Gráfica de encabezamiento para un intercambio entre Oscar y Homero sobre el dogma popular de “Salvo, siempre salvo”, con el título ¿Puede el cristiano perder su salvación?, y afirmaciones de Oscar quien cita Juan 10:28 en apoyo de sus argumentos, seguidas por las palabras “Intercalamos comentarios y aclaraciones”, todo sobre un trasfondo de cuadros geométricos de distintos tonos desde de grisáceos y amarillos claros hasta verdes y rojizos claros..


Oscar escribe…

"Amados hermanos, quiero preguntar a las personas que han adoptado la doctrina arminiana, que si una persona que nunca conoció al Señor Jesús, Dios le da el don de arrepentimiento y el de ser salvo hoy, ustedes los arminianos afirman que si de corazón aceptó al Señor es salvo hoy verdad, pero mañana, ¿quién sabe?

Estimado Sr. Oscar, la gracia de Dios abunde en usted y los suyos. Intercalo unos comentarios y aclaraciones en su correo.

Comentarios. Primero, personalmente, considero que clasificar a una categoría de creyentes de Cristo como “arminianos” solo sirve para enturbiar el diálogo.

“Arminiano” significa “seguidor del teólogo reformado holandés Jacobo Arminio (1560 – 1609). https://es.wikipedia.org/wiki/Arminianismo

Bien pudiera este servidor catalogar a los creyentes en “salvo, siempre salvos” como “calvinistas”. Pero, no estoy promoviendo, defendiendo ni siguiendo a teólogos muertos sino esforzándome para entender cada día mejor la voluntad de Dios para mí por medio del estudio imparcial de la “doctrina de Cristo” revelada en el Nuevo Testamento. Apelando a esta misma “sana doctrina”, si usted puede explicarme por qué textos tales como Gálatas 5:4, Hebreos 6:4-6 y 2 Pedro 2:20-22 no enseñan la posibilidad real de perder el cristiano la salvación, se lo agradeceré. No obviarlos, como hacen muchos, sino probar que no derriben completamente la tesis de “salvo, siempre salvo”.

Aclarando, sigo creyendo que la salvación es condicional, pero no vivo todo momento dudando de mi salvación. Muy al contrario, confío en mi salvación, y me regocijo en ella, creyendo que, siempre y cuando ande en el Espíritu, viviendo el Espíritu (Romanos 8:5-16), mi salvación está segura.

El cristiano consagrado no anda en la carne, o sea, no está pecando cada rato, y por consiguiente, su salvación no está en tela de juicio todo el tiempo. El asunto no es, pues, como dice usted, “salvo hoy verdad, pero mañana, ¿quién sabe?”, sino “salvo hoy, y confiado en ser salvo mañana también, y así día tras día hasta la muerte, por el compromiso serio que he hecho de ser fiel a mi Salvador y por la fe que tengo en él continuamente, como además, en el poder de su Palabra que obra poderosamente en mí”. Con esta salvedad: no me jacto en ningún momento sino que tengo presente la admonición: “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga”. 1 Corintios 10:11.

A propósito, ¿qué significado tiene esta admonición para usted? Suponiendo que no sea posible caer de la gracia el cristiano y perder su salvación, ¿con qué sentido prevenirnos el Espíritu Santo una y otra vez, una y otra vez, el peligro de una confianza demasiada segura referente a “estar firme”, seguido por la advertencia explícita mire que no caiga”? Aguardo su explicación. ¿Qué “piensa” usted acerca de su firmeza en el Señor, y su salvación? Más adelante, usted habla de “certeza” de salvación. Se deduce, pues, que no solo “piensa estar firme” sino que va mucho más allá, reclamando total seguridad de salvación. O sea, que no la puede perder jamás no importa lo que haga, convicción que, dicho sea de paso, rendiría superflua la admonición mire que no caiga”.

¿Les pregunto: si hoy que esa persona que acepta a Cristo en su corazón es salva, hoy solamente, no le sería mejor que Dios se la llevara al cielo, antes de que pueda perder su salvación? ¿Qué sentido tiene quedarse en este mundo si ya teniendo la salvación la puede perder?

Comentarios. Vuelvo a afirmar que no se trata de ser “salvo hoy solamente”. Esta forma de expresar usted la condición del cristiano cuya convicción es que existe el peligro de perder la salvación, desenfoca tanto su fe como su verdadero estado de ánimo espiritual. Soy salvo continuamente, día tras día, mes tras mes, siempre y cuando no vuelva atrás a los “rudimentos del mundo”, tal y como enseñan Colosenses 2:20 y 2 Pedro 2:20-22.

Permanecer en pie espiritualmente a mí me corresponde. No estar desplomándome con mucha frecuencia, todos los días. Conforme a la Escritura que dice: “Todo aquel que es nacido de Dios no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios”. 1 Juan 3:9.

Ahora bien, si la “simiente de Dios”, la cual es la Palabra inspirada, el cristiano la descuida, perdiéndola, entonces, sí, definitivamente, podría pecar. Leyendo el resto de 1 Juan 3, encontramos expresiones tales como “El que no ama a su hermano, permanece en muerte” (1 Juan 3:14), tratándose del amor fraternal entre hermanos de la común fe. Y remontándonos al principio de la epístola de Juan, hallamos en 1Juan 1:6 la siguiente afirmación-advertencia:

“Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad…”

Luego, en 1 Juan 1:8. “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.

Entonces, en 1 Juan 2:1. “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.

Sr. Oscar, todos estos textos enseñan expresamente que el cristiano puede caer en pecado, perdiendo la salvación. ¿Acaso el cristiano que ande en tinieblas, mienta, y no practique la verdad siga siendo salvo incondicionalmente, eternamente, sin ningún peligro de ser rechazado por Dios, no importando cuántos y cuán grandes sean sus pecados? ¿Sigue salvo el cristiano que se engañe a sí mismo, no teniendo “la verdad” en él? ¿A usted nunca le hace falta apelar a Cristo como “abogado” por haber usted mismo pecado, y por ende, haciéndole falta con urgencia la intervención de Cristo para lograr reconciliación?

Me corresponde correr la buena carrera; pelear la buena batalla. Siempre. No hoy solamente, sino cada día. Haciéndolo, soy salvo continuamente. 2 Timoteo 4:6-8.

Considere, por favor, 1 Corintios 9:24-27. En este texto, el apóstol Pablo señala acertada e inequívocamente el peligro real y verdadero de perder la salvación al decir: “…golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.

“…eliminado…” no meramente de ministerios, como porfía cierto escritor, sino “…eliminado…”de la carrera, de la lucha para la “corona… incorruptible” de la salvación eterna, “premio” para el cual se corre, se lucha.

Sin embargo, según la doctrina de “salvo, siempre salvo”, toda persona que hace profesión de fe con sinceridad es perdonada al instante, y desde el mismo instante de creer tiene absolutamente segura la “corona… incorruptible”; jamás puede perderla. Bueno, de ser así, entonces surge la pregunta: ¿por qué correr? ¿Por qué luchar? ¿Golpear al cuerpo, sometiéndolo al espíritu?

¡Ah! Y, por favor, no responda con ese argumento inflado que dice: “Todo creyente que ha creído de verdad, obligatoriamente correrá sin tropezar jamás, luchará hasta el fin de sus días, no derrotado nunca por ningún tropiezo o tentación, y mantendrá siempre, indefectiblemente, su cuerpo físico en perfecta servidumbre”. Porque el sentido común dicta que eso no es ni lógico ni confirmado por los hechos y las realidades en todos los que creen de verdad. Además, no es bíblico, pues, reitero, Pablo plantea la posibilidad real de poder “ser eliminado”, perdiendo la “corona… incorruptible”. ¿Estaría usted dispuesto a afirmar que Dios obligue al creyente sincero a correr, a luchar hasta la muerte, quererlo o no?

¿Mejor llevar Dios al cristiano de la tierra antes de que pueda perder la salvación? Pero, amado, ¿no ha leído usted que la fe de cada uno ha de ser probada en fuego? ¿No ha leído usted 1 Pedro 1:6-9? Como el oro es probado en fuego, asimismo la fe de cada uno ha de ser probada por medio de diversas pruebas. Y las pruebas encierran tentaciones, incluso la tentación de volver atrás del santo mandamiento, de renunciar seguir a Cristo, de darse por vencido. Tales tentaciones no son meramente teóricas sino reales, y real también es la posibilidad de no soportarlas, cosa que les sucede a no pocos. “Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (Hebreos 10:39). “…retroceden…” No se retrocede de lo que uno no haya alcanzado. No solo “retroceden” sino que, enfatizamos, “…retroceden para perdición. ¿No ha leído usted Santiago 1:12-15? Texto dirigido a cristianos. “…tentado… atraído y seducido.” “Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.”Todo esto dirigido a los cristianos. De manera que “…el pecado… consumado” en el cristiano “…da a luz la muerte”. Indisputablemente, ¡tal cristiano pierde su salvación! Pero, la puede recuperar, arrepintiéndose. Le recuerdo lo que dijo el propio Jesucristo a los doce apóstoles en sus “instrucciones” para ellos al enviarlos a predicar “el evangelio del reino”: “Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo (Mateo 10:22). ¿Quién “será salvo”? “…el que persevere hasta el fin…”

“Hermanos, Dios no nos salvó, para después perdernos. El Señor Jesús dice en Juan 10:27: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen”. Juan 10:28. “…y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.”

Comentarios. Estimado Oscar, verdaderamente, suena extraña la expresión “Dios no nos salvó, para después perdernos”. ¿Quién creería semejante cosa? El amoroso Dios no quiere “perder” a nadie sino que “todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4). Incluso, quiere que todos los cristianos reincidentes se arrepientan y sean salvos. Ahora bien, el cristiano que cae en pecado, Dios no es quien le haga caer, y consiguientemente, no lo “pierde”. Más bien, el que cae ha de responder él mismo por la decisión de no continuar sirviendo al Señor.

-En cuanto al verbo “doy”, en la frase “…y yo les doy vida eterna”, por cierto, es de tiempo presente. Ahora bien, gramáticamente, el presente puede usarse no solo para ubicar eventos, etcétera, en el tiempo actual sino también en referencia al futuro –“presente futuro”-, como además al pasado –“presente histórico”-, siendo bastante comunes estos dos usos del presente. Contextos determinan su uso.

Presente. Tiempo verbal no marcado, que indica que la acción del verbo se realiza en el mismo momento en que se emite el mensaje; el presente de indicativo puede expresar también acciones pasadas (presente histórico) o futuras (como en ''si vas, te acompaño´´); el presente de subjuntivo expresa acciones simultáneas o futuras (como en ''conviene que mañana vayas´´). — histórico Tiempo verbal presente que se utiliza para narrar un hecho histórico pasado: en la frase ''Lope de Vega nace en 1562” se utiliza el presente histórico.” Diccionario Manual de la Lengua Española Vox. © 2007 Larousse Editorial, S.L. www.es.thefreedictionary.com

Tomemos nota del uso del presente en Juan 17:11. Orando, Jesucristo dice: “Y ya no estoy en el mundo…” no estoy…”Tiempo presente. Pero, en realidad, físicamente Cristo seguía vivo en el mundo. Él hace uso, pues, del presente en referencia al futuro, siendo el sentido de su expresión, parafraseando: “Ya pronto no voy a estar en el mundo”, o “no estaré en el mundo”. Asimismo, el uso de “doy” en la expresión “…y yo les doy vida eterna”. ¿Cuándo? En sentido absoluto, solo después de haber terminado fielmente su vida y sus ministerios en la tierra. Condicionalmente, los salvos tienen vida eterna en este mundo. En este instante, puedo afirmar tener vida eterna. Y la tengo sí, pero condicionalmente, siendo la condición que permanezca fiel “hasta la muerte”. ¿Cuándo se obtiene la corona de la vida eterna, la “corona de justicia”, la “corona… incorruptible”? Obviamente, no tan pronto obedezca uno al evangelio, naciendo de nuevo del agua y del Espíritu para ser “nueva criatura”, sino al final de la batalla espiritual, de la carrera espiritual, muriendo “en Cristo”. Apocalipsis 14:13. Este hecho Pablo lo realza al escribir: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que aman su venida”. 2 Timoteo 4:7-8

Añade Cristo, en Juan 10:28: “…y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano”. ¡Claro que no! Una vez que reciban la corona de vida, la de la inmortalidad, en virtud de haber perseverado “hasta el fin”, no cometiendo jamás el “pecado de muerte”, del cual no hay arrepentimiento (1 Juan 5:16; Hebreos 6:4-7), “la segunda muerte no tiene potestad sobre” ellos. Apocalipsis 20:6. Pero, qué quede igualmente claro: Hasta no morir “en Cristo”, sellando así eternamente su salvación, para el cristiano en la tierra “la segunda muerte” constituye un peligro real. De ahí, el sinnúmero de advertencias en el Nuevo Testamento de velar, perseverar, permanecer, no mirar para atrás, no volverse atrás del santo mandamiento, no retroceder, no ceder a la tentación, de león rugiente que busca a quien devorar, etcétera, etcétera. Advertencias que se tornan huecas, aun engañosas, si no existe la posibilidad de caer el cristiano genuino de la gracia, desligándose de Cristo, como dice Gálatas 5:4, retrocediendo “a perdición”.

“Ustedes los arminianos con todo respeto son como hombres de poca fe porque la palabra del Señor dice: mas el justo vivirá por fe, y ustedes al no tener certeza, convicción de la salvación, dudan y la palabra del Señor dice sin fe es imposible agradar a Dios.

Comentario. Vuelvo a insistir que no dudo de mi salvación, ni de poder mantenerme en el camino de salvación, perseverando fiel “hasta la muerte” (Apocalipsis 2:10), con esta salvedad, que siempre cuento con la ayuda y la gracia de Dios para lograrlo, apoyándome en mucha oración y súplica. Tengo “convicción de la salvación”, como dice usted. Salvación de mis pecados pasados al creer y bautizarse “para perdón de los pecados”.Hechos 2:38. Salvación en la actualidad. Confianza de “alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero”. 1 Pedro 1:5. Respetado Sr. Oscar, su percepción de mi fe está realmente distorsionada.

-De mi parte, yo diría que la fe suya es irreal, una fe que ciega a realidades. Primero, a las realidades expresadas en los muchísimos textos del Nuevo Testamento que enseñan el peligro de perder la salvación, como también los textos que presentan casos de cristianos que perdieron su salvación. Segundo, a la realidad fehaciente de que toda persona realmente puede caer en pecado después de haber recibido el perdón de sus pecados pasados. ¿Afirma usted ser salvo eternamente en virtud de haber hecho profesión de fe? ¿Dice que ahora no puede pecar? ¿Aun gravemente? ¿Quién le creería? ¡Yo no! Sé a ciencia cierta que usted, al igual que yo, puede pecar, y que de hacerlo, si no se arrepiente, perdería su salvación, a menos que Dios decidiera concederle salvación pese a la falta de arrepentimiento. He aquí un caso real de verdaderos cristianos que luego de estar en Cristo cayeron en pecados viles tales como “inmundicia… fornicación y lascivia”: el de algunos corintios señalados por Pablo en 2 Corintios 12:20-21. El apóstol dice que no se habían arrepentido de sus pecados, ciertamente implicando que podían hacerlo, logrando reconciliación.

“Termino con este versículo. Pablo le dice a Timoteo en 2 Timoteo 4:18. “Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial. A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén.” Él es el que preserva tu salvación."

Comentarios. Amado, “…toda obra mala” no es sinónimo de “toda tentación y todo pecado”. El contexto de esta expresión es el del juicio al cual fue sometido el apóstol Pablo en Roma ante autoridades del estado, quizás ante el propio emperador. Por consiguiente, se trata más bien de pruebas. En su “primera defensa” Pablo fue “librado de la boca del león”, es decir, fue hallado inocente y puesto en libertad. Arrestado y encarcelado de nuevo, fue condenado a muerte y decapitado conforme a fuentes de información aparte del record bíblico. Físicamente, aquel apóstol del Señor no fue librado de toda obra mala. Considere el listado largo de tales obras hecho por el propio Pablo en 2 Corintios 11:24-29. Más sin embargo, a pesar de todas y por encima de todas aquellas obras malas, fue librado espiritualmente y fue preservado para el “reino celestial”. ¿Quién lo preservó? Pues, “el Señor”. Pero, no sin el deseo ardiente y consentimiento voluntario de Pablo mismo, quien debía acabar, tal cual todo buen cristiano, la carrera, pelear la buena batalla, guardar la fe, hasta el fin. Debía tener “fe para preservación del alma”, y la tuvo.

De la misma manera, el Señor me está preservado para su “reino celestial”, porque lo deseo, porque he entregado mi alma a él, he sometido mi voluntad a la de él. Este compromiso lo puedo romper, pero estoy caminando resueltamente hacia la ciudad celestial, y por ende, aunque exista el peligro de desviarme, mi mente, alma y espíritu resisten obstinadamente toda inclinación de apartarme del camino, toda intervención, todo empuje, que me haga el enemigo de las almas. Dios no me lleva forzosamente, suplantando mi voluntad con la de él, anulando el libre albedrío que me ha dado. Yo voy voluntariamente, incentivado por su inmenso amor, perdón y ofertas inigualables de bendiciones gloriosas en el “mundo nuevo” que él está preparando para los que le aman y obedecen. Y en esta travesía soy guardado “por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero”(1 Pedro 1:5), esperando obtener “el fin” de mi “fe” que es “la salvación” de mi alma. 1 Pedro 1:9

Paz en el Señor. Su servidor, Homero Shappley de Álamo

 


 

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