Comentario sobre Apocalipsis: análisis de las profecías y visiones. Por Homero S. de Álamo

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Comentario sobre Hechos por J. W. McGarvey. Boceto del Contenido completo.

 

Hechos de Apóstoles. Por Lucas, médico amado. PDFs del Comentario completo por J. W. McGarvey. 290 páginas de texto y gráficas, tamaño carta.

 

Hechos de apóstoles

Por Lucas, el médico amado

 

Ananías, habiendo mentido al Espíritu Santo referente al dinero devengado por la venta de una propiedad, cae muerto ante los apóstoles y otras personas presentes, gráfica para el comentario de McGarvery sobre Hechos 5, en editoriallapaz.org.

Ananías, habiendo mentido al Espíritu Santo referente al dinero devengado
por la venta de una propiedad, cae muerto ante los apóstoles y otras personas presentes
.

 

Comentario por J. W. McGarvey, M. A.

Predicador y escritor de la Iglesia de Cristo

Adaptación del Prof. E. J. Westrup

Sección IV

Más avance de la iglesia y segunda persecución

Esta porción del Comentario cubre Hechos 4:32 - 5:42

PDF de este estudio

 

Contenido

1.  Unidad y liberalidad de la iglesia. Hechos 4:32-37

2.  Un caso de disciplina. Hechos 5:1-11.

3.   Aumenta la prosperidad de la iglesia. Hechos 5:12-16.

4.   Prisión de los apóstoles y su libertad. Hechos 5:17-21.

5.   Los apóstoles llevados ante el tribunal. Hechos 5:21-27.

6.   La acusación y la defensa. Hechos 5:27 b - 32.

7.   Salvados de la muerte por Gamaliel. Hechos 5:33-42.

 

1.  Unidad y liberalidad de la iglesia. Hechos 4:32-37.  

     Versículos 32-35. Tras la primera persecución en lo que precede, Lucas vuelve una vez más nuestra atención a la condición interna de la iglesia. La vida religiosa de los discípulos iba en mayor desarrollo que al tiempo a que se refiere el final del segundo capítulo, y en la descripción entran más detalles. (32) “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma: mas todas las cosas les eran comunes. (33) Y los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con gran esfuerzo; y gran gracia era en todos ellos. (34) Que ningún necesitado había entre ellos: porque todos los que poseían heredades o casas, vendiéndolas, traían el precio de lo vendido, (35) y lo ponían a los pies de los apóstoles; y era repartido a cada uno según que había menester.” Considerando el gran número de personas en esta congregación y la variedad de relaciones sociales de las que repentinamente se habían desprendido para formar este grupo, es notable en verdad, y bien le vale que en su lugar se anote que eran "de un corazón y un alma". La unidad por la que el Salvador había rogado (Juan 17:11, 20, 21) la gozaba la iglesia ahora, y el mundo la presenciaba. La manifestación más sorprendente de ello se vio en aquella completa desaparición del egoísmo que llevaba a cada uno, y a todos, a decir que las cosas que poseía no eran suyas propias, sino la propiedad de todos. Esto no fue el resultado de teorías socialistas, ni de reglas impuestas que hubieran de regir a todos los que buscaban admisión en aquella nueva sociedad; sino que fue la expresión espontánea del amor a Dios y al hombre que se había enseñoreado de cada corazón. Entre las naciones paganas de la antigüedad era desconocida toda provisión sistemática para favorecer a los indigentes; aún entre los judíos, cuyas leyes daban amplia providencia para esta clase infortunada, mucho se descuidaba la beneficencia voluntaria. Era pues cosa nueva bajo el sol ver a tantas personas de una gran comunidad que voluntariamente vendían casas y terrenos para poder llenar las necesidades de los pobres entre ellos. No podían menos de tener el efecto que Lucas le atribuye con las palabras: "Y los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con gran esfuerzo, y gran gracia era en todos ellos". El poder (esfuerzo) nuevo no estaba en el testimonio mismo, que era cantidad fija, igual en todo tiempo; sino en su efecto sobre la gente. Era más poderoso su efecto que antes, porque se apoya en una vida tal, entre los que aceptaban el testimonio, que no podía haberse visto ni anticipado al principio. La gran gracia que era en todos ellos no era la gracia de Dios que uniforme se derramaba en ellos desde el principio; sino la gracia, o mejor traducido, el favor que el pueblo les daba. Con frecuencia se ha observado desde entonces que, al prevalecer la unidad y la liberalidad de una congregación, la predicación tiene mayor poder por razón de su mayor favor con el pueblo; pero ausentándose la unidad y la liberalidad, es frecuente que la predicación más potente carezca de resultados visibles.

     Esta iglesia en esos tiempos no era una comuna, ni un club socialista, como muchos intérpretes se han imaginado; pues no hubo distribución uniforme de todo entre sus miembros, ni hubo propiedad común de todos administrada por los apóstoles como comité de negocios. Al contrario, lo que había era repartido a cada uno "según que habla menester": esto muestra que sólo los necesitados recibían, y que los que no estaban en penuria daban. Todavía se ilustra más en el negocio de Ananias y Safira (Capítulo 5:1-4), y por las circunstancias que se conectaron con el nombramiento de los siete para servir las mesas (Capítulo 6:1-3). Tampoco se ha de suponer que estos discípulos se equivocaron en cuestión de su beneficencia al ver necesario corregir su error obrando de un modo más racional. Tal suposición pueden aceptarla solo quienes niegan que los apóstoles eran guiados por el Espíritu Santo para dirigir los asuntos de la iglesia, y que al mismo tiempo no pueden abarcar en su mente un concepto adecuado de la beneficencia cristiana. En realidad esta iglesia ponía ejemplo para todas otras iglesias del futuro, mostrando que la verdadera beneficencia cristiana no permite que los hermanos en la iglesia sufran hambre mientras los que tenemos bienes raíces podamos evitarlo vendiendo éstos. En otras palabras, nos enseña a compartir hasta el último mendrugo con el hermano. Más luego veremos que la iglesia en Antioquía imitó de cerca tan noble ejemplo (Capítulo 11: 27-30).

     Versículo 36. Ahora Lucas nos presenta un caso individual de la liberalidad apenas mencionada, y lo introduce sin duda por razón de la prominencia del sujeto poco más adelante. (36) “Entonces José, que fue llamado de los apóstoles por sobrenombre Bernabé (que es interpretado Hijo de Consolación), levita natural de Chipre, (37) como tuviese una heredad, la vendió y trajo el precio y púsolo a los pies de los apóstoles.” "Hijo de consolación" (exhortación, propiamente) es hebraísmo que se aplica al que sabe exhortar. Se le dio ese nombre por su prominencia en esa clase de discursos. Ese poder es mucho más raro entre oradores que la fuerza didáctica o lógica, y mucho se ha apreciado a través de la historia de la iglesia. Más tarde hallaremos que mucho tuvo que ver con la forma que se dio a la carrera posterior de este excelente hombre.

     Como la ley de Moisés no hacia provisión de tierra en propiedad para la tribu de Leví, sino que dispuso que se sostuviese con los diezmos de las otras tribus, se ha expresado sorpresa que este levita fuera propietario de bienes raíces. Pero hay que recordar que la repartición original de tierras entre ciertas tribus y en ciertas ciudades a los levitas se nulificó por completo por las cautividades asiría y babilónica, sin restaurarse jamás, porque de algunas de las tribus solo restos volvieron de la cautividad, y ni siquiera lograron radicarse en sus antiguos límites de tribu. Tal circunstancia dejó a los levitas hasta cierto punto a sus propios recursos, y ley no había nin­guna que les vedara adquirir posesión personal de terrenos. Es probable, aunque el texto no lo dice, que la propiedad de este José se hallara en Chipre, su tierra natal. La expresión "natural de Chipre" significa donde había nacido, pero no el origen de su raza.

 

Safira, esposa de Ananías, entra en presencia de los apóstoles después de muerto Ananías y sacado fuera su cuerpo, mintiendo ella también al Espíritu Santo sobre el precio de la propiedad vendida, y sufriendo el mismo castigo inmediato que ya había recibido su esposo, gráfica que ilustra el comentario de McGarvey sobre Hechos 5, en editoriallapaz.org.

Safira, esposa de Ananías, entra en presencia de los apóstoles después de muerto Ananías y sacado fuera su cuerpo, mintiendo ella también al Espíritu Santo sobre el precio de la propiedad vendida, y sufriendo el mismo castigo inmediato que ya había recibido su esposo.

2. Un caso de disciplina. Hechos 5:1-11.

     Versículos 1 y 2. Por desgracia de nuestra raza, cada excelencia del carácter humano tiene sus falsificaciones, y la alabanza que se rinde a la beneficencia real impulsa a otras a la hipocresía con la pretensión de mayor piedad de la que sienten. Así en este caso: la beneficencia que practicaba la iglesia, uno de sus más nobles rasgos a los ojos del mundo, vino a ser ocasión del primer ejemplo de corrupción entre sus miembros. (1) “Mas un varón llamado Ananias, con Safira su mujer, vendió una posesión, (2) y defraudó del precio sabiéndolo también su mujer; y trayendo una parte, púsola a los pies de los apóstoles.” El lenguaje denota lo que distintamente confiesa luego la mujer, que esta parte trajo como si fuera el precio entero de la posesión. Si tratamos de analizar el motivo de la pareja culpable, daremos con que fue un compromiso entre dos buenos pecaminosos. El anhelo de alabanza de los hombres como la que se dio a Bernabé y a algunos otros, los incitó a retener parte cuando pretendían dar todo. No parece que la beneficencia verdadera tuviera parte en este impulso. Sin duda, la avaricia los movía a retener una parte, pero después de todo no hubo exceso de avaricia, pues si tal pasión hubiera sido tan fuerte en ellos como en tantos de los que profesan la fe en el día actual, no habrían vendido la heredad de ningún modo. El que dieran gran parte es prueba de que no eran más pecadores que los otros en lo del amor al dinero, aunque su suerte se pone como escarmiento para todas las generaciones.

     Versículos 3 y 4. Nunca hubo hombre o conjunto de hombres que más se asombrara que Ananias y la congregación a la que se presentó ostentoso con su dádiva, por lo que siguió. (3) “Y dijo Pedro: Ananias, ¿por qué ha llenado Satanás tu corazón a que mintieses al Espíritu Santo, y defraudases del precio de la heredad? (4) Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu potestad? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios.” En esta demanda escudriñando el corazón, Pedro puso frente a frente el poder de Satanás y el libre albedrío del tentado, así como en discurso previo lo hizo con el libre albedrío del hombre y la soberanía de Dios. Exige de Ananias: "¿Por qué ha llenado Satanás tu corazón a que mintieses al Espíritu Santo?”, y con el mismo aliento: "¿Por qué pusiste esto en tu corazón"? Reconoce con distinción la presencia y agencia del tentador, aunque increpa a Ananias, no a Satán, por perpetrar el pecado mismo de Satán, mostrando que aquél es culpable como si el diablo nada hiciera. La justicia de esto estriba en que Satanás no tiene poder en un corazón que no coopere con él. Por haberle brindado esta cooperación, Ananias se echó encima la responsabilidad.

     Que Pedro supiera del atentado de robo fue resultado, no de informes humanos, sino de la percepción milagrosa que obtuvo del Espíritu Santo. Tal conclusión se hace esencial en todo el curso de la narración, y así también por lo que Pedro dice respecto al Espíritu Santo.

     Versículo 5. Si desenmascarar la hipocresía de Ananias fue gran sorpresa para los presentes, tampoco estaban preparados, como es probable que Pedro tampoco lo estuviera, para lo que se siguió inmediatamente. (5) “Entonces Ananias oyendo estas palabras, cayó y expiró. Y vino gran temor sobre todos los que lo oyeron.” No hay evidencia alguna de que Pedro tuviera volición alguna propia en esta muerte repentina. Parece haber sido golpe repentino de la voluntad divina, y la responsabilidad no podía fijarse en Pedro en calidad de oficial de la iglesia, sino en Dios como gobernante moral de los hombres. La decencia de ello se puede apreciar si suponemos que Ananias se hubiera salido con la suya. Su triunfo solo temporal habría sido, pues como todos los fraudes, el suyo se hubiera descubierto tarde o temprano, y al descubrirse, habría seria rebaja en las mentes del pueblo respecto a los poderes que del Espíritu Santo moraban en los apóstoles. Saber que al Espíritu Santo se le podía engañar hubiera socavado todo el edificio de la autoridad apostólica, y hubiera la fe de muchos, si no de todos, decaído. Aquel ensayo provocó una crisis de vital importancia, y exigía una vindicta tal del poder del Espíritu que ni se equivocara ni se olvidara. El efecto inmediato fue precisamente el que se deseaba. "Vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron".

     Versículo 6. La escena fue demasiado pavorosa para lamentarse uno, así como para exequias innecesarias. Como cuando Nadab y Abiú cayeron muertos a la puerta del tabernáculo, llenos sus incensarios de fuego extraño, no hubo lágrimas ni dilación. (Levítico 10:1-7). (6) “Y levantándose los mancebos, le tomaron, y sacándolo, sepultáronlo.” Fue imitación del sepelio de los dos hijos de Aarón que se acaban de mencionar; éste lo ordenó Moisés, el de hoy lo ordenó Pedro, sin duda. Apenas se concibe que los jóvenes presentes allí sintieran libertad de hacer otra cosa que ir a decir a la mujer del muerto lo que había sucedido, si no hubieran recibido órdenes del apóstol en sentido contrario. Tan natural es suponerlo que el historiador nada dice de la razón que hubo para que así obraran los mancebos.

     Versículo 7. Safira no estaba presente. (7) “Y pasado espacio como de tres horas, sucedió que entró su mujer, no sabiendo lo que habla acontecido.” Cómo fue que tanto tiempo ignoró la suerte de su esposo, no estamos informados, aunque sea circunstancia muy extraordinaria. El cayó muerto en pública asamblea, se lo llevaron a enterrar, y pasaron tres horas; con todo, la mujer entró a la asamblea sin que palabra del asunto llegara a su oído. Natural es que el primer impulso de cualquiera hubiera sido correr desde luego a contarle la historia, para que siquiera hubiera presenciado el entierro de su marido. Es necesario suponer aquí, lo que en lo del acto sorprendente de los mancebos, que hubo una autoridad dirigente; y no es difícil suponer que Pedro mismo, a fin de probar bien y exponer la complicidad de Safira en el delito, mandase a los discípulos que se abstuviesen de darla información.

     Versículos 8-10. Venía preparada para representar a pleno la parte convenida entre ella y su marido. (8) “Entonces Pedro le dijo: Dime, ¿vendisteis en tanto la heredad? Y ella dijo: Si, en tanto. (9) Y Pedro le dijo: ¿Por qué os concertasteis para tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán. (10) Y luego cayó a los pies de él, y expiró; y entrados los mancebos, la hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a su marido.” En el caso de ella, ya sabía Pedro lo que iba a ocurrir, y lo dijo; pero no hay evidencia de que por voluntad de él muriera ella. Consideramos la defunción de marido y mujer como milagro que se obró independiente del poder de que estaba investido el apóstol, y parece que las autoridades de Jerusalén así lo consideraban también; pues al ser llevados los apóstoles ante ellas después, ningún cargo de asesinato se formuló , como habría sido el caso si este acto se hubiera entendido de modo diferente.

     En la pregunta "¿Por qué os concertasteis para tentar al Espíritu del Señor?" , Pedro expresa el resultado de su convenio, y el propósito que llevaban. El acto fue tentar al Espíritu, en sentido de poner a prueba su poder para averiguar los pensamientos humanos. Si se hubiera preguntado de antemano a la pareja culpable si pensaban que podían engañar al Espíritu Santo, no hay duda que habrían contestado “No”, pues deben haber sabido que tal tentativa sería en vano. Se atrevieron a hacerlo porque en su mente consideraban a los apóstoles como humanos, y no inspirados. Aplicar la prueba así con intención resultó en triunfante vindicación del poder del Espíritu como guía interno, y fueron tales las circunstancias que nadie podría osar repetir el experimento.

     Versículo 11 . El fiasco del complot vino a ser tan propicio a la causa de Cristo como habría sido desastroso su éxito completo. (11) “ Y vino un gran temor en toda la iglesia, y en todos los que oyeron estas cosas.” Temor excitado no sólo por la suerte repentina y espantosa de la pareja culpable, sino también por la evidencia a que el incidente dio lugar del poder escudriñador que en los apóstoles moraba. Tuvieron ahora concepto nuevo y mejor los discípulos de la índole de la inspiración apostólica, y en cuanto a las masas incrédulas se redujeron al respeto reverente de puro terror.

     No hay que dejar de la mano tal incidente sin anotar su influjo en otra dirección. Tamaña corrupción tenía conexión con el tesoro del Señor; y aparte del rasgo que Pedro enfatizó, tiene que ver con nuestra vida moderna en la iglesia. La mentira de Ananías consistió en representar su don como más liberal en proporción a sus haberes de lo que en realidad lo fue. Cada vez que un miembro de iglesia de hoy exagera la cantidad que está dando, o dice menos del monto de su haber, con propósito de agrandar su liberalidad más de lo real, culpado es del pecado de Ananías y Safira; y si todos los tales cayeran muertos al punto, las filas en ciertos lugares se arralarían. Todos los que se ven tentados a obrar así debieran tener aviso de que el mismo Dios que al punto castigó a Ananías y Safira no fallará en castigar a todos los imitadores de éstos en tiempo y lugar oportunos. 

3.   Aumenta la prosperidad de la iglesia. Hechos 5:12-16.

     Versículos 12 – 16. En este párrafo declara el autor más plenamente los efectos de desenmascarar y castigar a Ananías y Safira. Se vieron en el mayor número de curaciones obras de los apóstoles, la mayor reverencia que para ellos sentía la gente, y el aumento de adiciones a la iglesia. (12) “Y por las manos de los apóstoles eran hechos muchos milagros y prodigios en el pueblo; y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón. (13) Y de los otros, ninguno osaba juntarse con ellos; mas el pueblo les alababa grandemente. (14) Y los que creían en el Señor se aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres; (15) tanto que echaban los enfermos por las calles, y los ponían en camas y lechos, para que viniendo Pedro, a lo menos su sombra tocase a algunos de ellos. (16) Y aun de las ciudades vecinas concurrían multitud a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de espíritus inmundos; los cuales todos eran curados.” El final de este pasaje muestra que el mayor número de milagros que se obró ahora fue a consecuencia, no de aumento de poder en los apóstoles, sino del celo mayor entre el pueblo por la curación; y traían mayor número de enfermos para ser curados, ya que su fe en el poder sanativo era mayor que antes. Sin duda muchos de los que eran curados y los que los traían se bautizaban, y comenzaron a formarse iglesias en esas "ciudades vecinas". El pórtico de Salomón seguía siendo punto de reunión de los discípulos; mas ya santos y pecadores se tenían a distancia más respetuosa de los apóstoles que antes, pues cada cual sentía su propia indignidad y temía la posibilidad de ser herido por algún pecado, como lo habían sido Ananías y su mujer. Todas estas consideraciones tenían su natural efecto en los pecadores, trayéndolos al arrepentimiento y al bautismo en número grandemente aumentado. La mención especial que por primera vez se hace aquí de las mujeres es probable indicación de que entre los conversos había número relativamente mayor de ellas que antes.

     Según nuestra experiencia moderna, es usual que al revelarse un gran pecado como el de Ananías y Safira en la iglesia, traiga mala fama a la misma por un tiempo, le reste respeto del que gozaba en la comunidad, y haga nulos todos los esfuerzos por conseguir nuevos miembros. ¿Por qué fue todo lo reverso a esto el efecto que causó en Jerusalén? Esta es pregunta seria para los que llevan la dirección en la iglesia. Bien evidente es que la diferencia estriba en la manera distinta en que se trate tan escandalosa conducta. Si la iglesia en Jerusalén hubiese tolerado a Ananías y Safira, reteniéndolos como activos después de ser desenmascarados, sin duda "las calzadas de Sión tuvieran luto" y los trasgresores no se volvían al Señor. Mas el castigo repentino con que los visitó el Señor, y la execración de un hecho manifiesta en sepultarlos sin ceremonia, en la ropa en que fallecieron, sus cuerpos aún tibios, hizo que la comunidad entera sintiera que ésa era gente entre quienes no se toleraba el pecado. Era lugar seguro para el que necesitase auxilio en el esfuerzo de vivir santamente —en el que pudiera esperar que todo paso en falso fuese corregido al momento, por lo cual esperaría en confianza hacer su peregrinación a un mundo mejor. Los que se proponen tener compromiso con el pecado y se unen a la iglesia solo por el temor de vivir sin alguna apariencia de religión, siempre evadirán contacto con iglesia tal, pero los que seriamente desean salvar sus almas y hacer lo bueno, buscan iglesia como aquella para que sea su hogar espiritual. ¿Cuándo se verá en la tierra una vez más la rígida disciplina que Dios estableció al principio? Que los pastores del rebaño contesten, recordando que han de dar cuenta a Dios de las almas encomendadas a su cuidado. 

 

Sacerdotes y saduceos echan mano a los apóstoles, encerrándolos en la cárcel pública, gráfica que ilustra el comentario de McGarvery sobre Hechos 5, en editoriallapaz.org.

Sacerdotes y saduceos echan mano a los apóstoles, encerrándolos en la cárcel pública.

4.   Prisión de los apóstoles y su libertad. Hechos 5:17-21.

     Versículos 17 y 18. La excitación que prevaleció por toda Jerusalén y ciudades comarcanas, expresada en términos de entusiasta alabanza de los apóstoles, y la conversión de muchos al Señor, era demasiado para la ecuanimidad de los dignatarios que habían vedado que se predicase y se enseñara más en nombre de Jesús, y los movió de nuevo a la acción. (17) “Entonces levantándose el príncipe de los sacerdotes, y todos los que estaban con él que es la secta de los saduceos, se llenaron de celo; (18) y echaron mano de los apóstoles, y pusiéronlos en la cárcel pública.” Tenemos aquí a los mismos saduceos que habían apresado y amenazado a Pedro y Juan. Enfurecidos de celo contra aquellos cuya influencia habían tratado en vano de destruir y que casi idolatraba la gente, cogieron no solo a los dos que ya antes habían arrestado, sino a todos sus compañeros también, resueltos a llevar a vías de hecho y en grande escala las amenazas que antes vertieran. Fue noche sombría para los apóstoles en la prisión, y más sombría aún para los miles de menos valerosos hermanos de ambos sexos allá afuera.

     Versículos 19 - 21a. No pudo haber sido sorpresa para los apóstoles este arresto, pues sabían que el Sinedrio era gobernado por hombres resueltos y capaces de hacer válidas sus amenazas; pero lo que siguió a la noche de cárcel debe haber sido mayor sorpresa tanto para ellos como para todo Jerusalén. (19) “Mas el ángel del Señor, abriendo de noche las puertas de la cárcel y sacándolos, dijo: (20) Id, y estando en el templo, hablad al pueblo todas las palabras de esta vida. (21a) Y oído que hubieron esto, entraron de mañana en el templo, y enseñaban.” Sin duda eran pocos los oyentes que hallaron en el templo "de mañana" , y probablemente fueron hermanos que de ansiedad no pudieron dormir e iban allí a orar. Al entrar al templo estos adoradores tempraneros y hallar allí a los apóstoles, su primer impulso fue correr a esparcir la noticia; así que los apóstoles no tuvieron que esperar largo para verse rodeados de multitud de oyentes. Me imagino que los sermones interrumpidos la víspera se renovaran como si solo momentánea hubiera sido la interrupción.

5.  Los apóstoles llevados ante el tribunal. Hechos 5:21-27.

     Versículos 21b - 24. Para el sumo sacerdote y sus coadjutores, sin duda fue la noche una de muchos inquietos, pues sabían que por la mañana tendrían que verse de nuevo frente a hombres que los habían desa­fiado y que en el curso de su reto habían ganado a su lado a inmensas multitudes de lo mejor de la ciudad y región adyacente. La cuestión que les intrigaba era qué hacer con ellos. (21b) “Entretanto, viniendo el príncipe de los sacerdotes y los que eran con él, convocaron el concilio y a todos los ancianos de los hijos de Israel, y enviaron a la cárcel para que fuesen traídos. (22) Mas cuando llegaron los ministros y no los hallaron en la cárcel, volvieron y dieron aviso, (23) diciendo: Por cierto la cárcel hemos hallado cerrada con toda seguridad, y los guardas que estaban delante de las puertas; mas cuando abrimos, a nadie hallamos dentro. (24) Y cuando oyeron estas palabras el pontífice y el magistrado del templo y los príncipes de los sacerdotes, dudaban en qué vendría a parar aquello.” Para éstos, era un misterio la desaparición de los presos, aunque no podían menos de referirlo a obra del poder milagroso de que sabían estaban dotados los apóstoles. Para nosotros el misterio está en que, hallándose frente a aquellos hombres, solamente pensaban "en qué vendría a parar aquello", en vez de reflexionar: “¿Qué nos hará Dios si nos obstinamos en pugnar contra estas manifestaciones de Su poder?” Maravilla es que no se dispersaran al punto, y trataran de ocultar el hecho de haber verificado tal junta. En realidad el anuncio los hizo tambalearse, y por lo pronto no supieron qué hacer ni qué decir.

     Versículos 25 - 27a. Pronto se supo por la ciudad que el Sinedrio había tenido junta, y bien se entendió el objeto de tal asamblea. Para esta hora, también algunos del pueblo que estaban de parte de los sacerdotes sabían lo que pasaba en el templo. (25) “Pero viniendo uno, dióles esta noticia: He aquí, los varones que echasteis en la cárcel, están en el templo, y enseñan al pueblo . (26) Entonces fue el magistrado con los ministros, y trájolos sin violencia; porque temían del pueblo ser apedreados. (27) Y como los trajeron, los presentaron en el concilio.” Al llegar la noticia de que los apóstoles estaban en el templo, el magistrado y su grupo no hubieron menester más órdenes; fueron al momento por sus presos escapados. Sin duda vio él en los rostros de los del pueblo que su misión era peligrosa, y pueda haber visto piedras en algunas manos de la parte más excitable de la multitud, pues para aquella gente que ya entendía cómo habían sido sueltos los apóstoles, arrestarlos de nuevo hubiera sido atrevido ultraje. No trató el magistrado a esos hombres como trataría a presos escapados en circunstancias ordinarias, sino que con suma deferencia los escolta a la presencia del tribunal. No hay duda de que temió la pedrisca, no de parte de los discípulos, sino de las multitudes de afuera, aunque no es improbable que algunos recién convertidos, que solo parcialmente habían bebido del espíritu del evangelio, hubieran tomado parte en la refriega una vez empezada.  

6.  La acusación y la defensa. Hechos 5:27b - 32.

     Versículos 27b y 28. Ya tenemos una descripción viva y gráfica del juicio que se les formó a los apóstoles. No es tan indefinido Caifás en la base de la acusación como lo fue en el caso de Pedro y Juan; el mandato con que se les había despedido le da un punto de partida para el procedimiento presente. (27b) “Y el príncipe de los sacerdotes les preguntó (28) diciendo: ¿No os denunciamos estrechamente que no enseñaseis en este nombre? y he aquí, habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de este Hombre.” Tales palabras contienen dos cargos específicos contra los apóstoles: desobediencia al Sinedrio, y tratar de culparlos de la sangre de Jesús. Esto último era el punto más doloroso para los sacerdotes. Si se hubiera podido probar sin complicidad para los que lo habían condenado, el crimen de derramar sangre inocente, muy probable fuera que jamás se habría hecho esta serie de tentativas de suprimir la predicación. Pero esto no podía ser; y ahora estos desdichados se hallaban obligados por su crimen anterior a la necesidad de aceptar el baldón de asesinos de parte de un pueblo indignado, o de suprimir y triturar la creencia de la resurrección. En vez de volver atrás de su camino de hipocresía y crimen, camino que emprendieron al condenar a Jesús, escogieron la mala alternativa de hundirse aun más en.

     Versículos 29 - 32. El candor y la intrepidez de la respuesta de Pedro a la demanda del sumo sacerdote son dignos del hombre y de la ocasión. (29) “Y respondiendo Pedro y los apóstoles dijeron: Es menester obedecer a Dios antes que a los hombres. (30) El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, al cual vosotros matasteis colgándole en un madero. (31) A éste ha Dios ensalzado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y remisión de pecados. (32) Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que Le obedecen.” Del primer cargo se confiesan reos, el de desobediencia al Sinedrio. De su primer juicio habían salido Pedro y Juan al decir las palabras "¿Es justo delante de Dios obedecer antes a vosotros que a Dios?” , y ahora refiriéndose a su desobediencia, dicen: "Es menester obedecer a Dios antes que a los hombres". Se enfrentaban al segundo cargo reiterando aquello de que se les acusaba —osadamente lanzando al rostro de sus jueces el hecho abrumador de ser sangre inocente la que ellos habían derramado, lo que también se probaba con la resurrección de Jesús y su exaltación, repite Pedro lo que tan frecuentemente había dicho ya, que él y sus colegas apóstoles eran testigos de la primera, al par que se refiere al Espíritu Santo como testigo de la segunda. Ese testimonio de parte de quienes acababan de ser librados milagrosamente de una prisión con guardias, sin saber éstas cuándo habían salido, y que de antemano habían llenado a Jerusalén de obras maravillosas efectuadas por el poder del Espíritu Santo, no era posi­ble negarlo ni honradamente dudarlo.

     Al declarar que Jesús había sido exaltado a Príncipe y Salvador para "dar" arrepentimiento y remisión de pecados, se comprende que el arrepentimiento, lo mismo que la remisión de pecados, eran algo que se daba. Pero dar arrepentimiento no significa otorgarlo sin que uno ejercite la voluntad, pues como ya lo hemos visto, es acto del querer. Es acto de la voluntad al cual nos conduce la tristeza por el pecado. Dios lo da pues, indirectamente, empero, dando los motivos que a ello nos conducen. Para el dolor por el pecado hubo motivos adecuados antes que Jesús se presentase como Salvador, mas debe admitirse que su muerte, resurrección y exaltación por causa nuestra es ahora el único gran motivo, comparado con el cual todos los otros son insignificantes. Suministrándoles este motivo mayor que todos los demás, había dado Dios el arrepentimiento a Israel. 

7.   Salvados de la muerte por Gamaliel. Hechos 5:33-42.

     Versículos 33 y 34. La manera en que Pedro, portavoz de los apósto­les, reiteró en presencia del Sinedrio el delito por el que habían sido arrestados, exasperó sobre medida a los jefes saduceos, y por poco convierte aquel tribunal en una chusma. (33) “Ellos, oyendo esto, regañaban, y consultaban de matarlos. (34) Entonces levantándose en el concilio un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, venerable a todo el pueblo, mandó que sacasen fuera un poco a los apóstoles.” Como hemos visto ya, los fariseos se excitaban menos que los saduceos por los progresos del evangelio, y ahora que éstos estaban a punto de precipitar una crisis en la que se viera comprometido el Sinedrio entero en un crimen horrible, cuando menos un fariseo tuvo bastante sangre fría y prudencia para interponer un consejo más sensato. Hacer que salieran los presos, como lo habían hecho antes con Pedro y Juan (Capítulo 4:15), fue por evitar que oyeran admisiones que se hicieran en el curso de la discusión que se promovía. La expresión de que Gamaliel "mandó" que saliesen los hombres, denota que era privilegio de cualquier miembro de aquel tribunal.

     Versículos 35-39. Parece haber retenido Gamaliel el uso de la palabra hasta haber sacado los ministros a los presos y cerrado las puertas, mientras con no poca impaciencia esperaban los saduceos sus observaciones. (35) “Y les dijo: Varones israelitas, mirad por vosotros acerca de estos hombres en lo que habéis de hacer. (36) Porque antes de estos días se levantó Teudas, diciendo que era alguien; al que se agregó un número de hombres como cuatrocientos; el cual fue matado, y todos los que le creyeron fueron dispersados y reducidos a nada. (37) Después de éste, se levantó Judas el Galileo en los días del empadronamiento, y llevó mucho pueblo tras sí. Pereció también aquél; y todos los que consintieron con él fueron derramados. (38) Y ahora os digo: Dejaos de estos hombres y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá; (39) mas si es de Dios, no la podéis deshacer; no seáis tal vez hallados resistiendo a Dios.” Los críticos de la oposición han acusado al autor de Hechos de poner en boca de Gamaliel un alegato que, por la índole del caso, no podía haberlo expresado. Se sostiene que, aunque Teudas se pone aquí antes de Judas, realmente vivió en período posterior, error de que no puede culparse a Gamaliel; y además que Teudas medró doce años después del tiempo en que se dice Gamaliel pronunció esta alocución. Se basa esta acusación en el hecho de que Josefo menciona un Teudas que prosperó en periodo posterior, en el reinado de Claudio César y tuvo una carrera similar a la del Teudas mencionado aquí. La veracidad del cargo depende de que el Teudas de Josefo sea idéntico al Teudas de Lucas. Ninguno de los dos escritores entra en detalles que den base segura para asumir tal identidad, mientras Josefo mismo da lugar para suponer que pueda haber habido más de un Teudas, al mencionar gran número de insurrecciones que ocurrieron en período preciso que se aviene con lo dicho por Gamaliel, y no da nombres de los jefes de ellas. Dice del período que de inmediato precedió a la deposición de Arquelao: "Y en ese tiempo hubo otros diez mil trastornos en Judea, los que eran como tumultos, gran número de gentes asumían actitud bélica, ya fuera por esperanza de ganancias para sí, o por enemistad a los judíos". En otro lugar también dice: "Y Judea estaba llena ya de conflictos; y al dar varias compañías de los sediciosos con uno que las mandara, lo hacían rey al momento, a fin de producir daño al público" . Bien, nada improbable es que alguno de estos líderes se haya llamado Teudas, y cuando tenemos la aserción de quien era escritor veraz, es suma injusticia acusarlo de falso, cuando no existe evidencia alguna de conflicto.

     En la suerte que tuvieron estos dos impostores basa Gamaliel su consejo referente a los apóstoles. Hay que estimar de distinto modo los méritos de su consejo, según el punto de vista desde el cual lo consideremos. Si se propusiera como una regla general de proceder con referencia a movimientos religiosos, lo condenaríamos como contemporización. En lugar de esperar a ver si un movimiento logra buen éxito, todo el que ama la verdad habrá de investigar al momento sus pretensiones, y si las tiene dignas de atención, resolver sin referencia a la opinión pública o al éxito probable. Mas Gamaliel argüía una cuestión muy diferente de esto, la de si había de suprimirse este movimiento con la violencia, y por cierto que desde ese punto de vista era buen consejo. Al asumir como él lo hizo, que era un movimiento impropio, la cuestión era: ¿Trataremos de aplastarlo por violencia, o suspenderemos todo procedimiento en su contra hasta no ver si comienza a debilitarse, como sucederá por cierto si no es de Dios? Tal fue la tendencia de la primera parte de sus observaciones, aunque al final acusa una duda de si deberla hacerse oposición alguna, pues con mucha claridad intima que pueda ser de Dios, y que pugnando contra él, podríamos hallarnos en pugna con Dios mismo. Es extraño que quien, bajo tales circunstancias, fuera capaz de pensar calmado y razonar tan sano como lo de esta ocasión, no se hubiera ya entregado a una causa sostenida por evidencia indisputable.

 

“Y ellos partieron de delante del concilio, gozosos de que fuesen tenidos por dignos de padecer afrenta por el Nombre. Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo”, gráfica que ilustra el comentario de McGarvey sobre Hechos 5, en editoriallapaz.org.

“Y ellos partieron de delante del concilio, gozosos de que fuesen tenidos por dignos de padecer afrenta por el Nombre. Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.”

     Versículos 40-42. El consejo de Gamaliel tuvo el efecto de refrenar al concilio a derramar sangre; mas los sacerdotes y ancianos estaban muy exasperados para que lo siguieran en todo. (40) “Y convinieron con él; y llamando a los apóstoles, después de azotados, les intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y soltáronles. (41) Y ellos partieron de delante del concilio, gozosos de que fuesen tenidos por dignos de padecer afrenta por el Nombre. (42) Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.” La ley de Moisés ponía un límite de cuarenta azotes, dejando a dis­creción de los jueces por cuáles ofensas se hubieran de infligir (Deuteronomio 25:1-3). Por la experiencia de Pablo, parece haber sido costumbre pararse en el treinta y nueve (1 Corintios 11:24), quizás por evitar que se excediese ese límite legal por mala cuenta. Probable es que cada apóstol recibiera sus treinta y nueve sobre la espalda desnuda. El informe de que, al ser sueltos, iban "gozosos de que fuesen tenidos por dignos de padecer afrenta por el Nombre" parecería increíble, si no se tuviera escrito en un libro como éste y por hombres como éstos. Así como se presenta el caso, es un hecho más sorprendente aún que cualquiera de los milagros que se dice obraron, especialmente si consideramos que ésta fue su primera experiencia con azotes. Después de soportar Pablo pugna continua de aflicciones, como ésta, no es maravilla oírle decir: "Me gozo en las flaquezas, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustia por Cristo; porque cuando soy flaco, entonces soy poderoso" (2 Corintios 12:10). Pero que los apóstoles más viejos tuviesen experiencia similar la primera vez que los azotaron, es una de las más grandiosas exhibiciones de fe que se hallan en la historia apostólica. Quizá el secreto de que pudieran regocijarse se halla al considerar que Cristo mostraba confianza en su firmeza al permitir que fuesen probados de este modo, y se agradaron de poder probar que su confianza no estaba mal cifrada.

     La predicación, ahora como antes, era en el templo, pues ni quien pensara había en excluir a los apóstoles y sus hermanos de los atrios libres a los que todo judío tenía derecho de acceso, y también era a diario. Según la fraseología moderna protestante, tenían "reunión prolongada continua". Pero no limitaban sus labores, como muchos predicadores se contentan de hacer hoy, a la predicación pública: también enseñaban y predicaban "por las casas" (Versículo 42) —experiencia que indica a los domicilios de sus oyentes, más bien que a los propios, pues en éstos, si aún se alojaban en la misma casa, no podían recibir sino a pocas personas, mientras en las de los oyentes tenían acceso todos cuantos tuviesen necesidad de instrucción o convicción. Así, tenemos en los apóstoles inspirados un ejemplo para la predicación más directa y efectiva de todas, obra cara a cara, sin abundancia de la cual ningún predicador del evangelio puede con éxito completo evangelizar a una comunidad.

     Hemos llegado al término de la primera persecución, y se ha de ver claro que resultó en triunfo completo para los apóstoles. Cuando las gentes les vieron alejarse del poste de flagelación, gozosos de haber sido tenidos por dignos de sufrir así por el nombre de su Maestro, se pasmaron, porque no habían visto antes cosa igual sobre la tierra. Y al ver que la predicación continuaba sin intermisión, y desdeñaban toda amenaza y castigo, de corazón todos, hombres y mujeres más nobles, todos cuantos sabían admirar el heroísmo moral, se sentían atraídos irresistiblemente al Cristo cuyo amor ennoblecía así a sus seguidores.

 

Proceder al Capítulo 6:1-15 de Hechos de Apóstoles. Sección V del Comentario. Mayor progreso de la iglesia y tercera persecución.  1.  Siete hombres elegidos para servir mesas. Hechos 6:1-7. 2.  Arresto de Esteban. Hechos 6:8-15.

 


 

Hechos de Apóstoles. Por Lucas, médico amado. PDFs del Comentario completo por J. W. McGarvey. 290 páginas de texto y gráficas, tamaño carta.

 

Comentario sobre Hechos por J. W. McGarvey. Boceto del Contenido completo.

Comentario sobre Apocalipsis: análisis de las profecías y visiones. Por Homero S. de Álamo

Comentario completo sobre Colosenses

Historia de la Era Cristiana. Muchos documentos en esta Web.

 

  

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