Evolución darwiniana, ateísmo, humanismo y hedonismo. Mucho material relevante en esta Web.

Temas positivos para el espíritu, mente y cuerpo. Más de ochenta escritos relevantes en esta Web.

 

Escrito en el sur de Florida durante y después de paso del huracán Irma.

Beneficios de huracanes, inundaciones, tornados,
terremotos y fenómenos parecidos de la naturaleza

 

Estragos hechos por el fuertísimo huracán Irma, en septiembre del 2017, en el sector Cojimar, de Habana, Cuba.

Estragos hechos por el fuertísimo huracán Irma, en septiembre del 2017,
en el sector Cojimar, de Habana, Cuba.

 

¿Beneficios? ¿Qué “beneficios”? Más bien, ¡terribles pérdidas!

Sin embargo, quizás uno que otro beneficio.

Consideremos…

EDUCAN de varias formas a muchos seres humanos. Por lo menos, se supone que este beneficio figure entre los que brindan embates destructivos de la naturaleza.

Los educan a no edificar sus viviendas pegadas a playas expuestas a huracanes [llamados “ciclones” cuando ocurren en el mar Pacífico], tormentas de noreste, tsunamis, etcétera. No en riberas o cercanías de quebradas, riachuelos o ríos caudalosos que se desbordan peligrosamente a menudo, o siquiera cada dos, cinco, diez o treinta años. No en terrenos inundables. Tampoco sobre fallas tectónicas. No en las laderas de volcanes. Ni en las de montañas muy escarpadas donde suelen ocurrir deslizamientos de tierra o avalanchas ya de pierdas ya de nieve. Ni tampoco en cualquier otro lugar obviamente peligroso. Eso, o emplear materiales y técnicas que resulten en la construcción de estructuras que resistan el peligro, cual sea. Por ejemplo, hincar columnas de concreto o palos fuertes que lleguen a una altura por encima del alcance de inundaciones, mareas altas o fuertes marejadas, construyendo sobre las columnas o palos.

Muchos pobres del mundo, con menos recursos y posibilidades de hacerse de una vivienda en lugar seguro, sufren muy penosas pérdidas de haberes y vidas al construir donde no conviene. También a ellos les convendría observar inteligentemente los resultados de azotes de la naturaleza en el lugar que sea, aceptar orientaciones y hacer caso a advertencias. Así, se salvarían de infinitos dolores y lamentaciones. “Pobre” no es sinónimo, huelga decir, de “falta de sentido común o inteligencia”. No construir, pues, cerca de sus sembrados, en tierras fértiles pero inundables sino en terrenos más altos y secos, aunque tenga que caminar bastante para llegar a los cultivos. ¡Más inteligente caminar un poco, aun mucho, que perder de pronto la vida en un golpe de agua o súbita inundación, quizás con toda la familia! Estas lecciones nos las enseñan la furia de los elementos, con tal de estar nosotros abiertos a la enseñanza.

Los fenómenos destructivos de la naturaleza tienen un aviso y unas lecciones para los empresarios codiciosos de cuantiosas ganancias que construyen no solo casas particulares sino urbanizaciones completas, además, negocios de toda suerte, fábricas, almacenes, etcétera, en lugares prestos a ser embestidos. “¡No procedan así, a menos que implementen todas las medidas necesarias para evitar el desastre, incluso la pérdida de vidas humanas!” En la isla de Puerto Rico, cierto constructor hizo “una urbanización cristiana” cerca del mar, en terrenos inestables e inundables, sufriendo los incautos compradores las consecuencias amargas de tan necio proceder. Este tipo de experiencia dura también educa al ingenuo, con tal de admitir instrucción el tal. A propósito, los que profesan seguir a Cristo no se eximen necesariamente de las maniobras ocultas de empresarios codiciosos, menos todavía de los que se visten de “religiosos”.

“…en todo y por todo estoy enseñado…”, dice el apóstol Pablo (Filipenses 4:12). La “Naturaleza” y el “Sentido Común” son maestros muy eficaces y sensatos. ¡Ay de aquel que los haga caso omiso, burlándose de ellos!

El Maestro de maestros se vale de la “Naturaleza” y el “Sentido Común” para traer enseñanzas acordes con el tema de este escrito. A continuación, unos ejemplos.

El hombre y la mujer prudentes edifican sobre la roca; los insensatos, sobre la arena o tierra sin fundamento.

“Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante. Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca. Mas el que oyó y no hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa.” (Lucas 6:47-49).

¡Ahí lo tenemos en pocas palabras! ¿Por qué nos cuesta tanto trabajo, sufrimiento y pérdida entenderlo y practicarlo? Desde el más humilde y pobre hasta el más ducho, orgulloso y rico, a menudo somos cabeciduros, pillados por sorpresa, obtusos, imprácticos o simplemente lentos. Y temo que esto sea así en lo referente al alma y el espíritu, la verdad y el error, lo bueno y lo malo, la salvación y la perdición.

Esto de edificar sobre la arena, sin fundamento seguro, es aplicable no solo en términos de las cosas y la vida terrenales sino en los de matrimonio, hogar y vida espiritual, infinitamente más importantes estos que aquellos. Matrimonios hechos sobre las playas de placeres netamente sensuales. Hogares construidos a orillas de riachuelos tumultuosos donde golpes de aguas sucias azotan a menudo. Aguas impetuosas y rabiosas, llenas de inmundicias, que todo se lo llevan a su paso -a parejas casadas, a parejas que conviven, a hijos procreados, grandes y pequeños, legítimamente o ilegítimamente, estropeándolos, aun ahogándolos. Echando por doquier, a lo largo de su precipitado descenso, espumas gruesas de excesos, necedades y vergüenzas.

¡Más seguro y sabio edificar sobre la “roca” de las “palabras” de Dios y Jesucristo!

El hombre y la mujer prudentes, al edificar, utilizan materiales duraderos; los insensatos, materiales flojos de poca resistencia.

“Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa.” (1 Corintios 3:11-14)

 

Houston, Texas, EEUU. Agosto de 2017. Residentes de casas inundadas salen caminando o en botes, procurando salvarse de las aguas que siguen subiendo.

 

Houston, Texas, EEUU. Agosto de 2017. Residentes de casas inundadas salen caminando o en botes, procurando salvarse de las aguas que siguen subiendo.

 

Beneficios y castigos sin hacer acepción de personas

El huracán Harvey (agosto, 2017), con su saldo de veintenas de muertos y enormes pérdidas materiales, ¿castigo para Texas en general y Houston en particular por sus votos a favor del partido ganador en las elecciones de 2016? No faltan hasta políticos en posiciones de poder que aseguran que sí. O, por el otro lado de la moneda, ¿castigo porque Houston eligiera como alcaldesa a una lesbiana, muy agresiva en la defensa de su estilo de vida y derechos especiales para transexuales, etcétera, manteniéndola en poder por unos cuantos años?

Personalmente, a estas alturas de mi vida y del escrutinio de tales temas, entiendo que, de la manera que Dios el Padre que está en los cielos… hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos (Mateo 5:45), también permite que huracanes, inundaciones, tornados, etcétera, impacten tanto a buenos como a malos, a justos como a injustos. Como aviso para estos, y prueba para aquellos. ¿Castigos para todos? Sí, en definitivo. Castigo general sobre toda la creación -fauna y flora, humanos y animales, lo vivo y lo inerte- a consecuencia de la maldición por la decisión de los humanos a no honrar a su amoroso y benévolo Creador y no conducirse en armonía con su “buena voluntad, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).

Con esta salvedad: que cuando ciertas ciudades, lugares, gentes o naciones llegan a excesos tremendamente grandes de corrupción y rebeldía, no se descarta la posibilidad de que el Dios Creador traiga sobre ellos castigos conforme al monto altísimo de sus pecados. Traigo a memoria los casos de Sodoma, Gomorra, otras ciudades de las planicies del Jordán y la Jerusalén del siglo I.

En esto pensemos…

Después de la tempestad, ¡sale el sol! Después del Gran Diluvio, ¡el arco iris! El huracán azota durante dos días, o menos. Luego, el cielo azul, las blancas nubes, el sol, la luna y las estrellas se imponen durante muchos días, semanas, meses, interrumpiendo de vez en cuando nubes más pesadas que traen lluvias vitales para la tierra y sus habitantes. En vez de vientos rugientes, suaves brisas que refrescan y deleitan. Bonanza y descanso siguen lo tumultuoso y fatigoso. ¡Qué maravilla! El volcán irrumpe con tremenda explosión devastadora, luego permanece inactivo durante años, décadas, siglos. El terremoto sacude montañas, valles, planicies, desiertos, estructuras y seres humanos con fuerza aterradora por espacio de escasos segundos, seguido por tal vez dos o tres réplicas. Entonces, pasa tiempo, quizás largo tiempo, antes de rociarse de nuevo los platos tectónicos el uno contra el otro, causando otro terremoto tal vez en el mismo lugar, quizás más arriba o más abajo. Entre eventos destructores de la naturaleza, ¡tiempo!, a veces, ¡mucho tiempo para revivir y reponerse la tierra y sus moradores; para reparar, reflexionar, aprender y construir mejor! Si no fuera así, ¿cómo sobrevivir, levantarse y continuar? Si los desastres naturales se dieran muy a menudo, el caos se impondría y nuestra raza terminaría, pienso. Esto no está sucediendo, y discierno la sabiduría y la benevolencia del Dios Creador en la programación de los intervalos entre eventos climatológicos, sísmicos, etcétera. ¿Qué ves tú?

Después de la enfermedad, ¡salud! Con excepciones. Después de la vejez y la muerte, ¡resurrección a vida eterna, con cuerpo espiritual incorruptible y glorioso! Debo añadir: para los justos y obedientes a la voluntad divina, y no para los que no aman la verdad, ni anhelan gloria, honra e inmortalidad (Romanos 2:6-11). Después de los días malos en la tierra, ¡una eternidad sin ellos en la tierra nueva, con cielos nuevos, en el Paraíso de Dios! “No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista.” “Borrón, y cuenta nueva” para todo aquel que lo anhele.

Después de vivir desenfrenadamente en las tinieblas de vicios y crimen, hacer un alto, cambiar de actitud, conducta y meta, virar y andar el resto de los días en luz, haciendo el bien. Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías.  A éstos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan; pero ellos darán cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos” (1 Pedro 4:3-5).

En no pocos casos, lo más sensato es levantarse y huir apresuradamente del fenómeno destructivo que se acerca. Y aún más sabio es levantarse y huir de las tentaciones, resistiendo al diablo, pues el que se queda, cualquiera sea el caso, se expone a ser destruido, ya material ya espiritualmente, o de ambas formas. “…resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros.” (Santiago 4:7-8).

Y también en esto…

De la manera que sólidas extensiones de tierra firme hacen que huracanes se debiliten hasta deshacerse por completo, así mismo las sólidas y masivas VERDADES acaban, ya pronta ya lentamente, con los feroces vientos y lluvias torrenciales de información errónea, falsedades, mentiras, decepciones, tesis no confirmadas, filosofías vacías o venenosas, tradiciones vanas e ignorancia en general. En las ciencias del saber material-secular, al igual que en los entornos de lo moral, religioso o espiritual, dominios de la mente, el alma y el espíritu. Las montañas altas e inconmovibles, por ejemplo, las de Puerto Rico o la República Dominicana, constituyen impedimentos que detienen o desvían a las tormentas tropicales o los huracanes en sus marchas destructivas. Otro tanto hacen las muy elevadas e inconmovibles verdades celestiales a las tormentas de maldad nacidas en el infierno que acometen contra mentes particulares, colectividades de mentes lavadas, culturas, sociedades, razas o naciones enteras. Las debiliten. Las dispersan. Acaban con ellas. Trayendo bonanza, sosiego, luz y esperanza, los que no decepcionan.

Además, en lo siguiente…

Mientras algunos maldicen estos fenómenos destructores de la naturaleza y otros muchos los aprovechan para embriagarse aún más, vandalizar o robar, no faltan quienes hacen un alto en sus carreras frenéticas por la vida para reflexionar sobre lo frágil de las cosas materiales y la propia vida material. Los más serios de estos, adquiriendo más entendimiento e inteligencia en lo concerniente al origen, propósito y destinos de los humanos, determinan cambiar el rumbo de su vida. Sienten ansia por algo mejor, más confiable, más duradero. Proceden a buscar esas excelentísimas verdades que fortifican y protegen al alma y espíritu. Ya no están preocupados primordialmente con lo que le pudiera pasar al cuerpo físico impactado por fuerzas destructivas de la naturaleza, o por enfermedades, deterioración física o la vejez. ¡Ni siquiera por la inevitable muerte!

O sea, los fenómenos naturales los conducen a una bifurcación en el camino de la vida, la que requiere una decisión importantísima. La bifurcación ofrece tres opciones.

Voltearse y caminar para atrás, repitiendo los mismos errores, cometiendo los mismos pecados y sufriendo las mismas, o peores, consecuencias.

Irse a la izquierda, maldiciendo, blasfemando, enfadándose, frustrándose, confundiéndose más y más, perdiendo toda fe y esperanza, luego los cabales, volviéndose hasta loco y llegando a un fin frío, vacío e muy infeliz.

O, irse a la derecha en busca de la verdad, de luz, de Dios, explorando las dimensiones espirituales, hasta anhelar pertenecer a ellas, acogiéndose a sus riquísimas bendiciones para la mente, el alma y el espíritu, las que redundan también en grandes bendiciones para el cuerpo mortal y la vida material.

Caras distintas de los monstros destructivos de la naturaleza

La persona que decide irse a la derecha su supone que llegue a entender que la destrucción causada por huracanes, inundaciones, tornados, terremotos, etcétera, es solo una cara de estos fenómenos. ¡Claro que Dios permite que sucedan! ¿Por qué, Señor? ¿Por qué? No para destruir arbitrariamente propiedades y vidas terrenales sino para provocar a viciados, depravados, rebeldes, supersticiosos e idólatras al arrepentimiento. He aquí otra cara de estos fenómenos. Cuando los humanos de cualquier lugar o tiempo se tornan corruptos en grado sumo, rebeldes, contumaces, blasfemos, puede que Dios traiga sobre ellos hasta plagas mortíferas. ¿De maldad lo hace? ¿Arbitrariamente? ¡De modo alguno! Lo hace para que se arrepientan.

En el tiempo de la Sexta Trompeta de Apocalipsis, Dios trae tres plagas sobre los humanos muy corruptos y contumaces para moverlos al arrepentimiento. Pero, “…ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar; y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos” (Apocalipsis 9:13-21).

Lamentablemente, en el día de hoy esta es la misma reacción irracional de muchísimos a los azotes de la naturaleza. No reflexionan. No aprenden. No cambian. Más bien, blasfeman “el nombre de Dios, que tiene poder sobre” estos poderes de la naturaleza, y no se arrepienten “para darle gloria” (Apocalipsis 16:9). Pasa el huracán, las inundaciones, el terremoto… ¡y vuelven a sus vicios, su baja manera de vivir, al lodo de sus inmundicias, revolcándose en él con gusto! ¿Habrá remedio para los tales? Escudriñando la mente y las acciones del Dios Creador, vemos, y comprendemos, que cuando ya no hay “remedio”, él procede más resueltamente contra los recalcitrantes impenitentes.

“Y Jehová el Dios de sus padres envió constantemente palabra a ellos por medio de sus mensajeros, porque él tenía misericordia de su pueblo y de su habitación. Mas ellos hacían escarnio de los mensajeros de Dios, y menospreciaban sus palabras, burlándose de sus profetas, hasta que subió la ira de Jehová contra su pueblo, y no hubo ya remedio (2 Crónicas 36:15-16).

Se trata del pueblo de Israel, en el tiempo del profeta Jeremías y del rey malo Sedequías. ¿Te fijas? Dios no es tan caprichoso o iracundo como muchos lo conciben, o, en su ignorancia de él, lo acusan de ser. Todo lo contrario: se levanta temprano y envía avisos por sus mensajeros para los que lo echan a un lado, desobedeciéndolo, porque quiere tenerlos misericordia. ¿Ves eso en el texto de 2 Crónicas citado arriba? Castiga severamente solo cuando ya no hay “remedio”. Así que, ¡arrepentimiento en lugar de escarnio, menosprecio y burla!

Otra cara de estos fenómenos de la naturaleza es la oportunidad que brindan para hacer muchas y grandes obras buenas, demostrándose así verdadero amor y compasión por nuestros semejantes perjudicados, sin tomar en cuenta raza, color, estado social, convicción política, etcétera. Sacrificio de bienes y tiempo a favor de los damnificados. Aun arriesgar la vida misma para salvar a seres humanos en peligro de perder la suya. Increíbles manifestaciones masivas de apoyo material y respaldo moral. Verdadera reflexión del amor y la compasión que tiene el Dios Creador por toda la humanidad. Tanto que aún sus castigos tienen como propósito principal lograr que su prole espiritual -el espíritu de todo ser humano es engendrado por el Padre Dios (Hebreos 12:9)- se reconcilie con él, volviendo al seno de la “familia de Dios” (Hebreos 12:1-11; Efesios 2:19-22).

Y todavía otra cara de estos fenómenos es cómo sirven para ordenar prioridades y poner en perspectiva más sensata los asuntos de esta vida. Cesan, al menos temporeramente, las conversaciones y controversias sobre cuestiones infantiles; temas, chismes y obsesiones necias relacionados con personajes de cine, televisión, teatro, música, etcétera. Suben a primera plana las necesidades reales y urgentes de la población afectada. La restauración de lo perdido. La reubicación de lo salvable. El mejoramiento de organizaciones, recursos materiales e infraestructuras para evitar la repetición del desastre. Y entre los más pensativos, perspicaces y espiritualmente sensibles, también figura en primera plana el significado de tales eventos, su lugar y propósito en los designios del Dios Creador para la humanidad y el universo, lecciones para uno mismo, lecciones para la raza humana en general y cómo comunicárselas a corazones dispuestos a recibirlas.

Otra lección valiosa que aportan los predecibles fenómenos de la naturaleza

“¡Prepararse a tiempo y para lo peor!” Para fenómenos más o menos predecibles tales como huracanes, tronadas grandes y fuertes, inundaciones, tornados y terremotos. Avisado a tiempo, ¿con qué lógica hacer caso omiso a la advertencia, o no prepararse adecuadamente? Para el alma sensible a lo sensato, la aplicación de esta norma a distintos aspectos de la vida salta a la vista. Particularmente, en lo concerniente a la cuestión del destino del alma. Al respecto, el Dios Creador, deseoso de salvar a todos los seres espirituales que él ha engendrado -tenga presente: él es “el Padre” de nuestros “espíritus”- nos ha dado avisos muy claros y una vía para escapar, advirtiéndonos de antemano que él “ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17:31). Así que, ¡a prepararse a tiempo y para lo peor!

Lo “peor” sería no ser contado “justo”, pues los INJUSTOS no podrán mantenerse en pie en la corte celestial, en el día cuando los humanos sean juzgados “con justicia”.

“A tiempo” quiere decir, efectivamente, “hoy mismo, lo más pronto posible”. ¿Por qué la prisa? Sencillamente, porque el día establecido por Dios para el retorno de Jesucristo y el inicio del juicio ¡no lo sabe ninguno, ni siquiera el Hijo! (1 Timoteo 6:13-16; Mateo 24:36; Hechos 1:7) Los meteorólogos de actualidad, valiéndose de sus equipos y técnicas altamente sofisticados, pueden avisarnos, con asombrosa precisión, las trayectorias de huracanes, fijando el día, y aun la hora, para cuando toquen tierra. También, pueden rastrear en tiempo real las trayectorias de tronadas o tornados. Pero ningún ser humano, llámese “profeta, apóstol” o lo que sea, puede fijar el día para la Segunda Venida de Jesucristo, como tampoco el día establecido por Dios para juzgar al mundo. De ahí que “a tiempo” quiere decir “hoy, entretanto que tengas vida y fuerza” para Creer, Arrepentirte, Confesar con tu boca que Jesucristo es el Señor y Bautizarte por inmersión en agua “para perdón de los pecados”. Luego, perseverar hasta el fin de tus días en bien hacer y santidad. Estos son los pasos imprescindibles para prepararse. Tomarlos prontamente es lo que significa “prepararse a tiempo”.(Marcos 16:15-16; Hechos 2:37-47; 8:26-40; 22:16; Romanos 6:3-7; 10:1-17; 1 Pedro 3:21; Apocalipsis 2:10)

Conclusión

¿Beneficios facilitados por sucesos destructivos de la naturaleza? Definitivamente, discernimos algunos. De no haber ninguno, tales sucesos se tendrían como netamente negativos.

El Dios Creador nos ha prometido un Mundo nuevo, “el mundo venidero” (Hebreos 2:5), sin tormentas, terremotos, inundaciones, relámpagos, granizadas, terremotos, tsunamis, etcétera. Es mío, de querer yo habitarlo. ¡Y tuyo! Con tal de cualificar tú para vivirlo. ¿Qué dices? Si quieres, gustosamente te brindaremos nuestro apoyo, sin compromiso o costo alguno, ni ahora ni más adelante. Solo orientaciones referente a cómo y dónde efectuar los pasos, ya anotados, de confesar fe en Cristo como el Señor y Salvador, y sumergirte en agua para que sean lavados tus pecados.

 

Escrito en el sur de Florida durante y después de paso del huracán Irma.

 


 

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