Agustino de Hipo

Una pintura de Agustin de Hip, autor de la obra La ciudad de Dios.

Analogía de dos ciudades

El siguiente extracto de “La ciudad de Dios”, escrito por Agustino, con el preámbulo
escrito por un editor de “Historia cristiana”, fue publicado
en “ Christian History” (“Historia cristiana”).
Primavera, 2007.

Preámbulo

“El saqueo de Roma en el 410 EC sacudió al mundo occidental, de la manera que 9/11 sacudió a América. Respondiendo, Agustino de Hipo (354-430 EC) escribió una masiva obra de veintidós tomos intitulada La ciudad de Dios, con el propósito de refutar las acusaciones que culpaban a los cristianos por la caída de Roma, y para animar a los cristianos cuya percepción era que se desmoronaba el mundo en derredor suyo. En ella, presenta la historia de la humanidad bajo la simbología de dos ‘ciudades’, la eterna Ciudad de Dios y la terrenal Ciudad del Mundo.” 

Extracto breve dLa ciudad de Dios por Agustino de Hipo.

     “En este mundo malvado, en estos días malos, cuando la Iglesia mide su futura elevación por su actual humildad, y está zarandeada por temores aguijoneadores, labores inquietantes y tentaciones peligrosas, cuando se regocija sobriamente, regocijándose solo en esperanza, se hallan muchos reprobados introducidos entre los buenos, y ambos están recogidos juntos por el evangelio como por una red barredera; y en este mundo, tal cual en el mar, ambos nadan encerrados sin distinción en la red, hasta el momento de ser arrastrada hasta la orilla, cuando los malos han de ser separados de los buenos, para que de la manera que Dios es el Todo en todo en su Templo, asimismo sea en lo bueno…

     “En conformidad, dos ciudades han sido formadas por dos amores: la terrenal por el amor egoísta, aun hasta el desprecio de Dios; la celestial por el amor a Dios, aun hasta el desprecio del yo. La anterior, en una palabra, se vanagloria en sí misma; la posterior, pues, en el Señor. Porque la una busca la gloria de los hombres, mientras que para la otra su máxima gloria es Dios, el Testigo de la conciencia. La una yergue su propia cabeza en medio de su propia gloria; la otra dice a su Dios: ‘Tú eres mi gloria, y el que alza mi cabeza’.

     “En la una, los príncipes de las naciones por ella sojuzgadas son gobernados por el amor al gobernar; en la otra, los príncipes y súbitos se sirven los unos a los otros en amor, obedeciendo estos, mientras aquellos se preocupan por todos. La una se deleita en su propia fuerza, representada en las personas de sus líderes; la otra dice a su propio Dios: ‘Yo te amaré, oh Señor, mi fuerza’.”

Agustino, Ciudad de Dios . Editado por Philip Schaff . Traducción al inglés por Marcus Dods , D.D . The Christian Literatura Publishing Company. 1890. Traducción del inglés al español por Homero Shappley.

 

 

  

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