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Juicios y destinos espirituales. ¿Confusión de juicios en el Nuevo Testamento? Preguntas y planteamientos. ¿Una contradicción doctrinal seria en las enseñanzas de Cristo y sus apóstoles? Respuestas y comentarios.

Juicios enseñados en el Nuevo Testamento. PDF del libro.

102 páginas tamaño carta en su formato de impreso.

Once temas. Encuadernación espiral.

 

 

“No juzguéis…”

“Juzgad con justo juicio.”

 

   
    

 

A. El título de este estudio se compone de dos mandamientos. El primero es: “No juzguéis.” El segundo: “Juzgad con justo juicio.” Jesucristo es el autor de ambos. ¿Acaso se contradiga él? Muchos seguidores de Cristo, y aun personas que no le siguen, apelan al primero para justificar su creencia según la que, parafraseando, “nadie debiera juzgar a otas personas sobre cualquier estilo de vida o doctrina que tengan”. No pocos se incomodan al escuchar o leer cualquier “juicio” emitido sobre conductas o asuntos religiosos-morales-éticos-políticos, no faltando quienes se molestan grandemente, aun airándose. ¿Qué es lo que realmente enseña Jesucristo en lo concerniente a “juzgar”?

B. “No juzguéis”, manda el Señor en Mateo 7:1. Muchas personas citan estas dos palabras, nada más, como si Cristo hubiese proscrito, en absoluto, todo “juicio”. Pero el mandato divino NO se compone de tan solo dos palabras sino de muchas adicionales, las que lo cualifican de varias formas instructivas. La enseñanza de Cristo en aquella ocasión del “sermón del monte” dice, según el apóstol Mateo: “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?” (Mateo 7:1-3). O sea, Jesús nos advierte:

1. A no juzgar hipócritamente.

2. De acuerdo con algún criterio egoísta.

3. Conforme a alguna “medida” falsa personal.

4. A no juzgar si tenemos nosotros mismos defectos morales, espirituales, de personalidad o de carácter tan grandes como una “viga”.

5. A no juzgar con dureza y parcialidad.

6. A no juzgar arbitrariamente.

C. Lucas recoge, en su evangelio, una parte de la enseñanza de Cristo sobre “juzgar”, impartida en el “Sermón del monte”, mediante las siguientes palabras: “No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados” (Lucas 6:37). Luego de pronunciar enseguida otros mandamientos y parábolas, por ejemplo, “Dad, y se os dará…”, el Señor habla de “paja” y “viga” en los ojos, apuntando: Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano (Lucas 6:41-42). A través de esta última expresión, en letra que ennegrecemos, Jesús da a entender que no es malo, que no es pecado, “sacar la paja que está en el ojo de” un “hermano”, siempre y cuando vea “BIEN” el que lo intente, habiendo librado sus propios ojos espirituales de cualquier “paja” o “viga”.

1. Si limpio mis “ojos”, mi visión espiritual, de “pajas” de mundanalidad, de pequeñeces irritantes, de vigas de egoísmo o hipocresía, se supone que quizás “entonces” vea yo “bien” para socorrer a mi hermano. Aun así, no me incumbiría pasar “juicio de condenación” sobre él por sus faltas, defectos o poco crecimiento, reservando Dios para sí semejantes juicios. “No condenéis…; perdonad…”, instruye el Señor. Pues, debería yo, más bien, perdonar a mi hermano cualquier ofensa personal y sobrellevarlo, esforzándome para ayudarlo a limpiar su propia visión espiritual, procedimiento muy delicado que requiere bastante destreza, paciencia y conocimiento de las condiciones del “paciente”.

2. Viga. (Del lat. biga, carro de dos caballos). f. Madero largo y grueso que sirve, por lo regular, para formar los techos en los edificios y sostener y asegurar las fábricas.” (Diccionario de la Real Academia Española, en Microsoft® Encarta® 2007. © 1993-2006 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.) 

“Una viga metida en el ojo” es, por cierto, una exageración tan descomunal que raya en lo absurdo, pero mostrar lo absurdo, o ridículo, de censurar en otras personas actitudes, conductas, defectos o pecados, de los que sea el que juzga culpable en igual medida, o aún mayor, es precisamente la intención de esta comparación curiosa e inolvidable.

 3. “Paja. (Del lat. palĕa). f. Caña de trigo, cebada, centeno y otras gramíneas, después de seca y separada del grano. 2. Conjunto de estas cañas. 3. Estas mismas cañas trituradas. 5. Arista o parte pequeña y delgada de una hierba o cosa semejante. 6. Cosa ligera, de poca consistencia o entidad.” (Diccionario de la Real Academia Española, en Microsoft® Encarta® 2007. © 1993-2006 Microsoft Corporation).

Pese a ser muchísimo más pequeña la “paja” que la “viga”, no por eso deja de afectar al ojo. Irrita, lastima, hace llorar al ojo. Pone borrosa la visión. Hasta puede causar ceguera de no ser sacada a tiempo.

En sentido figurado, aun los defectos o pecados comparativamente pequeños afectan la visión y la salud espirituales. Corregirlos o eliminarlos lo más pronto posible es lo indicado. Sucede a menudo que la persona que tiene una “paja”, o cualquier otro objeto, en el ojo no puede ver bien para sacársela a sí misma. Necesita quien le ayude. ¿Quién le sacará la “paja”? ¿Alguien que tenga “pajas” o aun “vigas” en sus propios ojos? ¡Inconcebible! En el contexto espiritual, el que tiene grandes defectos o pecados en su propia vida, ¿cómo atreverse a señalar “pajas” en el ojo de su hermano, o pretender sacárselas? “¡Hipócrita!” ¡Qué se cure a sí mismo primero!

4. El ojo físico es una verdadera maravilla asombrosa, muy complejo y sumamente sensible. Remover de él cualquier objeto, por pequeño que sea, lo hace solo la persona que sepa ejecutar la acción sin lastimar aún más al ojo. Pues bien, paralelamente, suele ser crítico en grado mucho mayor el procedimiento necesario para remover “objetos” dañinos de los ojos espirituales de cualquier persona afligida. De ahí, la importancia de efectuarlo solo cristianos cualificados, conforme a las directrices del Espíritu de Dios, para tan delicada operación.

D. “A la mitad de la fiesta” de los tabernáculos, “subió Jesús al templo y enseñaba”. Pregunta a los judíos: “¿Por qué procuréis matarme? Respondió la multitud y dijo: Demonio tienes: ¿quién procura matarte?” Luego reprocha el Señor a aquellos judíos, amonestándolos: “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio” (Juan 7:25). Así, pues, amplía y aclara Cristo su enseñanza sobre “juzgar”. “JUZGAD”, dice él. Definitivamente, no es pecado “juzgar”, pues el mismo Señor nos manda a juzgar“Juzgad”, instruye Cristo, pero no arbitraria, injusta, material o carnalmente, sino “con justo juicio” (Juan 7:24). De manera que ciertamente no peca el cristiano que juzga sabiamente, “con justo juicio”.

¿Qué significa “justo juicio”? Entre otras cosas, significa:

1. Conforme a leyes y criterios establecidos por Dios, y no de acuerdo con leyes o criterios religiosos formulados por seres humanos falibles. Mucho menos, en base de pareceres u opiniones subjetivas.

2. Según hechos verificados, y no según apariencias, percepciones, prejuicios o asunciones.

3. Imparcialmente, no influyendo raza, género, rango social u otras circunstancias de tal índole.

E. El Espíritu Santo nos enseña que hemos de “juzgar la mundo”; también “a los ángeles”. Y que, por consiguiente, debemos ser capaces de “juzgar cosas muy pequeñas”, como, además, “las demás cosas de esta vida”. Él al apóstol Pablo a escribir a los cristianos en Corinto lo siguiente: 

“¿Osa alguno de vosotros, cuando tiene algo contra otro, ir a juicio delante de los injustos, y no delante de los santos? ¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas? ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles¿Cuánto más las cosas de esta vida? Si, pues, tenéis juicios sobre cosas de esta vida¿ponéis para juzgar a los que son de menor estima en la iglesia? Para avergonzarnos lo digo. ¿Pues, que, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno, que pueda juzgar entre sus hermanos, sino que el hermano con el hermano pleitea en juicio, y esto ante los incrédulos?” (1 Corintios 6:1-6

1.“…los santos han de juzgar al mundo” (1 Corintios 6:2).

a) “Los santos” son “vosotros”. O sea, son los cristianos. “¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros…” Aclarando, no se trata de católicos romanos ni de católicos ortodoxos beatificados como “santos” por jerarquías religiosas humanas sino de personas obedientes al evangelio puro de  Jesucristo, las que andan en “santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14).

b) “Los santos” de Dios vivos en la tierra no juzgan “al mundo” material actual. Dios no los autoriza a establecer en la tierra tribunales o cortes eclesiásticos que efectuaran “juicios” a manera de cortes y jueces seculares.

¿Cuándo juzgarán “al mundo”, o sea, a las gentes mundanas que no obedecen al evangelio de Cristo? No durante esta vida material en el planeta Tierra, sino, después de la muerte del cuerpo físico, en el futuro mundo espiritual.

Precisamente, después de haber sido resucitados y glorificados. Entonces, vendrán en las nubes, acompañando al “Fiel y Verdadero”, es decir, a Cristo en su Segunda Venida, integrando “los ejércitos celestiales” del “Verbo de Dios”, y participando con él en el juicio sobre las naciones existentes en el día portentoso de su Segunda Venida. Esto se enseña claramente en 1 Tesalonicenses 4:13-17; 5:1-3 y Apocalipsis 2:26-28; 19:11-21.

Fíjese: los santos mártires del Señor, resucitados y glorificados, reciben “facultad de juzgar” (Apocalipsis 20:4-6). Cristo otorga a los apóstoles fieles la prerrogativa de “juzgar a las doce tribus de Israel”, pero no en esta vida sino cuando “os sentéis en tronos” en su reino celestial“Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel” (Lucas 22:29-30).

Todas estas enseñanzas armonizan perfectamente.

2. “…hemos de juzgar a los ángeles” (1 Corintios 6:3).

a) ¿Quiénes juzgan “a los ángeles”“Los santos” han “de juzgar a los ángeles”. La gramática y el contexto requieren esta respuesta.

b) ¿A cuáles ángeles? Se deduce que a los ángeles caídos, los que se disimularon con Satanás, perdiendo “su dignidad” al abandonar “su propia morada”. Estos están guardados “bajo oscuridad, en prisiones eternas”, justamente “para el juicio del gran día” (Judas 6).

c) ¿Cuándo han “de juzgar a los ángeles” caídos? “Los santos” no lo hacen durante su vida terrenal sino en aquel “gran día” fijado por Dios. Habiendo sido “los santos” resucitados y glorificados, juzgan no solo “al mundo” sino también “a los ángeles”.

Dos ejemplos que ilustran estos juicios que han de efectuar “los santos”

(1) “Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar” (Mateo 12:41).

(2) “La reina del Sur se levantará en el juicio con esta generación, y la condenará; porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar” (Mateo 12:42).

3.  El argumento del apóstol Pablo.

a) Dado que “los santos han de juzgar al mundo”, y…

b) Dado que “hemos de juzgar a los ángeles”, se deduce que…

c) Debemos ser dignos “de juzgar cosas muy pequeñas… las cosas de esta vida” (1 Corintios 6:2-3); de “juzgar… entre hermanos” (1 Corintios 6:5).

d) Por lo tanto, incuestionablemente, el Espíritu Santo nos enseña a juzgar “las cosas de esta vida”, aun a “juzgar entre… hermanos”, pero con esta salvedad importantísima: que no pongamos “para juzgar a los que son de menor estima en la iglesia” (1 Corintios 6:4) sino a hermanos SABIOS.

Al surgir, pues, conflictos “entre… hermanos” de tal naturaleza que afecten la unidad y el testimonio de la congregación, o cuando “cosas de esta vida”, aun “cosas muy pequeñas”, perturben la comunión, desvirtuando a la grey, deberíamos apelar a hermanos maduros en la fe, experimentados, llenos de sabiduría celestial, ecuánimes de espíritu, imparciales y pacientes, permitiendo e insistiendo que los tales tomen los “juicios” necesarios para evitar desgracias o desastres espirituales.

Jamás debería congregación alguna tolerar que cristianos “de menor estima” emitan juicios dañinos, tengan la voz cantante en medio de disputas o revuelquen a la membresía con críticas o censuras injustas, parcializadas, malintencionadas, mal expresadas, injuriosas, menoscabadoras.

 “Los que son de menor estima en la iglesia” (1 Corintios 6:4)

Por cierto, determinar quiénes “son de menor estima en la iglesia” y quiénes son los “sabios” de la iglesia requiere pasar juicio.

(1) Juzgar “con justo juicio” a cualquier miembro de la iglesia, catalogándolo de “menor estima” según evidencias fehacientes, no es pecar, ni tampoco hacer agravio a tal miembrosiempre y cuando el que formula semejante juicio no proceda a proclamarlo públicamente en detrimento del juzgado, más bien reservándolo para sí mismo en su propio corazón.

(2) Juzgar “con justo juicio” a cualquier miembro de la iglesia, catalogándolo de “menor estima” según evidencias patentes, no es “discriminar” contra el miembro juzgado, ni tampoco hacer “acepción de personas”, sino confrontar sabiamente realidades. Una realidad innegable es que suele haber en las congregaciones, particularmente en las que sobrepasan de veinticinco o treinta miembros, varias clases distintas de cristianos.

Por el lado negativo: cristianos neófitos, de poco compromiso, de doble ánimo, de poca fe, débiles, “de manos caídas y… rodillas paralizadas” (Hebreos 12:12), “ociosos… de poco ánimo” (1 Tesalonicenses 5:14), de mal testimonio, etcétera.

Por el lado positivo: cristianos maduros, fuertes, comprometidos, diligentes, llenos de conocimiento, entendimiento, sabiduría celestial e “inteligencia espiritual” (Colosenses 1:13), de testimonio intachable.

Determinar cuáles integran “el lado negativo”, y cuáles, “el lado positivo”, ¿cómo hacerlo sin “juzgar”? Necesariamente, ¡hay que pasar juicio!

F. Santiago censura al cristiano que “juzga a su hermano”. De nuevo, es vital leer todo el texto para apreciar correctamente el sentido de la enseñanza. “Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?” (Santiago 4:11-12). Juzgar al hermano en el contexto de “murmurar de él” es lo que censura Santiago, a nuestro entender. “El que murmura del hermano y juzga a su hermano…” Parafraseando: 

“Si tú eres culpable de murmurar de tu hermano, criticándolo en presencia de otros, empañando su testimonio, aun chismeando o difamando, ¿quién eres para que lo juzgues? No cualificas para juzgar a nadie. No procedes rectamente. No tienes la verticalidad, valor o sensatez de confrontarlo personalmente. De plantearle tus críticas o quejas, de tú a tú, de manera constructiva, y no con malas intenciones. Solo a él, no regándolas entre los demás hermanos”. 

Juzgar al hermano, a espaldas de él, murmurando y quejándose de él, no estando él presente para siquiera aclarar asuntos, defendiéndose, esto sí es totalmente inaceptable por ser muy injusto, violándose varias normas del sano convivir en la iglesia, incluso la de amarnos entrañablemente los unos a los otros, procurando cada uno el bien del otro. “Juzgad con justo juicio.”

G. Resumiendo, el cristiano que evalúa a sus hermanos y hermanas, efectivamente, ¡los juzga! Conforme a las enseñanzas de Cristo y el Espíritu Santo, el tal no hace mal. No peca, siempre y cuando juzgue, reiteramos y subrayamos, “con justo juicio”. No para condenar sino con la sana intención de brindarles apoyo espiritual adaptado a la necesidad de cada uno. En cuanto a los cristianos nuevos, o de poca preparación, sabio sería aquel “nuevo” que se abstiene de formular “juicios” hasta no adquirir mucho más conocimiento y alcanzar más madurez espiritual. Por lo menos, que se cuide de proclamar públicamente cualquier “juicio” suyo, teniendo la sensatez de comprender que bien pudiera estar equivocado, resultando su “juicio” en daños difíciles de remediar.

H. Recopilando, algunos errores o pecados principales relacionados con “juzgar”, conforme a los textos citados, son:

Juzgar “según las apariencias”.

Poner a juzgar a los que “son de menor estima en la iglesia”.

Poner a “juzgar entre” los “hermanos” al que no es sabio.

Ir a juicio los cristianos “ante los incrédulos”.

J. Todo ser inteligente racional hace juicios. Los seres humanos hacemos juicios. También la Deidad.

a)  Dios es el “Juez de todos” (Hebreos 12:23).

b) Él ha conferido a su Hijo, Jesucristo, la potestad de ser “Juez” de todos los seres humanos. “…él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos” (Hechos 10:42).

c) “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5:10).

d) Dios “ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quién designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos”. Por lo tanto, “manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30) y que se bauticen (se sumerjan en agua) “para perdón de los pecados” (Hechos 2:38).

e) Estimado lector, respetada lectora, ¿ha obedecido usted estos mandamientos para que sus pecados sean lavados (Hechos 22:16)? ¿Juzga usted “con justo juicio”?

 


 

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