Comentario sobre Apocalipsis: análisis de las profecías y visiones. Por Homero S. de Álamo

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Comentario sobre Hechos por J. W. McGarvey. Boceto del Contenido completo.

 

Hechos de Apóstoles. Por Lucas, médico amado. PDFs del Comentario completo por J. W. McGarvey. 290 páginas de texto y gráficas, tamaño carta.

 

Hechos de Apóstoles

Por Lucas, el médico amado

 

En este mapa, se traza el viaje del apóstol Pablo de Jerusalén a Roma.

En este mapa, se traza el viaje del apóstol Pablo de Jerusalén a Roma.

 

Comentario por J. W. McGarvey, M. A.

Predicador y escritor de la Iglesia de Cristo

Adaptación del Prof. E. J. Westrup 

Parte Cuarta

Prisión de Pablo por Cinco Años 
Hechos 21:17 - 28:31

Sección III

Viaje de Pablo a Roma 
Hechos 27:1 – 28:16

PDF de este estudio

 

1.  De Cesarea a Buenos Puertos.

Hechos 27:1-8

     Versículos 1 y 2. Poco después de la alocución ante Agripa, Pablo se encontró a punto de partir en el tan esperado viaje. Se iba a realizar la contestación a sus plegarias (Romanos 15:30-32), y la promesa hecha de noche en la prisión de Claudio Lisias, de que había de testificar de Jesús en Roma, ya iba a cumplirse. Esto vino a acaecer, no por interposición milagrosa, sino por una combinación providencial de circunstancias. Las maquinaciones de los judíos, la avaricia de Félix, la indecisión de Festo, la prudencia de Pablo y el estatuto romano para la protección de ciudadanos, se habían combinado, muy extraña aunque muy naturalmente, para cumplir la promesa de Dios hecha en respuesta a la oración. (1) “Mas como fue determinado que habíamos de navegar para Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta. (2) Así que, embarcándonos en una nave adrumentina, partimos, estando con nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica, para navegar junto a los lugares de Asia.” Una vez más vemos aquí que el significativo "nosotros" de Lucas, muestra que esta vez estaba en la compañía de Pablo y con él partió a Roma. Dado que él había venido a Jerusalén (Hechos 21:17-18), es probable que muy cerca de él haya estado durante toda su prisión. Tal estancia de más de dos años en Palestina dio a Lucas oportunidad, si es que antes no la hubiera gozado, de recolectar toda la información que se contiene en su evangelio; y sumamente probable es que este evangelio lo haya compilado en este intervalo de inactividad comparativa. Aristarco también había venido con Pablo a Jerusalén (Hechos 20:4), y como Pablo, en epístola escrita después de su llegada a Roma, lo llama "compañero en la prisión" (Colosenses 4:10), es probable que por causa que no se menciona en el texto, también él haya sido apresado en Judea y enviado a Roma, quizás también apelando a César.

-La compañía (cohorte) Augusta, de la que Julio era centurión, así se llamó en honor del emperador. Como la nave de Adramicio, ciudad en la costa occidental de Misia, iba rumbo a casa, no se esperaba que llevara soldados y prisioneros hasta Roma. Partió el cen­turión con esperanza, que después se realizó, de dar con un bajel que se hiciera a la vela para Italia, al que pudiera transferir presos y soldados.

     Versículo 3. El relato de Lucas acerca del viaje en que Pablo y sus compañeros iban ahora en barco es la única narración de esta clase en la Biblia, y de principio a fin está lleno de interés. (3) “Y otro día llegaron a Sidón; y Julio, tratando a Pablo con humanidad, permitióle que fuese a los amigos para ser de ellos asistido.” Los amigos que hallaron en Sidón sin duda eran hermanos en Cristo, y de aquí inferimos que Sidón, así como Tiro, ya había recibido el evangelio (como parece en Hechos 21:3-6). En esta ciudad Pablo había demorado una semana en su triste viaje a Jerusalén, y en aquella ahora, de paso a Roma, es alentado por la hospitalidad que allí le brindaban. Que haya necesitado asistencia el día de emprender el viaje se explica mejor suponiendo que se haya mareado, si prevaleció el viento de lado (Versículo 4) que hacía al barco mecerse lo que le causara mareo. Unas cuantas horas en tierra le daría alivio, aunque fuera temporal.

     Versículos 4 - 6. Continuó el bajel hacia el norte por un tiempo, evitando echarse al alto mar. (4) “Y haciéndonos a la vela desde allí, navegamos hacia Chipre, por que los vientos eran contrarios. (5) Y habiendo pasado la mar de Cilicia y Pamfilia, arribamos a Mira, ciudad de Licia. (6) Y hallando allí el centurión una nave alejandrina que navegaba a Italia, nos puso en ella.” Como la ruta propia de la nave era al poniente, el "bajo" o sotavento de Chipre debe haber sido su extremo oriental, aunque si el viento era favorable, se habría escogido ir por la costa del sur de Cilicia. Otra razón debe haber sido que los marineros de entonces sabían, como los de hoy lo saben, que por allí hay una corriente marina que se dirige al poniente, con ayuda de la cual podían avanzar aunque el viento fuera contrario. El barco de Alejandría que hallaron, como esperaban, debe haberse encontrado los vientos prevalecientes del poniente, y estaba muy lejos al oriente de la línea directa de Alejandría a Italia. Llevaba cargamento de trigo que traía de los graneros de Egipto, y era de las ma­yores dimensiones, que luego que subieron a bordo los nuevos pasajeros, acomodó doscientos setenta y seis almas, incluyéndose la tripulación (Versículo 37).

     Versículos 7 y 8. Al salir de Mira en este barco, el viento iba en contra. (7) “Y navegando muchos días después, y habiendo apenas llegado delante de Gnido, no dejándonos el viento, navegamos bajo de Creta, junto a Salmón. (8) Y costeándola difícilmente, llegamos a un lugar que llaman Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.”

     Versículos 9 - 12. (9) “Y habiendo pasado mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la navegación, por haber pasado ya el ayuno, Pablo les amonestaba, (10) diciéndoles: Varones, veo que la navegación va a ser con perjuicio y mucha pérdida, no solo del cargamento y de la nave, sino también de nuestras personas. (11) Pero el centurión daba más crédito al piloto y al patrón de la nave, que a lo que Pablo decía. (12) Y siendo incómodo el puerto para invernar, la mayoría acordó zarpar también de allí, por si pudiesen arribar a Fenice, puerto de Creta que mira al nordeste y sudeste, e invernar allí.”

3.  Vana tentativa de llegar a Fenice.

Hechos 27:13-20

      Versículo 13. El puerto llamado Buenos Puertos estaba al lado oriental del cabo Matala, el que habrían de doblar los marineros para llegar a Fenice, y tal podrán hacer afrontando viento del oeste o noroeste; así es que esperaban que cambiara. (13) “Y soplando el austro, pareciéndoles que tenían lo que deseaban, alzando velas iban cerca de la costa de Creta.” Lo que se dice "pareciéndoles que tenían lo que deseaban", expresa su pensar de como si ya hubiesen llegado, al partir con esta brisa del sur, lo mismo que habían esperado. Era todo engañoso, el preludio de un terrible cambio.

       Versículos 14 – 20. Iba a brisa suave el buque por un tiempo, sobre un mar tranquilo, con la lancha pendiente a popa lista para el desembarque en Fenice. (14) “Mas no mucho después dio en ella un viento repentino que se llama Euroclidón. (15) Y siendo arrebatada la nave, y no pudiendo resistir contra el viento, la dejaron y éramos llevados. (16) Y habiendo corrido a sotavento de una pequeña isla que se llama Clauda, apenas pudimos ganar el esquife: (17) el cual tomado, usaban de remedios ciñendo la nave; y teniendo temor de que diesen con la Sirte, abajadas las velas, eran así llevados. (18) Mas siendo atormentados de una vehemente tempestad, al día siguiente alijaron; (19) y al tercer día nosotros con nuestras manos arrojamos los aparejos de la nave. (20) Y no pareciendo sol ni estrellas por muchos días, y viniendo una tempestad no pequeña, ya era perdida la esperanza de nuestra salud.” El nombre Euroclidón dado a este viento equivale a "Noroeste", que indica la dirección de donde soplaba. Se precipitó repentinamente de las cimas de montañas en Creta y azotó el bajel cuando estaba a pocas horas de su destino. A sotavento de Clauda el agua estaba gruesa, y esto dio lugar a que los marineros tomaran las tres precauciones mencionadas aquí. Subieron el esquife, o lancha, a bordo para evitar que se estrellase contra el costado del barco. Ceñir la nave consistía en pasar cables en torno del casco y apretarlos con cabrestante para dar fuerza al casco y evitar que sus maderas se abrieran. Abajaron todas las velas, excepto la que bastaba para llevar el barco, a fin de impedir su avance en la temida Sirte, bancos de arena movediza junto a las costas de África, hacia donde el viento los empujaba. Al día siguiente se aligeró el barco echando al agua parte del cargamento, para que desplazando menos agua fuera menos la fuerza de las olas que golpeaban. El aparejo del buque se echó al otro día al agua con el mismo propósito; consistía en morillos, tablones, cordelería, etcétera, que llevaban con objeto de hacer reparaciones. Como los marinos de aquel siglo exclusivamente dependían del sol y las estrellas para conocer la dirección en que habían de navegar, al no tener nada de esto en muchos días y no amainada la tormenta, no tenían idea definida de donde se hallaba.

     Versículos 21 - 26. El patrón del barco, el maestre, el centurión y todos a bordo para este tiempo ya se habían formado mejor opinión del criterio de Pablo, y estaban listos para escuchar con respeto cuando les dirigió otra vez la palabra. (21) “Entonces Pablo, habiendo ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: Fuera de cierto conveniente, oh varones, haberme oído y no partir de Creta, y evitar este inconveniente y daño. (22) Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave. (23) Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios del cual soy y a quien sirvo, (24) diciendo: Pablo, no temas; es menester que seas presentado delante de César; y he aquí Dios te ha dado todos los que navegan contigo. (25) Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como me ha dicho; (26) si bien es menester que demos en una isla.” La predicción anterior de Pablo ya casi se había cumplido, de modo que sus oyentes no estaban dispuestos a cavilar de la discrepancia aparente entre aquello y lo que ahora decía; y cuando lo oyeron predecir la seguridad de ellos, basado en revelación directa del cielo, que antes no había pretendido, pudieron ver que lo que anteriormente había predicho era solo su opinión. Además, las palabras del ángel: "Dios te ha dado todos los que navegan contigo", les hicieron entender que solo por esta concesión no perecerían, y que esto se les había concedido en respuesta a sus plegarias en favor de ellos. Obsérvese también lo que es más prominente en esa respuesta a las oraciones de Pablo es la certeza de "es menester que sea presentado delante de César"; porque para Pablo el principal motivo para desear escapar del peligro presente era poder por fin ver a Roma, contestar sus cargos ante César como lo había hecho ante Agripa y luego, al ser liberado, predicar a judíos y gentiles en "la ciudad eterna".

4.  Barco anclado y Pablo en vela.

Hechos 27:27-32

     Versículos 27 - 32. A pesar de la certeza de seguridad dada a Pablo, por un tiempo el peligro se hacía más eminente. (27) “Y venida la décima cuarta noche, y siendo llevados por el mar Adriático, los marineros a la media noche sospechaban que estaban cerca de alguna tierra; (28) y echando la sonda, hallaron veinte brazas; y pasando un poco más adelante, volviendo a echar la sonda, hallaron quince brazas. (29) Y habiendo temor de dar en lugares escabrosos, echando cuatro anclas de popa, deseaban que se hiciese de día. (30) Entonces procurando los marineros huir de la nave, echando que hubieron el esquife a la mar, aparentando como querían largar las anclas de proa, (31) Pablo dijo al centurión y a los soldados: Si estos no quedan en la nave, vosotros no podéis salvaros. (32) Entonces los soldados cortaron los cabos del esquife, y dejáronla perder.” Ya se acercaba el barco a la isla que ahora se llama Malta, más al sur de la porción que hoy llaman Adriático, pues entonces este nombre abarcaba mayor espacio geográfico que hoy. La razón de que sospecharan que se acercaban a la isla debe haber sido el ruido de cachones sobre la costa rocosa, al principio tan indistinto que no se podía tener seguridad de qué era. El sondeo probó lo que sospechaban, mas la profundidad disminuía rápidamente, prueba de que la costa estaba cerca. Acercarse a tal costa en medio de tamaña tempestad era destrucción segura del barco y de todos a bordo. Echar todas las anclas a mano era naufragio en el punto con toda probabilidad, si se trataba de tener el barco fijo contra las olas que lo embestían, aunque no se rompieran los cables dejándolo ir contra las rocas. Tan seguros estaban los marineros de una u otra suerte para el barco antes que viniera la mañana, que resolvieron arriesgar la vida en un esfuerzo por ganar la orilla, a pesar de las tinieblas y las rocas. Con facilidad engañaron a los que eran de tierra pretendiendo echar otra ancla por la proa, donde posiblemente era del todo inútil, pero Pablo era demasiado marino para dejarse engañar, y su vigilancia salvó la vida a todo el pasaje. Aunque tenía la promesa de Dios, que él implícitamente creía, que ni uno de los a bordo se perdería, recordaba que la promesa era: "Dios te ha dado todos que navegaban contigo", y velaba a los que habían sido entregados a su cuidado como si no hubiera promesa de que se salvarían. Por cierto se apresuró a decir a los soldados que nadie se salvaría si se permitía que los marineros dejaran el barco. La razón era que nadie más que marineros hábiles podían llevar el barco a la costa con tal viento y entre rocas. Sacamos de esto la lección de que, al hacernos Dios una promesa cuya realización en parte se ha de producir con nuestro propio esfuerzo, se entiende que tal esfuerzo es condición de la promesa. Tal regla tiene muchas aplicaciones en negocios tanto temporales como espirituales, los que no podemos demorarnos a especificar. Decretando el Señor que tal cual cosa se haga, o prediciendo que se hará, siempre anticipa las acciones voluntarias de los interesados, y solo interviene directamente si de otro modo fallara su propósito. En nuestros tratos con Dios, pues, habremos de ir tan activos y diligentes como si no tuviéramos su promesa, y con todo confiar en su ayuda como si todo lo hiciera él solo.

5.  Pablo alienta a la tripulación. 

El barco se aligera. Hechos 27:33-38

     Versículos 33 - 36. Cuando se frustró la pérfida tentativa de los marineros, no parecía haber más que hacer que confiar a las anclas y esperar el día. Cada gigantesca ola barría la cubierta de popa a proa, así que cerraron las escotillas, y todos quedaron abajo. En momentos de terror supremo como éste, cuando se acobarda el corazón más intrépido, aquel que tenga posesión completa de sí mismo sirve de sostén a todos los demás en que se apoyen. Este fue Pablo. Ganándoles delantera a los marineros, impresionó a estos y a los soldados con su sentido de aplomo y vigilancia, y esto lo convirtió al momento en el espíritu dominante de la compañía entera en el barco, y ahora que oscilaban al ancla, sin tener qué hacer nada más que asirse para no rodar por cubierta, les comunicó una porción de su jovialidad y potencia. (33) “Y como comenzó a ser de día, Pablo exhortaba a todos que comiesen diciendo: Este es el décimo cuarto día que esperáis y permanecéis ayunos, no comiendo nada. (34) Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud, que ni aún un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá. (35) Y habiendo dicho esto, tomando el pan hizo gracias a Dios en presencia de todos, y partiendo, comenzó a comer. (36) Entonces todos teniendo ya mayor ánimo, comieron ellos también.” Sabía Pablo que nada hay tan alentador para los cansados y hambrientos como el buen alimento, y que para llegar a la orilla se requería de ellos un esfuerzo del que no eran capaces en su condición actual debilitada. Si se tomase literalmente su dicho de que en catorce días no habían tomado alimento, no se tendría como increíble por los que están familiarizados con casos recientes de quienes se han sujetado a ayunos voluntarios de cuarenta días y más. Si aplicamos un criterio justo, habremos de recordar que no lo dice Lucas a sus lectores, sino Pablo a los que le oían, y si en efecto hubieran tomado algo de comida, ya sabrían cómo interpretar su dicho. En estos tiempos actuales cuando un huésped asegura a sus convidados que lo que han comido es nada y les insta a que se sirvan más, nadie le entiende ni le achaca que dice falsedades. Una exageración familiar es común y admisible. Los que oían a Pablo deben haber comido poco; los que llegaban a marearse mucho apenas levantaran la cabeza en todo ese tiempo; y los que hubieran padecido poco, no habrían podido sentarse a comer con quietud. Por cierto en todo ese tiempo no se pudo hacer comida en el barco. El modo libre y fácil de hablar Pablo sobre el asunto era en sí alentador, y que dijera que comer lo que él aconsejaba era por seguridad propia, aun más exhibe su convicción de que la salvación de cada uno dependía en parte de sus propios esfuerzos.

     Versículos 37 y 38. Congregar en esta comida a toda la compañía en el barco a esa hora parece haber sugerido la mención del número de personas a bordo, y quizá fue en este momento que se hizo el recuento por primera vez, a fin de verificar mediante otro recuento ya en tierra si algunos hubieran perecido y cuántos. (37) “Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta y seis. (38) Y satisfechos de comida, aliviaban la nave, echando el grano a la mar.” Esto aligeró más al barco con el objeto de que pudiera acercarse a tierra más que de otro modo, sin tocar fondo. No era tarea fácil subir los sacos de la bodega y lanzarlos sobre baranda cuando el barco se mecía y sacudía como debe haberlo hecho. Para ello les sirvió toda la fuerza renovada que el alimento que tomaron hubo de darles.

 
Encallado el barco en el que llevaban al apóstol Pablo a Roma, y deshaciéndose por el embate constante de un oleaje fuertísimo, ¡se salvan todos los tripulantes y pasajeros –un total de doscientos setenta y seis almas- conforme a la visión dada por Dios!

Encallado el barco en el que llevaban al apóstol Pablo a Roma, y deshaciéndose
por el embate constante de un oleaje fuertísimo, ¡se salvan todos los tripulantes
y pasajeros –un total de doscientos setenta y seis almas- conforme
a la visión dada por Dios!

 

6.  El barco encallado, mas los hombres se escapan. 

Hechos 27:39-44

     Versículos 39 - 41. Ya se había hecho todo lo que podía hacerse hasta que la luz del día revelase la naturaleza exacta de los arrecifes al frente y la costa más allá. (39) “Y como se hizo de día, no conocían la tierra: mas veían un golfo que tenía orilla, al cual acordaron echar si pudieran la nave. (40) Cortando las anclas, las dejaron en el mar, largando también las ataduras de los gobernalles; y alzada la vela mayor al viento, íbanse a la orilla. (41) Mas dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave; y la proa se abría con la fuerza de la mar.” De la consulta de los marineros, parece que pensaran que sería posible guiar el buque de modo de ir a parar en el único lugar parejo de la costa. La dificultad fue pasar a lugar seguro. Esto reveló a los pasajeros el buen criterio de Pablo de retener a los marineros a bordo cuando la noche anterior trataban de abandonar el barco. Las anclas se quedaron en el mar, no solo porque ya no servían al barco, sino porque, aunque mucho se necesitaran, no se podían recobrar. Los timones eran solo tablones, uno en cada esquina de la popa, y cuando estaba anclado, sus manijas se amarraban sobre cubierta de modo que los tablones salieran del agua y se evitara fueran rotos por las olas. Ahora estaban sueltas para usarlas como gobernalle, y sin lo cual los timones servían de poco. Con el uso diestro de velas y timones, fue sacado el buque de entre las rocas, a atracar tan cerca como pudiera del punto que querían. El ímpetu con que viento y olas lo llevaban hizo que la proa se enterrara en la arena, y allí se quedó fijo. Dos oleajes fuertes, o como decían los marineros, dos mares que venían de rumbos distintos en rodeo de las rocas, alternadamente pegaban en la inmóvil popa, como si fueran dos mazos inmensos en manos de gigantes, y el maderamen, ya muy debilitado por oscilar toda la noche de los cables, desde luego comenzó a ceder. Si los de a bordo hablan de escapar, no había que perder tiempo en dejar el bajel.

     Versículos 42 - 44. En este punto crítico los soldados se mostraron tan inconsiderados como los marineros por la noche. Ya podían ver claro que debían la vida a Pablo, pero no tenían sentido de gratitud para ello. (42) “Entonces el acuerdo de los soldados era que matasen los presos, porque ninguno se fugase nadando. (43) Mas el centurión, queriendo salvar a Pablo, estorbó este acuerdo, y mandó que los que pudiesen nadar echasen los primeros, y salieron a tierra; (44) y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra.” El centurión, que durante el viaje se mostró bondadoso y discreto, parece haber sido el único soldado a bordo que mostrara gratitud justa para Pablo por sus valiosísimos servicios, aunque para los demás presos no tuviera afecto, en vista de que los salvó por salvar a Pablo. Se hizo necesario nadar, después de encallar el barco, por hallarse éste en agua demasiado honda para vadear, pues un barco de ese tamaño tenia de calado más de tres metros cuando estaba vacío, y por otra parte grandes olas rodaban de lo profundo barriendo muy alto la playa. No era fácil tarea ganar la playa, y fue realmente notable que todos se salvaran, tanto más cuanto Pablo lo había predicho.

7.  Pablo escapa de otro peligro.

Hechos 28:1-6

     Versículos 1 y 2. Afortunadamente para los náufragos, hallaron una playa hospitalaria donde había bastante población. No hay duda de que tan luego que hubo luz del día, los que habitaban, cerca de la costa vieron el angustiado bajel, y observaron con ansiedad su peligroso arribo a la costa. En el punto que el barco atracó, estaban en multitud. (1) “Y cuando escapamos, entonces supimos que la isla era Melita. (2) Y los bárbaros nos mostraron no poca humanidad; porque, encendido un fuego, nos recibieron a todos, a causa de la lluvia que venía y del frío.” Por los isleños supieron el nombre de la isla, que hoy es Malta. Lucas llama bárbaros a los isleños, porque tal titulo daban griegos y romanos a todos los que no eran de ellos. No era en sentido de reproche como hoy se da. Estos bárbaros estaban muy lejos de ser salvajes. No fue trabajo ligero encender fuego en medio de la lluvia y fuese bastante grande para que los doscientos setenta y seis hombres pudieran acercarse a él. Estos ya estaban calados hasta los huesos con la nadada a la costa, y la lluvia que caía no les permitía orearse; con todo, el calor de una gran fogata les daba algo de alivio. La lluvia era una de esas heladas lloviznas de Octubre y Noviembre, que son luego más desagradables que las frías de veras en medio invierno.

     Versículos 3 - 6. Pablo no era un predicador al estilo de los clérigos modernos, que tienen mucho cuidado de no mancharse las manos con trabajo servil, y esperan que todo el mundo esté listo a servirles, mientras conservan su dignidad solo siendo espectadores. No fue a pararse junto a la lumbre que otros habían encendido, ni dejó que otros sin su ayuda siguieran alimentándola, pero metió la mano junto con los bárbaros y los marineros a la ocupación desagradable. (3) “Entonces habiendo Pablo recogido algunos sarmientos, y puéstolos en el fuego, una víbora huyendo del calor le acometió la mano. (4) Y como los bárbaros vieron la víbora colgando de su mano, decían los unos a los otros: Ciertamente este hombre es homicida, a quien, escapado de la mar, la justicia no lo deja vivir. (5) Mas él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún mal padeció. (6) Empero ellos estaban esperando cuándo se había de hinchar o caer muerto de repente; mas habiendo esperado mucho y viendo que ningún mal le venía, mudados, decían que era un dios.” Aquí es Listra a la inversa. Primero tomaron a Pablo por un dios, y luego lo apedrearon. Aquí lo tomaron por un homicida, y luego creían que era un dios. No se basaba la mala opinión de él en el hecho escueto de que la víbora lo mordió, pues sabían que los buenos también podían verse expuestos a ello, sino en ocurrir tal fatalidad en conexión tan estrecha con su escape de un naufragio en apariencia sin esperanza. Si ya habían descubierto que era preso, contribuyó esto a su conclusión. Atribuyeron su castigo a la diosa de la justicia, la que en apariencia estaba resuelta a que no se le escapara de las manos. Pero descubrieron que la mordida, cuyo fatal efecto conocían tan bien, no lo tenía en él. Su conclusión de que era un dios les fue tan natural como la anterior de que era homicida. El milagro se obró por el poder directo de Dios, y fue con intención de hacer la impresión en los isleños que hizo —impresión temporal que antes de muchos días se siguió por un concepto fiel de la persona y oficio de Pablo.

8.  Pablo se hace útil en Melita.

Hechos 28:7-10

     Versículos 7 - 10. Los viajantes tuvieron en el lugar de su desembarque la fortuna de, no solo hallarlo habitado, sino del buen natural de sus principales habitantes. (7) “En aquellos lugares había heredades del principal de la isla, llamado Publio, el cual nos recibió y hospedó tres días humanamente. (8) Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama enfermo de fiebre y disentería; al cual Pablo entró, y después de haber orado, le puso las manos encima y le sanó. (9) Y esto hecho, también los otros que en la isla tenían enfermedades, llegaban y eran sanados; (10) los cuales también nos honraban con muchos obsequios; y cuando partimos, nos cargaron de las cosas necesarias.” El título que se da aquí a Publio, "el principal de la isla", es ambiguo, pero las palabras griegas que así se traducen se han hallado en inscripciones en la isla como título del gobernador romano, con lo que se justifica la conclusión de que Publio tenía este cargo. Si el "nos" de Lucas en el Versículo 7 comprende la compañía entera de los náufragos, la referencia más natural, la hospitalidad de Publio alojando y alimentando a doscientos setenta y seis hombres fue digna de todo encomio. Quizá pusiera a algunos de ellos en domicilios de inquilinos suyos en la finca, pero se les proveyó a sus expensas por tres días, después de lo cual se hiciera algún otro arreglo, según parece. Bien recompensado fue, sin embargo, al sanar Pablo a su padre, cuyo mal, aún en estos días de pericia médica, se considera peligroso. Probable es también que la compañía del barco hallara acomodo en casas de otros de la isla que del mismo modo eran sanados. Así Pablo, que al principio del viaje fuera uno de los pasajeros que menos llamara la atención, llegó por fin a ser el sostén de la compañía entera, y ejercía el ascendiente sobre todas las mentes. Fue la gratitud a él por fin la que hizo a los isleños surtir a la compañía del barco de todas las comodidades para lo que les faltara a llegar. Para esta sazón no hay duda de que los soldados se alegraran de no haber muerto a Pablo antes de abandonar el barco.

-No suponemos que Pablo haya sanado enfermedades entre los isleños de modo tan general sin mencionar el nombre de Jesús. Al contrario, aunque Lucas no lo mencione, habremos de pensar que, desde el palacio del gobernador hasta la más remota choza de la isla, el nombre y el poder de Jesucristo se dieron a conocer plenamente durante los tres meses de su estancia.

9.  Terminaron el viaje.

Hechos 28:11-16

     Versículos 11 - 14. Fueron los meses de invierno que pasaron en la isla, y tan pronto como se consideró sin riesgo la navegación, se emprendió de nuevo el viaje. (11) “Así que, pasados tres meses, navegamos en una nave alejandrina que había invernado en la isla, la cual tenía por enseña a Cástor y Pólux. (12) Y llegados a Siracusa, estuvimos allí tres días. (13) De allí, costeando al rededor, vinimos a Regio; y otro día después, soplando el austro al segundo día, a Puteolos; (14) donde habiendo hallado hermanos, nos rogaron que quedásemos con ellos siete días; y luego vinimos a Roma.” Este barco de Alejandría, como el que había naufragado, sin duda iba cargado de trigo para el mercado italiano, y la misma tempestad que había hecho naufragar al otro había demorado a éste en su camino. Se quedó tres meses o más en puerto cuando estaba a tres o cuatro días de su destino. Los gemelos Cástor y Pólux, cuyas imágenes se ostentaban en la proa o la popa, eran su enseña, o diríamos su nombre —los dos hijos de Júpiter en la fábula, que eran los guardianes de los navegantes. Así tenían los cristianos primitivos constantemente ante los ojos los emblemas del paganismo. La parada de Siracusa, ciudad famosa de la antigua Cecilia, quizá haya sido ocasionada por vientos contrarios, o por descarga de flete. Dista de Malta algo menos de 133 kilómetros, y se hacia este transcurso en menos de veinticuatro horas. Regio, siguiente puerto que tocaron, está en la extremidad sur de Italia, no lejos del estrecho de Mesina. El rodeo que hicieron costeando, sin duda lo debieron a viento desfavorable. El austro o viento del sur que sopló al salir de Regio les era directamente favorable, y fue veloz el recorrido de 240 kilómetros de allí a Puteolos. Este puerto estaba situado en la playa norte de la bahía que después ha tomado el nombre de Nápoles, y sus ruinas todavía las visitan los viajeros. Nápoles, que entonces era una aldea, suplantó a Puteolos como puerto de esa porción de Italia con el transcurso del tiempo, pues éste gradualmente se ha hundido en deterioro. Que Pablo hallara a hermanos en Puteolos es prueba de la extensión con que ya se había predicado el evangelio en Italia, y el que haya obtenido permiso del centurión de una demora de siete días es prueba del respeto que ya le profesaba Julio. Los siete días abarcaron uno del Señor en el que Pablo y sus acompañantes gozaron del privilegio de romper el pan con los recién hallados hermanos.

     Versículos 15 y 16. La caminata de Puteolos fue sobre pavimento, que formaba un ramal de la famosa Vía Apia que conducía de Roma a Brundusium, o sea el moderno Brindisi. La distancia se recorre ahora en ferrocarril. Se llegaba a esta vía principal en Capua, 44 kilómetros desde Puteolos, de donde sigue hasta Roma, una distancia por tierra de unos 200 kilómetros. La razón de haber desembarcado allí tan lejos de Roma fue que Puteolos era el puerto para naves del mayor calado. La demora en Puteolos y la caminata por tierra dieron tiempo a los hermanos en Roma para saber de la llegada de Pablo. (15) “De donde oyendo de nosotros los hermanos, nos salieron a recibir hasta la plaza de Apio y Las Tres Tabernas; a los cuales como Pablo vio, dio gracias a Dios y tomó aliento. (16) Y como llegamos a Roma el centurión entregó los presos al prefecto de los ejércitos, mas a Pablo fue permitido estar por sí con un soldado que le guardase.” La plaza o foro de Apio era un pueblo sobre la Vía Apia a 56 kilómetros de Roma, y el lugar llamado Las Tres Tabernas era una aldea 13 kilómetros más adelante hacia la ciudad. El grupo de hermanos que encontraron a Pablo aquí sin duda salieron poco más tarde que los otros. Que Pablo diera gracias a Dios y tomara aliento al verlos indica que hasta habría abrigado temor de cómo lo recibieran estos hermanos. Viniendo a esta ciudad orgullosa prisionero entre cadenas, podían haber sentido que sufriría la reputación de la causa allí si se le recono­cía como uno de sus grandes próceres; y si los hermanos que allí residían se retrajeran de él, sería en vano esperar que se hiciera mucho bien mientras se hallara preso, o aun después de lograr su libertad. No obstante, al mostrarse ellos tan fieles en simpatía cristiana que se desentendieron de consideraciones contemporizadoras, y venir a recibirlo como alguien que les hacía honor, se disiparon todas las tétricas dudas y la esperanza alentadora tomó su lugar. Podemos suponer que entre esos hermanos reconoció a algunos, al menos, del grupo noble que con gran encomio había mencionado en el capítulo final de su epístola a esta iglesia, y que en compañía suya había soportado pruebas de la fe hacía años. De su viaje traía conmovedora historia que contarles, y por cierto fue motivo de deleite para ellos hallar que, aunque preso, había ganado la estimación y la confianza del centurión que traía cargo de él, y seguro podemos suponer, de todos los soldados que en un tiempo pensaron en darle muerte para evitar que se evadiera. Presenciaron también a su llegada a Roma, cómo le brindaron la rara cortesía de permitirle residir por sí sin más restricción que tener un soldado que le guardase, en lugar de meterlo a prisión militar común. Este favor fue el resultado de haber Festo expuesto que nada digno de muerte o de cárcel había hecho, y también lo que informara Julio al centurión de su conducta durante el viaje. Cual José esclavo en la casa de Potifar y preso en la cárcel del rey, se había conducido a modo de ganar la confianza implícita de los que lo custodiaban desde el principio hasta el fin de su encierro. Así debe ser con todo el que, bajo todas circunstancias, observa un comportamiento estrictamente cristiano.

Sección IV

Labores de Pablo en la Prisión de Roma. 

Hechos 28:17-31

1.  Celebra entrevista con principales judíos. 

Hechos 28:17-22

     Versículos 17 - 20. Terminado el viaje que por muchos años había proyectado, Pablo conoció a algunos hermanos a quienes hacía más de tres años les había rogado le ayudaran con oraciones a Dios, para llegar a ellos con gozo y ser recreado juntamente con ellos (Romanos 15:24, 30-32). Pero cuán diferente de lo que esperaba fue su entrada a la ciudad imperial. En lugar de llegar hombre libre, presentarse en una sinagoga y en el foro en el nombre de Jesús, vino marchando entre filas de soldados, y se presentó a las autoridades como preso enviado a juicio, y se le tuvo bajo guardia militar noche y día. ¡Cuán lúgubre perspectiva de predicar el evangelio a los que estaban en Roma! Si Pablo, el fabricante de carpas, extranjero y pobre, había iniciado sus labores en el emporio comercial de Grecia "con flaqueza y mucho temor y temblor" (1 Corintios 2:3), ¿cómo debe haberse sentido Pablo, el preso entre cadenas, al comenzar obra semejante en la ciudad capital de todo el mundo? Otra vez la situación era bien desalentadora, pero tenía razones para alentarse de que careció en Corinto; un grupo de coadjutores probados, de ambos sexos, tan arrojados y fieles como el que más para cumplir las órdenes del gran caudillo; y cada uno de éstos era un brazo que podía extender para traer al lugar de su cautiverio a los oyentes de la ciudad a una entrevista fraternal. (17) “Y aconteció que tres días después, Pablo convocó a los principales de los judíos a los cuales luego que estuvieron juntos, les dijo: Yo, varones hermanos, no habiendo hecho nada contra el pueblo, ni contra los ritos de la patria, he sido entregado preso desde Jerusalén en manos de los romanos; (18) los cuales, habiéndome examinado, me querían soltar, por no haber en mí causa ninguna de muerte. (19) Mas contradiciendo los judíos, fui forzado a apelar a César; no que tenga de qué acusar a mi nación. (20) Así que, por esta causa os he llamado para veros y hablaros; porque por la esperanza de Israel estoy rodeado de esta cadena.” La cordura de Pablo al procurar esta entrevista y hacer tales declaraciones en particular, es obvia. Naturalmente se habría de suponer que, como lo acusaban sus propios paisanos en Judea, habría cometido algún crimen, y al apelar a César, que intentaría hacer graves cargos contra sus acusadores. Lo que dijo que los romanos lo habrían dado libre a no haber sido por la oposición de los judíos, le favorecía mucho en el primer punto, y en el segundo su repudiación bastaba. Su explicación final, que era por la esperanza de Israel que se veía encadenado, que se ha de entender en el mismo sentido en que la hizo en dos ocasiones previas (Hechos 23:6; 26:6), llevaba el fin de ganarse su benevolencia, porque no era común para los judíos verse perseguidos, y porque les daba la seguri­dad de que él aún acariciaba la más tierna esperanza de un judío piadoso.

     Versículos 21 y 22. La contestación de los judíos fue cándida y decorosa. (21) “Entonces ellos le dijeron: Nosotros ni hemos recibido cartas tocante a ti en Judea, ni ha venido alguno de los hermanos que haya denunciado o hablado algún mal de ti. (22) Mas queramos oír de ti lo que sientes; porque de esta secta notorio nos es que en todos lugares es contradicha.” Es algo sorprendente que de Judea no llegara noticia referente a Pablo, pero con frecuencia sucede que eventos que ocurren desadvertidos para la generación que vive, después vienen a ser de importancia histórica. No oír nada quiso decir que ninguna mala noticia de él llegó, aunque mucho perjudicial habían oído de la "secta" que él representaba. Si hubieran obrado como muchos lo hacen hoy, se habrían negado a oírlo por razón de los malos informes de su secta; pero el hecho de que en todas partes se decía mal de ella fue la verdadera razón para desear oír a Pablo hablar de ella. Quizá ellos mismos se habieran negado a oír a los predicadores que precedieron a Pablo a Roma. Pero la manera cortes en que los convidó a su alojamiento, y el modo conciliador en que les habló, fueron lo que ganó mejor voluntad de ellos. Si siempre hubieran sentido como ahora, sin duda le habrían oído de muy buena gana, mediante la carta que había escrito a la iglesia de cristianos en su ciudad hacía más de tres años.

2.  Segunda entrevista con los judíos. 

Hechos 28:23-28

     Versículos 23 y 24. Antes de despedirse de Pablo los judíos, se dieron cita para volver a oírlo formalmente. (23) “Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales declaraba y testificaba el reino de Dios, persuadiéndoles lo concerniente a Jesús, por la ley de Moisés y por los profetas, desde la mañana hasta la tarde. (24) Y algunos asentían a lo que se decía, mas algunos no creían.” El discurso fue largo, y tomó el tiempo suficiente para exponer el tema entero ante ellos, y sostener con evidencia adecuada cada proposición por separado, pero el resultado fue el que siempre se halla en una asamblea de judíos.

     Versículos 25 - 28. Por lo que sigue de la narración, hay razón de suponer que el partido de los descreídos dio expresión indecorosa a su sentir. (25) “Y como fueron entre sí discordes, se fueron, diciendo Pablo esta palabra: Bien ha hablado el Espíritu Santo por el profeta Isaías a nuestros padres, diciendo: (26) Ve a este pueblo y diles: De oído oiréis y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis; (27) porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y de los oídos oyeron pesadamente, y sus ojos taparon; porque no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan de corazón, y se conviertan y yo los sane. (28) Séaos pues notorio que a los gentiles les es enviada esta salud de Dios; y ellos oirán.” Era tan hábil predicador Pablo que no habría terminado su plática con advertencia como ésta, si no hubiera visto u oído algo en su auditorio que exigía tales palabras candentes del Capítulo 6 de Isaías. Este pasaje ya había sido citado por Jesús, y lo aplicó a los judíos descreídos de Galilea (Mateo 13:14-15), y después lo usó el apóstol Juan que explicó la incredulidad de los que oían a Jesús en Jerusalén (Juan 12:40). Da la fiel explicación de por qué el evangelio falla en ganarse a algunos que lo oyen proclamar plenamente, y la explicación esta contradice la doctrina que en un tiempo fue popular, a saber, que el Espíritu Santo debe regenerar el alma con ejercer su poder inmediato antes que pueda recibir el evangelio. Según tal doctrina, la razón de que algunos de los oyentes de Pablo se fueran sin creer fue que la divina influencia se contuvo de llegar a ellos, pero a otros les fue concedida. Pero según la idea que se expresa en este pasaje, el Señor tanto en favor de una clase como de otra hace mucho, y la razón de que algunos creyeran y otros no, fue que éstos no oían con los oídos ni veían con los ojosNo tenían tapados ojos ni oídos por un poder encima de ellos, pues expresamente se les acusa de tapárselosSi voluntariamente los cerraron, tenían el poder de tenerlos abiertos y se sobrentiende que si hubieran hecho tal, el resultado habría sido lo inverso — que habrían visto la verdad, que con favor la habrían oído, que la habrían entendido y se habrían vuelto al Señor para ser salvos. Tal fue precisamente la experiencia de la parte de ellos que creyeron. Previamente habían tenido el corazón engrosado, de los oídos oían pesadamente y cerraban los ojos para no ver lo de otros predicadores en Roma, pero ahora abrieron ojos y oídos a lo que les presentó Pablo, y en consecuencia entendieron de corazón, se volvieron y fueron sanados. En tal orden de cosas Dios no hace acepción de personas, ni puede nadie atribuir su ruina final a que se hayan contenido influencias salvadoras por parte del Espíritu Santo.

3. Lo que duró su prisión, y sus labores continuadas. 

Hechos 28:30-31

     Versículos 30 y 31. De una manera abrupta termina aquí el relato. (30) “Pablo empero, quedó dos años enteros en su casa de alquiler, y recibía a todos los que a él venían, (31) predicando el reino de Dios y enseñando lo que es del Señor Jesucristo con toda libertad, sin impedimento.” Esta casa alquilada es la que se menciona en el Versículo 16, donde se dice que a Pablo le fue permitido estar por sí "con un soldado que le guardase". Este soldado, como veremos en la expresión del Versículo 20, "estoy rodeado de esta cadena", estaba encadenado a él de día y de noche. El guarda se cambiaba por costumbre universal cada tres horas, a no ser que se exceptuaran las horas de sueño en este caso particular. De esta manera no menos de cinco o seis soldados tenían el privilegio de estar presentes y oír su predicación y enseñanza. Como esto se prolongó por dos años enteros, no es sorpresa oír lo que Pablo en Filipenses 1:13 dice: "Mis prisiones han sido célebres en el Señor en todo el pretorio y a todos los demás". La guardia pretoriana era un cuerpo de soldados que se tenía en Roma, en campamento fuera de la ciudad, con objeto de hacer guardia al emperador y cuidar a los prisioneros que aguardaban juicio de la corte imperial. Como cada soldado, de guardar a Pablo, volvía al campamento, llevaba una historia extraña que contar en oídos de sus compañeros, y así esto corrió de boca en boca. Llegó al alcance de algunos de la familia de César, quizá mediante los de la guardia en palacio (Filipenses 4:22).

-La expresión "…recibía a todos que a él venían" denota muchos visitantes. En parte eran atraídos éstos por la fama en aumento del predicador preso, pero podemos suponer que principalmente por la actividad de los hermanos de la ciudad, que era natural se ocuparan de este modo. Por el celo de estos hermanos se pagaba el alquiler de esta casa, pero tal era la propia pobreza de ellos que, al recibir una contribución de la lejana iglesia de Filipos, alivió la necesidad que sentían en Roma (Filipenses 4:10-11, 18).

-Aquí, como por todo el libro de Hechos, se distingue entre predicar y enseñar; lo primero se dirige a los que no han creído, y lo segundo a los creyentes. El que hiciera ambas cosas muestra que las dos clases de oyentes eran atraídas a su alojamiento. No se le prohibió tal actividad, porque al limitarse a los que voluntariamente lo buscaban en su residencia particular, no podía motivar motines como los que hubo en otras ciudades. No creyó Lucas necesario enumerar los resultados de tales labores, ni satisface la curiosidad natural del lector diciendo el resultado de la apelación de Pablo a César. Se da uno cuenta de esta última circunstancia, como insistimos en la Introducción al principio de esta obra, solo suponiendo que la oración final del libro se escribiera precisamente al final de los dos años y antes de terminado el juicio. Pero excepción hecha de tal omisión, el objeto principal del relato sugiere este final como adecuado. Habiendo comenzado con su comisión de volver al Señor los pecadores, el que lo escribió nos ha llevado de Jerusalén, por Judea, Samaria, las provincias de Asia Menor, las islas del Mediterráneo, Macedonia y Acaya, hasta la ciudad imperial de Roma; y dejando al obrero principal aquí, todavía “predicando el reino de Dios y enseñando lo que es del Señor Jesucristo”, queda cumplido su objeto primordial, y la narración se cierra.

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     Un comentario de Hechos, limitado estrictamente al texto, habría de terminar aquí, pero como ha sido parte de nuestro plan dar mayor plenitud a la relación tomando de otras fuentes inspiradas, tenemos aun unos cuantos párrafos que trasladar al papel. El deseo que los capítulos finales inspiran al lector reflexivo de seguir adelante en la carrera de Pablo puede satisfacerse en cierto grado. Tal deseo tiene referencia especial a dos preguntas: ¿Qué resultados dio para la causa de Cristo la prolongada prisión de su apóstol? ¿Qué éxito tuvo su apelación al César?

     Con referencia a la primera pregunta ya hemos anotado que su entrada a Roma fue tan diferente de lo que él hubiera esperado que su perspectiva de hacer bien allí debe haberle sido muy sombría. Pero siéndole permitido enseñar sin interrupción por dos años en su residencia alquilada, no podemos dudar que mucho realizara, a pesar de su encierro en calidad de preso. De las epístolas escritas por este tiempo, algo sabemos de los resultados. Efesios, Colosenses y Filemón fueron las primeras. Todas fueron escritas en la misma ocasión y remitidas, las primeras dos con Tíquico, y la otra con Onésimo, viajando junto los dos mensajeros. Como hizo volver a Onésimo con Filemón y tenía que mandar la carta con alguien, inferimos que la mandó con él (Filemón 8-12). Como enviaba a Tíquico a los hermanos a quienes dirigió las otras dos cartas, igualmente nuestra inferencia es que Tíquico las llevó (Efesios 6:22-23; Colosenses 4:7-8). Y dice expresamente que envió a Onésimo con Tíquico (Colosenses 4:8-9).

-En las dos primeras muestra un sentido de perturbo en su situación, exhortando a los hermanos a que oren por él, que se le "abran las puertas de la palabra" para hablar en confianza el evangelio como debiera expresarse. La última revela al mismo tiempo el hecho de que ya había logrado algo. De las meras heces de una sociedad disoluta en la metrópoli, un esclavo huido había sido inducido a visitar al apóstol y oír el evangelio. Aquello probó el poder de Dios para libertarlo de una servidumbre mucho peor que aquélla de la que huía. Luego que se hizo discípulo, Pablo lo halló "útil para el ministerio" sirviéndole sin duda en traer a muchos de sus antiguos compañeros a oír el evangelio. Su amo era Filemón, convertido de Pablo, residente en Colosas. Pablo quería retenerlo a su servicio, pero por respeto a los derechos legales de Filemón, lo mandó a la casa con una carta en la que con delicadeza insinúa lo propio que sería dar la libertad a un esclavo tan capaz para ese servicio; y pensando que probablemente Onésimo hubiese defraudado a su amo de algún modo, promete pagar la suma sea la que fuere (Filemón 8-12).

-Su predicación había comenzado a tener efecto en la clase más desahuciada de la población citadina, al mismo tiempo que instaba a los hermanos distantes que pidieran a Dios "que se abra la puerta de la palabra" (Efesios 6:18-20; Colosenses 4:2-3). Con el tiempo la puerta de la palabra se abrió mucho más de lo que había osado esperar. En la epístola a los Filipenses escrita en periodo más tarde dice:"Quiero, hermanos, que sepáis que las cosas que me han sucedido, han redundado más en provecho del evangelio; de manera que mis prisiones han sido célebres en Cristo en todo el pretorio, y a todos los demás; y muchos de los hermanos en el Señor, tomando ánimo con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor" (Filipenses 1:12-14). También dice cerca del final de la misma epístola: "Todos los santos os saludan, y mayormente los que son de la casa de César" (Filipenses 4:22). Como ya lo hemos dicho, estos resultados se originaron con toda naturalidad de la palabra que muchos soldados que alternadamente guardaban a Pablo, llevaban a la guardia pretoriana lo que oían cuando él enseñaba y predicaba a los que le visitaban, pues los soldados de la guardia y los empleados en el palacio de César naturalmente serían los meros últimos en visitar el alojamiento de Pablo con propósito de oírle.

     Durante estas labores arduas y embarazosas, Pablo gozaba de la cooperación, no solo de todos los fieles y valientes de ambos sexos que encontró en la Iglesia de Roma, sino la de otros colaboradores que con él habían trabajado en otros campos y que a él recurrían desde lejos. Timoteo, a quien por última se menciona en el viaje de Corinto a Jerusalén, se le unió en las saludes a los colosenses, a Filemón y a los filipenses. Aristarco y Epafras eran sus compañeros de prisión (Colosenses 4:10; Filemón 23). Marcos, que en un tiempo lo abandonó y no fue con él y Bernabé a la obra, ya estaba con él e iba a salir a viaje lejano a su ruego (Colosenses 4:10). Demas, quien más tarde lo abandonó y se fue a Tesalónica, "amando este siglo", estaba aún a su lado (Colosenses 4:14; 2 Timoteo 4:10). Y, Lucas, el médico amado, que con él participó de los peligros de su viaje desde Cesarea, fue su compañero constante (Colosenses 4:14).

     Con referencia a la apelación de Pablo al César, nada se dice expresamente en el Nuevo Testamento, pero hay base de inferencia conclusiva para creer que tuvo éxito en lograr su libertad. Tal evidencia se ve en los sucesos y viajes descritos en las epístolas a Timoteo y a Tito, los que no pudieron hallar lugar en el período que abarca Hechos. Entre esto se halla que dejó a Timoteo en Éfeso para contrarrestar la influencia de ciertos maestros, mientras él iba a Macedonia (1 Timoteo 1:3); que dejó a Tito en Creta para que corrigiese algo que faltaba allí (Tito 1:5); su visita a Mileto cuando dejó allí enfermo a Trófimo (2 Timoteo 4:20); y su viaje a Nicópolis para pasar allí el invierno (Tito 3:12).

     Si no fuera salirnos de los límites de un comentario de Hechos, sería de interés seguir los detalles de estas labores hasta que el telón de la historia auténtica cae y cierra de nuestra vista su partida para estar con Cristo. Cuando obtuvo audiencia bajo la apelación que lo trajo a Roma, sus enemigos no podían decir nada peor que lo que ya habían dicho ante Félix y Festo, y su defensa ante éstos, junto con la que hizo ante Agripa el rey, nos sugiere el curso en el asunto de lo que probablemente debe haber expuesto ante el emperador y su consejo. No abrumaremos nuestra imaginación procurando describir la escena. Aquí nos despedimos de él hasta la mañana de resurrec­ción, bien contentos de que el derrotero de la narración que hemos comentado nos haya llevado en su compañía tan largo trecho de tiempo.

 


 

Hechos de Apóstoles. Por Lucas, médico amado. PDFs del Comentario completo por J. W. McGarvey. 290 páginas de texto y gráficas, tamaño carta.

Comentario sobre Hechos por McGarvey. Desglose del Contenido completo, con enlaces.

Comentario sobre Apocalipsis: análisis de las profecías y visiones. Por Homero S. de Álamo

Comentario completo sobre Colosenses

Historia de la Era Cristiana. Muchos documentos en esta Web.

 

  

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