “…burlándose, decían: Están llenos de mosto”. De manera que no todos los de la multitud decían “Están llenos de mosto” sino solo los que se burlaban.
D. ¿Quiénes eran aquellos “otros” que, “burlándose, decían: Están llenos de mosto”? Su identidad personal no se revela, más sin embargo, su mentalidad se conoce, al menos en parte, por el hecho de burlarse ellos. Muy precipitadamente, enjuician a los apóstoles de “borrachos”, impulsados por un espíritu muy ligero de “burlón”. En vez de procurar una respuesta racional a la pregunta “¿Qué quiere decir esto?”, rápido comienzan a burlarse, acción inmadura, aun infantil, de mentes carentes de “inteligencia espiritual”, de objetividad; quizás de mentes religiosas fanáticas muy propensas a criticar, condenar, burlarse, de cualquier acontecimiento o mensaje que aparentara contradecir sus convicciones religiosas. Recordamos cómo los fariseos, saduceos y escribas reaccionaron a las enseñanzas y los milagros de Jesucristo. Sin duda, aquella multitud de Pentecostés estaría llena de ellos. Y de la manera que se burlaban osadamente del Señor, asimismo en Pentecostés se burlarían de los humildes apóstoles, quiénes de pronto ocupaban el centro del escenario en Jerusalén, desviando dramáticamente la atención de una gran multitud de israelitas de la Fiesta de la cosecha efectuándose en aquellos días. Ahora bien, preguntamos: ¿Cuánto vale la opinión de tales personas? ¿La opinión de burladores? Apenas fuera digna de mención, apuntamos. Pero, por tratarse tal vez de muchos burladores, aun de fariseos, saduceos y escribas poderosos, el apóstol Pedro responde a ellos, por el Espíritu, con explicaciones elementales y argumentos poderosos, comenzando con una sencilla observación que por sí sola descubría lo absurdo de lo dicho por los burladores. “Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día” (Hechos 2:15). Son tan solo las 9:00 de la mañana, ¿y ustedes se atreven a decir que “éstos están llenos de mosto”? ¡Negativo! “…éstos no están ebrios… Mas esto es lo dicho por el profeta Joel:…”
E. Dar credibilidad a la evaluación de aquellos burladores se clasificaría, pues, como un error exegético serio. Apoyarse en la opinión de los tales para inducir que aquellos apóstoles, al ser bautizados en el Espíritu Santo, se movieran, gesticularan y hablaran como borrachos, carece hasta de sentido común. El Espíritu Santo no es un borracho sino un Ser totalmente “Santo”, tal cual dice su nombre; cuerdo, ordenado, disciplinado. Proyectar que él hiciera a los apóstoles actuar como borrachos sería cometer una afrenta grave contra él. ¿Y qué? ¿Debiéramos visualizar a los apóstoles allá en Jerusalén, temprano en el día de Pentecostés, salir de “la casa donde estaban sentados” (Hechos 2:2), tambaleándose por las calles, desplomándose en el suelo, gesticulando y balbuceando como borrachos? ¡Absurdo! ¡Absolutamente inconcebible! Todo lo contrario: su comportamiento era tal, y su mensaje tan claro y entendible que los observadores serios “…estaban atónitos y maravillados…” (Hechos 2:7), “…atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?” (Hechos 2:12). Y no solo esto sino que más adelante en aquel día de Pentecostés “como tres mil” de los que los observaron y oyeron “recibieron su palabra” y “fueron bautizados” (Hechos 2:41). ¿Acaso tantas personas obedecerían a las instrucciones de hombres que actuaran como borrachos?
F. La exclamación disparatada de los burladores en Pentecostés, “Están llenos de mosto”, guarda similitud con lo que decían, una y otra vez, los descreídos acerca de Jesucristo durante el ministerio terrenal de este. “Muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís?” (Juan 10:20; 7:20; 8:48 y 52). ¿Acaso se comportara el Señor Jesús como “fuera de sí”, como un loco, como un endemoniado? Más bien, los enemigos de él, especialmente los fariseos, saduceos y escribas fanáticos, se manifestaban como fuera de sí, como poseídos por el “demonio” de la incredulidad. Asimismo en Pentecostés del año 30 d. C., los burladores erraron inexcusablemente al proferir, refiriéndose a los apóstoles: “Están llenos de mosto”.
G. Así que, en el día de Pentecostés, los apóstoles, en sus actuaciones y ponencias, no dieron lugar a que ninguna persona seria y objetiva los denunciara como “borrachos”. Ni tampoco que alguien los identificara como “pentecostales”. Ellos jamás se identificaron a sí mismos como “pentecostales”. No hablaron las lenguas jerigonzas o extáticas que hablan muchos pentecostales de actualidad. Tampoco hablaron lenguas angelicales sino, reiteramos, los idiomas de las personas “de todas las naciones bajo el cielo” (Hechos 2:5), llegadas a Jerusalén para la Fiesta de Pentecostés. No fueron acusados de “extáticos”. No tocaban en la frente a los de la multitud, haciéndolos caer para atrás como chocados, como muertos, practicando poderes ocultos del espiritismo. Y cuando muchos de los oyentes fueron compungidos de corazón, preguntando: “Varones hermanos, ¿qué haremos?” (Hechos 2:37), no respondieron: “Hagan profesión fe. Oren la oración del pecador para perdón, y serán perdonados”, sino que dijeron: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo, para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38), mensaje que pentecostales no saben impartir, poniendo en peligro su propia salvación como también la de los que les hagan caso.
Comentario completo sobre Hechos de Apóstoles, por McGarvey.
Hechos 2. Comentario de McGarvey
Derechos reservados. Permiso concedido para hacer una copia, o múltiples copias pero ninguna para la venta.