Lector teme haber perdido años “en la ilusión pentecostal”.

Nos envía dos correos electrónicos.

Intercalamos nuestros “Comentarios” en el texto de sus comunicaciones.

Estimado siervo, le agradezco haberme tenido usted la confianza de plantearme sus dudas y argumentos. Me propongo responder de manera concisa y bíblica, siempre invocando a Dios que me dé sabiduría celestial. Intercalo mis comentarios en sus dos cartas.

Primera carta

Escribe usted en su carta fechada el 31 de diciembre del 2008: “Y si los dones como lenguas y profecías no son para completar el canon sagrado sino para ayudar a las iglesias y a los hermanos para su consolación, crecimiento, edificación, sanidad, y para testimonio de que Dios está entre ellos; por supuesto usted dirá que eso ya sale en la Biblia.” 

-Comentario. Sí. Correcto. Efectivamente, yo diría “que eso ya sale en la Biblia”. Que “toda la verdad” revelada por el Espíritu Santo (Juan 16:13) y recogida en el Nuevo Testamento es útil para consolar, crecer en entendimiento y edificarse completamente el cristiano en la “buena doctrina” de Jesucristo (1 Timoteo 4:6). Pero, añadiría que Dios también consuela providencialmente, y que sana al enfermo, si le place hacerlo, respondiendo a la oración hecha conforme a sus directrices, por ejemplo, las que se hallan en Santiago 4:1-10. De manera que no descarto la intervención providencial de Dios en la vida del cristiano sincero. Al contrario, creo en ella, y bien pudiera dar testimonio de ella.

-Desde luego, “providencial” no es sinónimo de “sobrenatural”. La “providencia de Dios” se hace sentir por medio de canales naturales –el oportuno socorro llevado por Epafrodito al apóstol Pablo encarcelado en Roma (Filipenses 2:25-30); el consuelo que trae algún consiervo que llega en el momento crítico con palabras de aliento. “Pero Dios, que consuela a los humildes, nos consoló con la venida de Tito” (2 Corintios 7:6). Esta “providencia divina” contrasta con “la intervención sobrenatural, o milagrosa”. El tiempo de “sanidad milagrosa mediante la imposición de manos” pasó cuando los “dones espirituales” cesaron conforme a la previa determinación del Todopoderoso (1 Corintios 13:8-13). Le recomendamos estudios al respecto en www.editoriallapaz.org/espiritu_santo_lista_recursos.htm.

¿Qué los “dones” reclamados en actualidad por gran número de creyentes sean “para testimonio de que Dios está entre ellos”? Francamente, ¡testifican todo lo contrario! Y la razón principal es que referidos “dones” no poseen los rasgos de “dones espirituales” verdaderos. Cuando personas pensantes y analíticas escuchan a hombres, mujeres, adolescentes y niños, aun a inconversos, hablar lenguas jerigonzas, vociferando todos a la vez, dicen que estos están “locos”, la misma reacción negativa que advierte el apóstol Pablo en 1 Corintios 14:23. Se impresionan solo personas que ignoran la enseñanza del Espíritu Santo sobre “dones”, o mentes susceptibles a la sugestión, o predispuestas a creer en “fenómenos, misterios, supersticiones y aun espiritismo”. El país (Puerto Rico) donde reside el que escribe está minado de iglesias cuyos pastores y feligresías aseguran tener algunos dones sobrenaturales, mayormente “lenguas, profecía y sanidad”. Pero, la inmensa mayoría hace crasa mercadería del evangelio, cosa que ofende grandemente a Dios (2 Pedro 2:1-3), y en el seno de no pocas el adulterio y otros pecados de la carne están rampantes. ¿Qué “testimonio” el suyo? Su materialismo y sus escándalos están desacreditando alarmantemente a la causa de Cristo en la tierra, al extremo de que muchos ciudadanos de este país se han enajenado de todo lo que se dice “iglesia o religión”. 

“Entonces, ¿usted niega que Dios pueda revelar algo personal a alguien, o algo que está pasando en la iglesia y que impide su crecimiento, o que Dios pueda hablar Rhema a través de un hermano porque por supuesto ya no está el don de profecía?”

-Comentario. Después de muchísimo estudio de textos relevantes en el Nuevo Testamento, y además, atenta observación y análisis de lo que ocurre en comunidades carismáticas, mi convicción es que Dios ya no obra por medio de los nueve “dones espirituales” desglosados en 1 Corintios 12:1-10. Recalco: nueve, y no tan solo los tres popularmente reclamados en el presente –sanidad, profecía y lenguas. Pero, creó sí firmemente que Dios da “espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos” del “entendimiento” (Efesios 1:17-18) de aquel que pide “sabiduría” (Santiago 1:5-7). ¿Cómo? Pues, guiándole providencialmente en sus estudios de la palabra inspirada. Abriéndole “el corazón”, como en el caso de Lidia (Hechos 16:14), para que comprenda el sentido correcto de las palabras del evangelio. Ayudándole a razonar lógicamente. A comparar un texto con otros relevantes. A ordenar sus pensamientos. A evaluar racionalmente circunstancias que le afectan. En sus ratos de reflexión sobria e imparcial sobre cualquier verdad revelada en la Biblia, el asiduo estudioso sincero y orante se encuentra con la luz divina que hace ver y entender. Y si a primera instancia no entiende, o no puede armonizar alguna verdad particular con otras enseñanzas en la Biblia, vuelve a orar y reflexionar, una y otra vez, hasta llegar al pleno “conocimiento de” la “voluntad” de Dios, “en toda sabiduría e inteligencia espiritual” (Colosenses 1:9-11).

-A propósito, ¿qué significa “Rhema”? Se sabe más o menos por el contexto de su comunicación, pero me luce como otro término de esos muy particulares de los pentecostales. 

“No entiendo muchas cosas y me enojo conmigo mismo por esto; quisiera creerles, pero Jesús dice que señales seguirían a los que creían, y todavía hay enfermos, endemoniados y demás. Supongo que ahora con su doctrina los endemoniados van a tener que seguir así toda su vida. No sé. Soy un ignorante. Gracias.”

-Comentarios nuestros. Le ruego no desprestigiarse a sí mismo, ni impacientarse demasiado. Mi percepción es que usted está haciendo como las “nobles” personas de Berea, quienes escudriñaban “cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hechos 17:11). Tal escrutinio a fondo y con tanta frecuencia –“cada día” en el caso de los bereanos- se torna laborioso, y aun doloroso para la mente y espíritu sensibles, pero produce luego grandes dividendos gratos.

En cuanto a “seguir las señales a los que creen”, de nuevo le recomiendo los estudios al respecto en www.editoriallapaz.org/espiritu_santo_lista_recursos.htm. Si bien los límites de tiempo para el cumplimiento de esta promesa no se establecen en Marcos 16:15-20, no es menos cierto que otros textos sí los establecen. Me refiero a pasajes tales como 1 Corintios 13:8-13; Efesios 4:10-16; Hechos 8:14-18 y Judas 3, en los que se fijan parámetros para la cesación de los “dones espirituales”.

Tratándose de “endemoniados”, permítame recomendarle los estudios sobre “demonios” en www.editoriallapaz.org/demonios_desglosedelecciones.htm. En esta ocasión, me circunscribo a observar que no todos los endemoniados del tiempo de Cristo y los apóstoles fueron liberados, como tampoco fueron curados todos y cada uno de los leprosos, cojos de nacimiento, ciegos, mancos, etcétera, y huelga decir que no todos los muertos fueron resucitados. Tal y como sucede en el caso de los pobres, los cuales “siempre los tendréis con vosotros” (Juan 12:8), asimismo sucede con personas perturbadas emocional y psíquicamente, enfermos de toda categoría, etcétera: ¡siempre las habrá en el mundo! También en las iglesias. Así que, resignarse a este hecho es lo indicado y no ilusionarse con que “se sanen todos”, ya sea milagrosamente o providencialmente. A fin de cuentas, lo de trascendental importancia es predicar el evangelio puro a personas capaces de entenderlo para que se sanen de sus enfermedades espirituales y se salven sus almas. “Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos” (Lucas 10:20). 

Segunda carta 

“Estimado Hno., con mucha tristeza y llorando empiezo a escribir esta carta, al pensar que puede que haya perdido unos tres años de mi vida viviendo en una ilusión pentecostal. A decir verdad, siempre tuve ciertas inquietudes al respecto, pero ahora último me entristece en gran manera pensar que todo fue quizás un maldito fraude demoníaco. (Perdón; tengo mucha rabia y confusión.)” 

-Comentarios nuestros. Contemplando su experiencia desde una perspectiva algo positiva, este servidor diría que tal vez no perdiera usted del todo “unos tres años” de su “vida viviendo en una ilusión pentecostal”. Sin duda, los pastores y maestros pentecostales enseñan algunas verdades del Nuevo Testamento, particularmente, sobre temas relacionados con la conducta moral, el arrepentimiento, la nueva vida en Cristo, etcétera, pese a que no vivan muchos de ellos lo que predican. En este contexto, alguna luz espiritual emana de ellos, hasta la medida que se ajuste su mensaje al evangelio puro del Señor.  

-Además, habiendo usted vivido la “ilusión pentecostal”, sus experiencias personales y conocimientos le equipan admirablemente para ayudar a otros pentecostales a confrontar la realidad de semejante “ilusión”. No pocos pentecostales, entre ellos aun pastores, albergan inquietudes y dudas parecidas a las que perturban a usted. Algunos, incluidos pastores, han hecho desvanecerse aquella “ilusión”, saliendo a la luz pura de la “buena doctrina” (1 Timoteo 4:6), “la doctrina de Cristo” (2 Juan 9-11). Por ejemplo, un “pastor pentecostal” residente en Colombia, al aprender la “sana doctrina” (1 Timoteo 4:16), se la enseñó también a su iglesia, formándose así toda una nueva congregación de casi cien miembros sujeta al Nuevo Testamento, y no a “ilusiones religiosas sentimentalistas”.  

“Aún no estoy seguro de si lo que usted dice es completamente cierto, y tengo una duda: ¿por qué cayó el Espíritu Santo sobre la casa de Cornelio si no habían aún sido bautizados en agua? ¿Puede el Espíritu Santo venir a un templo que todavía no ha sido perdonado de sus pecados (por el bautismo)?

 -Orientación. Escudriñamos detenidamente el “caso de Cornelio y su casa” en el estudio encontrado en www.editoriallapaz.org/don_del_Espiritu_Raul.htm, donde respondemos a una pregunta al respecto hecha por el lector Raúl. Le doy un adelante: Cornelio no era un pecador gentil cualquier sino un prosélito “piadoso y temeroso de Dios con toda su casa… varón justo” (Hechos 10:1-2, 22), a quien solo le hacía falta escuchar el evangelio de Cristo y obedecerlo, cosa que hizo sin titubear tan pronto el apóstol Pedro cumpliera con su deber de anunciarle las buenas noticias.


“En realidad estoy en un proceso de búsqueda de la verdad... trato de respaldarme en la existencia de Dios, mi doctrina y todo lo que me pueda llevar a una vida LIBRE. Siento decepción al pensar que tanta gente pudiera estar engañada, y no me cabe que Dios permita que su doctrina se esconda tanto y que su verdad se desconozca tan grandemente.” 

-Observaciones nuestras. A mi también me preocupa grandemente que “tanta gente pudiera estar engañada”, pero al reflexionar sobre esta situación penosa, no me sorprende mucho, pues he llegado a comprender, aunque sea solo en parte, que el fuerte emocionalismo de la “ilusión pentecostal” apela directamente a los sentimientos del ser humano promedio, tomando prioridad estos “sentimientos” sobre la adquisición del conocimiento de la verdad y el ejercicio del raciocino, o siquiera la orientación que aporta el sentido común. De todos modos, pensando en “tanta gente… engañada”, entiendo que es mi sagrado deber dar a conocer la misma “verdad” a la cual da “testimonio” el Señor (Juan 18:17), ya que es su “poder” para librar de engaños (Juan 8:32) y salvar a los que la obedecen, conforme a las palabras del apóstol Pedro: “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu(1 Pedro 1:22). Mi deber es hacerlo con prontitud y diligencia para que mucha gente se deshaga de engaños.

-¿Qué no le quepa “que Dios permita que su doctrina se esconda tanto y que su verdad se desconozca tan grandemente”? Pero, querido amigo, ¿cuánto tiempo hace que usted posee una Biblia? Y todos aquellos “engañados”, ¿no tiene cada uno su Biblia? Me imagino que ya usted vaticinare lo que voy a decir. Precisamente, que “la doctrina de Cristo” (Hebreos 6:1), pura y completa, siempre ha estado delante de usted ahí mismo en su Biblia. También en la Biblia de cada uno de los millones ofuscados por la “ilusión pentecostal”. Verdades divinas sencillas que alertan a engaños. Por ejemplo, “Si habla alguno en lengua extraña, sea esto por dos, o a lo más tres, y por turno; y uno interprete” (1 Corintios 14:27). O, “Hágase todo decentemente y con orden” (1 Corintios 14:40). Vocablos comunes y corrientes. Gramática sencilla. ¿Cuán difícil es comprender estos mandamientos? Sin embargo, desde su comienzo en Los Ángeles, California, en el año 1906, los pentecostales, pisando los talones de su fundador semianalfabeto William Seymour, obvian estas enseñanzas del verdadero Espíritu Santo. Textos tales como los citados prácticamente gritan: “¡ALERTA! ¡OJO! ¡CUIDADO! ¡El predicador o iglesia que hace caso omiso a doctrinas tan elementales, sencilla y llanamente no trae “la doctrina de Cristo”! Por tanto, no deberíamos recibirlos “en casa”, ni participar “en sus malas obras” (2 Juan 9-11).

-Pues entonces, sucede que la “doctrina” de Dios no está “escondida”, y si bien muchos la ignoran, no es porque Dios o la iglesia genuina del Señor la hayan ocultado sino porque los mismos que la desconocen tienen la costumbre de menospreciar “doctrina”, como si esta fuera una cosa mala, pesada, “sin espíritu”, sin valor. Sin embargo, el Espíritu Santo exhorta: “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren” (1 Timoteo 4:16). “Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina (Tito 2:1). El tremendo afán de “nuevas revelaciones, profecías, sueños y visiones” hace que los obsesionados ni busquen en el Nuevo Testamento la original y completa “doctrina de Cristo” (Hebreos 6:1). Y si por casualidad tropiezan con porciones de ella, la confrontación suele ser dura, ya que sus doctrinas de hombre, o “doctrinas de demonios” (1 Timoteo 4:1-5), no armonizan con la “buena doctrina” impartida por el verdadero Espíritu Santo. De ahí que se inventan infinidad de porfías en el vano intento de reconciliar lo irreconciliable.  


“Soy un joven bastante activo en mi congregación y me han profetizado muchas cosas, algunas de las cuales se han cumplido ya (eso creo), y me duele pensar que todo pueda ser una sugestión. Reconozco que he visto muchas profecías cumplidas en mi familia y en hermanos de la iglesia, así que por eso dudo un poco de usted.”

-Comentarios nuestros al respecto. Cuando aún joven este servidor, ciertos hermanos, observando mi potencial, hicieron pronunciamientos positivos sobre lo que pudiera yo lograr en la vida, los cuales resultaron correctos al menos en parte. La gloria para Dios. No los tomé como “profecías” dadas por Dios. Casi cualquier persona perspicaz, intuitiva y sensible, que estudia rasgos de carácter, indicaciones de inteligencia, el lenguaje corporal, entornos sociales, etcétera, es capaz de pronosticar acertadamente quizá varias cosas que le pasará a cualquier individuo que analice. Esta “ciencia” es más o menos la misma que practican algunos espiritistas, videntes, hechiceros, etcétera. Los tales no poseen ni ejercitan ningún “don espiritual de profecía”.

-Muy diferente era el verdadero “don sobrenatural de profecía” que recibieron los apóstoles y algunos miembros de la iglesia del Siglo I. En primer lugar, el propósito primordial de aludido don era edificar, exhortar y consolar. “Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación. …el que profetiza, edifica a la iglesia(1 Corintios 14:3-4). “Podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados(1 Corintios 14:31). Pero, aun cuando utilizado el don para predecir lo que le pasaría a una persona particular, la profecía dada por el Espíritu Santo era específica en sus detalles. Por ejemplo, la profecía de Agabo para el apóstol Pablo. “Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles” (Hechos 21:11). ¿Dónde tendría la profecía su cumplimiento? “En Jerusalén”, y no en cualquier ciudad. ¿Quiénes serían los contrincantes? Primero, los judíos; luego, los gentiles. ¿Matarían a Pablo? Negativo. Lo amarrarían, dejándolo con vida. En cambio, “profecías” indefinidas expresadas mediante generalizaciones, las que abren paso a múltiples interpretaciones aun contradictorias y distintas aplicaciones subjetivas, carecen de los atributos de una profecía inspirada por Dios mismo. “Yo veo que el hermano fulano de tal recibirá muchas bendiciones en este año. Dios bendecirá el ministerio del hermano mengano. Habrá terrible terremoto durante los próximos nueve meses. Dios me ha revelado que vamos a contar pronto con un local mucho mejor que este.” Luego, si la “profecía” no se cumple, la culpa la tiene algún hermano, o acaso la congregación entera, que “está robando el diezmo a Dios”, o que “no tiene fe”, o que “anda mal”, lo cual es también una estratagema engañosa.

-Al cristiano que procura evitar ser engañado le conviene tener siempre presente la admonición del apóstol Juan. “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo (1 Juan 4:1). Y siguen saliendo al mundo. Por montones.


“A veces me toca predicar, y soy ayudante del jefe de coro instrumental, así que podrá notar que me será difícil desligarme de mi congregación, a la que asisten también todos mis familiares creyentes (mis padres y hermanos, entre ellos). He hecho amigos y amigas, y he conocido personas (como mi pastor y otros), cuya vida refleja grandemente una vida de comunión con Dios, y los frutos del Espíritu. Esto se lo digo para que por favor me aconseje en lo que puedo hacer, si quedarme e influenciar un cambio, o irme y solo orar por ellos. Por favor ayúdeme.” 

-Con temor y temblor, respondemos a su petición. Antes que nada, hacemos una sencilla observación, la cual nos parece cierta: En tal vez todas las iglesias y religiones se encuentran personas cuya vida moral, conducta social, obras caritativas, carácter y personalidad armonizan en una que otra medida con el ideal establecido por Dios. Esto no significa de modo alguno que practiquen la “buena doctrina” en todo aspecto, o que conozcan siquiera “los rudimentos de la doctrina de Cristo” (2 Juan 9-12). No significa que adoren a Dios “en espíritu y en verdad” (Juan 4:24), conforme a sus directrices en el Nuevo Testamento. Cómo juzgue el Todopoderoso a personas de esta categoría no es asunto que me incumbe, pues él no me ha hecho juez de destinos eternos. Más bien, me ha encargado de enseñar su Verdad, sin alterarla, pasar el paño tibio u ofrecer falsas esperanzas.

-En cuanto a “familia y amigos”, ya usted sabrá lo que enseña el Señor sobre “el que ama a padre o madre más que a mí” (Mateo 10:34-38).

-Luego, el dilema de “quedarse e influenciar un cambio o irse y solo orar por ellos”. Me atrevo a sugerir lo siguiente: que obedezca usted los preceptos del evangelio no adulterado, comenzando a reunirse con una iglesia regida por el Nuevo Testamento, y tomando “la cena del Señor” el primer día de cada semana. Pero, que tampoco se desligue usted del todo de la iglesia en la que ha militado por tres años, procurando con humildad, gran astucia, sabiduría celestial, paciencia y oración “influenciar un cambio”. De presionar el pastor que se vaya usted de su iglesia, indicarle respetuosamente que usted quisiera seguir aunque fuera como “visita”, con la intención de continuar comparando y analizando, cosa que comoquiera no deberíamos dejar de hacer. La dificultad de tal proceder no la subestimo. Al fin y al cabo, usted es quien ha de decidir cómo mejor proseguir. Rogamos que el Señor de los cielos alumbre su mente y fortifique su espíritu para tan importante decisión.


“Ah, y otra cosa: ¿me puedo bautizar yo mismo en un río?, porque no creo que me miren bien en la iglesia si les pido que lo hagan.”

-Mi opinión. Lo más correcto sería que usted contacte a un evangelista que predica y bautiza conforme al Nuevo Testamento, pidiéndole que le bautice. De la manera que se lo pidió el funcionario de Etiopía al evangelista Felipe (Hechos 8:35-39). En el país donde reside usted, ya existen decenas de congregaciones regidas por el Nuevo Testamento. Los evangelistas que se dedican a levantar y organizar iglesias de esta índole suelen estar más que dispuestos a viajar la distancia que sea para asistir a cualquier alma sincera en la obediencia al mandamiento de bautizarse “para perdón de los pecados”.

De nuevo, le agradezco su confianza en este servidor, esperando y orando haber aportado información y orientaciones de valor para su vida espiritual.

Para servirle en el amor del Señor,

Homero Shappley de Álamo

 

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