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“La autoridad de la iglesia”

  I.   Introducción.

A.   La ocasión de esta conferencia: Los ancianos, los diáconos y el evangelista de la iglesia de Cristo que se reúnen en el Barrio Cubuy de Canóvanas, Puerto Rico planificaron una serie de cuatro mensajes encaminados a la edificación de la congregación. "La autoridad de la iglesia" figura entre los temas seleccionados.

B.   El tema que me asignaron para esta ocasión es el siguiente: “La autoridad de la iglesia.”

1. ¿Qué impresión le causa este teme? ¿Suena bastante seco? ¿A teología aburrida? ¿A doctrinas frías, leyes estériles o interpretaciones sectarias? ¿Sin pasión, sin fuego? “¡La autoridad de la iglesia!” ¡Huesos sin carne; troncos y ramas sin follaje o fruta! ¡Una roca dura; un desierto!

a.   Queridos jóvenes de la iglesia, al escuchar el tema, ¿acaso cerraron casi de inmediato sus oídos empezando a repasar en su mente asuntos más interesantes?

b.   Respetados adultos de la congregación, al escuchar el tema, ¿ya se ponían cómodos en sus asientos pensando dormitar un poco, o quizás enfocando a este servidor con sus ojos pero con su mente muy lejos de aquí?

2.   Pues, ¿qué puedo hacer con este tema? Cambiarlo por otro no me atrevo, exponiéndome a la censura de los ancianos.

a.   A decir verdad, cuando primero lo contemplé, pensaba pararme en este púlpito, proclamar solemnemente que la iglesia, que la iglesia como tal, como entidad espiritual compuesta de almas creyentes, no tiene autoridad alguna , que lo único que puede hacer es someterse a la autoridad absoluta de Cristo, su cabeza; y habiéndolo dicho, ¡sentarme!

(1)    ¿No afirmó el Señor: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” ( Mateo 28:18 ). Cristo tiene “toda potestad.” En este preciso momento, él tiene toda autoridad sobre la iglesia, no solo en el cielo sino también en la tierra. ¿De acuerdo? ¿Quién es la máxima autoridad en la iglesia en la tierra? Cristo, ¿cierto? Ni el Papa de Roma, ni los cardinales, ni concilio eclesiástico alguno, ni los ancianos ¡sino solo Cristo!

(2)   ¿Qué autoridad tienen ustedes como iglesia? ¿Tienen la potestad de reunirse y votar, enmendando o anulando las leyes del Nuevo Testamento, del cual Cristo es autor, testador y mediador? ¿Tienen el derecho de introducir, aprobar y seguir otro evangelio diferente al que recibieron? ¿Cuentan con la autoridad de hacer una convocatoria con el propósito de alterar la “sana doctrina” de tal modo que sea más apetecible para la gente moderna? Entonces, ¿con qué razón tratar este tema sobre “La autoridad de la iglesia?”

b.   Bueno, pero al meditarlo con más detenimiento comprendemos que Cristo delegó una porción de su autoridad en algunos miembros de la iglesia , aunque no en todos. Además, se observa que gobiernan en algunas congregaciones quienes abusan de su autoridad, usurpando aun la de Cristo. Tampoco faltan líderes espirituales que se niegan a ejercer la autoridad que les ha sido conferida bíblicamente, optando, a veces, por delegársela a otros creyentes no cualificados para administrarla. Tampoco faltan en la iglesia jóvenes, mujeres y hombres que echan mano a la autoridad, sin tener derecho bíblico alguno a ejercerla.

c.   De manera que el tema empieza a cobrar más vida, a vibrar de tensiones e hincharse de conflictos, con ramificaciones que bien pueden afectar la unidad de la iglesia y nuestra salvación personal. Con razón, los sabios administradores de esta congregación lo incluyen en la lista para esta serie de estudios.

II.   Exploremos, pues, el tema haciendo aplicaciones prácticas para la edificación de los santos del Señor que se reúnen en este lugar.

A.   Cristo tiene “toda potestad.” Habiendo recibido Cristo “toda potestad... en el cielo y en la tierra,” fue “exaltado por la diestra de Dios” ( Hechos 2:32-36 ), desde donde comenzó a reinar sobre su iglesia en el día de Pentecostés del año 33 de esta Época Cristiana, y “preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies” ( 1 Corintios 15:25 ), es decir, hasta el fin del mundo, “cuando entregue el reino al Dios y Padre” ( 1 Corintios 15:24 ).

1.   ¿Es Cristo la máxima autoridad espiritual en esta congregación?

2.   ¿Quién es la cabeza de esta congregación, tanto en la tierra como en el cielo?

B.   Los apóstoles reciben autoridad. Ahora bien, Cristo delegó en los apóstoles una parte de su autoridad. Les dijo: “De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo” ( Mateo 18:18 ), añadiendo: “A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos” ( Juan 20:23 ). Dotados de tal autoridad celestial, al sentarse Cristo sobre su trono, también se sentaron los apóstoles sobre doce tronos ( Mateo 19:28 ), desde donde aún juzgan al Israel espiritual de Dios, o sea, a la iglesia ( Gálatas 6:15-16 ).

1.   Tanto la autoridad de Cristo como la de sus apóstoles se hace sentir en la iglesia a través del mensaje inspirado que nos dejaron, a saber, el Nuevo Testamento, el pacto autoritativo y definitivo que gobierna a los discípulos fieles.

2.    ¿Qué potestad recibieron los apóstoles?

a.   La de recibir y revelar el evangelio puro, bautizar a los creyentes, organizarlos en congregaciones locales e inculcarles “todas las cosas” que Jesús les había “mandado” ( Mateo 28:18-20 ), haciéndolo todo conforme al Espíritu Santo de Dios que actuaba en ellos ( Juan 16:13-15 ).

b.   Cristo no los autorizó a dictar reglas espirituales no dadas directamente por el Espíritu Santo, nombrar sucesores o convocar concilios ecuménicos. Circunscribió su autoridad, advirtiéndoles bajo pena de anatema que no cambiaran el evangelio, adulterándolo “por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres” ( Colosenses 2:8 ). Ataban y desataban, remetían y retenían pecados, siguiendo los mandamientos y las condiciones establecidas por el Espíritu Santo, y no sus propios criterios o los de algún concilio.

3.   Identificándose ustedes como iglesia de Cristo, ¿perseveran “en la doctrina de los apóstoles” ( Hechos 2:42 )? ¿Se someten ustedes a la autoridad de los apóstoles de Cristo porque ellos hablaron según el Espíritu Santo les daba que hablasen?

C.   Los evangelistas reciben autoridad. Es evidente que los apóstoles otorgaron, por el Espíritu, una medida de autoridad a los evangelistas escogidos como “hombres... idóneos para enseñar también a otros” ( 2 Timoteo 2:2 ).

1.   Se les confiere la autoridad de corregir los errores de las congregaciones y establecer ancianos . El apóstol Pablo escribe al evangelista Tito: “Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé” ( Tito 1:5 ).

2.   Se les otorga la autoridad de reprender a cualquier anciano que persistiera en pecar . El mismo apóstol Pablo exhorta al evangelista Timoteo: “Contra un anciano no admitas acusación sino con dos o tres testigos. A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman” ( 1 Timoteo 5:19-20 ).

3.   ¿Trabaja algún evangelista con esta congregación? ¿Cómo se llama él?

a.   ¿Se le reconoce la autoridad de corregir lo deficiente y de reprender aun a un anciano o a un diácono, de existir causa justificada, o se le niega semejante autoridad?

b.   ¿Es mayor la autoridad del evangelista a la de los ancianos, o viceversa versa? ¿Se somete el evangelista a los ancianos o los ancianos al evangelista? ¿O se someten todos los unos a los otros “en el temor de Dios” ( Efesios 5:21 ) para el mutuo bien de todos y de toda la grey?

c.    ¡Este tema comienza a calentarse! Algunos maestros, predicadores y ancianos de la iglesia insisten en que todo evangelista debe estar sometido al liderato de una iglesia local. Según ellos, para todos sus movimientos y obras debe contar con la autorización del liderato local. En cambio, hay evangelistas contratados y pagados por el liderato de una iglesia local que se sublevan contra el liderato, reclamando superior autoridad y autonomía personal en lo concerniente a sus ministerios. No pocos maestros confunden el rol bíblico de evangelista con el rol inventado de “ministro local” empleado por el liderato local.

d.   ¡Este tema empieza a vibrar con tensiones! Los enfrentamientos entre evangelistas, “ministros locales”, ancianos, diáconos u otros administradores de la iglesia local sobre la cuestión de quién tenga más autoridad, causan graves discordias, enajenación y aun división. Dios libre a esta congregación de contiendas carnales sobre quién tenga más autoridad. Líbrense ustedes mismo de tales trifulcas perniciosas, siguiendo el consejo divino que dice: “Someteos unos a otros en el temor de Dios”   ( Efesios 5:21 ), teniendo siempre presente las palabras del Señor: “El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” ( Mateo 21:11-12 ).

D.   Los ancianos reciben autoridad. Es evidente que los apóstoles otorgaron, por el Espíritu, una medida de autoridad a los ancianos de la congregación local.

1.   Se les confiere la autoridad de gobernar la congregación local. “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar” ( 1 Timoteo 5:17 ). Se les encomienda a hacerlo “no por fuerza,... no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” ( 1 Pedro 5:2-4 ).

2.   Se les autoriza a alimentar la iglesia. “Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor” ( Hechos 20:28-32 ). “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella” ( 1 Pedro 5:2 ).

3. Deben velar por las almas a su cuidado, y estas han de sujetarse a ellos. “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso” ( Hebreos 13:17 ).

4.   ¿Hay ancianos en esta congregación? Amados miembros de la congregación, ¿reconocen todos ustedes la autoridad que tienen estos ancianos de presidir, alimentar y cuidar de esta iglesia, velando por ella? ¿Los obedecen?

5.    Lamentablemente, no todo anciano gobierna bien. Algunos pecan y deben ser reprendidos aun públicamente, medida a tomarse con mucho temor y delicadeza. ¡Y este teme de “La autoridad de la iglesia” se pone al rojo vivo!

a.   En algunas congregaciones los ancianos se vuelven dictadores , enseñoreándose arbitraria y carnalmente de la grey, actuando con parcialidad, abusando de su autoridad. La comunicación entre ellos y la congregación suele ser parca y   pobre. Más comunes son los casos donde un solo anciano se hace dictador, dominando a los demás ancianos y, por ende, a toda la congregación. El espíritu de Diótrefes aún vive y se manifiesta. A Diótrefes le gustaba “tener el primer lugar entre” los demás. Parloteaba con “palabras malignas.” No recibía a los hermanos y a los que querían recibirlos, se lo prohibía, expulsándolos de la iglesia (3 Juan 9-10).

b.   En algunas congregaciones hay ancianos que se valen de su autoridad para introducir innovaciones nocivas en el culto y la organización que causan malestar, disensiones, confusión, división y apostasía.

c.   En algunas, hay ancianos que ceden su autoridad a otros miembros no cualificados, por ejemplo, a neófitos en la fe, a feligreses de mal testimonio o a jóvenes. También los hay que son manipulados por sus esposas . Lo que decide la esposa es lo que dice el anciano cuando se reúne con sus colegas.

d.   Hay obispos que lo son solamente de nombre , pues no proveen alimento sólido y puro para las ovejas, ni velan por ellas, ocupándose más bien en asuntos materiales de poco o ningún provecho, por ejemplo, en el del edificio de la iglesia. Carecen de visión evangelística. No planifican obras para la iglesia, estimulando a los miembros al cumplimiento de su deber. La autoridad de los tales es hueca, vana, contraproducente y mortífera para las almas.

E.   Los diáconos y los maestros reciben una medida de autoridad. Es evidente que los apóstoles otorgan, por el Espíritu, una medida de autoridad a los diáconos . “Los que ejerzan bien el diaconado, ganan para sí un grado honroso, y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús” ( 1 Timoteo 3:13 ). Igualmente, es evidente que se les confiere una medida de autoridad a los maestros y a las maestras . Cristo “constituyó a unos... maestros” ( Efesios 4:11 ) en la iglesia. “Las ancianas... enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos” ( Tito 2:3-5 ). Cuentan con la autoridad para hacerlo.

F.   Refiriéndose a su apostolado, Pablo escribió: “Porque aunque me gloríe algo más todavía de nuestra autoridad , la cual el Señor nos dio para edificación y no para vuestra destrucción , no me avergonzaré” ( 2 Corintios 10:8 ). El Señor confiere autoridad “para edificación y no para... destrucción.” Todo evangelista, anciano, diácono, maestro y maestra debe realzar siempre en sus ministerios este concepto noble de la autoridad. ¿Tiene usted una medida de autoridad en la iglesia? ¿La usa para destruir, o para edificar? ¿Tiene una medida de autoridad en esta congregación? Su responsabilidad es enorme, pues el que, apoyándose en su autoridad, desparrama las ovejas, destruyendo la fe de las almas, ¡será destruido! Pero el que las guarda y alimenta bien, será exaltado al cielo.

G.   Algunos que no tienen autoridad en la iglesia. No todo miembro de esta iglesia ha recibido del Señor alguna medida de autoridad para ministrar o oficiar.

1.   Los jóvenes de la congregación. Amamos y apreciamos grandemente a los jóvenes de la iglesia, deseando fervientemente que crezcan hasta alcanzar la madurez en Cristo. Por su condición de joven, no es de extrañarse que carezcan de pleno conocimiento, “inteligencia espiritual” ( Colosenses 1:9 ), sabiduría y experiencia, y que, por consiguiente, el Señor no los considere aptos para ejercer autoridad en la iglesia. El apóstol Pedro los aconseja, escribiendo: “Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestios de humildad” ( 1 Pedro 5:5 ). “Jóvenes.. sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno,” citando al apóstol Juan ( 1 Juan 2:14 ), pero deben sujetarse a los ancianos.

2.   Los neófitos de la congregación. Al igual que a los jóvenes, amamos y apreciamos mucho a los neófitos de la iglesia. Los “neófitos” pueden ser personas de cualquier edad, de quince años o de setenta, pero son nuevos para Cristo y para la iglesia por su condición de recién convertidos. Son niños en el Señor que han de crecer y madurar antes de poder recibir autoridad para administrar algún ministerio. Considere el requisito para obispo que dice: “no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo” ( 1 Timoteo 3:6 ), o el para diácono que lee: “Y éstos también sean sometidos a prueba primero” ( 1 Timoteo 3:10 ).

3.   Las damas de la congregación. Referente a las damas de la iglesia, ya hemos notado que las cualificadas pueden ser maestras de las mujeres, y, huelga decir, de los niños, pero Cristo no les confiere la autoridad de gobernar, presidir o administrar. “No permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio” ( 1 Timoteo 2:12 ). “Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” ( 1 Corintios 11:3 ).

III.   Crisis de autoridad. Tristemente, no pocas congregaciones de nuestra amada hermandad están sufriendo, en la actualidad, una crisis aguda de autoridad. Se debilitan, se dividen, invierten prioridades, se inventan nuevas prioridades o enfoques, alteran su misión y su naturaleza, echan a perder los rasgos que las identificaban como auténticas y bíblicas, se banderizan con las sectas protestantes o pentecostales, o, simplemente, se deshacen dejando de existir. ¿A qué se debe este mal? Sin duda, una de las causas principales es la siguiente: ejercen autoridad hombres, mujeres y jóvenes que no la debieran tener, pero que la toman agresiva y osadamente, no importándoles las consecuencias, o la tienen por consentimiento de una membresía o liderato débil, indiferente e ignorante.

A.   Se levantan líderes jóvenes, entre ellos, evangelistas, predicadores, escritores, “ministros locales”, “ministros de jóvenes”, “ministros de alabanzas” (asalariados la mayoría), maestros y diáconos, quienes asumen un grado de autoridad que Cristo no les confiere, pues son demasiado jóvenes en años, conocimiento y experiencia para tanto poder. Sin embargo, hablan con autoridad. No pocos son graduados de las llamadas “universidades cristianas” o de institutos bíblicos. Piden y proclaman “el cambio” . Les secundan los adolescentes, muchos jóvenes, muchos adultos jóvenes, muchos profesionales (pero no en materias espirituales), muchas mujeres, incluso, feministas (Sí, las hay en la iglesia); también algunos ancianos poco preocupados por preservar la pureza doctrinal. Aseguran que “el cambio” es necesario para salvar a una iglesia, según ellos, moribunda, avivarla y hacerla crecer. Promulgan un chorro de cambios y los están implementando en muchas congregaciones.

1.   ¿Y los resultados? Mayormente, confusión, desorientación, distracción, enajenación, disensión, división y pura apostasía. Centenares de miles de horas y días perdidos en contiendas estériles sobre innovaciones que responden a una cultura saturada de entretenimiento, de placeres carnales, del emocionalismo y de las filosofías del humanismo y de la exaltación del individuo. No exagero, pues decenas de miles de líderes de la iglesia en todo el mundo se ven obligados a estudiar estas innovaciones, este “cambio”, para tomar una decisión personal al respecto.

2.   ¿Y el crecimiento espectacular que el “cambio” (las innovaciones) iba a producir? No hay evidencia de ello. El crecimiento que logran algunas congregaciones que han ido con “el cambio” no es legítimo, pues obedece a métodos materialistas y sicológicos copiados principalmente de las llamadas “iglesias de comunidad” y un mensaje que no motiva bíblicamente. Me atrevo a opinar que si la increíble cantidad de tiempo y energía invertida en la promoción de las innovaciones se hubiese invertido en el evangelismo legítimo, la tasa de crecimiento de la iglesia en el mundo sería muy por encima de la actual.

B.   ¿Y cuáles son las innovaciones que componen el “cambio”? ¡Helas aquí en esta caja! (La caja contiene quince globos, los cuales se sueltan uno a uno.)

1.   El evangelio sin confrontaciones, blando, ecuménico. (¡Ay de ti, querido apóstol Pablo, siempre confrontando a judíos y a gentiles por igual!)

2.    Cero agresividad en el evangelismo. (Ah, Pablo, perdiste tu cabeza por anunciar y defender el evangelio con tanto coraje. También Jacobo.)

3.    Predicar solo a Cristo, y nunca la iglesia o el reino de Dios. (Te equivocaste, Pablo, siempre predicando el reino.)

4.    No criticar nunca a ninguna otra religión ni señalar a ningún líder religioso. (Otro fallo grave tuyo, querido Pablo.)

5.    No predicar los cinco pasos de conversión, sino el amor y la gracia de Dios.

6.    Eliminar el bautismo como condición para el perdón de pecados.

7.    Alinearse con las sectas protestantes y pentecostales, apoyándolas en sus actividades y solicitando su cooperación recíproca.

8.    En su programa de trabajo, evangelismo, cultos, etcétera, imitar el programa exitoso de las grandes “iglesias de comunidad”, tales como la Willow Creek Community Church, de Chicago.

9.   Instituir talleres y círculos de oración a favor de la conversión de los pecadores.

10.   En las oraciones, cogerse de las manos para que la oración sea más poderosa y para que Dios responda más pronto y con más poder.

11.   Soltar las trabas de las damas de la iglesia, permitiéndolas dirigir oraciones, cánticos y cultos, como también repartir la Santa Cena y enseñar clases, no obstante la presencia de varones.

12.   Entretener a la iglesia con coros, dramas y deportes de toda clase, incluso, ligas de golf, softball, bowling, etcétera. También con giras y excursiones.

13.   Instar a los cristianos a darle rienda suelta a sus emociones en los cultos, aplaudiendo, cantando coritos calientes, con suspiros, susurros y oraciones hasta en lenguas.

14.   Convertir la congregación en una “iglesia de células”, sometiendo todas las células a un solo guía espiritual para que la iglesia experimente un crecimiento descomunal. No hace falta ancianos; solo estorban.

15.   Suplantar los sermones sobre temas de peso bíblico con charlas livianas de quince minutos que giren en torno a testimonios y anécdotas actuales, condimentándolas con abundante humor.

C.   Hermanos y hermanas, jóvenes, veo que están entretenidos con los hermosos globos; distraídos, no prestándome plena atención. ¡Qué emocionantes son los globos, llenos de color, flotando por los aires. Encantan y fascinan, particularmente, a los niños.

1.   ¡Asimismo son la gran mayoría de las innovaciones modernas en la iglesia! Como globos que entretienen y distraen. Encantan y fascinan, particularmente, a los que aún no alcanzan madurez espiritual.

2.   Pese a sus encantos, el globo es un objeto de poco peso, efímero, lleno de aire, frágil. Asimismo son la gran mayoría de las innovaciones modernas que hechizan a mucha gente de nuestra hermandad: insustanciales, de poco peso, llenas de aire venenoso, que en el momento menos esperado explotan, desinflándose, dejando decepcionados y tristes a sus admiradores, como al chiquillo cuando estalla su globo de muchos colores.

3.   Preguntamos: ¿con qué autoridad sueltan algunos líderes espirituales y feligreses sin oficio los globos de innovaciones dañinas en medio de nuestras congregaciones y de nuestra hermandad universal? No cuentan con la de Cristo, del Espíritu Santo o de los apóstoles del Señor. Les suplicamos que desistan, que callen, que procuren madurar para que sepan distinguir sabiamente entre cambios que destruyen y cambios que fortalecen, entre innovaciones diabólicas y las que son saludables para el crecimiento del cuerpo de Cristo.

IV.   Conclusión. Amados todos, en conclusión, si somos todos, hombres, mujeres y jóvenes, fieles al Señor hasta el fin, Cristo nos promete que en el mundo perfecto del mañana reinaremos con él, recibiendo autoridad todos. Al siervo fiel dice el Señor: “Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades” ( Lucas 19:17 ). Diez, cinco, una. Lo importante es que todos nosotros, tanto los que tenemos alguna medida de autoridad en la iglesia como los que no tienen ninguna en el momento, seamos fieles, pues añade el Señor en aquella misma parábola de las minas: “Yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará” ( Lucas 19:27 ).

 

Escribe Homero Shappley de Álamo

 

  

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