Orar tomados de las manos a la luz del Nuevo Testamento

Estudios sobre la oración

¿Es bíblico orar por la conversión de pecadores?

Ningún pecador será convertido simplemente porque alguien orara por su conversión. El poder de Dios para salvación es el evangelio, según Romanos 1:16, y es necesario oír y obedecerlo, pues la fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios (Romanos 10:17).

I. Introducción

A. El tema de esta conferencia: “¿Es bíblico orar por la conversión de los pecadores?”

B. Algunos líderes espirituales alegan que la iglesia no está logrando la conversión de un número mucho mayor de pecadores porque no se ora por su conversión.

1. Entre ellos hay quienes organizan seminarios para enseñar a las congregaciones cómo orar por la conversión de los pecadores.

2. Aconsejan y exhortan de la manera siguiente: “Si usted no sale, o no puede salir para evangelizar a las almas perdidas, lo menos que puede hacer es orar por su conversión. Piense en un ser querido, un amigo o un compañero de trabajo inconverso, a quien quisiera usted que viniera a los pies de Cristo. Ore insistentemente por esa persona para que se convierta al Señor. Presente su nombre a Dios una y otra vez, suplicando por su conversión”.

3. En Estados Unidos de América, un grupo de hermanos estableció “El Colegio de la Oración”, con el propósito de enseñar a los demás líderes espirituales, y por ende, a la hermandad, cómo orar.

a) Se implica que el liderato actual no sepa orar.

b) Se implica que las generaciones de líderes que nos precedieron...

(1) No supieran orar, en particular, por los inconversos...

(2) Ni instruir a la hermandad de su época en “el ministerio de la oración”...

(3) Ni adiestrar a las nuevas generaciones de predicadores, evangelistas, maestros y ancianos para referido “ministerio”.

c) Estimado líder espiritual de la iglesia, ¿no sabe usted cómo orar? ¿No hay quién le enseñe? ¿Está fracasando en la evangelización de las almas porque no sabe orar por su conversión? ¿Está fracasando su congregación en su misión de evangelizar porque los hermanos no saben orar por la conversión de los pecadores? ¿No sabe usted adiestrar a la congregación en “el ministerio de la oración por los pecadores”? Quizás le haga falta matricularse en “El Colegio de la Oración”, para que aprenda a orar por la conversión de los pecadores, y se llene su congregación de almas ganadas a través del “ministerio de la oración”.

II. Cómo evangelizar a los pecadores según Cristo y los apóstoles.

A. Algunos textos pertinentes del Nuevo Testamento.

1. Marcos 16:15-16. “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

a) Cristo no manda: “Id por todo el mundo, orando fervientemente por la conversión de los pecadores”.

b) De cierto, ¡no hay que IR a ningún lugar, si los pecadores podemos salvarlos a través de la oración! No será necesario salir de la casa, o del lugar de reunión, si podemos atraer y salvar a los pecadores a través del “ministerio de la oración”.

2. 1 Corintios 1:21. “Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.”

a) Subrayamos: “Agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación”. Que conste: no por la predicación y también por la oración como instrumento de salvación, sino solo por la predicación.

b) “La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). Ningún pecador puede salvarse sin oír la palabra de Dios. Mi oración por él, su oración por él, no le salvará si no oye la palabra de Dios. Usted puede mencionar su nombre mil veces a Dios en oración, suplicando al Señor que lo salve, pero si no oye la palabra, ¿cómo se salvará? ¡Ni siquiera puede creer, con la fe inteligente y espiritual que conduce a la salvación, si no oye la palabra de Dios! Mi oración, su oración, no puede hacerle creer.

 (1) El que ora por la conversión del pecador, sin predicarle el evangelio, ¿qué pretende? ¿Qué Dios lo mueva a creer, sin que escuche el evangelio? El soberano Dios todo lo puede hacer, pero tiene un plan para la conversión de los pecadores, y estamos convencidos de que no lo suspenderá para nadie, aunque le lleguen mil peticiones, pues él no hace acepción de personas.

(2) Pero, se argumenta: “¡Ah!, pero si yo oro por la conversión de mi vecino pecador, ciertamente, Dios puede, respondiendo a mi plegaria, intervenir providencialmente en su vida, manipulando las circunstancias, inquietando su mente y espíritu, quizás castigándole con alguna dura prueba, para que recapacite, crea, se arrepienta y busque la salvación”.

(a) Replicamos: Si Dios puede hacer todo eso para que su vecino, o sea, una sola persona, se salve, ¿por qué no puede hacerlo por todos sus vecinos, y, por ende, por todo el barrio, luego por toda la ciudad, luego por toda la provincia (estado), luego por todo el país, luego por todo el hemisferio, entonces por todos los pecadores en toda la tierra? De cierto, tanto la enseñanza bíblica como el sentido común de igual oportunidad para todo ser humano, nos indican que, realmente, ¡Dios tendría que hacer eso mismo por todo pecador, pues él no puede ser parcial cuando de la salvación de los pecadores se trata, favoreciendo a algunos con su intervención providencial, pero a otros no! Repetidas veces, se proclama que “no hay acepción de personas para con Dios” (Romanos 2:11; Hechos 10:34; Gálatas 2:6; Colosenses 3:25).

(b) ¿Salvar Dios a su vecino, o al menos facilitarle la salvación, porque usted oró por él, no haciendo lo mismo por los demás pecadores porque nadie orare por ellos? ¡Injusto! ¿Quién puede aceptar que Dios sea tan injusto?

(c) Y, ¿cómo podría usted ser tan parcial e injusto como para orar por la conversión de un solo pecador, o de un grupito de pecadores, excluyendo a todos los demás? ¿Orará por la conversión de sus familiares perdidos, pero no por la de sus amigos o compañeros de trabajo? ¿Incluirá a estos pero no a los demás conocidos? ¿Incluirá también a éstos pero no a los desconocidos?

 (d) Lo cierto es que el Señor ya se manifiesta providencialmente en la vida, no de unos pocos pecadores, nada más, y eso porque alguien haya orado por ellos, sino que se manifiesta en la vida de todos, a través de su grandiosa creación. También, en ocasiones, castigándolos (enfermedades, tormentas, escasez), para que le busquen. Él no está lejos de ningún pecador (Hechos 17:27), dándose a conocer imparcialmente a todos “por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Romanos 1:20). Hace salir el sol o hace llover “sobre justos e injustos” por igual (Mateo 5:44-48; Hechos 14:15-17). No quiere “que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9), y no solo los por quienes alguien haya orado.

3. Romanos 1:16. “Porque no me avergüenza del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.”

a) El “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” es el EVANGELIO, y no la oración, o el evangelio combinado con la oración por la conversión del pecador.

b) El fracaso evangelístico de la mayoría de los obreros y de las congregaciones que no cumplen su misión, se debe no a la falta de oración sino a la falta de ACCIÓN. La ACCIÓN de predicar el evangelio “a tiempo y fuera de tiempo” (2 Timoteo 4:2. La ACCIÓN de hablar “con denuedo la palabra de Dios” (Hechos 4:31). La ACCIÓN de no cesar “de enseñar y predicar a Jesucristo... todos los días, en el templo (en los lugares religiosos) y por las casas” (Hechos 5:41-42).

c) ¿Cuántas almas alcanza para salvación el obrero sentado, o aun arrodillado, en su oficina, orando, solo orando, por la salvación de los pecadores? No se trata de orar él por sí mismo, sino de orar él por la conversión de los pecadores. Si no se levanta, sale de su oficina, o casa, y predica a las almas, ¿cuántas de ellas traerá a los pies del Señor? ¡A ninguna! Aunque ore día y noche, valiéndose solo del instrumento de la oración, no logrará la conversión de ningún alma. La oración no es un imán místico o mágico que atraiga irresistiblemente a los pecadores al Señor. La oración no es un instrumento dado por Dios para la conversión de los pecadores. El instrumento divino lo es el EVANGELIO, “poder de Dios para salvación”.

d) ¿Cuántas almas alcanza para salvación el obrero que organiza y presenta “seminarios de oración por la conversión de pecadores”?

(1) Responde el tal obrero: “A mí no me corresponde nombrar a personas ganadas por mí. Lo que yo hago es dar seminarios. Yo solo enseño. Los alumnos aplican mis instrucciones y ganan almas”.

(2) ¿Así es el asunto? Entonces, resulta que no gana almas el seminarista, ni tampoco sus alumnos. Solo orando, nadie gana almas para vida eterna.

(3) ¿No serán los “seminarios para enseñar a orar por la salvación de pecadores” un mero sustituto por la auténtica, bíblica y productiva ACCIÓN de salir y predicar a los pecadores el evangelio, el cual es el verdadero “poder de Dios para salvación”?

(4) “Pero de cuando en cuando, en nuestros seminarios, alguien se convierte.” ¿Solo por la oración, sin que nadie le instruya bíblicamente? No hay conversión genuina sin instrucción bíblica. Antes de apresurarse a justificar sus seminarios porque “de cuando en cuando alguien se convierte”, el seminarista debiera evaluar objetivamente lo sucedido, preguntándose que si la persona que obedeció, ¿ya estaba encaminada a bautizarse, y lo hubiera hecho aunque no se presentara ningún seminario? Hay seminaristas y evangelistas que ganan mucho terreno en sus ministerios mediante conversiones circunstanciales, es decir, por casualidad están presentes, o están en el proceso de efectuar sus ministerios, cuando algún alma obedece. No contribuyeron en nada a la conversión del alma obediente, pues esta ya la habían instruido e incentivado otros cristianos. Sin embargo, se atreven a atribuirse la conversión, a informarla como fruto palpable de sus labores. Semejante proceder es deshonesto. “No nos gloriamos desmedidamente en trabajos ajenos” (2 Corintios 1015). “Cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse sólo respecto de sí mismo, y no en otro” (Gálatas 6:4).

e) Qué nos enseñen sus frutos los que dedican mucho tiempo al “ministerio de la oración por la conversión de los inconversos” pero poco tiempo, quizás ni una hora, al trabajo legítimo, por ser bíblico, de proclamar las buenas nuevas a los pecadores.

(1) “Ah, pero oramos mucho, y trabajamos en la obra, y llegan visitas y se convierten.”

(2) Aclaramos: no estamos poniendo en tela de juicio la práctica de orar el obrero por sí mismo, ni se cuestiona el trabajo hecho legítimamente en la obra, sino que enfocamos particularmente la idea de pretender atraer y ganar a los pecadores solo por la acción de orar .

B. Los ejemplos de conversión en el libro de los Hechos de los Apóstoles nos enseñan a evangelizar mediante la ACCIÓN de predicar el evangelio.

1. No hay ejemplo alguno de siquiera una conversión lograda mediante la oración de un apóstol u otro obrero del Señor.

a) Hechos 2. Jerusalén. Tres mil convertidos a través de la predicación.

b) Hechos 8:1-15. Muchos samaritanos obedecen. “Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo” (8:5). “Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo” (8:14-15). No oraron por conversión, pues los samaritanos ya habían recibido la Palabra, bautizándose (8:16). Bautizados, ya eran salvos (Hechos 2:38). Pedro y Juan oraron para que los ya convertidos recibieran los dones sobrenaturales del Espíritu.

c) Hechos 8:26-40. El tesorero de Etiopía convertido. “Entonces Felipe, abriendo su boca y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús” (8:35). No hay mención alguna de oraciones.

d) Hechos 9:1-19. Saulo convertido. Este fiero perseguidor de la iglesia no recibe la salvación hasta que, levantándose, se bautiza (22:16). ¿Qué papel juega la oración en su conversión? Tal cual los demás salvados de sus pecados, Saulo debía oír lo que tenía que hacer para ser salvo.

e) Hechos 10. Cornelio obedece. Ya era hombre piadoso y oraba cuando Pedro llega donde él con el evangelio de salvación. Ninguna oración de parte de Pedro le lleva a la casa de Cornelio sino la intervención directa de Dios. El Espíritu dice a Pedro: “Levántate, pues, y desciende, y no dudes de ir con ellos” (10:20), es decir, de ir con los que le buscaban para llevarle a la casa de Cornelio. Este centurión se salva cuando escucha y obedece el evangelio.

f) El mismo patrón de conversiones logradas mediante la predicación de la palabra de Dios, sin que juegue ningún papel alguna oración por conversión, lo observamos en los demás ejemplos de conversiones relatados en el libro de los Hechos de los apóstoles.

2. Contra argumento: Pablo oró por la conversión de Israel. “Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación” (Romanos 10:1). No cabe duda: según su propio testimonio Pablo oró por la salvación de Israel. ¿Qué, pues, debemos deducir? ¿Es preciso concluir que sea correcto orar por la conversión de un pueblo porque el apóstol Pablo lo hizo? ¿Debemos concluir que Dios quiera que oremos por la conversión de los pueblos porque Pablo orara por la conversión de Israel? ¿Debemos concluir que si podemos orar por la conversión de una nación, también podemos, por consiguiente, orar por la conversión de cualquier ciudadano particular de la nación? Al meditar sobre estas interrogantes y sus implicaciones, surgen múltiples inquietudes y dudas. Considere:

a) Si Pablo oraba “a Dios por Israel... para salvación”, ¿oraba con el mismo favor a Dios por los gentiles para salvación? Refiriéndose a Pablo (Saulo), Dios le dice a Ananías: “Vé, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel” (Hechos 9:15). Respecto a sí mismo el apóstol Pablo se identifica como “ministro de Jesucristo a los gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para que los gentiles le sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo” (Romanos 15:6). ¿Oraba “el predicador, apóstol y maestro de los gentiles” (2 Timoteo 1:11) por los gentiles para salvación?

(1) Si oramos por un pueblo para salvación, lógicamente deberíamos orar por todo pueblo para salvación, pues no debiéramos hacer acepción de pueblos o de personas, pidiendo en oración por la salvación de un pueblo, excluyendo a otros; pidiendo en oración por un individuo para salvación, excluyendo a los demás inconversos.

(a) ¿Oraremos por el pueblo puertorriqueño para salvación, no orando por el pueblo dominicano? ¿Oraremos por el pueblo mexicano para salvación, no orando por el pueblo colombiano?

(b) ¿Se salvará el pueblo ruso porque alguien orara por él para salvación? ¿Se perderá el pueblo chino porque nadie orara por él para salvación?

(2) ¿Deberíamos concluir que sea correcto orar por todas las naciones en toda la tierra y por todos los inconversos en todo el mundo “para salvación”? Juzgue usted. De todos modos, es evidente que Dios no salva a pueblos enteros, sino solo a los individuos de cada pueblo que hacen su voluntad. Solo estos “llevarán la gloria y la honra de las naciones” a la ciudad celestial (Apocalipsis 21:24-27). “Las naciones que hubieren sido salvas” (Apocalipsis 21:24) son las porciones de cada nación que obedecen el evangelio y viven en santidad hasta el fin. “Los reyes de la tierra” que “traerán su gloria y honor” a la nueva Jerusalén no son los reyes seculares sino los reyes espirituales coronados en virtud de su acatamiento de la voluntad divina. Todo cristiano fiel Dios lo hace rey y sacerdote (Apocalipsis 1:6).

b) ¿Cómo podía Dios responder a la oración de Pablo por Israel para salvación? Ya había hecho lo necesario para salvar a los judíos, sacrificando en la cruz a su propio Hijo y haciendo proclamar en toda la nación, y aun “a los expatriados de la dispersión” (1 Pedro 1:1), las buenas nuevas de salvación. ¿Qué más podía hacer? ¿Intervenir otra vez providencialmente para salvar a los judíos? Ya se había manifestado de muchas maneras providenciales y también sobrenaturales para la salvación de los judíos. De manifestarse de nuevo providencialmente al pueblo, tendría que hacerlo por todo judío por igual, para no hacer acepción de personas. ¿Y qué de los gentiles? ¿Favorecería Dios a los judíos por encima de los gentiles, actuando más para la salvación de aquellos que de estos? ¡Inconcebible! No pretendemos hablar de parte de Dios en materias donde él no haya hecho revelaciones. Sin embargo, comprendemos que Dios no puede hacer acepción de personas, que no puede mostrar parcialidad cuando de la salvación eterna o de la condenación eterna se trata, y que no puede contradecirse a sí mismo. También, se sobrentiende que cualquier cristiano, hasta un apóstol, puede pedir en oración lo que Dios no puede conceder, es decir, puede pedir mal, puede pedir lo imposible (Santiago 4:3).

c) A la luz de todas estas consideraciones, hay por qué concluir que el apóstol Pablo orara por lo imposible al orar “por Israel... para salvación”.

(1) Al fin y al cabo, Pablo no era infalible. No todo lo que hizo armonizaba perfectamente con la voluntad divina.

(a) Despreció una puerta abierta en el Señor. “Cuando llegué a Troas para predicar el evangelio de Cristo, aunque se me abrió puerta en el Señor, no tuve reposo en mi espíritu, por no haber hallado a mi hermano Tito; así, despidiéndome de ellos, partí para Macedonia” (2 Corintios 2:12-13).

(b) El Espíritu Santo le avisó que “no subiese a Jerusalén” (Hechos 21:1-16), pero el apóstol Pablo insistió en subir, lo cual hizo, quedándose arrestado y encarcelado.

 (2) Su oración “por Israel... para salvación” no armoniza, al parecer, con todo lo que se sabe y se deduce

d) Comparemos la oración de Pablo por la salvación de su pueblo con la plegaria de Cristo en la cruz cuando dice: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34), y con la de Esteban cuando “clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado” (Hechos 7:59-60).

(1) ¿Perdonó el Padre celestial a los judíos que crucificaron a su Hijo porque el Hijo se lo pidiera? Opinamos que no lo hiciera, basando nuestra deducción en lo siguiente. En el día de Pentecostés, el Espíritu Santo, a través de los apóstoles, sigue inculpándolos de la muerte del Mesías, diciendo: “A éste... prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole” (Hechos 2:23), e instándoles al arrepentimiento (Hechos 2:38). Si el Padre les hubiese perdonado, ¿por qué decirles “Arrepentíos y bautícese... Sed salvos de esta perversa generación” (Hechos 2:38-40)? Cristo pidió perdón para ellos, pero no fueron perdonados hasta no arrepentirse y bautizarse. Paralelamente, Pablo pidió salvación por su pueblo, pero ninguno fue salvo hasta no creer, arrepentirse y bautizarse.

(2) ¿Perdonó Dios a los judíos que apedrearon a Estaban, matándole, porque Esteban exclamara “Señor, no les tomes en cuenta este pecado”? Postulamos que es aplicable lo mismo explicado arriba. No los perdonaría hasta que no cambiaran de parecer, creyeran en el Cristo, se arrepintieran de tan horrible pecado y se bautizaran para el perdón de pecados. Saulo (Pablo), joven para aquel entonces, presenció la muerte de Estaban, consintiendo. No fue perdonado su pecado hasta no creer, arrepentirse y lavar sus pecados mediante el bautismo (Hechos 22:16).

(3) Conclusión. Opinamos que las exclamaciones de Cristo y de Esteban son más bien de índole retórica. Evidenciaban buena voluntad de ambos hacia sus enemigos y el espíritu mismo de la nueva ley (Mateo 5:43-47), pero no resultaron en el perdón incondicional e inmediato de los culpables. Quizás el factor retórico también explique, en parte, la expresión de Pablo cuando dice: “Mi oración a Dios por Israel, es para salvación”.

e) Consideremos la expresión de Pablo: “el anhelo de mi corazón... por Israel, es para salvación”.

(1) “…el anhelo”, es decir, el deseo ferviente del corazón. Tal sentimiento es muy noble. Deberíamos tenerlo para todo pueblo y toda persona. Pero, ¿a cuántas almas salva el anhelo por sí solo? El anhelo, por ardiente que sea, por sí solo no salva a nadie. Puede impulsarnos a predicar más el evangelio, pero por sí solo no salva a nadie. Tampoco “la oración por los pecadores para salvación”. El único poder espiritual que atrae legítimamente a los pecadores a Cristo, haciendo posible su salvación, es el evangelio puro.

(2) Así que, ni el anhelo más ardiente, ni la oración más ferviente, resultan en la salvación de los pecadores de cualquier nación, sino que se salvan solo cuando oyen el evangelio, creen, se arrepienten, se bautizan y perseveran en la doctrina de los apóstoles.

f) ¿Que fue el resultado palpable de la oración de Pablo por la salvación del pueblo judío? ¿Se salvó todo el pueblo? Negativo. ¿Se salvaron más individuos de la nación? Ninguno de ellos se salvó sin obedecer el evangelio.

III. Si no es correcto orar por la conversión de pecadores, entonces ¿qué podemos pedir en oración que nos ayude en la misión de evangelizar?

A. Efesios 6:18-20. “Orando en todo tiempo con toda oración en el Espíritu... por mí...

1. “…a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer ...

2. “…con denuedo el misterio del evangelio.”

B. Romanos 15:30-32. “Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mí a Dios...

1. “…para que sea librado de los rebeldes que están en Judea...

2. “…y que la ofrenda de mi servicio a los santos en Jerusalén sea acepta...

3. “…para que con gozo llegue a vosotros por la voluntad de Dios,...

4. “…y que sea recreado juntamente con vosotros.”

 

Orar tomados de las manos a la luz del Nuevo Testamento

  

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