Una pintura que presenta a Jesucristo en el acto de comunicar a los autonombrados profetas, exorcistas y hacedores de milagro su sentencia de Nunca os conocí en el día del juicio.“Nunca os conocí”,
replicará Cristo
a “muchos”
que le dirán en aquel día,
Señor, Señor… en tu nombreprofetizamos, echamos demonios “hicimos muchos milagros”.

Mateo 7:21-23

“No todo el que dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.”

Alarmante advertencia para los autonombrados profetas, profetizas, y apóstolesdel siglo XXI que en la actualidad hacen los tres reclamos señalados.

¿Quiénes son estos creyentes que Jesucristo jamás
conoció ni los conoce hoy por hoy, y por qué “nunca” los conoció?

 

“Nunca os conocí”, replicará Cristo a “muchos” que le dirán “en aquel día, Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?”, añadiendo: “Apartaos de mí, hacedores de maldad”. Mateo 7:21-23. ¡No los conoció “nunca” el Señor! “¡NUNCA!” Pese a sus pretensiones de haber profetizado, echado demonios y hecho milagros, invocando el sagrado nombre de Cristo. 

“NUNCA” los conoció ni siquiera en una sola ocasión. Aunque fueran activos en alguna iglesia, movimiento o ministerio independiente por cinco, veinticinco, cincuenta años. No obstante éxitos notables en “campañas de sanidad”, “talleres para profetas” o el exorcismo de demonios testificado por numerosos simpatizantes. No importando en nada su carisma o Un collage de cuarenta fotografías de las caras de cuarenta autonombrados profetas, profetisas, apóstoles, exorcistas y mercaderes religiosos de los siglos XX y XXI.fama personal. Su fogosidad, agresivos ataques contra Satanás y los “demonios”, diatribas sobre vicios y pecados, denuncia elocuente de males sociales; sus “aleluyas”, “glorias a Dios”, oraciones en “lenguas angelicales” e invocación incesante del “nombre de Jesús”, no alteran en nada su desesperanzado estado espiritual de no haber sido conocidos jamás por Cristo. “Nunca os conocí” sentencia el Señor con finalidad irremediable, inapelable. Para él, ¡ellos son como puros extraños!

En esta porción de su “sermón del monte”, Jesucristo señala particularmente a los discípulos que reclaman ejercer poderes sobrenaturales, o sea, dones espirituales” (1 Corintios 12:1), específicamente, los de profetizar, echar fuera demonios y hacer milagros. A través de la Era Común (Edad cristiana, para los cristianos), millones de personas se han atribuido estos poderes, y en el presente, pues, muchísimos también aseguran poseerlos, quizás más que en cualquier otra etapa de la Era Común, promocionándose descaradamente la mayoría y gloriándose soberbiamente.

Sobresalen entre ellos los pentecostales, carismáticos de iglesias evangélicas o protestantes, católicos romanos carismáticos y exorcistas de distintas creencias. Los unos aplican la advertencia de Cristo a los otros, por ejemplo, los profetas pentecostales señalan a Elena White (profetisa que fundó la Iglesia Adventista del Séptimo Día), Joseph Smith (fundador del mormonismo), William Miller (quien fijó la Segunda Venida de Cristo para el año 1843, luego para el 1844) y Charles Taze Russel (fundador de los Testigos de Jehová) como “falsos profetas”.

La convicción del que escribe es que todos los autoproclamados “profetas, profetisas, apóstoles, habladores de lenguas jerigonzas, exorcistas y hacedores de milagros” del presente están en la mirilla del Señor cuando él advierte: “Muchos me dirán en aquel día…”. Por razones que afloran en este ensayo.

 

¿Qué “MALDAD” hacen? ¿De qué pecados son culpables?

Dirán al Señor: “en tu nombre echamos fuera demonios”, pero el Señor contestará que ellos mismos son “hacedores de MALDAD”, y, por inferencia, colaboradores de los mismos demonios que pretenden echar fuera, y, por ende, también del propio Satanás, a quien acostumbran a denunciar con gran vehemencia.

¿Qué “MALDAD” hacen? ¿De qué son culpables? El Señor Jesús no define explícitamente la “maldad” de estos creyentes que él no reconoce como hijos suyos. En este contexto, su “maldad” abarca, inferimos, todos sus adulteraciones doctrinales que resultan en evangelios corruptos, la vergonzosa inmoralidad de un porcentaje muy alto de ellos (adulterio, fornicación, vicio de pornografía, como en los infames casos de Rodolfo Font, Naasón Joaquín García, Jim y Tammy Bakker, y Jimmy Swaggart, entre una multitud), la crasa mercadería característica de sus “ministerios”, en fin, todas las prácticas suyas que hacen violencia a los preceptos de la sana “doctrina de Cristo”. Hebreos 6:1; 2 Juan 1:9-11 https://en.wikipedia.org/wiki/Naasón Joaquín García

 

¿Se habían convertido a Cristo mediante la obediencia al evangelio puro?

¿Acaso les dirá Cristo “Nunca os conocí” por ellos convertirse en “hacedores de maldad” después de haber recibido perdón de pecados y ser añadidos a la iglesia en virtud de su obediencia al evangelio no adulterado? Al respecto, fíjese bien, querido lector, estimada lectora, en lo siguiente. De haber sido perdonados y añadidos a la iglesia, entonces, lógicamente, hubiesen sido conocidos por Cristo.

Quien haga maldad después de ser redimido puede arrepentirse y ser restaurado. “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados…”. (1 Juan 2:1-2). El que cae de la gracia, desligándose de Cristo (Gálatas 5:4), si no se arrepiente jamás, se hace culpable del pecado de muerte. Hebreos 6:4-6. Pero, ni siquiera a este diría Cristo “Nunca os conocí” por la razón de que sí, definitivamente, lo conoció antes de que cayera de la gracia, ya que estando en la gracia de Dios gozaba de perdón y reconciliación. Desde luego, estas verdades se aplican tanto al poseedor de dones sobrenaturales como al que no posea ninguno.

Consideremos los casos del apóstol Pedro y el profeta Bernabé(Hechos 13:1), varones dotados de auténticos poderes sobrenaturales. Los dos cayeron en pecado en Antioquía de Siria, teniendo “miedo de los de la circuncisión, siendo arrastrados “por la hipocresía de ellos”, retrayéndose y apartándose de los gentiles convertidos a Cristo. Eran “de condenar” sentencia el apóstol Pablo porque “no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio”. Gálatas 2:11-21. Reprendidos, se arrepintieron y se restablecieron espiritualmente. Pero, supongamos que no se hubiesen arrepentido. En tal caso, el Señor nos les diría “en aquel día”“Nunca os conocí”, porque sí, en definitiva, los conoció ya que antes de caer en pecado eran fieles miembros y obreros de su iglesia.

¿Por qué dirá el Señor “Nunca os conocí” a los “muchos” profetas, exorcistas y hacedores de milagros que él visualiza en su pronunciamiento, según Mateo 7:21-23? ¿Acaso porque los poderes que se atribuían fueran ficticios, y no dones espirituales auténticamente divinos?

Esta pregunta presupone todavía otra, a saber: ¿puede una persona convertida genuinamente al Señor, perdonada y reconciliada, habiendo nacido de nuevo, cometer luego el error, por cierto, gravísimo por sus múltiples consecuencias dañinas, de malentender los dones sobrenaturales, aun hasta el extremo de confundirlos con señales y prodigios mentirosos” (2 Tesalonicenses 2:8-9), reclamando para sí y practicando dones fatulos? Entiendo que sí. ¿Por qué no? Como, potencialmente, puede cometer cualquier otro error o pecado.

De hecho, algunos discípulos de Cristo en Corinto, convertidos por la predicación del apóstol Pablo, y, por lo tanto, conocidos, se induce, por Cristo, se incurrieron en varios errores serios relacionados precisamente con los dones sobrenaturales. (1 Corintios, los capítulos 12, 13 y 14). “Nunca os conocí” no es aplicable a tal discípulo por la sencilla razón de que sus errores o pecados respecto a dones, bien sean estos auténticos o falsos, no invalidan su previa conversión genuina a Cristo, la que le colocó entre los conocidos del Señor.

 

El adverbio “NUNCA” es la clave para comprender el rechazo fulminante, sin lugar a apelaciones, de Jesucristo hacia los sujetos de su sentencia.

Así que, parece del todo evidente que la sentencia durísima del Señor dictada contra los profetas, exorcistas y hacedores de milagros que él señala en Mateo 7:21-23 obedece a alguna circunstancia espiritual de todavía más gravedad. ¿Cuál sería?

Pensamos discernir la pista clave en el adverbio “nunca”“Nunca.” ¿Por qué “nunca”? Revisando los pasos que el ser humano ha de tomar para ser conocido por Dios, vemos que la fe es necesaria (Hebreos 11:6; Marcos 16:16), como además el arrepentimiento (Hechos 17:30-31) y la confesión del nombre de Cristo. Romanos 10:10-17. 

Además, el bautismo conforme a los designios fijados por Dios mismo. Hechos 2:38; 22:16; Marcos 16:15-16.

Para ser conocido por Dios, ¿basta solo creer en Cristo como el Hijo de Dios? ¿No creyeron estos profetas, exorcistas y hacedores de milagros a quienes dirá el Señor “Nunca os conocí”? ¡Claro que sí! “Señor, Señor… en tu nombre… en tu nombre… en tu nombre…” Mas, sin embargo, les declara el Señor “Nunca os conocí” , a pesar de su fe de ellos. Y quizás a pesar de su arrepentimiento cuando primero escucharan a Cristo predicarlo.

Con todo, se razona que en algo fundamental y muy serio fallaran que indujera al Señor Jesucristo a rechazarlos tan llana y fuertemente con esas palabras espeluznantes “nunca os conocí”. ¡NUNCA!¿Qué sería? Pues bien, suponiendo genuina su fe, quizás también su arrepentimiento en algún momento y su confesión del nombre de Jesucristo, tanto Juan el Bautista como el propio Jesucristo proclamaba el BAUTISMO por inmersión en agua como un paso requerido “para perdón de pecados” y ciudadanía en el Reino de Dios.

Juan el Bautista “fue por toda la región contigua al Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados. Lucas 3:3.

Jesucristo dijo Nicodemo, “hombre de los fariseos… un principal entre los judíos”: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. Juan 3:5. En la Gran Comisión de predicar el evangelio a toda criatura, estipuló: “El que creyere y fuera bautizado, será salvo…”Marcos 16:15-16

¿Conoce el Señor Jesucristo a la persona que rehúse bautizarse del modo (por inmersión en agua) y con el propósito divinamente fijado (“para perdón de pecados”)? Negativo.

¿Conoce el Señor a la persona que no nazca de nuevo “de agua y del Espíritu”? Negativo. ¿Qué se requiere para nacer de nuevo? Nacer del agua y nacer del Espíritu. Nacer de agua es bautizarse en agua por inmersión, acto indispensable, según la misma declaración de Cristo a Nicodemo, para “entrar en el reino de Dios”.

¿Conoce el Señor a la persona que no entre en su reino espiritual? Pregunta retórica, pues, obviamente, él conoce para salvación eterna solo a las almas que se hacen ciudadanos de su reino.

He aquí, lógicamente, la “circunstancia clave” y “el asunto muy serio” que, en el juicio de almas, resultarán en la sentencia escalofriante contra “profetas, profetizas, apóstoles, reverendos, reverendas, echadores de demonios, y hacedores de milagros”, según su propia identificación: “¡NUNCA OS CONOCÍ! ¿Por qué, Señor? Porque nunca se bautizaron “para perdón de pecados”. No nacieron nunca “del agua y del Espíritu”.

Desacatamiento desafiante que cometieron justamente la inmensa mayoría de los fariseos e intérpretes de la ley de los tiempos de Juan el Bautista y Jesucristo. “Mas los fariseos y los intérpretes de la ley DESECHARON los DESIGNIOS de Dios respecto a sí mismos, NO SIENDO BAUTIZADOS por Juan.” Juan 7:30. Recalcando: Juan el Bautista bautizaba “para perdón de pecados”. Lucas 3:3

A todas estas consideraciones, se pudiera replicar: es de suponerse que estos autonombrados profetas, profetisas, apóstoles, exorcistas y hacedores de milagros, a ser repudiados eternamente por el Señor Juez Justo en “aquel día”, recibieran durante su estadía y ejecutorias en el planeta Tierra algún tipo de bautismo. Señores Yiye Ávila, Rodolfo Font, Benny Hinn, Oral Roberts, Pat Robertson, Tim LaHaye, Creflo Dollar, y dama Joyce Meyer,  etcétera, etcétera: ¿se bautizaron antes de emprender sus ministerios? Sin duda, respondería cada uno que sí.

La gran problemática para ellos estriba en la frase “algún tipo de bautismo”.

La aspersión no es bautismo. Rociar algunas gotas de agua sobre el candidato no es bautizar.

Igualmente, sumergirse en agua, pero no con el propósito fijado por Dios rende, efectivamente, nulo el bautismo.

¿Legisla Dios únicamente el modo de bautismo? ¿No legisla él también el designio o propósito? Ciertamente, legisla tanto el propósito como el modo. Dice: “Bautízate… para perdón de los pecados”. Hechos 2:38. ¿Cómo suele responder la persona mal instruida a estos hechos? Parafraseando: “Me voy a zambullir en el agua, pues la sepultura en agua es ordenada por Dios, pero no me bautizo para perdón porque ya he sido salvo al tan solo creer. Al tan solo entregar mi corazón a Cristo y orar la oración del pecador para perdón.”

Así, se confrontan dos voluntades, sobreponiéndose la del candidato a la de Dios. Este dice “bautízate… para perdón de los pecados”, aquel, “Me bautizo, pero no para perdón”. ¿Y cómo se supone que responda Dios? Despreciado su propósito para el bautismo. Sustituyendo el candidato, guiado por falsos maestros, propósitos humanos por el propósito divino. Procedimientos humanos por los ejemplos de conversión en Hechos de Apóstoles. Eliminando el bautismo de la Gran Comisión los falsos profetas, pastores, evangelistas y maestros. Ni siquiera mencionándolo en llamamientos hechos a los pecadores. Luego, declarándolo no esencial para perdón.

¿Acaso importe el modo pero no el propósito? Solamente la mente obtusa, falta de entendimiento bíblico, entenebrecida por doctrinas de hombres y soberbia frente a claras enseñanzas del Espíritu Santo sería capaz de tener por válido un bautismo que violara la voluntad explícita e inconfundible de Dios.

He aquí la conclusión del asunto: el que no se bautiza “para perdón de los pecados”, ¡no recibe el perdón de los pecados! Pese a su fe, arrepentimiento, confesión del nombre, sentimiento de “perdonado”, gozo, cambio de conducta, etcétera. Prematuramente, se declara a sí mismo “salvo”. O, más bien, típicamente lo que pasa es que cuando el candidato acepta al llamamiento, el predicador lo declara “salvo” antes de bautizarlo, y el candidato, ignorando o haciendo caso omiso la voluntad de Dios, se lo cree.

Entonces, debido al error mayúsculo y crítico cometido, la víctima de enseñanzas netamente humanas no es admitida al reino de Dios por no haber nacido “del agua”, y, por ende, ¡NO ES CONOCIDO POR EL SEÑOR! “Nunca os conocí.” ¿Por qué “nunca”Porque nunca se bautizó conforme al propósito establecido por la Deidad.

Querido lector, estimada lectora, en los párrafos anteriores me he expresado con bastante franqueza, no impulsándome, se lo aseguro, un espíritu de juzgar o censurar maliciosamente, sino el que nos impone el deber de exponer con claridad verdades vitales para la salvación de preciosas almas deseosas de ser salvas eternamente. Habiendo sido llamado a predicar las riquezas del evangelio puro del Señor, me corresponde enseñar sus verdades, sin tergiversarlas o esquivarlas.

Emitir juicios sobre el destino eterno de almas no es mi prerrogativa. Solo me incumbe explicar y aplicar correctamente la severa sentencia de Cristo que dice: “Nunca os conocí”. El deber del que oye o lee estas palabras de Cristo es esforzarse para entenderlas, y no tropezar sobre ellas, o sobre mis explicaciones. 

“En aquel día” Cristo dirá llanamente a “muchos” que confían en sus profecías, exorcismos y  milagros: “Nunca os conocí”. Procuro entender la razón tras la dura negación “Nunca”, seguro de haberla encontrado en el bautismo defectuoso. En el “bautismo” que no es bautismo, en la aspersión que nunca ha sido bautismopor ser un acto totalmente diferente a la inmersión, o sepultura en agua, ordenada por el Señor. En el bautismo como mero “símbolo” de una salvación ya obtenida, como se supone erróneamente, por “fe sola”. En el bautismo administrado no “para perdón de los pecados” sino para pertenecer a determinada “secta cristiana”, o para tener “voz y voto” en alguna “denominación cristiana”.

“Globalmente, hay 644 millones de cristianos en el Movimiento Empoderado por el Espíritu [nueva identificación para “pentecostales”], o sea, el 26% de los cristianos en todo el movimiento.” https://www.gordonconwell.edu/center-for-global-christianity/research/global-pentecostalism. Además, hay gran número de “carismáticos” en otras iglesias: católicos carismáticos, protestantes carismáticos, evangélicos carismáticos. “Carismático” significa que creen en la disponibilidad de los dones sobrenaturales para el tiempo presente, principalmente en los de hablar lenguas, profetizar, echar demonios y sanar a enfermos. Entre pentecostales y carismáticos de toda estirpe abundan profetas, profetisas, exorcistas y hacedores de milagros. ¿Cuántos? Cientos de miles. Hasta quizás millones. Usualmente, cada congregación o grupo, por pequeño que sea, cuenta con por lo menos uno. Con rarísimas excepciones, ninguno de ellos ha sido bautizado “para perdón de los pecados”. Por lo tanto, lógicamente, serían todos ellos candidatos para oír “en aquel día”“Nunca os conocí; apartaos de , hacedores de maldad”.

También se encuentran profetas y exorcistas en iglesias no catalogadas de “pentecostal” o “carismática”. Nombramos a algunos en el segundo párrafo de este estudio. A ellos se suman exorcistas católicos, espiritistas y los demás que invocan el nombre del Señor en sus intentos de echar demonios, o en apoyo de sus reclamaciones de tener otros poderes sobrenaturales, incluso el de vaticinar milagrosamente el futuro.

Tan solo la Iglesia Católica Romana cuenta, para el año 2019, con 467,938 cleros ordenados, 367,679 misioneros laicos, 54,559 monjas y 705,529 monjas. https://en.wikipedia.org/wiki/Catholic_Church. ¿Cuántos exorcistas y hacedores de milagros entre ellos? Todos sin el bautismo por inmersión ordenada por la Deidad. Y, por lo tanto, todos estos también son candidatos para oír “en aquel día”“Nunca os conocí”, por carecer del bautismo necesario para ser conocidos por el Señor. Recalcamos: el bautismo por aspersión no es bautismo.

Los jerarcas católicos romanos, como también los griegos ortodoxos, anglicanos, episcopales, y además, los “reverendos” presbiterianos, luteranos y metodistas, bien saben, por su amplia preparación académica, que Juan el Bautista, Jesucristo y los apóstoles no bautizaban por aspersión. ¿Por qué, pues, administran la aspersión como bautismo? La jerarquía católica romana lo hace por la autoridad que atribuye a “tradiciones” y “decisiones de concilios ecuménicos”, mientras muchos protestantes lo hacen porque arrastran del catolicismo romano no pocas de sus doctrinas y prácticas, incluso el dogma del pecado original y el concomitante bautismo de infantes y niños por aspersión.

Detallados estudios sobre el modo y el propósito del bautismo ordenado por la Deidad se hallan en este sitio de Internet. Para el lector que quisiera tener de inmediato breve información sobre el modo del bautismo, incluimos en el presente estudio lo siguiente:

1. El modo de bautismo establecido por Dios es inmersión en agua“Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo”. (El apóstol Pablo, en Romanos 6:4). Descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. Cuando subieron del agua…” Lucas, en Hechos de Apóstoles 8:38-39. Jesucristo mismo fue sumergido en el río Jordán por Juan el Bautista. “Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados.” Juan 3:23. Así que, el bautismo que Dios manda requiere “muchas aguas”. En adición a estos ejemplos, observamos que el verbo “bautizar”, transliteración del griego al español, significa “sumergir, zambullir en agua”, confirmando este significado toda traducción fidedigna, como también todo léxico griego confiable.

2.  Ningún concilio, convención u otra organización religiosa cuenta con la autoridad divina de cambiar el modo de bautismo fijado por Dios. “Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade”. Gálatas 3:15. El Nuevo Pacto de Cristo, ratificado por su sangre (Mateo 26:27-28), nadie en sus cabales lo invalida, ni le añade. Ciertamente, no sustituye aspersión por inmersión.

3.  Conclusión. Aproximadamente un billón, quinientos setenta millones de los seres humanos nominalmente “cristianos” han sido bautizados por aspersión. En realidad, no han sido bautizados nunca, ya que la aspersión no es bautismo. Esta circunstancia significa que el Señor aún no los conoce. Si permanecen hasta la muerte, o hasta la Segunda Venida de Cristo, en este estado, todos serían candidatos para oír “en aquel día” las palabras “Nunca os conocí” por no haber sido bautizados nunca conforme a la voluntad de Dios. Todos, menos los niños inocentes. Al comprender su estado, su sagrado deber es rectificarlo. Humillarse ante la palabra de Cristo, acatándola pronto y gozosamente. Así pues, porque “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, apunta Cristo en el mismo pasaje donde aparece él juicio fulminante “Nunca os conocí; apartaos de mí”. Mateo 7:21-23

Un billón, quinientos setenta millones de almas que cuentan solo con la aspersión. Cientos de millones de pentecostales, evangélicos y protestantes no bautizados “para perdón de los pecados”, creyéndose salvos antes de bautizarse, sin bautizarse y teniendo el bautismo por inmersión como mero símbolo. Millones de profetas, profetisas, exorcistas y hacedores de milagros, no teniendo ninguno de ellos el bautismo ordenado por Dios. Estas cifras tan grandes nos dejan pasmados. 

¿No tendrá el Señor misericordia de la gran mayoría? ¿Particularmente de los que ignoren sus verdades sobre el bautismo? ¿De los que hayan sido mal instruidos por guías esclavizados a teologías y tradiciones humanas? Solo podemos responder que: “Misericordia de las almas en el juicio” atañe exclusivamente a la jurisdicción divina.

Me libre Dios de emitir mis propios juicios u opiniones respecto al alcance de la misericordia del Todopoderoso. También de alimentar con esperanza a quienes confíen la salvación de sus almas a religiosos profesionales, no procurando “hacer firme” su propia “vocación y elección” (2 Pedro 1:10) mediante el estudio personal de “la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Romanos 12:2.

¡Tan fácil es sumergirse en agua “para perdón de los pecados”! Y aunque no tan fácil para algunos, no por ello deja de ser necesario. De manera que excusas, rodeos, porfías, argumentaciones fundadas en teologías y tradiciones viejas, opiniones personales, etcétera, citados para no bautizarse como manda Dios se traducen prácticamente en obstinación y rebeldía.

Leyendo la revelación del Señor para la humanidad, comprendemos que él conoce a todo ser humano en el sentido de saber que existe, tiene vida, camina sobre la faz de la tierra. Conoce perfectamente el estado espiritual de cada uno. A los que nunca entran en su reino les dirá “Nunca os conocí”, mas, sin embargo, también llama “hacedores de maldad” a la porción de ellos que reclama poderes sobrenaturales, así dando a entender que conoce algo de ellos, pues conoce sus obras.

Conoce a usted, como también al que esto escribe. Conoce mis motivaciones. Conoce las reacciones de usted a todo lo traído en este estudio, y el por qué de cada una.  ¿Qué será su veredicto final sobre usted “en aquel día”? Sea usted, según su propia convicción personal, profeta, profetisa, exorcista, hacedor de milagros, hablador de lenguas, intérprete de lenguas, soñador de revelaciones divinas, apóstol, instrumento usado milagrosamente por Dios, se supone que la proclamación de Cristo en Mateo 7:21-23 le haga detenerse en su carrera para examinar objetivamente el “poder”, cual sea, que usted se atribuya, como además su estado espiritual verdadero delante del Señor. A no ser que usted integre los “muchos” que oirán el veredicto irreversible “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”.

Respetado amigo/amiga, ¿no tiene usted el bautismo por inmersión? ¿Qué impide que lo procure lo más pronto posible? ¿Acaso fuera bautizado usted por inmersión pero no “para perdón de los pecados”? ¿Qué impide que procure usted ser bautizado en cumplimiento del designio divinamente establecido?

Para servirle en Cristo Jesús,

Homero Shappley

 


 

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