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Sermón: ¡GLORIOSO! Imágenes en PDF a través de un Carrusel de las imágenes.

 

¡GLORIOSO!

 

Escena de cielos, montañas y valles que ilustra el sermón ilustrado Glorioso, en editoriallapaz.org.

 

Catorce imágenes compuestas de gráficas y textos están disponibles para este mensaje. Se insertan una imagen y la palabra “Diapositiva” entre corchetes [Diapositiva] para indicar cuándo proyectar cada imagen. 

 

Sermón: ¡GLORIOSO! Imágenes en PDF a través de un Carrusel de las imágenes.

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I. Introducción.

A. Salutación

1. Muy amados hermanos y amigos, este servidor agradece al Señor el privilegio y dicha de compartir con tan excelente congregación el mensaje para esta ocasión.

2. Dado que hoy es el primer domingo de este nuevo año, aprovecho la oportunidad para desear a todos y cada uno ¡un nuevo año GLORIOSO! ¡Realmente glorioso! 365 días gloriosos. Un día glorioso a la vez.

B. ¿En qué piensa usted al escuchar este bello adjetivo “glorioso”?

1. En términos materiales, personalmente, pienso en uno de esos días que se dan, donde mi esposo y yo residimos, cuando la temperatura se mantiene estable durante todo el día en un punto más o menos ideal para el cuerpo humano, sopla una leve brisa fresca y el sol, cursando su trayectoria en un cielo despejado adornado con dos o tres nubecillas blancas, baña campos, pueblos y ciudades con sus rayos dorados. Entonces exclamo: “¡Qué día tan glorioso!” Y para completar, noche de luna llena, con la bóveda celestial llena de estrellas parpadeantes.

2. Todo casi perfecto. Más perfecto todavía cuando paz, sosiego, tranquilidad, plenitud, y bienestar, tanto espiritual como material, se disfrutan.

C. Pues, todo esto, y muchísimo más de la misma índole, deseamos para todos y cada uno durante este nuevo año.

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II. “¡GLORIOSO!” De hecho, este es el título del mensaje para esta hora, tema en el que vengo meditando y trabajando de vez en cuando desde hace unos cuatro meses.

A. Adjetivo que pertenece a la categoría sofisticada de los que ensalzan lo mejor, tales como: ¡Majestuoso! ¡Divino! ¡Sublime! ¡Excelentísimo! ¡Maravilloso! ¡Estupendo! ¡Fabuloso! ¡Grandioso! ¡Fenomenal! ¡Admirable!

1. Vocablos finos, elegantes y poderosos que atañen muchísimo más al lenguaje celestial que al terrenal.

2. Más sin embargo, no pocos seres humanos los aplican rutinariamente a lo común, prosaico, barato, vulgar, insignificante, aun a lo feo o malo. Quizás con el propósito subliminal de revestir sus fantasías, materialismo, carnalidad o vicios de alguna importancia, valor, dignidad, aun de espiritualidad. De elevarlos a un nivel de aceptabilidad no solo delante de los hombres sino también delante del Glorioso Dios Creador y su Glorioso Hijo Jesucristo.

a) Por ejemplo, sin querer ofender sensibilidades, cuando a una joya o a un traje se le dice: “¡Qué divino!”, no teniendo lo elevado así al cielo nada de “celestial”, como tampoco de “divino”, a menos que sea el hecho de haber creado Dios las piedras preciosas.

b) O cuando se le dice “¡Majestuoso! ¡Sublime!” a algún drama teatral bien ejecutado, en términos de escenarios y actuaciones, pero cuyo libreto gira en torno al adulterio, con un lenguaje frecuentemente salpicado de obscenidades, expresiones de doble sentido, terminología sexual explícita, etcétera.

c) O cuando a una película cinematográfica llena de sexo y violencia se le dice “¡Estupenda! ¡Fabulosa!”

d) Sucede, pues, que el diablo también sabe usar astutamente adjetivos y superlativos propiamente celestiales, estratagema que confunde y engaña a mentes naturales que se deleitan en revestir lo malo de ropas elegantes.

B. ¿Qué cosas, entidades o personas en este mundo merecen ser calificadas de “gloriosas”? ¿Acaso algún gobierno, gobernante, institución educativa, profesor, escritor, filósofo, ejecutivo, pastor, predicador u otro líder espiritual? Difícilmente cualifique de “glorioso” cualquier ser humano u organización en esta tierra, pese a su ilusión de poseer el atributo de “gloria”.

1. Claro, muchos humanos se alaban a sí mismos, atribuyéndose gloria y honra, también alabando a otros humanos y procurando ser alabados recíprocamente, pero este tipo de gloria humana suele ser completamente vanidosa y egoísta, acompañada también de peligros hasta mortales, tanto para el cuerpo como para el alma.

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-Por ejemplo, en el año 44 d. C., en Cesarea, capital de Judea, una mañana soleada salió el rey Herodes Agripa, de descendencia judía, para dirigirse a mucha gente que se reunía en el gran teatro romano de aquella ciudad portuaria. Vestía una prenda ingeniosamente confeccionada de plaquitas de plata. Al ir subiendo la escalinata del teatro, brillaba aquella pieza plateada con un fulgor deslumbrante, tanto que el gentío comenzó a alabar a viva voz al rey, llamándole “dios”. “¡Voz de dios, y no de hombre!” Gloria de los hombres recibió el rey, pero no dio gloria a Jehová Dios, “único Dios verdadero”, a quien Agripa solía hacer sacrificios en Jerusalén. Entonces sucedió lo más escalofriante, a saber: ahí mismo, delante de aquella multitud que adulaba a un mero ser humano, aquel rey, en todo el apogeo de su gloria humana, ¡de pronto fue azotado por terribles dolores abdominales, agonizando cinco días antes de partir de esta vida sin siquiera una onza de gloria pura e imperecedera! Tenía 54 años de edad. Así narra el historiador Flavio Josefo, contemporáneo de Agripa, y también Lucas, el médico amado, en Hechos 12:20-23.

2. “Gloria de los hombres no recibo”, dijo Jesucristo (Juan 5:41). El apóstol Juan testifica contra los judíos de aquel tiempo que rechazaban al Mesías, identificando la razón: “Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios” (Juan 14:43). Escribiendo el apóstol Pablo a la iglesia en Tesalónica, apunta: “…ni buscamos gloria de los hombres, ni de vosotros, ni de otros…”(1 Tesalonicenses 2:6).

C. Así pues, no permaneciendo ni teniendo verdadero valor “la gloria de los hombres”, la única opción es buscar lo realmente “glorioso” en contornos y cosas espirituales.

III. El cielo mismo nos llama la atención a lo que posee verdadera “gloria” valiosísima e imperecedera. Dirige nuestra mirada hacia…

 
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A. El “glorioso evangelio”. “Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente… según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado (1 Timoteo 1:11). “Glorioso”, por su contenido excelentísimo y poderosísimo, por la redención que proclama, la transformación de mentes y espíritus que obra, “las preciosas y grandísimas promesas” que trae y muchísimas razones adicionales.

 
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B. La gloria del ministerio del Espíritu Santo. Y si el ministerio de muerte [¿Cuál fue? El mismo texto lo identifica. Se trata del que fue…] grabado con letras en piedras [¿Cuál fue grabado así? El de los diez mandamientos, representativos de toda la antigua ley dada en Sinaí.] fue con gloria [“…fue” –tiempo pasado. Tenía “gloria”, pero ya no la tiene.], tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro [Resplandecía el rostro de Moisés por haber estado él tan cerca de Jehová Dios. Hoy día, en sentido espiritual, resplandece el cristiano que pasa mucho tiempo bien cerca de Dios.], la cual había de perecer [La gloria de Moisés, como mediador del Antiguo Testamento, pereció cuando la ley entregada por medio de él fue clavada en la cruz de Cristo y entró en vigor cincuenta días más tarde, en Pentecostés del año 30 d. C., la nueva “ley de Cristo” (1 Corintios 9:21).], ¿cómo no será más bien con gloria el ministerio del espíritu? [O sea, el del Nuevo Testamento dado por medio del Espíritu Santo.]

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Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación. Porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación con la gloria más eminente. Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece(2 Corintios 3:7-11).  La gloria del Nuevo Testamento es “más eminente” que la que tenía el Antiguo Testamento. “…mucho más glorioso” es el Nuevo Testamento. Deberíamos, pues, recibirlo como tal, no teniendo como “gloriosa” la antigua ley abolida en la cruz.

 
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C. “…evangelio glorioso”, “…ministerio del espíritu… mucho más glorioso” que el ministerio de la antigua ley, y también “iglesia gloriosa”, pues se nos enseña en Efesios 5:25-27 que la iglesia debería ser “gloriosa”. Escribe el apóstol Pablo: Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5:25-27). 

1. Se contempla a la “iglesia” en sentido universal. Esta congregación es parte de ella. Así que, apliquemos lo que se dice de ella muy particularmente a nosotros, la iglesia de Cristo en este lugar.

 
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a) Iglesia, Cristo nos ama, tanto que “se entregó a sí mismo” por nosotros, para santificarnos.

b) Iglesia, Cristo nos purificó “en el lavamiento del agua”, es decir, el bautismo, “por la palabra” que manda a bautizar “para perdón de los pecados” (Hechos 2:38; 22:16; Marcos 16:15-16; Mateo 28:18-20).

c) Iglesia, Cristo quiere presentarnos “a sí mismo, una iglesia gloriosa… santa y sin mancha”.

 
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2. A propósito, ¿cuánta “gloria” posee esta congregación en este lugar? [El predicador o maestro identifica a la iglesia local.] ¿Tanta gloria poseemos que irradie de nosotros un resplandor espiritual claramente discernible en esta misma urbanización y los alrededores? ¿Hasta más allá de esta área [la de la iglesia local]? Aun más allá de este [estado, provincia, país], alcanzando lugares lejanos?

2. La “gloria” de esta iglesia es la suma global de la “gloria” de todos y cada uno de sus feligreses. Es decir, de todos nuestros atributos gloriosos y obras gloriosas, incluso, cultos gloriosos. De ahí, me incumbe preguntar: ¿Cuánta gloria contribuyo YO personalmente a la gloria de esta congregación? ¿Y usted?

a) Precisamente aquí se torna muy PERSONAL este asunto de “gloria”, de “glorioso”, pues ¡se me da a entender que YO debería tener GLORIA, y tenerla AHORA, en esta vida! También usted, y todos los miembros de la iglesia. ¡Debemos todos poseer “gloria”, “gloria espiritual”!

b) ¿La tenemos? ¿En qué medida? ¿Se nos nota? ¿Emana de nosotros? ¿Nos rodea como una luz refulgente? ¿Una luminosidad celestial? ¿Parecida, aunque mucho menos intensa, al resplandor de los ángeles de Dios en sus visitas a mortales, tales como aquel ángel que, “con vestido resplandeciente” (Hechos 10:30), apareció al centurión Cornelio en su casa?

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D. La posesión personal de gloria espiritual por cristianos en esta tierra Pablo la resalta en 2 Corintios 8:23 al decir a los corintios: En cuanto a Tito, es mi compañero y colaborador para con vosotros; y en cuanto a nuestros hermanos, son mensajeros de las iglesias, y gloria de Cristo.

1. “…gloria de Cristo…” ¡Qué concepto más fabuloso y sublime! Amados, ¡seres humanos en la tierra que son “gloria de Cristo”, del Cristo glorioso! ¿Quiénes eran en aquel tiempo? Pues, los “mensajeros de las iglesias”que andaban haciendo una obra caritativa grandiosa. Y por extensión natural y lógica, todos los ministros, evangelistas, maestros y maestras, obispos y diáconos, serían también “gloria de Cristo”. Ahora bien, ninguno puede ser “gloria de Cristo” sin poseer él mismo verdadera gloria espiritual.

2. De nuevo, tomemos para nosotros, esta congregación, estos maravillosos conceptos divinos, haciéndolos nuestros y viviéndolos. Quisiera pedir, por favor, que todos los predicadores, maestros, maestras, dirigentes de cultos, dirigentes de cánticos espirituales, administradores de la Cena del Señor, se pongan de pie en este momento.

[Ponerse de pie los que ministran]

a) ¡Ustedes, queridos hermanos y hermanas, son “gloria de Cristo”! ¿Se conciben a sí mismos como tal? Al efectuar nuestros ministerios distintos, quizás nos convenga ir diciendo para nuestros adentros “Yo soy gloria de Cristo. Yo soy gloria de Cristo”, creyéndolo y conduciéndonos a la altura de tan bendito privilegio y honor.

b) Iglesia, ¿tenemos a estos siervos como “gloria de Cristo”? Si poseen los atributos espirituales necesarios para sus oficios, si resplandecen sus vestimentas espirituales, ¡nuestro deber es tenerlos como tal!

c) Gracias, amados. Pueden tomar asiento. ¡Y qué sigan siendo “gloria de Cristo” aun hasta el final de sus carreras en el Reino de Dios y Cristo!

3. Ahora bien, el que los que administran la Palabra y las obras de Dios se llamen “gloria de Cristo” no significa, de modo alguno, que los demás miembros de la congregación no tengan gloria. Quizás algunos posean hasta más que nosotros… por sus excelentes cualidades espirituales, sus obras de caridad, su afán por las almas y su amor, puro y gozoso, por todo lo que atañe a Dios, Cristo y la iglesia. De hecho, encontramos en 1 Pedro 1:8 que el “gozo” del cristiano consagrado se describe como “glorioso”.  Refiriéndose a Jesucristo, Pedro dice: “…a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso…” (1 Pedro 1:8). “…gozo inefable y glorioso” de cristianos que demuestran, con regularidad y sinceridad, su lealtad al Rey de reyes y Señor de señores.

E. ¿Cómo obtener yo una buena cantidad de esta “gloria” divina que me hace gran falta? ¿Tanta gloria que me cubra de ella? ¿Tanta que, llenando mi espíritu, irradie hacia afuera como un fuerte fulgor celestial?

1. Queridos hermanos Jorge e Iris, ¿me regalan siquiera una libra de la suya? ¿De su gloria refinada y pura?

2. Apreciados hermanos Joaquín y Lali, ¿me prestan una libra de la suya?

3. Amados hermanos Wilfredo y Mirnita, ¿me venden una libra de la suya?

 
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4. A la verdad, y muy en serio, la única gloria que vale la pena tenerla ¡no se regala, ni se presta, ni se puede comprar! Entonces, ¿CÓMO OBTENERLA? Pues, el apóstol Pablo revela un asombroso procedimiento maravilloso en 2 Corintios 3:18. Dice: Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”.

a) “…transformados de gloria en gloria…” Así pues, no solo teniendo gloria sino adquiriendo cada vez más gloria, subiendo por distintos niveles de gloria hacia la cumbre de la gloria celestial.

b) ¿Cómo? “…mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor…”

(1) Es decir, removiendo todo velo de la cara, o sea, de la mente y el espíritu. El velo de la antigua ley, la cual perdió su gloria. El velo de todo engaño religioso, moral, doctrinal, filosófico, tradición humana, mandamiento de hombre, falsa ciencia, sofismo.

 
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(2) Luego, mirando fija y largamente “la gloria del Señor”. ¿Dónde? “…como en un espejo”. El “espejo” espiritual perfecto que refleja perfectamente “la gloria de Cristo” es, precisamente, “la perfecta ley, la de la libertad”, el Nuevo Testamento. Lo dice Santiago 1:26. “Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en lo que hace.” Subrayamos “ATENTAMENTE”. ¿Quiere usted obtener buena cantidad de gloria divina refinada? ¡MIRAR ATENTAMENTE, fijamente, con gran concentración, “la gloria de Cristo” revelada en la Biblia!, y mirando así, si usted busca gloria celestial, es de esperarse que ¡comience una magnífica TRANSFORMACIÓN de su mente y espíritu! (Romanos 12:2), que le llevará “de gloria en gloria”, formándose en usted, ¡maravilla de maravilla!, “la misma imagen” del Hijo de Dios (Colosenses 2:9-11). De esta manera, usted hará suyas porciones en aumento de la gloria de Cristo. Pero, no pasemos por alto que la clave para semejante transformación gloriosa es no solo mirar atentamente la imagen de Cristo y oír el “evangelio glorioso” sino ser “hacedor” de la Palabra, perseverando en ella.

5. Bien que la única gloria que realmente importa no se regala, ni se presta ni se compra, una vez adquirida conforme a disposiciones de la Deidad, ¡es fácil perderla! Tengámoslo presente, amados en el Señor. Algún desliz de la lengua, indiscreción, juicio mal hecho, actitud dañina, engaño del corazón, situación moral negativa comprometedora, flaqueza espiritual de la índole que sea. Y la gloria divina que haya resplandecido en derredor nuestro, distinguiéndonos como imágenes vivientes del Cristo glorioso, pierde rápido su fulgor celestial, aun hasta el punto de apagarse. Pero, ¡también es fácil recuperarla! Con tan solo arrepentirse, reconciliándose con Dios y su iglesia. Cosa que usted, amado, amada, puede hacer aun en esta mañana, de haber perdido, en parte o completamente, la gloria celestial que una vez fuera suya. Y le animo a fortalecerse de manera que no vuelva a perderla, con las poderosas palabras de Romanos 8:18. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.”

IV. Invitación.

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A. Queridos hermanos y amigos, todos, les invito a contemplar otras dos cosas realmente “gloriosas”, a saber: “la libertad gloriosa de los hijos de Dios” y el cuerpo espiritual glorioso de los santos resucitados.

1. “… porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios(Romanos 8:21).

2. “Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria. Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder” (1 Corintios 15:41-43). Transformado, pues, el cuerpo en la resurrección “para que sea semejante al cuerpo de la gloria” de Jesucristo (Filipenses 3:21).

 
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B. BUSCAR “gloria y honra” en esta vida, por medio de obedecer al “evangelio glorioso” es paso imprescindible para disfrutarlas por la eternidad, según escribe Pablo en Romanos 2:6-7. “…el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad…” (Romanos 2:6-7). De manera que la “inmortalidad” está vinculada inextricablemente con “gloria y honra”, constituyendo tres majestuosas bendiciones inseparables.

C. Amado hermano, hermana, si usted ha echado a perder la gloria que había acumulado, le animamos a recuperarla, y si le hace falta reconciliarse públicamente para con Dios y su iglesia se le ofrece la oportunidad en este preciso momento de pasar al frente. Todos, juntamente, oraremos por usted.

D. Querido amigo, amiga, si usted no ha obedecido al “evangelio glorioso”, y por ende, no posee nada de gloria celestial, si desea disfrutar vida eterna y la “libertad gloriosa” de los hijos de Dios en el “mundo venidero” perfecto que ofrece el Creador, le invitamos a pasar al frente en este momento propicio, confesando fe en Cristo como Salvador, dejando atrás la vida de incredulidad, y bautizándose “para perdón de los pecados”.

 


 

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